El problema de la inseguridad

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Oculta es que la mayor violencia proviene del propio Estado burgués, la policía, las leyes y el hambre. Insistamos, la inseguridad mayor es la del mercado, que amenaza todos los días con dejarnos sin trabajo, sin techo, sin pan.


Por: Fernando Buen Abad

9 de marzo de 2025 Hora: 18:36

Nada más inseguro para los pueblos que el programa neoliberal, y sus retoños. No hay familia de la clase trabajadora indemne ante los ataques contra el salario, la vivienda, la educación y la salud. Inseguridad en la defensa de los derechos humanos, la protección del patrimonio y la dignidad. Inseguro conseguir empleo, inseguro contar con una jubilación suficiente, inseguro el trato con cualquier fuerza de seguridad, inseguros los negocios farmacéuticos e insegura la verdad sacrificada en los “medios de comunicación”. O, dicho de otro modo, lo único seguro es que el capitalismo siga destruyendo al planeta, a los seres humanos y a toda herencia civilizatoria construida con sangre, sudor y lágrimas de las luchas sociales.

Dice la burguesía que todo es inseguridad, asustada y desesperada por la indignación de los pueblos ante el desastre ocasionado por el capitalismo, y dice que urge contar con más seguridad (armas, vigilantes, represores y verdugos armados incluso con “leyes”) para frenar la conciencia de la clase trabajadora, asustarla, desmoralizarla y desorganizarla. Ellos quieren seguridad sólo para sí, para sus barrios privados, sus empresas, oficinas y automóviles caros. Ellos quieren seguridad para sus crías y sus familias, quieren seguridad para sus intereses, su ideología y sus ganancias. No importa si para eso hubiere que asfixiar en inseguridad al 90% de la población. Para eso contratan funcionarios, policías, militares, guardaespaldas y sicarios de toda laya. Gastan el dinero de los impuestos mientras concesionan negociados inmorales para consolidar una industria de la inseguridad que cuenta con todo. Desde balas hasta noticieros, desde víctimas inventadas hasta laboratorios de guerra psicológica. La inseguridad que fabrica el capitalismo es una mercancía carísima pagada por el trabajo exprimido y el plus-producto. Empujan a demandar más policía, más cárcel, más control, precisamente los instrumentos que garantizan la dominación de clase. Síndrome de Estocolmo convertido en “Batalla Cultural” burguesa.

No es seguro que paguen el sueldo, no es seguro conservar el empleo. No es seguro que no atienda el médico y no es seguro que los medicamentos funcionen. No es seguro el cupo en las escuelas, no es seguro el “perdón de los pecados”. No es seguro conservar la vivienda y no es seguro lo que dicen en sus noticieros. Fábrica monstruosa de inseguridades que usa como su víctima favorita a los “delincuentes”, a los más pobres, a los más lastimados por las inequidades y las injusticias sociales. Algunos lebreles de la burguesía quieren imputar a los menores de edad, quieren “mano dura” mientras se bañan en caldos espesos de saliva con odio de clase. Exhiben impúdicos y hediondos,sus baratijas ideológicas con cara de sabihondos. Ni una palabra sobre las causas históricas ni las injusticias sistémicas de un aparato económico intoxicado con abstracciones inhumanas, guerras de avaricia y “funcionarios” corruptos, impúdicos e impunes.

Es muy seguro un ataque contra todos los derechos laborales conquistados por la clase trabajadora, contra los contratos colectivos y los montos de los salarios que los patrones consideran “costos”. Es muy seguro que se flexibilice la carga impositiva a las empresas y se endurezca contra los consumidores. Ya algunos gobiernos títere disminuyen impuestos a la compra de artículos suntuarios. Es muy seguro que la vida insegura descargue sus peores episodios contra los pueblos y todo esto en nombre de la Libertad y la Democracia. Será más inseguro el futuro para las grandes mayorías y será muy seguro que los sectores privilegiados ensanchen bienestar y ganancias. Más de lo mismo agravándose.

