Brasil. «La paz en el campo tiene un nombre: reforma agraria»
27 de mayo de 2024 Hora: 21:15
La meta anunciada en Brasil, se llama “Tierra de la gente”. Tiene como propósito incorporar al Programa Nacional de Reforma Agraria (PNRA) entre 2023 y 2026, al menos 295 mil nuevas familias brasileñas, en un país donde cerca del 1 por ciento de los propietarios de tierra, controlan casi el 50 por ciento del área rural.
No es un llamado a dejar de luchar, dijo el presidente Luiz Inácio Lula da Silva al reglamentarlo por decreto. Al propio tiempo, calificó la iniciativa como “una nueva manera de afrontar un viejo problema”, para acelerar la reforma agraria prevista por la Constitución por medios no conflictivos. El último Censo Agropecuario de 2017, reflejó que la tendencia en Brasil, es al aumento de los índices de concentración de tierras.
“Luchamos por la reforma agraria para que la tierra cumpla su función social: producir alimentos saludables para el pueblo brasileño y cuidar la naturaleza”, destaca una carta el Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST).
Según estimaciones, este puede ser el movimiento social más grande de América Latina. Una organización de campesinos que luchan en Brasil por la reforma agraria, ocupando tierras improductivas o embargadas. Está organizado en 24 estados, con alrededor de 400.000 familias asentadas y otras 70.000 viviendo en campamentos. Cuentan con 185 cooperativas, 1.900 asociaciones, 120 agronegocios, asegura Gabriela Moncau, Investigadora de la Universidad de Sao Paulo.
El MST, se ha convertido en el mayor productor de arroz orgánico de América Latina (16.000 toneladas, según datos de 2019), entre otras cosechas, aseguran datos oficiales del Gobierno de Río Grande do Sul. El aporte agroecológico, contrasta con la cultura agrícola de Brasil, caracterizada por el uso masivo de pesticidas y transgénicos.
La consigna adoptada al conmemorar los 40 años del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), es “ocupar para alimentar al Brasil”, donde el 30% de la producción total de alimentos, sale de la agricultura familiar y el derecho a la ocupación está garantizado en la Constitución.
A menudo, se organizan como colectivos para ocupar las tierras deshabitadas en manos de grandes propietarios. Asentarse y cultivarlas, es la orientación de los activistas a cientos de miles de personas desposeídas de Brasil. Al menos 1,3 millones de personas son miembros y viven en territorios organizados por el MST; según el promedio nacional de 2,79 personas por hogar, contabilizado por el Censo poblacional de 2022.
Aseguran que están revirtiendo la profunda desigualdad, estimulada por la distribución dispar de la tierra a lo largo de la historia de Brasil. «Luchamos, porque 105.000 familias están en campamentos y exigimos al Gobierno Federal cumplir con el artículo 184 de la Constitución Federal, expropiar el latifundio improductivo y democratizar el acceso a la tierra, asentando a todo aquel que quiera trabajar y producir alimentos para el pueblo”.
«El movimiento nació dentro de la dictadura. Nació con cicatrices políticas de un proceso que detuvo y cobró vidas, pero aún logra conquistar territorios e iniciar el proceso de espacialización de la lucha», dice el geógrafo Bernardo Mançano, autor del libro “La Formación del MST en Brasil”.
El texto de la Editora Vozes, recuerda las ocupaciones de grandes latifundios, por parte de agricultores de Rio Grande do Sul; una de ellas -la ‘Encruzilhada Natalino’- sucedió en diciembre de 1980, con gran apoyo de la población y de la iglesia católica de la región.
Un nuevo modelo productivo de la agricultura
Gilmar Mauro ingresó al MST cuando cumplió 18 años, en 1985 (Primer Congreso Nacional). Considera que la gente comenzó a entender, que no se trataba simplemente de una lucha por el reparto de tierras. Para él, esa comprensión es fundamental, porque -señala- ha sido uno de los errores del movimiento sindical y popular, eso de separar la lucha económica y lucha política.
Por eso estiman que la educación popular, contribuye a las luchas para la transformación social en Brasil y en América Latina. En su precepto reconoce al ser humano como sujeto de conocimiento, como recurso para la transformación de la realidad. Es la llamada “pedagogía sin tierra», promulgada a través de escuelas itinerantes establecidas en los campamentos. Siempre tratando de salvar la escuela, cada vez que se ven obligados a cambiar de ubicación.
