2025: Chávez tiene la palabra

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Para el mandatario, estos documentos son “brújulas” contra el “imperialismo” y el “neoliberalismo”.


27 de febrero de 2025 Hora: 21:26

En 1819, Bolívar advirtió que copiar modelos ajenos sería un «error fatal». Dos siglos después, la reforma constitucional del presidente Nicolás Maduro encarna esa tensión: honrar el ideal de «felicidad del pueblo» en un mundo globalizado.

El presidente venezolano Nicolás Maduro presentó este mes ante la Asamblea Nacional una propuesta de reforma parcial a la Constitución de 1999. La iniciativa, catalogada como una “necesidad histórica”, busca modernizar el marco jurídico, ampliar la democracia participativa y responder a las exigencias de una sociedad en transformación

Con cuatro comisiones especializadas y un proceso de aprobación que culminará en referéndum, el proyecto apela al legado de Simón Bolívar y Hugo Chávez para consolidar un modelo de Estado “inclusivo y soberano”. La reforma constitucional es un gesto político cargado de simbolismo

El pasado 17 de febrero, durante la conmemoración de los 206 años de la juramentación del Libertador Simón Bolívar como presidente de Venezuela, Maduro vinculó la iniciativa al Discurso de Angostura de 1819 —donde Bolívar esbozó su visión de una América unida—y al Libro Azul de Chávez, texto que en 1991 sentó las bases ideológicas de la Revolución Bolivariana.

Para el mandatario, estos documentos son “brújulas” contra el “imperialismo” y el “neoliberalismo”; amenazas que, según el mandatario, persisten en la región bajo nuevas formas como el “fascismo”.  

En el Libro Azul, Chávez articuló su crítica al neoliberalismo y propuso un «humanismo socialista» basado en la participación popular. La Constitución de 1999, aprobada bajo su liderazgo, cristalizó esos principios al incluir figuras como los referendos revocatorios. 

Al volver al texto fundacional, Maduro no solo honra la orientación estratégica del Comandante, sino que busca vigorizar al pueblo, base del proyecto político emancipador.

En su visión, el jefe de Estado concibe que Angostura no es un archivo polvoriento, sino un mandato vivo que se enmarca en una «batalla contra las amenazas del siglo XXI», donde el imperialismo ya no se reduce a intervenciones militares, sino que incluye sanciones económicas y guerras mediáticas. Para el pueblo revolucionario, actualizar la Carta Magna es un acto de resistencia: «Es la Constitución de Chávez, pero adaptada a los nuevos tiempos», afirmó el presidente.

El seminario «Del Discurso de Angostura al Libro Azul», celebrado en la Casa Amarilla de Caracas, sirvió como plataforma para deconstruir los vínculos entre el proyecto de reforma constitucional de Nicolás Maduro y los legados de Simón Bolívar y Hugo Chávez. En este escenario, un grupo selecto de intelectuales, entre ellos, el historiador Vladimir Acosta, ofreció una lectura crítica sobre el ideal bolivariano del siglo XIX, el Discurso de Angostura y las demandas democráticas del presente.

Acosta rescata el Discurso de Angostura como un esfuerzo de Bolívar por diseñar un sistema político autóctono para la Gran Colombia, equilibrando estabilidad y justicia social. El Libertador, enfrentado a sociedades fracturadas por el colonialismo, propuso un modelo constitucional que garantizara «la mayor suma de felicidad posible», pero con rasgos paternalistas

Sin embargo, como señala el intelectual venezolano, algunas propuestas —como inspirarse en el sistema británico o un Senado hereditario— hoy resultan anacrónicas. El Libertador mismo, en vida, ajustó sus ideas ante los fracasos iniciales.

El intelectual precisa que estas propuestas fueron hijas de su tiempo. Bolívar mismo las revisó, y este pragmatismo es clave: «Bolívar no era un dogmático, sino un revolucionario que aprendía de la realidad».

Acosta subraya que, tras dos siglos, América Latina ha madurado. «Nadie defendería hoy un Senado elitesco», afirma, aludiendo a los avances en democracia participativa. Este análisis cuestiona cualquier intento de instrumentalización literal del legado de Bolívar, especialmente en un contexto donde el Poder Comunal —impulsado por Chávez— se erige como valor central.

