Érase una vez entre New Orleans y La Habana

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El Teatro Mella acogió un concierto de Dizzy Gillespie, Earl (alias ‘Fatha’) Hines, Stan Gets, David Amram, Ray Mantilla con Los Irakere.


18 de enero de 2025 Hora: 12:59

Nueva Orleans y La Habana tenían similitudes evidentes, además del clima y las redes comerciales, que entrelazaron hasta hoy el espíritu y la música de ambos pueblos. 

Las inmensas riquezas obtenidas por la colonia española durante la centuria, a partir de la explotación del azúcar y el café, catapultaron a Cuba a los primeros planos en el comercio internacional en el siglo XIX, incluso durante el transcurso de las tres guerras por la independencia, que causaron grandes estragos en la economía. 

Tal impulso influyó socialmente en la identidad de lo cubano, con la presencia de una alta población afro descendiente libre, que repercutió en la cultura, el surgimiento de varios géneros musicales y bailables, dando inicio con las influencias de ida y vuelta, a la internacionalización de la música criolla en territorios americanos y europeos.

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Desde el siglo XVIII, durante el dominio francés de Luisiana se produjo un gran intercambio de productos de contrabando, fundamentalmente entre La Habana y Nueva Orleans, donde gran parte de las embarcaciones que llegaban, tenían como punto de origen o destino un puerto español. 

Partiendo de ello valoramos su transformación en un intercambio entre personas e ideas, cuando el número de migrantes creció. Al convertirse Luisiana en colonia española -tras la firma del Tratado de París (entre 1763 y 1803)- el estado norteño perteneció en derechos territoriales de la Monarquía Hispánica, así como jurídica y administrativamente a la Capitanía General de Cuba, de la cual La Habana era el centro.

Una revuelta popular en Luisiana, depuso en 1768 al español Antonio de Ulloa y de la Torre-Guiral, escritor y militar, primer gobernador español de Luisiana, quien contaba con escasos soldados y no era del agrado de los colonos. Ulloa, recibió en Luisiana una economía en trance por el gasto de la guerra, la población francesa descontenta con el cambio de poder, por lo que se vio obligado a huir hacia España. Ello provocó que desde La Habana zarpara Alejandro O’Reilly, el segundo gobernador, con una flota numerosa de 2 600 soldados.

Poco después lo sucedió el gobernador Luis de Uznaga y Aménazaga, como presidente del Cabildo de Nueva Orleans, quien prohibió la esclavitud de los indígenas y abolió la regulación sobre la adquisición de esclavos. En este tiempo se abrieron a la inmigración de origen europeo, para aumentar la población de la Luisiana Española por 50 000 habitantes de ascendencia occidental (1763 y el 1803), pero sin soltar el monopolio español sobre el comercio, lo que significó un freno para la economía de los inmigrantes.

No fue hasta 1793 que fue creada la Diócesis de Luisiana y las Floridas. Tiempo anterior, desde 1787, la Iglesia Católica enunciaba sus disposiciones desde la diócesis de San Cristóbal de La Habana. O sea, para Nueva Orleans el mundo giraba alrededor de capital de Cuba.

Definitivamente fue la Revolución haitiana (1791-1804) en las colonias francesas, la que precedió los movimientos de independencia en Hispanoamérica. También generó la conversión de Nueva Orleáns y Cuba en grandes exportadores de azúcar, al establecer un nuevo tipo de relación alrededor del preciado producto. 

El movimiento revolucionario culminó con la abolición de la esclavitud en la colonia francesa de Saint-Domingue. Entonces Santo Domingo era la principal productora de azúcar, además café, tabaco, cacao, algodón y añil, basado en un férreo sistema de esclavitud.

El eco de la Revolución Francesa de 1789, llegó a la colonia cuando se preguntaron cómo aplicaba allí la Declaración de los Derechos Humanos del Hombre. El 1 de enero de 1804, Haití fue el primer país en Latinoamérica que declaró su independencia y el primero del mundo en hacer triunfar una violenta revolución antiesclavista. 