Ceres Hadich, es miembro del MST y coordinadora nacional del movimiento para el estado de Paraná. De sus 36 años, lleva casi dos décadas viviendo en campamentos. Tiene una maestría en Agroecología y Agricultura Sostenible, de la Universidad Agraria de La Habana y es graduada en Agronomía, de la Universidad Federal do Paraná (UFPR).
Actualmente vive en el asentamiento de María Lara -en la región norte del estado de Paraná- con su pareja y dos hijos: “un lugar donde somos felices”. Igualmente afirma la relación natural y próspera entre su femineidad y el trabajo de la agroecología que inspira a la vida. Critica el agronegocio, como la fuerza del capital en la agricultura (patriarcal), asociado a la opresión, violencia y la invisibilidad del desempeño de las mujeres en el mundo agrario.
Es mucho más que intercambiar pesticidas por insumos biológicos, afirma Hadich. El asentamiento también tiene esta visión utópica, porque es parte de la realización de un sueño fundamental para cualquier ‘Sem Terra’.
Por ejemplo, enfatiza que los alimentos producidos en el asentamiento de Maria Lara, son comercializados y donados por el ‘Feirão da Resistência Agrária en Londrina’. Surgido en 2018, como una iniciativa de movimientos populares para distribuir la producción entre la gente de las ciudades. Y esto también es uno de los significados de vivir en una comunidad de reforma agraria, donde la práctica de la solidaridad, no es regalar lo que queda, sino ofrecer lo que tenemos hoy, enfatiza Ceres Hadich.
Combater a fome com comida de verdade é a razão de ser do nosso mandato. Hoje o trabalho na Alerj foi em cima disso e da criação/ampliação das cozinhas solidárias, fundamentais para a gente tirar de vez o Rio e o Brasil dessa situação.https://t.co/eaS3WdRDr3
— Marina do MST (@marinadomst)
May 28, 2024
Según la joven agrónoma, la arcaica estructura agraria del campo brasileño, obedece a relaciones de poder económico y social, que dio lugar al agronegocio, el latifundio. O sea, el desafío es ir mas allá de un debate sobre la agricultura orgánica; no es un asunto de sustitución de insumos, si se mantienen las mismas injusticias y relaciones sociales y económicas en el campo.
Para julio del 2024, el MST reunirá unas 15 000 personas en Brasilia en el 7mo. Congreso Nacional. Como parte de su visión, además de la democratización del acceso a la tierra, es necesario luchar por un nuevo modelo productivo de la agricultura. Una reforma agraria popular, que exige la defensa de la agroecología.
Las décadas de 1990 y 2000
Valmir Mota de Oliveira, conocido como el joven Keno, fue asesinado “a quema ropa” por guardias de seguridad asalariados de la transnacional suiza Syngenta. El agricultor y líder del MST, junto a unas 150 agricultores más, denunciaron la ilegalidad de los experimentos de la empresa gigante de transgénicos y pesticidas, para ello participaron en una ocupación en la ciudad de Santa Tereza do Oeste (PR) y fueron atacados por 40 hombres armados de la empresa NF Segurança.
Tras el asesinato de «Keno», fue puesta de rodillas para ser ejecutada, la granjera Isabel Nascimento de Souza y recibió un impacto en el ojo derecho que la dejó ciega, pero sobrevivió. Otros tres agricultores resultaron heridos y Syngenta fue condenada en 2018, por el Tribunal de Justicia de Paraná, tras onces años de sucedidos los hechos.
El caso del asesinato de Keno, generó una amplia repercusión nacional e internacional, porque se trataba de una empresa suiza, imponiendo los transgénicos en el mundo. De modo que en 2006, el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Renovables, multó a la empresa Syngenta en R$ 1 millón (US$ 258 mil), por cultivo de soja transgénica, en los alrededores del Parque Iguazú del municipio de Santa Tereza do Oeste. La denuncia hecha por la organización ‘Tierra de Derechos’, evidenció que usaron un área de protección, al plantar 123 hectáreas de semillas transgénicas donde no se puede cultivar semillas genéticamente modificadas, en la zona amortiguadora del parque.
Los agricultores y sus familias integrantes de la Vía Campesina, fueron obligados a desocupar el terreno, pero volvieron con el objetivo de mantener la denuncia del ataque a la biodiversidad. Como este, cuentan en Brasil múltiples asesinatos y vejámenes, sin la debida aplicación de la justicia. Mientras tanto, grupos de hacendados se organizan para reprimir con violencia cualquier intento de Reforma Agraria.
Justamente en ese lugar donde fue cobrada la vida de Keno, hoy funciona el Centro de Investigaciones Agroecológicas que lleva su nombre “Valmir Mota de Oliveira”.
