El sueño gozoso en la música de Arsenio
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Su impronta dejó una huella -difícil de soslayar- en el desarrollo de la música popular cubana y bailable de Latinoamérica, el Caribe y Estados Unidos.
25 de febrero de 2025 Hora: 22:25
“Después que uno vive veinte desengaños, qué importa uno más”. Y si naces al lado de un taller de victrolas, la vida tiene un encanto peculiar para soñarla. Después vienen la radio, los discos viejos en casa y algunos boleros cantados por la madre.
Es así como conocimos la música del “Cieguito maravilloso”, cuando estaba muy lejos de su tierra cubana. Arsenio Rodríguez (1911-1971) fue un fértil compositor y un ‘tresero’ fabuloso. Como si fuera poco, se convirtió en una de las figuras clave de la música popular cubana, por su estilo innovador y formación instrumental completamente novedosa para su época.
De esta forma su impronta dejó una huella -difícil de soslayar- en el desarrollo de la música popular cubana y bailable de Latinoamérica, el Caribe; de igual forma en los Estados Unidos, donde vivió una buena parte de su vida.
Aunque le fue muy difícil penetrar en el mundo de la industria internacional del disco y del espectáculo, su música impactó de tal forma en públicos diversos, que se afirma influyó en la manifestación de la salsa en Nueva York.
“Fuego en el 23”, “Bruca maniguá”, “Pasó en Tampa”, “El reloj de Pastora” o “El Guayo de Catalina”, son algunas de 200 composiciones emanadas de su talento innato, con la música afrocubana como base de su trascendencia ante el mundo.
El sueño de Arsenio
Sobre “La vida es un sueño” -una de sus más conocidas canciones- reflexionaba la trovadora Marta Valdés: “(…) posiblemente no le había llegado a Arsenio Rodríguez la hora de enfrentar una adversidad, como la que le hizo dejar toda esperanza conclusa para sentencia en la tercera frase de La vida es un sueño, anudada en un momento modulante que va a dar pie al clímax del singular y atronador bolero: …»que todo es mentira, que nada es verdad».
Dijo Marta Valdés (1934-2024), también célebre compositora cubana, el día que cumplió cien años «el ciego maravilloso». Y precisó: “que no ha cesado de vivir en las notas de este bolero fuerte y sentido, hecho a la medida para un tipo de conjunto, donde es mejor que cada músico se esmere en lucir un sello propio sin opacar al otro, donde el ritmo se afinca duro y -no importa la crudeza de las frases que esté lanzando la letra a rajatablas, aviva el impulso de bailar suave; donde -en fin- el simple martilleo de una frase recurrente nos ayudará a mantener el gusto por el tarareo. Un bolero para bailar y también para cantar, que pone a prueba a cualquier voz deseosa de iniciarse o de permanecer” (…) “y que no me canso de agradecerle: ‘hay que vivir el momento feliz’. Toda la gloria del mundo para usted en esta conmemoración”.
Habría que entender toda la complejidad que enfrentó el compositor para lograr la aceptación de la música popular cubana en los EE.UU., en América Latina y en el Caribe; dificultades que lo marcaron personalmente en el tema racial y económico.
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Para el guitarrista e investigador Radamés Giró Almenares (1940 – 2022), no cabe duda de su autenticidad. La música de Arsenio es tributaria de la herencia africana, y está fuera de cuestionamiento su acendrada cubanía. Precisa que Arsenio es nieto de esclavos congos, nacido en el seno de una humilde familia campesina y desde su infancia convivió con las tradiciones musicales de ascendencia africana, como los toques de santería y Palo Monte, e incluso la rumba. Todo esta influencia, fue asimilada y reelaborada por Arsenio.
Fue constante su búsqueda de una identidad, en la que Arsenio se rodeó de músicos del folclore popular. Simultáneamente sucedía un paralelismo en esa ‘exploración’ nacional, con el movimiento afrocubanista en la década de 1920. Sucedió tanto en la música sinfónica (Alejandro García Caturla y Amadeo Roldán), como en la bailable. Igualmente en la literatura con Nicolás Guillén (poeta nacional de Cuba), y en la pintura, novedosamente expuesta por Wifredo Lam.
Tanto fue así que de acuerdo con el etnólogo, antropólogo y periodista cubano,Don Fernando Ortiz, a la identidad nacional contribuyó la presencia de más de dos mil 500 etnias, que se unieron a las tres presentes en Cuba, las 20 importadas por los españoles y aquellos esclavos traídos del resto del Caribe, antes de la abolición de las Encomiendas. No hay que obviar la influencia hispánica, francesa, árabe, asiática y judía. Muchos nutrientes para componer “el ajiaco” del cual habló Ortiz, evidente en el mapa genético y el mestizaje de la nación.
