Colombia: ¿para dónde va el gobierno del cambio?
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Foto: EFE/Archivo
Por: Oto Higuita
19 de febrero de 2025 Hora: 02:51
En lugar de volver a la confrontación armada entre colombianos, lo que hay que aprovechar de lo que queda de gobierno es someter a debate público y consulta popular el papel de insubordinación de la soberanía nacional a los Estados Unidos, a la luz de los grandes cambios (mundo multipolar con tres centros de poder, Estados Unidos, China y Rusia).
El gobierno del cambio que encabeza el presidente Gustavo Petro, está ante una decisiva encrucijada. ¿Qué camino tomar, a la izquierda, a la derecha o al centro?
Mucha gente cree que el presidente va a dar un timonazo para cambiar el rumbo que ha tomado su gobierno, ante el incumplimiento de 146 de los 195 compromisos, solo un escazo 25% de lo prometido en campaña se ha cumplido. Fracaso del cual responsabiliza a sus ministros y directores de departamentos administrativos.
Lo que no está claro es hacia qué dirección dará el timonazo en el tiempo que resta para que termine el período presidencial.
Lo que sí está claro es que Gustavo Petro busca quedar ante la historia como el presidente revolucionario, el gobierno no lo es, como afirmó en el primer consejo de ministros público del pasado 4 de febrero, dando a entender que sus ministros no son revolucionarios; no cumplieron con las metas que se trazó el gobierno, pues lo logrado está muy por debajo de las expectativas del pueblo que lo eligió.
Lo que sucedió en la reunión en la Casa de Nariño, cuando el jefe de Estado salió en directo por la televisión y las redes sociales de la presidencia a anunciar que haría público el consejo de ministros, puede calificarse como una jugada política maestra que trajo varias sorpresas.
Las sorpresas del consejo de ministros
El regaño público a sus ministros por no cumplir el programa de gobierno que se acordó con el pueblo. Mostrar a toda Colombia un balance de gestión bastante pobre. Sorpresiva fue la manera como despotricó de la última guerrilla histórica que queda en Colombia, el ELN, para luego justificar la vuelta a la estrategia contrainsurgente, lo cual significa nada más y nada menos que deshacerse de la paz total y acoger la vieja doctrina de la seguridad nacional, decretando el Estado de conmoción interior por 90 días.
Ni el objetivo maximalista de hacer de Colombia una potencia mundial de la vida se va poder realizar, de no llegar a un acuerdo definitivo sobre la paz total; más difícil aún lograr sin completar la reforma institucional profunda (tributaria, laboral, salud, pensional) que requiere el Estado, hoy frenada por la mayoría parlamentaria al servicio de la oligarquía, lo cual lleva a poner en entredicho el gran sueño del gobierno del cambio.
Sorpresivo también que se ventilaran al aire las fuertes contradicciones dentro del gobierno. Haber atornillado a un personaje oscuro y negativo para el proyecto progresista en Colombia como Armando Benedetti, quien encarna precisamente valores contrarios a los que representa el gobierno del cambio.
Como jefe del despacho del presidente, Benedetti será el encargado de organizar su agenda y al mismo tiempo ser el canal entre los diferentes poderes, incluidos los ministros y directores de departamentos. Fue tal el malestar, que la Ministra de Medio Ambiente, Susana Muhamad, pidió la renuncia en público y en directo de Benedetti, pregunta que el presidente evadió magistralmente.
De forma hábil e inteligente, el jefe de gobierno aprovechó el consejo de ministros para mostrarle a Colombia que algunos de ellos tenían agendas paralelas y estaban en campaña política, ante las elecciones presidenciales del 2026.
Finalmente, generó protesta el hecho de que el consejo estaba convocado para discutir no el balance del programa de gobierno, sino el Decreto de conmoción interior, a raíz de la crisis humanitaria y la guerra que se presenta en el Catatumbo y otras zonas del país por el enfrentamiento entre las disidencias de las FARC, frente 33, y el ELN, que ha causado más de 60 muertos y el desplazamiento de unos 50 mil habitantes.