Masacre de Eldorado do Carajás
Después de una semana caminando, los agricultores intentaban llegar a Belém. Eran unos 1500 campesinos sin tierra, que pretendían reclamar la expropiación de la hacienda Macaxeira, ocupada por 3.500 familias sin tierra.
Fue un miércoles, 17 de abril de 1996. Alrededor de las cuatro de la tarde, en Eldorado do Carajás, región Norte de Brasil, fue detenida con sangre aquella protesta, por el ataque de 155 efectivos de la Policía Militar, conocido como la Masacre de Eldorado do Carajás. Después de rodeados, fueron masacrados 21 campesinos.
A partir de este hecho, tuvo lugar un gran revuelo nacional con escenas televisivas y los debates sobre la reforma agraria, ocuparon el centro de la atención. Corría 1997, cuando el MST convocó tres marchas simultáneas, desde diferentes puntos del gran país, que mantuvieron durante dos meses hasta el día en que se cumplió el año de aquella atroz masacre. Alrededor de 100 mil personas llegaron a Brasilia. La marcha histórica llevó al MST a otro nivel, porque la sociedad brasileña se sumó a esta causa.
En el pasado acto por el 40 aniversario del MST, se ha recordado que la Escuela Nacional Florestán Fernandes, en Guararema (SP), se construyó con la donación de los derechos de autor del foto libro “Terra”, del autor Sebastião Salgado. La obra contó con la presentación, el 17 de abril de 1997, del escritor portugués José Saramago, acompañado de un CD de Chico Buarque.
Justamente por esa época, fue producida y trasmitida una telenovela brasileña de TV Globo: El rey del ganado (en portugués: O rei do gado). El debate sobre la tenencia de la tierra se extendió en la trama, que involucraba el romance entre una mujer sin tierra y un campesino, precisamente trasmitido después de la masacre de Eldorado do Carajás. Según el activista del MST, Gilmar Mauro, tuvo «la intención de domesticar al Movimiento, de deshacer el conflicto. Pero el efecto fue contrario. Terminó difundiendo el tema de la reforma agraria y el MST a nivel nacional».
En este contexto, el 25 de noviembre de 1999, Fernando Henrique Cardoso (PSDB), entonces presidente de la República, se vio compulsado a crear por decreto, el Ministerio de Desarrollo Agrario.
De temer fue el gobierno de quien fuera ministro de Desarrollo Agrario, durante uno de los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso. Michel Temer, el abogado de 75 años tomó el mando de Brasil después de un golpe judicial, mediático y parlamentario a Dilma Rousseff y con ella al Partido de los Trabajadores (PT), Brasil vivía una regresión en políticas inclusivas y de equidad.
Como parte del paquetazo neoliberal, redujo el número de ministerios brasileños de 32 a 23, entre ellos, de un golpe y porrazo, sacó al Ministerio de Desarrollo Agrario.
Se recuerda cómo dos mil trabajadores rurales, movimientos sindicales y sociales vinculados al trabajo en el campo, denunciaron la criminalización de los movimientos sociales, que defendieron la reforma agraria y la demarcación de tierras indígenas.
Se sumaron los quilombolas, afrodescendientes que viven de la agricultura de subsistencia en tierras donadas, compradas u ocupadas. Incluso, tomaron la sede del Ministerio de Hacienda de Brasil, exigiendo la salida del entonces presidente interino Michel Temer.
El presidente de la República Federativa de Brasil entre 2016 y 2018, se encaminó a abrir espacio para militares en la estructura del gobierno, preparando el terreno para que el ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022). Con éste, el medio ambiente significaba política de “segunda clase”, lo que provocó graves consecuencias para unas 600 reservas indígenas, que ocupan el 13 por ciento de todo el territorio nacional. También sufrieron la selva, la flora y la fauna del lugar, en el país donde más asesinan a ambientalistas en el mundo, defendiendo a ultranza la agroindustria, responsable de la deforestación.
Brasil es un tesoro invaluable para la humanidad. Tiene más del 60 por ciento -la mayor porción- de selvas y bosques, que se extienden por más de 7,4 millones de kilómetros cuadrados a través de Brasil, Colombia, Bolivia, Perú, Venezuela, Ecuador, Guyana y Surinam.
Para favorecer al sector agrario, calificado como uno de los «poderes fácticos» de la nación, Jair Bolsonario traspasó al Ministerio de Agricultura la acción de identificar y delimitar la demarcación de las tierras indígenas del país, con el objetivo de abrirlas a actividades comerciales como la minería, hasta entonces prohibidas.