Innovaciones
Los entendidos en la música y los propios instrumentistas, han reconocido la presencia del sello afrocubano en el léxico utilizado en creencias y prácticas religiosas, incorporadas por Arsenio Rodriguez en temas como “Bruca maniguá”. Las formas expresivas, aunque incomprensibles para los seguidores de su música, se convertieron en expresiones auténticas, reiteradas como mantras.
Parte de su herencia, fue ser iniciador de la era de “los conjuntos” musicales en Cuba, con el formato instrumental de su propia agrupación. Desde 1934 trabajó en creaciones estilísticas novedosas dentro del son cubano tradicional, hecho realidad en 1938; de esta forma marcó la transformación de la sonoridad con una mayor riqueza armónica.
El estilo cristalizado en el son-montuno, Arsenio lo desarrolló desde el son, justamente introduciendo ‘solos’ de instrumentos que se llaman montunos. Se inspiró del guaguancó, acentuó la trompeta y la guitarra tres, e introdujo nuevos instrumentos como la conga y el piano.
Otro de sus aportes fue el ‘cierre’ conocido como el “diablo”, sección del son-montuno, caracterizado por una cierta anarquía rítmica. El clímax sonoro se convirtió en algo esencial del mambo y de la salsa. Sin lugar a dudas, una innovación muy significativa.
Arsenio explicó los cambios que introdujo en el son: “Comencé a trabajar en mi música nueva en 1934, y ya en 1936 lograba mis frutos. Pero la consolidación de mis ideas novedosas dentro del género del son vino en 1938”.
“Organicé un nuevo sistema de conjunto. Pensé que el antiguo formato de septeto, con la trompeta, la guitarra y el tres, no tenía la armonía necesaria y le agregué un piano y tres trompetas. También le incorporé la tumbadora […]”, citó el historiador de la música cubana, Helio Orovio (1938-2008), en su trabajo “Arsenio Rodríguez y el son”.
Pero no fue solo la ampliación del formato instrumental lo que aportó, sino también -y esto quizá sea lo más importante- un nuevo repertorio y una mayor variedad de ritmos y conceptos armónicos que enriquecieron no sólo al son, sino también al bolero, la guaracha y algunas combinaciones como el bolero-mambo y el bolero-cha, y además, fue uno de los precursores del mambo.
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Nueva York latino
A finales de 1940, comenzó sus viajes a Nueva York con la esperanza de curar su ceguera. Luego se trasladó a Estados Unidos y se quedó en El Bronx, donde su música, típicamente cubana, representaba una alternativa.
Tras el diagnóstico demoledor de una ceguera incurable, Arsenio Rodríguez le pidió a su hermano que lo acompañara a la habitación y allí le dictó los versos de su legendaria canción. “La vida es un sueño”, es profundamente melancólica, aunque Arsenio no era un hombre triste. Lo recuerdan jovial, extrovertido, irónico también, porque se burlaba hasta de su propia ceguera y sus canciones estuvieron cargadas de motivos humorísticos y dobles sentidos.
Ya en la década de 1950, durante la popularización del mambo, consiguió opacar otras expresiones de la música popular que se escuchaban y bailaban en Nueva York.
La realidad es nacer y morir
Un residente del Bronx, Ralph Méndez, escuchó por casualidad que tal vez en el cementerio de Ferncliff, estaban los restos mortales del músico cubano.
Por haber sido enterrado sin ningún dato de identificación, la ubicación del enterramiento del “Ciego maravilloso” pasó del anonimato, a ser -desde la primavera del año 2012- una de las más visitadas del Camposanto Ferncliff, a unos 25 kilómetros al norte de Medio Manhattan.
La escueta placa de bronce donada por el pianista Larry Harlow, es actualmente el indicador ante el cual lo reverencian sus admiradores, que desde el Bronx o cualquier paraje más distante, rinden homenaje al llamado padre de la salsa y el rey del guaguancó.
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A quien comprendió como nadie que la vida es un sueño, le identificaron sencillamente así: “Arsenio Rodríguez 1911-1970”.
Para llegar hasta aquí, Ralph Méndez, Henry Medina (archivero cinematográfico) y el Larry Harlow (músico), de conjunto con la periodista Aurora Flores, contribuyeron a la publicación de artículos en The New York Times y el New York Daily News, que contaron la historia de aquella tumba anónima.
Fue cuando los herederos los contactaron. Eran hijastros de Arsenio por su esposa dominicana, quien había reclamado el derecho a enterrarlo, a pesar de que -dijeron sus amigos y hermanos- pasaron muchísimos años separados por desavenencias irreconciliables.