Dignidad y soberanía nacional
En la entrevista concedida al periodista Félix de Bedout, el presidente habló sobre el tratamiento que le “dió” a la indignante decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de deportar esposados y encadenados, como si fueran criminales, a cientos de ciudadanos colombianos, tratados como ilegales y que como millones de personas de todas partes del mundo, emigraron al norte en busca del “sueño americano”.
En la entrevista, el mandatario dejó ver sus ambigüedades y contradicciones políticas, cuando hacía el recuento de la historia de las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Colombia.
La historia de las relaciones diplomáticas, económicas y militares entre Estados Unidos y Colombia, Renan Vega Cantor, enseñan que la soberanía de Colombia ha estado subordinada a los intereses geoestratégicos y económicos de la potencia hegemónica.
La vulneración de la soberanía nacional es de vieja data. El origen se puede trazar desde las guerras de Indpendencia a comienzos del siglo XIX, que permitieron el paso de colonia española a Estado nacional bajo el dominio hegemónico de Estados Unidos. Dicha subordinación se expresa en el conflicto armado interno, a través de la guerra contrainsurgente y anticomunista de más de 80 años, que aún subsiste (Catatumbo, Arauca, Cauca, Pacífico, Chocó, Nariño).
Por eso, romper la mesa de diálogos con el ELN y pasar de la propuesta de la paz total a la guerra contrainsurgente en el Catatumbo y otras zonas del país, con el falaz argumento de que el ELN es simplemente un cartel de narcotráfico bajo órdenes de la mafia mexicana, es no sólo un exabrupto, sino una decisión equivocada.
Esa desacertada decisión no es otra cosa que demagogia y retórica de manual, no aporta nada nuevo, es exactamente lo mismo que ha pretendido durante 80 años la oligarquía con distintas formas y trajes (rojo liberal o azul godo). Hoy se llama estado de conmoción interior en el gobierno de Gustavo Petro; ayer seguridad democrática en el del jefe del paramilitarismo Alvaro Uribe y los que lo siguieron (Santos y Duque, 2004-2022) o el Estatuto de Seguridad en el gobierno de Julio César Turbay (1978-1982).
El objetivo ha sido el mismo, desconocer y negar las causas históricas que dieron origen a la rebelión armada, para en lugar de atender dichas causas, concentrarse en atacar los efectos, negándose a darle un tratamiento y solución integral, a través de la paz total con justicia social, concertada con el opositor insurgente y las comunidades históricamente golpeadas por la guerra, repitiéndo la fracasada tésis de la doctrina militar gringa, es lo que han venido haciendo los gobiernos oligárquicos desde Guillermo León Valencia (1962-1966) hasta hoy.
En lugar de volver a la confrontación armada entre colombianos, lo que hay que aprovechar de lo que queda de gobierno es someter a debate público y consulta popular el papel de insubordinación de la soberanía nacional a los Estados Unidos, a la luz de los grandes cambios (mundo multipolar con tres centros de poder, Estados Unidos, China y Rusia, en medio de la policrisis global, como la llaman analistas de la geopolítica, entre ellos Alfredo Jalife, Pepe Escobar, Ignacio Ramonet y muchos otros) que se están produciendo en el mundo y el Sur Global. Lo que ocurra hoy en el escenario de la disputa geoestratégica global, definirá para largo el futuro de las naciones. Este sí es un asunto de la mayor importancia en materia política en Colombia y el continente.
Las ambiguedades de Gustavo Petro
Los discursos de Gustavo Petro cada vez son más ambiguos y contradictorios. Por un lado afirma, entrevista con Félix de Bedout, que es contrario al papel de Estado Unidos como potencia dominante; y después en otro apartado dice que no es antinorteamericano. En realidad, este tipo de contradicciones y ambiguedades no son extrañas si se tiene en cuenta su origen ideológico en el M-19 y el ideario político que asumió: “…su propuesta de gobierno es una audaz combinación entre los elementos esenciales del Estado de Bienestar de la socialdemocracia; propuesta que enriquece con los avances y progresos en materia de valores y derechos de las minorías; la visión sobre la defensa y protección de la naturaleza y los animales; así como la necesidad de impulsar un modelo económico productivo en el marco del sistema capitalista.”