Su neoliberalismo manipula el concepto de inseguridad con todos sus dispositivos ideológicos que convierten un problema social complejo en una herramienta funcional para, incluso, atacar opositores yla consabida conservación del orden capitalista. Tal manipulación no es fortuita porque es parte sustancial de la maquinaria hegemónica que garantiza la reproducción de las relaciones de poder. En su operación primordial “venden” la inseguridad como un fenómeno atemporal, puramente técnico o natural, desconectado de las condiciones materiales objetivas. Esconden la raíz estructural del problema (desigualdad, pobreza, explotación) y se lo enmascara como asunto de conductas individuales desviadas o de insuficiencia de medidas represivas.

Despojan al concepto de inseguridad de toda dimensión política, la venden en sus noticieros como un problema que afecta por igual a todas las clases sociales, cuando en realidad su vivencia y sus causas son profundamente desiguales. Venden miedo que construye una narrativa donde la inseguridad aparece como una amenaza externa, abstracta, sin sujetos ni relaciones sociales. Oculta es que la mayor violencia proviene del propio Estado burgués, la policía, las leyes y el hambre. Insistamos, la inseguridad mayor es la del mercado, que amenaza todos los días con dejarnos sin trabajo, sin techo, sin pan.

Todas las armas oligarcas para la producción de sentido desempeñan un papel central en conversión de la inseguridad como mercancía de la Batalla Cultural. Producen una semántica hiperbólica del peligro, que no se corresponde con la estadística real de los hechos. Fabrican pánico que paraliza la capacidad crítica y predispone a la población a aceptar medidas autoritarias. Umberto Eco definía a los medios como “una fábrica de consensos por saturación”.

Ellos seleccionan cuerpos, territorios y sujetos acusados de producir inseguridad. Adoran el estereotipo de la juventud, ellos y ellas, pobres, narco-adictos, migrantes, trabajadores precarizados… para convertirlos en “chivos expiatorios”, mientras la violencia del Estado y del capitalismo permanecen invisibilizados. Marx denunciaba este mecanismo en El Capital, al mostrar cómo incriminar a los pobres sirve para disciplinar a la clase obrera mientras se naturalizan los crímenes económicos de la burguesía. Todas las falacias sobre la inseguridad generan endurecimiento del aparato represivo, que a su vez incrementa la violencia estatal y la exclusión, lo que produce más inseguridad objetiva. No les importa resolver “el problema de la inseguridad” en realidad lo enmascaran para reproducirlo y así administrar mejor su propia crisis.

Operación semiótica bizarra para convertir las demandas populares en demandas reaccionarias, distorsionando la lucha contra la desigualdad para convertirla en un “sentido común” que llama al“orden” que reprime a las víctimas. Nada de la inseguridad no es un problema fuera del capitalismo, sino un producto necesario de sus contradicciones internas. Ellos manipulan sus significados para convertirlos en dispositivos de disciplinamiento social. Ha de servirnos una semiótica emancipadora para desarticular este simulacro, transparentando de la inseguridad su carácter histórico, político y clasista. Sin negar la violencia social, ni la inseguridad en proyectos no capitalistas ni neoliberales, identificarla en el mapa de la lucha de clases. Nuestra verdadera seguridad sólo puede ser una seguridad del pan, el techo, la salud, la educación y la dignidad para todas y todos.

Autor: Fernando Buen Abad

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Fernando Buen Abad Domínguez es mexicano de nacimiento, (Ciudad de México, 1956) especialista en Filosofía de la Imagen, Filosofía de la Comunicación, Crítica de la Cultura, Estética y Semiótica. Es Director de Cine egresado de New York University, Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Master en Filosofía Política y Doctor en Filosofía. Miembro del Consejo Consultivo de TeleSUR. Miembro de la Asociación Mundial de Estudios Semióticos. Miembro del Movimiento Internacional de Documentalistas. Miembro de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Rector-fundador de la Universidad de la Filosofía. Ha impartido cursos de postgrado y conferencias en varias universidades latinoamericanas. Ha obtenido distinciones diversas por su labor intelectual, entre ellos, el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar que otorga el Estado venezolano. Actualmente es Director del Centro Universitario para la Información y la Comunicación Sean MacBride y del Instituto de Cultura y Comunicación de la Universidad Nacional de Lanús