También Ralph Méndez propuso a las autoridades gubernamentales de la ciudad de Nueva York, que pusieran el nombre de Arsenio a una calle del Bronx. Así fue llamada “Camino Arsenio Rodríguez”, la intersección de la Avenida Intervale con Dawson Street, cerca de donde estaba el apartamento del eminente músico cubano.
“Se trata de una intersección como muchas otras en la sección de Longwood del Bronx: un gran campo de asfalto rotulado con marcas viales de coloración amarillo y blanco, viejos edificios de ladrillo con escaleras de incendios. El metro pasa montado en sus zancos de metal en algún lugar en el fondo lejano. Sólo la punta verde del norte de Rainey Park distingue a la intersección de Intervale Avenue y la Calle Dawson. Pero pronto se le conocerá también como “Arsenio Rodríguez Way” o “Camino Arsenio Rodríguez”,comentó Jan Hendrik Hinzel, en el artículo “Honrado un músico legendario de la salsa en el Bronx”, publicado por el periódico The Bronx Ink, el 27 de octubre del 2012.
Por las calles del «Spanish Harlem”, al norte de Manhattan y el condado del Bronx, desde antes de 1940 y hasta hoy, la energía es diferente. Proliferaron múltiples sitios de baile, para la gran barriada latinoamericana con una intensa vida nocturna, orquestas cubanas, puertorriqueñas y neoyorquinas, comida cubana y boricua, con músicos y bailadores dispuestos a compartir la herencia latina entre miles de emigrantes.
El Bronx fue el escenario principal de las andanzas musicales de Arsenio Rodríguez y su conjunto neoyorquino, desde 1951. En el entorno contrató a cantantes y músicos puertorriqueños, atrajo a los afroamericanos, ‘nuyoricans’, panameños, venezolanos y por supuesto a sus compatriotas cubanos. Su armonía y sus voces quedaron impresas en múltiples grabaciones realizadas en la Gran Manzana, por el conjunto de Arsenio desde 195, hasta 1968.
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Muchas veces le fue difícil ser contratado en el círculo cerrado de prestigiosos clubes de Manhattan, pero su música para bailar -aún distante de la radio y de algunas casas disqueras- estuvo cerca de los ansiosos paseos festivos desde los muelles de la calle 125, donde se gozaba bailando, mientras navegaban en torno a la isla de Manhattan.
Igualmente incursionó -entre otras urbes- en Chicago donde vivió dos años; también en las ciudades de Los Ángeles, Washington, Miami o en San Juan de Puerto Rico, donde residió varios meses en busca de fortuna musical.
En todos estos lugares lo conocieron varios jóvenes músicos de la primera generación de salseros, los que, si no trabajaron con Arsenio, crecieron bailando su música en las esquinas del Bronx. Y es que desde Cuba, Arsenio Rodríguez se identificó con los sectores populares, donde obtuvo salarios modestos y afianzó el estilo de su obra, inconfundible y entronizada en el pueblo de donde venía su inspiración.
“Su música ocupa un espacio destacado en el repertorio de los grupos salseros, que han creado y grabado son-montuno y guaguancó al estilo de Arsenio; y algunos de los rasgos definitorios como el son-montuno, la densidad sonora y los solos instrumentales, se han mantenido a lo largo del tiempo como valores propios de la salsa, y de la música que hoy se hace en Cuba, cuyo ejemplo más significativo es Adalberto Álvarez”, concluyó el investigador R. Giró.
El documental
“La vida es un sueño” (2023), es un documental de la joven periodista Arlety Veunes Toro, como homenaje al reconocido músico cubano.
“Es un profundo análisis de los aportes que legara a la música cubana el legendario Arsenio Rodríguez, llevándonos a sus orígenes mediante testimonios de creadores de la música como Adalberto Álvarez (quien concedió para este documental tal vez su última entrevista, un mes antes de su fallecimiento), José Luis Cortez y Pancho Amat. Participan también musicólogos, periodistas, familiares y melómanos que reconstruyen su vida y legado”.
“Este documental, junto a otros como La leyenda de Arsenio,dirigido por Rolando Almirante en 2021, rescata la contribución de Arsenio a la música cubana, cuyo aporte marcó el futuro del son y transformó los formatos tradicionales del género, innovaciones por las que algunos lo llaman El Abuelo de la Salsa”, así lo definió la directora de Industria (Cine), Lilian Morales Romero.
“La figura de Arsenio Rodríguez quedó en un olvido cultural tanto del lado “de allá” como del lado “de acá”, comentó a propósito la realizadora, nacida en un pequeño pueblo de la provincia de Matanzas, donde también llegó al mundo un 30 de agosto de 1911, Ignacio de Loyola Rodríguez Scull, el célebre Arsenio.