Otro ejemplo de la ambiguedad y contradicciones, fue el manejo que le dió al bochornoso escándalo político de las deportaciones de colombianos. A pesar de la dura respuesta a Trump en su trino del 26 de enero en la red X, parece que la solución de este conflicto diplomático terminó en manos de Gilberto Murillo y Laura Sarabia, el día que ella se inauguraba como Canciller y Murillo se alistaba para dejar el cargo como Ministro de Relaciones Exteriores. En la entrevista esto quedó claro cuando afirmó, allí hay responsabilidades internas, sin especificar qué tipo de responsabilidades.
En un artículo de Infobae, citando al NYT, éste medio afirma que Alvaro Uribe ayudó a solucionar la crisis diplomática a Laura Sarabia, recién nombrada canciller, seguramente por los contactos y comunicación que mantiene con el autor intelectual del paramilitarismo y la guerra sucia en Colombia.
El nombrameinto de Laura Sarabia como el de Gilberto Murillo, ¿qué aportó? Absolutamente nada en favor de la soberanía nacional. Claro, nada tiene para aportar a un proceso de cambio y transformación política profunda quien ha sido cuota política del Santismo.
¿Qué busca Gustavo Petro con sus movidas de ajedrez?
Lo que siguió a la reunión del gabinete del 4 de febrero lo supo el país antes del viaje del mandatario a Emiratos Árabes, cuando anunció por su cuenta X “He solicitado renuncia protocolaria a ministras, ministros y directores de departamentos administrativos.”
Una vez elegido mayoritariamente por voto popular, tras el estallido social que supo canalizar y, en algunos casos, actuar como apagafuegos cuando le propuso al movimiento social y popular que se sentara con Iván Duque a negociar; conformó un gabinete en alianza política y repartición de cargos gubernamentales con diferentes partidos, haciendo eco a la tesis de que el pueblo es multicolor, como si esta evidente realidad fuera el único determinante en la construcción de un proyecto de grandes transformaciones y reformas radicales, de raíz, como decía el constitucionalista Carlos Gaviria.
En realidad lo que Petro ha venido haciendo es priorizar acuerdos por arriba, con los partidos políticos que han sido los responsables históricos de la profunda policrisis que ha vivido el país, descartando los acuerdos por abajo con las bases. Al mismo tiempo, ha estado convocando a la movilización popular, al pueblo, esporádicamente, sin ser consistente y sistemático en las convocatorias, unas veces al Constituyente primario porque su mandato está amenazado y le han intentado dar un golpe de Estado; otras llamando al pueblo a movilizarse para derrotar la oligarquía que no deja que las reformas estructurales prosperen en un parlamento mayoritariamente opositor; en algunas ocasiones ha hablado de la revolución. A qué revolución se refiere, hay poca claridad.
¿Hacia dónde será el timonazo que dará el presidente?
Por lo que afirmó en el consejo de ministros, puede ser en cualquier dirección, hacia la derecha, cuando combina tesis que bien podrían ser las mismas que ha manejado cualquier embajador yanqui en el país sobre la insurgencia, o la misma decadente narcoligarquía, Álvaro Uribe y sus seguidores, en este caso rompiendo los diálogos con el ELN.
Apartes de lo que afirmó en el consejo de ministros:
“En el Catatumbo el opresor es el ELN. (min. 37:33). Porque ensució su bandera. Ya no es rojinegro. Es (el ELN) de los fascistas. (min. 33:56). Está matando a su pueblo. Por controlar el mercado de la cocaína en el Catatumbo. (38:03).”
“El ELN hoy es una mafia. (min. 39:56). Ya nos lo dijeron, escogieron el camino de Pablo Escobar. (min. 40:16) Sus fusiles no son fusiles revolucionarios para nada. (min. 40:39) El pueblo se rebela y busca a su presidente, porque por él votó, mayoritariamente. Y el presidente le envía al ejército y espera que el ejército sea el ejército de Bolívar y no de la oligarquía, menos de la mafia. (min. 41:00).”
