Trump y la emocracia en Estados Unidos
Foto: EFE
Por: German Gorraiz
29 de junio de 2024 Hora: 06:31
Sin embargo, la emocracia sería el caldo de cultivo de la autocracia, forma de gobierno ejercida por una sola persona, especie de parásito endógeno de otros sistemas de gobierno (incluida la llamada democracia formal).
El antropólogo George Bateson acuñó el término» esquizogénesis complementaria», una teoría que sostiene que «las diferencias culturales entre los grupos tienden a aumentarse con el tiempo en una especie de escalada que busca destacar la identidad personal y el poder sobre los grupos contrarios».
Dichos cambios sociológicos estarían favorecidas por el llamado proceso de «retroalimentación positiva» que es autorreforzadora de la opinión personal. El término retroalimentación alcanzó una gran popularidad gracias al libro de Norbert Wiener, «Cibernética o el control y comunicación en animales y máquinas», publicado en 1948 y sería «un método para controlar un sistema, reintroduciendo los resultados de su desempeño». Si este proceso conduce a contrarrestar la desviación en el sistema ante el impacto de una perturbación, hablamos de retroalimentación negativa que permite la estabilidad pero si se amplifica la desviación como sucede con Trump, la retroalimentación es positiva y favorece el cambio cualitativo.
En este contexto, asistimos a la paulatina y solapada sustitución de la democracia formal por la emocracia, «neologismo con el que se expresa la idea de que gobiernan las emociones». Según Fernando Pessoa, «las sociedades están dirigidas por agitadores de sentimientos o emócratas, no por agitadores de ideas», de lo que sería paradigma Donald Trump.
Las redes sociales como X o Twitter se habrían convertido en el vehículo de transmisión ideal de los postulados del emócrata Trump para propagar el maniqueísmo, el culto al líder y mediante las fake news conseguir polarizar a la opinión pública. Así, la polarización sería «un mecanismo de defensa por el que el individuo se enfrenta a conflictos emocionales y a amenazas de origen interno o externo, viéndose a sí mismo o a los demás como completamente buenos o malos, sin conseguir integrar, en imágenes cohesionadas, las cualidades positivas o negativas de cada uno».
En consecuencia, la propaganda electoral del emócrata Trump está dirigida «no al sujeto individual sino al Grupo en el que la personalidad del individuo unidimensional se diluye y queda envuelta en retazos de falsas expectativas creadas y anhelos comunes que lo sustenta». Asimismo, su labor vendría facilitada por el encefalograma plano de la conciencia crítica de la sociedad estadounidense sedada por el consumismo compulsivo y favorecida por la decadencia del llamado Cuarto Poder.
Así, en la actualidad, la práctica periodística estaría peligrosamente mediatizada por la ausencia de la exégesis u objetividad en los artículos de opinión así como por el finiquito del código deontológico periodístico. Ello habría convertido a los medios de comunicación, tanto digitales como impresos y audiovisuales en la voz de su amo, siendo tan solo meras correas de transmisión de los postulados ideológicos de las élites dominantes que habrían optado por la emocracia para sustituir a la democracia formal.
Sin embargo, la emocracia sería el caldo de cultivo de la autocracia, forma de gobierno ejercida por una sola persona, especie de parásito endógeno de otros sistemas de gobierno (incluida la llamada democracia formal) y que podría implementarse en la sociedad estadounidense tras la previsible victoria de Trump en las presidenciales de noviembre.
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