¿De qué hablamos cuando decimos “disputa por el sentido”?

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Foto: Cortesía del autor.


Por: Fernando Buen Abad

29 de enero de 2025 Hora: 14:09

Aquí se entiende la “disputa por el sentido” como epicentro de toda indagación semiótica. Incluso cuando algunos lo nieguen o lo ignoren. Aquí es una configuración clave para entender el escenario que fraguan los modos, los medios y las relaciones de producción de “sentido” siempre en clave de lucha. Escenario primordial para el análisis y la intervención, críticos, inter, multi y trans-relacionadas con la filosofía que entendemos como transformadora y con los estudios culturales menos decorativos y complacientes.

“Disputa por el sentido” alude aquí al conflicto de clases en lo económico, pero además en lo ideológico y lo cultural sobre la interpretación, creación y control de los significados en la sociedad. Sostenemos que es fundamental su comprensión, y su programa, frente a los procesos de comunicación y poder hegemónicos donde fuerzas antagónicas luchan, de manera desigual y combinada, por definir qué significan las palabras, las imágenes y las narrativas que estructuran, contradictoriamente, la vida social. La memoria también es un campo de batalla semiótica.

Aquí, también, se entiende por “sentido” el significado atribuido a toda apariencia, a todo signo, conjunto o sistema de signos o experiencias dentro de un sistema semiótico en un momento histórico específico, bajo una realidad económica objetiva, con una duración y alcance concretos. Es una producción sociocultural, no una propiedad inherente de los objetos o fenómenos. El “sentido” se forma en la dialéctica objetiva y subjetiva de las relaciones sociales, contextos y estructuras históricas específicas. Por el análisis crítico de los medios, los modos y las relaciones de producción de “sentido” se comprende también a la lucha de clases, a la ideología de la clase dominante y sus métodos en la dictadura de las relaciones antitéticas entre los signos, las contradicciones de clase, todas, del contexto que produce e interpreta a un sistema de signos, los condicionamientos y extorsiones en las estructuras de poder que imponen su “visión” del mundo como “natural”. Hoy se conoce como “batalla cultural” o “guerra cognitiva”. Ha sido tan tóxico el aparato ideológico burgués que no dejó ámbito alguno sin distorsionar o falsificar. Además del saqueo y la explotación, alteró vida y obra de filósofos, modelos científicos, métodos y epistemologías. Nada quedó a salvo. Eso es un crimen contra la humanidad.

Se trata siempre de una lucha. Tal “disputa por el sentido”, ocurre en escenarios donde grupos sociales diferentes tensionan su interpretación —o su distorsión— de la realidad sobre otros, echado mano a sistemas de signos ideados como herramientas de poder. Armas de guerra ideológica (incluso en el sentido de la “falsa conciencia”). Es una disputa que se despliega en todos los territorios y tiempos del lenguaje, los “medios de comunicación”, la educación, la religión y la política. Las tradiciones y la cultura toda. Bajo el capitalismo el “sentido” se produce, reproduce y disputa a través de instituciones como la escuela, los medios y la familia, asegurando la dictadura ideológica de las clases dominantes. Quien controla la economía pretende el control del “sentido” que es también control del “relato”, del conocimiento y del poder. Es una disputa que refleja la lucha entre la burguesía y el proletariado por definir las representaciones del trabajo, el valor y la propiedad. Y principalmente las concepciones abismales sobre la relación capital-trabajo.

No es sólo asunto de “hegemonía cultural”. La disputa por el “sentido” sólo tiene valor para el capitalismo si ocurre sobre las hegemonías de la explotación de la clase trabajadora, el saqueo de los recursos naturales y la desmoralización inducida para anestesiar hasta la más sutil intención para organizarse y luchar contra las ignominias del capitalismo. En una guerra total que describe cómo las clases dominantes imponen el consenso de sus valores y significados como universales. La burguesía gasta fortunas en producir e intoxicar a los pueblos con un “sentido común” (es decir emboscadas semánticas) donde conceptos como “democracia”, “libertad” o “justicia” están infestados de significados burgueses inoculados largamente, sistemáticamente, en las cotidianeidades impuestas para beneficiar al capital. Comenzando con la moral del patrón.

Por lo tanto, es crucial un programa de emancipación de los sectores oprimidos para reinterpretar y resignificar su realidad como paso indispensable también hacia la liberación económica. En la disputa por el “sentido” las élites utilizan herramientas semióticas para perpetuar la explotación, mientras los sectores populares deben construir una contra-hegemonía que dispute esos significados. La guerra simbólica es la arena donde se disputa el sentido de la realidad misma. No es sólo una lucha simbólica, sino una batalla política que refleja las tensiones estructurales de la sociedad. Estudiar este proceso permite comprender cómo se construye la realidad y cómo puede ser transformada. Nuestra semiótica para la emancipación debe acceder a la transformación de los medios los modos y las relaciones de producción de “sentido”, del pensamiento que contiene elementos fundamentales para entender cómo se producen, circulan y transforman los significados (semiosis) y no quedarse sólo con el análisis crítico sobre ideología, cultura y hegemonía, articulando cómo operan los signos y los procesos de significación sino usarlos para una revolución de la conciencia emancipada y emancipándose.

Transformar la base material de la sociedad capitalista (modo de producción) y en simultáneo las formas culturales y simbólicas que surgen de ella porque su producción de significados, es decir su semiosis, está profundamente vinculada a las relaciones sociales de explotación y saqueo, ignorancia y humillación. “No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, su ser social es lo que determina su conciencia”. (1) Democratizar de manera revolucionaria los sistemas simbólicos para producir significados que refuerzan la hegemonía del humanismo de nuevo género, su moral y su ética. Hacia una cultura y los signos que establecen un “sentido común” que legitime la justicia social, la igualdad de condiciones, el control de los significados con el control social de las fuerzas productivas. No sólo subvertir las narrativas dominantes. No sólo de-construir las narrativas impuestas por el capitalismo, hay que construir dialécticamente significados diferentes que promuevan la emancipación permanentemente. No sólo subvertir estructuras ideológicas, no sólo comprender cómo las luchas culturales e ideológicas configuran el terreno de la transformación social. Crear una praxis del sentido capaz de construir el sentido nuevo de la humanidad liberada del yugo material e ideológico del capitalismo. Y urge.

Notas

(1) Marx, Carlos. Contribución a la Crítica de la Economía Política, 1859.

Autor: Fernando Buen Abad Domínguez

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Fernando Buen Abad Domínguez es mexicano de nacimiento, (Ciudad de México, 1956) especialista en Filosofía de la Imagen, Filosofía de la Comunicación, Crítica de la Cultura, Estética y Semiótica. Es Director de Cine egresado de New York University, Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Master en Filosofía Política y Doctor en Filosofía. Miembro del Consejo Consultivo de TeleSUR. Miembro de la Asociación Mundial de Estudios Semióticos. Miembro del Movimiento Internacional de Documentalistas. Miembro de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Rector-fundador de la Universidad de la Filosofía. Ha impartido cursos de postgrado y conferencias en varias universidades latinoamericanas. Ha obtenido distinciones diversas por su labor intelectual, entre ellos, el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar que otorga el Estado venezolano. Actualmente es Director del Centro Universitario para la Información y la Comunicación Sean MacBride y del Instituto de Cultura y Comunicación de la Universidad Nacional de Lanús