Durante el Gobierno de Jair Bolsonaro, ocurrió uno de los hechos más tristes para esa nación. Hace poco más de un año, el Gobierno de Lula da Silva declaró el estado de emergencia sanitaria en la Tierra Indígena Yanomami (Amazonia), habitada por unos 27.000 indígenas, por casos y muertes por desnutrición y paludismo.
“Más que una crisis humanitaria, lo que vi en Roraima fue un genocidio. Un crimen premeditado con los Yanomami”. Más de un millar de personas fueron rescatadas de la zona en situación de extrema vulnerabilidad, a través de acciones de salud, en el territorio que alcanza unos 10 millones de hectáreas.
Luego comenzó una operación gradual para expulsar del territorio a unos 20.000 garimpeiros o mafias de la minería ilegal, establecidos en la reserva indígena. Los yanomami sufren por desnutrición y malaria, acentuada por la invasión de sus tierras y contaminación de los afluentes.
Al respecto, Lula dijo: «Los mineros contaminaron el agua de ese río con mercurio y ahora tendremos que construir pozos artesianos para llevar agua de calidad, para que esos niños puedan beber agua y no mueran contaminados». También pretende aumentar la capacidad de producción de esos pueblos, con un programa de financiación de la agricultura indígena.
Actualmente se lleva a cabo una investigación por «la posible participación de funcionarios del gobierno de Jair Bolsonaro en la práctica, en teoría, de los crímenes de genocidio, desobediencia, violación del secreto judicial y delitos ambientales relacionados con la vida, la salud y la seguridad de diversas comunidades indígenas», dice la orden del Supremo Tribunal Federal (STF) brasileño. Bolsonaro calificó la denuncia como una «farsa de la izquierda».
Por un Brasil Sin Hambre
La FAO ha advertido la urgente necesidad de aumentar la producción de alimentos, con el estimado de que unas 370 millones de personas podrían sufrir hambrunas en 2050.
Debido a las estrategias de seguridad alimentaria y nutricional en la década anterior, Brasil había salido del Mapa del Hambre en 2014. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), entre 2020 y 2022, uno de cada diez brasileños (9,9%) sufrió inseguridad alimentaria severa. Casi un tercio (32,8 por ciento): 70,3 millones de los brasileños malviven en la inseguridad alimentaria severa o moderada, indicador en aumento.
De ahí que el actual presidente, reitere que la lucha contra el hambre es su mayor objetivo en la vida, para satisfacer a una población de 203.063.000 personas. Plan Brasil Sin Hambre -por decreto- planea reducir los índices de pobreza e inseguridad alimentaria y nutricional, por lo que integrar los sistemas de seguridad alimentaria, asistencia social y salud pública, será factible en uno de los países más poblados del mundo: 24 habitantes por kilómetros cuadrados.
���� DIA DA MATA ATLÂNTICA
Hoje, 27 de maio, celebramos o Dia do Bioma Mata Atlântica, um dos mais diversos do território nacional, que abriga mais de 2 mil espécies de fauna.
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— MST Oficial (@MST_Oficial)
May 27, 2024
Todo indica que lo pueden lograr, tal como sucedió en su primer mandato, cuando el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU condecoró en 2010, al jefe de Estado brasileño, como «Campeón Global en la lucha contra el hambre».
El plan «Hambre Cero», significó que durante los dos gobiernos anteriores de Lula, el 93 por ciento de los niños y el 83 por ciento de los adultos brasileños accedieron -de un modo más acelerado que en cualquier otro país del mundo- a tres comidas diarias. Según cálculos de la ONU, una de cada seis personas en el planeta pasa hambre.
Durante su mandato anterior, se conoce que el gigante sudameticano, liderado por única vez por un obrero, llego a ser la octava economía mundial, y mas de 20 millones de personas salieron de la pobreza extrema.
Recientemente el presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, anunció una inversión de casi 10 millones de dólares para 2024, para el programa Tierra de la Gente junto con el Movimiento Sin Tierra (MST). Eso no pasa por alto para la joven agrónoma Ceres Hadich de la dirección nacional del MST: «Más que un buen programa y planificación, es fundamental que tengamos presupuesto, estructuras estatales y funcionarios fortalecidos, valorados y motivados para llevar a cabo esta gran misión de fortalecimiento de la democracia». A lo que añadió: «La paz en el campo tiene un nombre: reforma agraria».
Autor: teleSUR - Rosa María Fernández