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Haití tuvo que pagar una cuantiosa indemnización al poder colonial del que se liberó. Fue obligado a pagar a los franceses por las propiedades y esclavos que habían perdido. Los 150 millones de francos en oro impuestos, eran aproximadamente los ingresos anuales del gobierno haitiano multiplicados por diez. 

Haití quedo aislado diplomáticamente y bloqueado por una flota de buques de guerra franceses que ya estaba en la costa. Desde el primer pago Haití fue forzado a pedir un préstamo a un banco francés, así comenzó la deuda de la independencia, con una espiral sin fin que llega hasta el presente.

La brutal represión contra los haitianos sublevados, también fue apoyada por los esclavistas desde Cuba y el Caribe. Llegaron a Cuba como mano de obra barata unos 5000 mil haitianos en el primer tercio del siglo, asentándose fundamentalmente en las cinco provincias orientales, cuya impronta tuvo una notable repercusión en la cultura material y espiritual cubana.

Para hacer funcionar las industrias azucareras controladas por los inversionistas estadounidenses en Cuba y República Dominicana, un siglo después facilitaron la migración -de 600.000 haitianos hacia las plantaciones de caña de las dos grandes Antillas.

Tras la Revolución haitiana aumentaron los precios del azúcar, al reducirse la oferta. Motivados por esto, los productores de Luisiana contrataron expertos cubanos para aumentar la cantidad y calidad de la producción y rodear con plantaciones cañeras a los diques del curso inferior del Mississippi. Había conexiones de varias generaciones entre Nueva Orleans y los terratenientes cubanos, por lo que apostaron por tecnologías probadas en Cuba, como los molinos movidos por bueyes, sustituyendo los más comunes en el Caribe francés, de viento y agua.

En 1810 los latifundistas cubanos habían duplicado la producción de azúcar, con respecto a 1780, a pesar de que los precios de los esclavos se quintuplicaron en Cuba, debido a la clandestinidad del tráfico. Se supo que la población negra superaba a la blanca y la esclava a la libre, a partir del censo de 1841, aunque la tasa anual de suicidios de los esclavos en la isla era más alta del mundo.

En los tres siglos anteriores habían unos 122 500 esclavos en Cuba, que aumentaron a unos 656 000 entre 1811 y 1867.

Aunque la trata ilegal nubla las cifras reales, varios autores coinciden en que durante el siglo XIX, la presencia esclava en la mayor de las Antillas representó un tercio del total de la América española desde el siglo XV hasta esa fecha, y aproximadamente un 6 % de la trata atlántica, que se estima trasladó a las Américas a más de diez millones de africanos entre 1518 y 1873.

Todavía en 1867, los esclavizados en la isla eran quienes producían más del 40% del azúcar de caña del mundo. Para entonces, por la deforestación provocada en los montes de Cuba, ante la expansión de las plantaciones azucareras, se trasladó el suministro de madera desde los aserraderos de cipreses de los alrededores de Nueva Orleáns. 

La esclavitud, una de las mayores tragedias de la humanidad, tuvo lugar en Cuba desde 1517, hasta que en 1886, las Cortes españolas autorizaron la eliminación del Patronato, para normalizar la condición de los trabajadores y sus salarios, algo que continuó realizándose durante mucho tiempo en condiciones de una explotación similar a la esclavitud. No había control sobre ello, por lo que pagaban un salario miserable o ninguno. 

El último cargamento de esclavos del que se tiene noticia, llegó Cuba en abril de 1873, según el ensayo “La historia como arma”, del estudioso cubano Manuel Moreno Fraginals, publicado por Casa de las Américas, en 1966.

