En claves: Se cumplen dos años del estallido de la guerra de Sudán
En Sudán, la violencia, sumado a falta de agua, combustible y alimentos amenaza la supervivencia de miles de familias que requieren asistencia urgente.

Además de miles de muertos, la guerra en Sudán ha dejado al país con una infraestructura destruida y una economía colapsada. Foto: CPJ
15 de abril de 2025 Hora: 13:15
Este 15 de abril se cumplen dos años del inicio del conflicto en Sudán, considerado una de las mayores catástrofes humanitarias de la actualidad.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), al menos cuatro millones de personas han sido forzados a huir del país desde que estalló la guerra entre el Ejército sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) en abril de 2023.
La OIM resaltó que más de la mitad de los desplazados son menores de edad y los mayores movimientos se registran en Jartum, con un 31%, Darfur del Sur, con 18% y Darfur del Norte con 16%.
La Matriz de Seguimiento de Desplazamiento (DTM) reveló que 11.3 millones de sudaneses han tenido que buscar refugio en más de 10.000 localidades distribuidas en los 18 estados del país.
En tanto, Unicef alertó que 15 millones de niños necesitan ayuda urgente para sobrevivir ante el hambre, la violencia y las enfermedades.
La directora ejecutiva del organismo, Catherine Russell, denunció que Sudán enfrenta la mayor crisis de desplazamiento infantil del mundo, pero la comunidad internacional no le presta la atención necesaria.
La hambruna ya ha sido declarada en diez zonas y amenaza con expandirse a otras 17, mientras brotes de cólera y dengue se agravan por la falta de agua potable y condiciones sanitarias críticas.
El conflicto entre el Ejército sudanés y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), que estalló en abril de 2023, ha sumido al país en una crisis sin precedentes.
Las FAR ha cometido incontables crímenes de guerra contra la población sudanesa. Han violado mujeres como herramienta para humillar a los hombres y forzar el desplazamiento de la población local. Además, ha llevado a cabo un sin número de homicidios, mutilaciones, secuestros y ataques contra escuelas y hospitales, así como a grupos vulnerables.
Esta semana, sus miembros asaltaron los campos de refugiados de Zamzam y Abu Shouk en Darfur, dejando un saldo de al menos 300 muertos.
En estos refugios, viven alrededor de 700.000 personas desplazadas, quienes enfrentan hambruna extrema y la imposibilidad de recibir ayuda humanitaria debido a los combates.
Sudán: Una guerra que destroza el tejido social
En abril de 2023 estalló en Sudán un conflicto armado que ha sumido a la nación africana en una de las peores crisis humanitarias de su historia. La guerra, surgida de la confrontación entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), un grupo paramilitar surgido en el seno de antiguos conflictos y marcado por la falta de integración efectiva en el aparato estatal, es el reflejo de un entramado de causas históricas, políticas y económicas que dejaron al país al borde del colapso.
El conflicto tiene raíces en décadas de inestabilidad política y desigualdades estructurales, legado del prolongado régimen autoritario que gobernó Sudán antes de la transición que se anunció tras el derrocamiento del expresidente Omar al-Bashir.
La difícil incorporación de las RSF a las Fuerzas Armadas ocurría en un escenario de tensiones étnicas, rivalidades regionales y una economía en crisis, factores que se intensificaron con la reciente lucha por la redefinición del control del poder.
La rivalidad entre los altos mandos —quienes compiten por liderar la provincia militar y los recursos naturales del país— se tradujo en enfrentamientos violentos en las calles, centros urbanos y zonas rurales, afectando gravemente a la población civil y debilitando aún más las instituciones estatales.
Además, la injerencia de intereses externos y la competencia entre países de la región por influir en la reconfiguración del poder sudanés han contribuido a avivar el conflicto.
Países como Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Chad han sido señalados por brindar apoyo, de manera directa o encubierta, a alguno de los bandos, lo que incrementa el riesgo de que la guerra se prolongue y se internacionalice.
Este ambiente geopolítico de injerencia y competencia por recursos ha transformado a un conflicto interno en una crisis que trasciende las fronteras sudanesas.
La violencia interminable ha dejado consecuencias dramáticas para la población sudanesa. Las cifras son abrumadoras: se estima que decenas de miles de personas han perdido la vida, mientras que diversas organizaciones internacionales alertan que el número real de víctimas podría ascender a cifras mucho más elevadas, quizá acercándose a los 150,000.
La incertidumbre sobre las cifras oficiales se agrava por la dificultad para recopilar datos precisos en un conflicto que se desarrolla en entornos de acceso restringido y constante amenaza.
Una de las manifestaciones más dolorosas de la guerra es la masiva crisis de desplazamiento. Según diversas fuentes internacionales, el conflicto ha forzado a más de 11 millones de personas a abandonar sus hogares en el territorio sudanés, con otros millones que han cruzado las fronteras, convirtiéndose en refugiados en países vecinos como Sudán del Sur, Chad, Egipto, Etiopía y la República Centroafricana. Este éxodo masivo, calificado como el mayor desplazamiento interno de la historia reciente, ha generado una situación de vulnerabilidad extrema, con poblaciones expuestas a la inseguridad alimentaria, la desnutrición y la violencia sistemática.
La infraestructura del país ha quedado severamente dañada. Ciudades y pueblos han sido asediados por combates incesantes que han provocado el colapso de servicios básicos –salud, educación, agua y saneamiento–, dejando a millones de sudaneses al borde de la supervivencia. La ayuda humanitaria, obstaculizada por las continuas agresiones y la manipulación del acceso a las zonas de conflicto, apenas alcanza a paliar el sufrimiento de la población civil, que vive día a día el eco de la violencia, la pérdida y la incertidumbre.
Por otro lado, la desintegración del tejido social se hace evidente en el aumento de abusos y violaciones a los derechos humanos: se han documentado casos de violencia sexual sistemática, ejecuciones extrajudiciales y el saqueo de ayuda destinada a salvar vidas.
Expertos y organismos internacionales denuncian que el conflicto se ha convertido en un escenario en el que la población civil es arrojada al centro de una brutal lucha de poder, con consecuencias que amenazan con perpetuar el ciclo de violencia por generaciones.
Autor: teleSUR: idg-CC
Fuente: Agencias