Si Bolívar prioriza la justicia social, el chavismo enfatiza su profundización mediante la democracia radical desde la Comuna. El Libro Azul operó como bisagra, Chávez interpretó a Bolívar desde un prisma socialista, sustituyendo el paternalismo anticuado por mecanismos de participación directa. Maduro, al vincular su propuesta con ambos textos, busca legitimar una nueva fase, enfocada en resistir el «imperialismo del siglo XXI» y profundizar el Estado social.

En su intervención, el escritor venezolano William Osuna, traza un paralelismo entre la expoliación histórica de América Latina y los desafíos que enfrenta la reforma constitucional propuesta por Nicolás Maduro.

Para Osuna, el siglo pasado fue una era de «terrófagos»: empresas petroleras y actores globales que, cual «devoradores de tierras», alambraron y explotaron los recursos naturales, consolidando una dependencia económica que Simón Bolívar ya vislumbra como amenaza en 1819.

En el Discurso de Angostura, Bolívar alertó sobre el riesgo de imitar modelos ajenos, una advertencia que, según Osuna, fue ignorada en el siglo XX. La penetración de compañías petroleras —con su «acero clavado como símbolo de dominación»— no sólo extrajo crudo, sino que perpetuó una estructura neocolonial. 

En contraste, Osuna señala que la respuesta la encontramos en el “árbol de las tres raíces” —Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez— como columna vertebral ideológica. Esta trinidad, fundamental en Hugo Chávez, fusiona el antiimperialismo bolivariano, la justicia social zamorana y la pedagogía liberadora de Rodríguez que, en el marco de la reforma constitucional, se presenta como un intento de democratizar el sistema político y profundizar la soberanía.

De esta manera se actualiza el ideal de “la mayor suma de felicidad posible” para hacer frente a los actuales desafíos, como la crisis climática, las sanciones económicas y la presión geopolítica estadounidense.

Osuna nos deja una imagen poderosa: «Estamos en el ojo del huracán. 2025: Chávez todavía tiene la palabra».

La historiadora Chela Vargas, por su parte, propone una crítica al marxismo clásico desde la subjetividad del ciudadano común. En su reflexión, cuestiona la reducción del individuo a un mero «producto de condiciones materiales», omisión que, según ella, vacía la dimensión humana de la transformación social.

Frente a esto, rescata las comunas venezolanas como «laboratorios del nuevo hombre colectivo», espacios donde se forja una praxis política creativa y emancipada. Este planteamiento, que dialoga con Antonio Gramsci y su rechazo al economicismo, se entronca con el llamado de Simón Bolívar en Angostura a construir sistemas políticos basados en la «virtud republicana» y la identidad propia.

En 1819, Bolívar no sólo diseñó un marco jurídico para la Gran Colombia; insistió en que la felicidad del pueblo dependía de su educación y virtud cívica. «Moral y luces» eran, para él, pilares de cualquier Constitución. 

Si Bolívar insistió en que las leyes debían «educar para la libertad», hoy se trataría de constitucionalizar espacios donde los ciudadanos ejercen su poder creador. Las comunas, en este marco, son más que estructuras administrativas, es donde el ciudadano deja de ser espectador para ser autor de su historia.

Para el profesor Vladimir Acosta, tres ejes mantienen relevancia en la propuesta de reforma constitucional de Nicolás Maduro: identidad mestiza, educación emancipadora y libertad con igualdad.

En este sentido, el Libertador rechazó copiar modelos extranjeros al afirmar «No somos europeos ni indios, sino un compuesto», lo cual vincula esta idea con la resistencia actual al dominio estadounidense, que opera mediante el engaño y la degradación cultural, no solo por la fuerza.

La propuesta del presidente Nicolás Maduro busca «corregir y adaptar» el camino bolivariano. Al incluir mecanismos de democracia directa y justicia social, la reforma respondería al llamado de Bolívar por sistemas «más democráticos y participativos».

La reforma constitucional impulsada por Nicolás Maduro, estructurada hasta ahora en 80 artículos y cuatro ejes prioritarios, marca un hito en la reconfiguración del Estado venezolano. Con un plazo de 90 días para su redacción y un debate nacional convocado desde el 15 de febrero, el proyecto busca adaptar el marco jurídico a las nuevas realidades, incluyendo la creación de un poder territorial.

Autor: teleSUR - DRB