Los pobladores de la Alta Luisiana apenas se enteraron de que el suelo donde vivían, fue vendido a 4 centavos por acre (aproximadamente 4 metros cuadrados), tras el Tratado de Cesión del 30 de abril de 1803. Así pasaron del dominio francés al estadounidense, por un total de 15 millones de dólares.

El traspaso de Luisiana a los Estados Unidos, aumentó el comercio con Cuba y se hizo común la llegada de inmigrantes desde la isla. También la población de la ciudad se duplicó con más de nueve mil refugiados de la Revolución haitiana que llegaron a Nueva Orleans. Muchos de los emigrados haitianos, habían ido en primera instancia a Cuba y desde la isla hacia Estados Unidos. 

Algunos inmigrantes blancos, mulatos y negros, traían ideas, oficios y dinero; entre todos consolidaron la comunidad francófona que predominó en la ciudad, incluyendo personas negras libres y más de tres mil esclavos que recibieron una licencia especial, porque estaba prohibida su importación como mercancía, por el -Act Prohibiting the Importation of Slaves- documento emitido por el gobierno federal en 1807.

Cuando comenzó la guerra peninsular y Napoleón Bonaparte ocupó España en 1808, los españoles expulsaron de Cuba a todos los ciudadanos franceses. Muchos grupos de otras nacionalidades, también fueron asimilados total o parcialmente, adoptando el uso del francés y algunas costumbres, a través de la cultura criolla de influencia francesa en Luisisana.

En el tira y encoje, los españoles legalizaron el comercio favoreciendo a los productores cubanos de tabaco donde tenían intereses. El auge simultáneo convirtió en competidores a los comerciantes de azúcar y tabaco de Nueva Orleáns y La Habana. Cuentan que el cubano José Solís, fue precursor en Luisiana en los inicios de la década de 1790, desde donde producía en su plantación de caña, en las márgenes del Bayou Terre aux Bœufs, la melaza y el aguardiente de caña. 

No fue hasta que el criollo francés nacido en Illinois, Etienne De Boré, dueño de una gran plantación río arriba de Nueva Orleans -bajo el dominio español- produjo la primera azúcar granulada, lo que la hizo rentable comercialmente. El hacendado De Boré, fue nombrado posteriormente el primer Alcalde de Nueva Orleans, bajo la administración estadounidense.

Algunos residentes de la ciudad de Nueva Orleáns buscaron en Cuba algunas ideas para desarrollar su ciudad, por ejemplo se fijaron en el sistema de alumbrado público habanero. Más tarde Nueva Orleans se convirtió en el puerto más importante de entrada a los Estados Unidos, para el norte de la América Latina y el Caribe, donde ya estaba creada -entre los siglos XVIII y XIX- una comunidad cubana, a la que la guerra de independencia de 1898 o Hispano-Cubano-Norteamericana, impuso una dinámica neocolonial entre Nueva Orleáns y La Habana.

Para la segunda mitad del siglo XX, el debilitamiento en esta relación se da por factores adversos, cuando Houston se convirtió en la metrópoli dominante de la costa del Golfo, y por el Bloqueo impuesto por Estados Unidos tras el triunfo de la Revolución cubana. 

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El censo de 1850 registra como residentes de la parroquia St. Bernard a varias personas nacidas en Cuba. Entre ellos el músico cubano Manuel Pérez, quien pudiera haber llegado antes de la compra de Luisiana.

Estaban enfocados cada vez más en La Habana, dada la relación política, comercial y cultural. Es posible que los antepasados de Pérez -nacido en Cuba en 1795-, fueran originarios de las Islas Canarias, por el significativo desempeño que aquellos tuvieron en Cuba y Luisiana.

Era tal la relación comercial entre Luisiana y Cuba, durante la primera mitad del siglo XIX, que hasta los filibusteros con base de operaciones en Nueva Orleans, intentaron anexarla. 