“¿Dónde están las acciones contra el ELN? El ELN ya no es el enemigo de antes, ideológico, como lo fuimos nosotros (M-19) de la oligarquía, (min. 41:30)…que el objetivo (estratégico y militar, contrainsurgente) se cumpla, un ejército que saque al ELN como ordenó el presidente, del Catatumbo (min. 42:11). Si ellos pudieron sacar al frente 33 (disidencias de las FARC) (min. 42:15) al que estoy invitando a hacer la paz, a ver si podemos hacer la paz con alguien.”
También podría ser un giro a la izquierda, como da a entender en los siguientes fragmentos de la reunión de ministros.
“…quien no se indigna por el trato indigno que le está dando Donald Trump, presidente del imperio norteamericano, a los ciudadanos de las naciones libertadas por Bolívar, es porque nunca entendió a Bolívar que derrotó al ejército más poderoso de la tierra (los chapetones, el ejército realista) y ni entendió porqué somos independientes y soberanos (min. 26:18) (sic).”
“Nuestra razón de ser como república es la libertad y la democracia. (min. 22:50).”
“Entonces Petro está en su sano sentido si se arrodilla a Trump. No ministra Laura (Sarabia) (min.27:30). Si nos arrodillamos perdimos el sentido de la nación, y del pueblo y de su dignidad. Es decir, estamos diciendo históricamente que invitamos al rey y que fue un error haberlo sacado de aquí. Un error ser república soberana, y no. (min. 27:40).”
O tomar el camino de la tercera vía, al estilo de lo que hizo la socialdemocracia en las primeras décadas del sigló XX. Sin embargo, hay que guardar las proporciones y tener en cuenta que el contexto histórico es muy diferente.
La llamada tercera vía (Suecia fue un ejemplo típico de ello) que le disputó a la Revolución volchevique a comienzas del siglo XX la construcción de un modelo de sociedad basada en la conducción del partido del proletariado, dictadura del proletariado contra la dictadura de la burguesía del capital y la mercancía, que aboliera las clases, la esclavitud y la explotación del ser humano por el ser humano, que liberara a éste de la pobreza, la miseria y el analfabetismo; en la guerra a muerte contra el capitalismo colonialista, imperialista y opresor que explota a los pueblos y sus economías, que saquea los recursos naturales y destruye la naturaleza para aumentar la ganancia.
Sea cual sea la dirección política que tome el gobierno de Gustavo Petro, probablemente no alcance a cumplir el programa de gobierno, por un lado, y no es descabellado afirmar que puede terminar abriéndole el camino a la extrema derehca para que vuelva agobernar. Y esto si sería una pesadilla y el mayor obstáculo para la continuación del proyecto del cambio en Colombia.
En Latinoamérica hay varios ejemplos del desastre que han dejado gobiernos que vacilaron y cogobernaron con el enemigo histórico, en alianzas de clases, incluso a algunos les costó ser destituídos e ir a la cárcel. (Alberto Fernández, Argentina; Rafael Correa, Ecuador; Gabriel Boric, Chile; Lula/Dilma, Brasil; Pedro Castillo, Perú).
Cogobernar con sectores que representan a la vieja política y a la oligarquía, porque el pueblo es “multicolor”; cuando se vacila entre profundizar y radicalizar el proyecto en una alianza organizativa y política con las bases, el consituyente primario, retomando el camino de la independencia definitiva, se corre el riesgo de perderlo todo; por cualquiera de esos caminos vacilantes, será hundir la nación de nuevo en la oscura noche, antesala de la muerte de la esperanza en Colombia y la unidad de los pueblos de Nuestra América.
Pasamos en menos de una década de la esperanza con los diálogos y acuerdos de paz del 2016 entre Santos y las FARC, al fracaso y la frustración de la esperanza con Santos-Duque; del estallido social entre 2020 y 2022 y el renacimiento de la esperanza, al gobierno del cambio que ante la encrucijada histórica, no sabemos verdaderamente qué camino va a tomar. ¿El de la frustración de la esperanza de nuevo?
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