Fue en Güira de Macurijes, al suroeste de la provincia de Matanzas. A esta zona conocida como Macorix o Macurijes, llegaron los aborígenes procedentes de la isla La Española (Santo Domingo), huyendo de la colonización. El sitio también fue nombrado Corral Falso de Macuriges (1833) y Cristina de Macuriges, en homenaje a la reina regente de España. Para 1901, se denominó Pedro Betancourt, en homenaje al Mayor General del Ejército Libertador de Cuba, nombre que conserva para su población actual de unos 32 mil habitantes dedicados fundamentalmente al cultivo del arroz y el tabaco.
Para los músicos fue inolvidable conocerlo. “El ciego con sus dedos regordos y su cuerpo rozando la obesidad, se movía con una agilidad inconcebible. Arsenio tan pronto mostraba virtuosa rapidez como se extasiaba en sus famosos tumbaos, siempre atento al sonido de su agrupación. El público bailador disfrutaba de lo lindo con aquel genio y su tres pegado a la barbilla y concentrado al máximo en su genial dirección”, dijo el artista matancero Senén Suarez (1922-2013).
El tresero y compositor hizo música tempranamente. Allí -afirma el investigador güinero Abilio Estévez- lo recuerdan pobre, negro, enfrentando las injusticias y las desigualdades de la sociedad clasista de su época. Se afirma que poseía un carácter muy huraño, a la par que era muy laborioso y disciplinado.
“Al estudiar la obra de Arsenio, yo misma me impresioné muchísimo por la importancia que tuvo en la música cubana. (…) Por eso es conocido como El abuelo de la salsa, incluso en muchísimos países. A través de mi investigación descubrí que por ejemplo, en Colombia, existen libros biográficos de Arsenio, porque los colombianos son muy fans de su obra; y toda la música que se hace en Latinoamérica: la timba, la salsa, tiene que ver con los aportes que él hizo a la estructura del son que había en ese momento”, explicó como parte de su investigación, Arlety Veunes Toro.
Cada año se celebra en su pueblo natal, al que le dedicó una canción, una fiesta en homenaje al nacimiento de Arsenio. Allí demuestran admiración por el distinguido músico en el parque de la localidad, a escasos metros de su casa natal, desde donde los pobladores y las agrupaciones musicales le rinden homenaje al “Ciego maravilloso”.
“Arsenio tiene una particularidad, y es que (…) el único lugar que vio fue ese pueblo y sus memorias visuales quedaron ahí”, explicó la documentalista.
“Yo misma, durante el proceso de preparación de la tesis, tuve que comenzar a escuchar la música de Arsenio Rodríguez —que nunca antes había escuchado en profundidad— sufrí un choque. No me adaptaba; me parecía tediosa y aburrida, tenía un ritmo muy lento. Pero a medida que continué (la investigación y tesis de grado) fui cambiando de parecer, hasta que logré entender. Le cogí cariño y la pude disfrutar. La reiteración es un proceso cultural. La cultura es algo que se vive constantemente. Hasta que no lo comprendí no pude entender la grandeza de Arsenio Rodríguez”, comentó la joven periodista.
Arsenio Rodríguez murió el 31 de diciembre de 1971, meses después de haber dado un gran concierto en el Parque Central de Nueva York, pero su influencia y trabajo eran tan determinantes, que se convirtió en el símbolo de los salseros. El llamado “Ciego maravilloso” fue el responsable de la mayor revolución estructural y conceptual de la música cubana, al crear el conjunto sonero. Si Ignacio Piñeiro había abierto el son al mundo en el formato del septeto, Arsenio lo había convertido en la fuerza motriz de la música cubana con ‘el conjunto’, formato integrador que no ha perdido su vigencia. Relata con justeza, el investigador cubano Emir García Meralla.
Hace más de dos décadas, el Conjunto Arsenio Rodríguez se restructuró en Cuba para continuar su legado y en el 2021 salió el disco “Llegó para quedarse”, bajo el sello de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem).
Entender por qué la cubanidad traspasa el sentido estricto de nacer en Cuba, es asimilar cómo de generación en generación, la música cubana se transmite entre sus descendientes en cualquier lugar del mundo, como entre los que nacidos en otros lares, que se apropian de esta riqueza cultural. Asimismo ayuda a comprender el paralelismo de la cultura con el “ajiaco” (sopón tradicional de Cuba, que mezcla todo), establecido por el sabio Fernando Ortiz; es también sentir el sueño real y gozoso de la música de Arsenio.
Autor: teleSUR - Rosa María Fernández