Estados Unidos apoyaba a Cuba al amparo del Destino manifiesto de la Doctrina Monroe. “Defender” a las nuevas naciones de América de la invasión de los imperios europeos, fue el modo de invadir y ocupar países en nombre de la libertad, para monopolizar sus recursos y mercados del sur del hemisferio. La historia lo cuenta en las experiencias de México, Centroamérica, el Caribe y Sudamérica.

Estados Unidos se centró en ponerle fin al control español sobre sus últimas colonias americanas: Cuba y Puerto Rico. También los conmovieron los intereses políticos y comerciales, que intentaban gravar con impuestos punitivos el comercio cubano de azúcar y tabaco. 

El New York Times dio cuenta del movimiento populista pro anexión e ilustró con la publicación de la carta de John S. Thrasher, divulgada por el New Orleans Picayune en 1854, donde se exhortaba a los latifundistas del Sur a contribuir con el derrocamiento del gobierno español en Cuba, a través del financiamiento a mercenarios para emprender expediciones militares privadas. 

Tal era el ánimo, que varios regimientos desfilaron con banderas cubanas al compás de Yankee Doodle por St. Charles Street en Nueva Orleans y asaltaron el consulado español. La incursión más conocida fue la de Narciso López, nacido en Venezuela, partidario de la anexión de Cuba a Estados Unidos, quien encabezó dos expediciones en 1850 y 1851. 

El censo de 1850 registró a 1 056 residentes en los Estados Unidos, que aseguraron haber nacido en Cuba. De ellos alrededor de un tercio vivía principalmente en Nueva Orleans y en su inmensa mayoría podrían habían llegado antes de la compra de Luisiana. Para entonces las parroquias registraban a los residentes, por lo que en Nueva York se inscribieron 211 moradores cubanos y en la parroquia de Orleans, asentaron a 250 residentes nacidos en Cuba.

Entre 1861 y 1865, tuvo lugar un significativo conflicto bélico conocido como la guerra de secesión de los Estados Unidos, entre los estados del norte (de la Unión) y once estados sureños secesionistas, organizados como Estados Confederados de América.

De los cuatro años que duró esa guerra, Nueva Orleans acogió durante tres años a los afronorteamericanos no esclavizados, porque aquí no se vivía su rechazo generalizado. La también conocida como Guerra Civil norteamericana, interrumpió la conexión entre los dos puertos de Luisiana y Cuba. 

Después del conflicto reanudaron la comunicación y ampliaron las redes culturales y económicas con la América Latina y el Caribe, muchas de cuyas repúblicas eran independientes, con mejor facilidad para las alianzas y el comercio. 

En 1884, Nueva Orleáns fue anfitriona de la Feria Mundial Industrial y del Centenario del Algodón, como «la puerta de entrada a las Américas». Casi un tercio de todo el algodón producido en los Estados Unidos, se manipulaba en esa ciudad que albergaba la Bolsa de Algodón, donde se hacía referencia al registro más antiguo en 1784, de la exportación de un cargamento de algodón de los Estados Unidos a Inglaterra.

El evento fue apoyado económicamente por el Congreso de los Estados Unidos, se construyó un gran Salón de Exposiciones, pero la feria estuvo marcada por la corrupción y los escándalos, y el tesorero estatal Edward A. Burke se fugó al extranjero con la mayor parte del presupuesto de la feria. A pesar de tan graves dificultades financieras, la Feria logró ofrecer muchas atracciones a los visitantes internacionales, incluyendo comerciantes cubanos.

El Filarmónico Mensual, primer periódico musical de Cuba del siglo XIX, revela la década inaugural de las primeras publicaciones sobre música, sustentado en que la demanda de la música era tal, como para estimular gremios, promover profesores y alentar la vida comercial.

La Habana cultivaba sus bailes al compás de coplas, tonadillas, boleros, sones, la contradanza francesa, la inconfundible invención rítmica afrocubana y los aires andaluces. Más cerca de las guitarras que del violín, conjuntos y bandas interpretaban canciones populares, una música mestiza de raíz africana, con ritmos de percusión y melodías que llegan hasta hoy en día. 

Y el tal Manuel Pérez, ya era una verdadera leyenda del jazz. Como uno de los grandes trompetistas de la época, cuentan que el músico cubano tocó en distintas bandas en la última década del siglo XIX, hasta hacer la propia, Imperial Band. Con su impronta musical llegó a Chicago y a otras ciudades estadounidenses, para regresar a principios del XX a Nueva Orleans.

De acuerdo al criterio del historiador y crítico musical norteamericano Gilbert Chase, Manuel Pérez fue considerado como el más grande de los pistonistas del jazz. Nacido en La Habana de 1863, se inició con un director de orquesta de jazz tradicional, batería y violinista originario de Nueva Orleans, de renombre en la época de formación del jazz. 

Ya en Luisiana formó en 1912, La Onward Brass Band, una de las más importantes bandas de jazz tradicional donde también participaba el célebre trombonista George Filhe. Louis Armstrong, el afamado trompetista y cantante estadounidense de jazz, expresó que fue la mejor banda que jamás había escuchado. 

La Onward Brass Band estuvo estacionada durante varios meses en Cuba como banda militar, a finales de la Guerra Hispano-Cubana-Americana de 1898 que duró 3 meses y unos días más, tiempo en el que los músicos estadounidenses se nutrieron de la música cubana, y los nacionales estrecharon vínculos con la música de Nueva Orleans.

El trascendido Manuel Pérez dirigió la Creole Band, tocó en el Arsonia Café de Chicago, en el vapor SS Capitol y a partir de la década de 1920 dirigió orquestas en clubes y salones de baile de la ciudad. Para 1923 dirigió su propia creación: la Orquesta de Manuel Pérez. Su memoria e imaginación sorprendentes, ponían a prueba la capacidad de improvisación y ejecución técnica de sus músicos, que trascendieron en la escala de calidad musical internacional.

Los músicos negros cubanos, participaron en el desarrollo musical esa ciudad sureña norteamericana y viceversa. El jazz es el resultado de la confrontación de tres siglos, con la participación de muchos pueblos. La historia del jazz puede remontarse a la llegada de emigrantes al sur de los EE.UU., quizás desde el momento en que una fragata holandesa desembarcara en Janestown (Virginia), los primeros negros destinados a trabajar en América del Norte”. (Musique en Jeu), describe el periodista especializado Rafael Lam.

Desde la etapa neocolonial hasta ahora, muchos músicos estadounidenses han visitado Cuba y viceversa. El primer encuentro después del triunfo de la Revolución cubana, fue en 1977. El crucero de MS Daphne salió de Nueva Orleans rumbo a La Habana con cuatrocientos pasajeros, entre los que estaban las estrellas del jazz, Dizzy Gillespie, Earl (alias ‘Fatha’) Hines, Stan Gets, David Amram, Ray Mantilla, entre otros. Del hotel Habana Libre salieron con los músicos de Los Irakere, para un concierto en el Teatro Mella de La Habana.

En 1979, sucedió en la capital cubana un evento histórico en las relaciones culturales: Encuentro Cuba-USA (Havana Jam), una especie de ‘All Stars’ de ambos países en el teatro Karl Marx. Estuvieron presentes: Billy Joel, , Fania All Stars con Ruben Blades, Héctor Lavoe, Weather Repport, Stephen Stills, Kris Kristofferson, Rita Coolidge, por EE.UU. Por Cuba participaron Los Irakere, La Aragón, Elena Burke, Pacho Alonso, y varios trovadores, para demostrar que la música que une a los pueblos, está por encima de cualquier otra consideración. 

The New York Times reseñó la gira de la Jazz at Lincoln Center Orchestra en Cuba en 2010, que consideró de excepcional. Los puentes entre Cuba y los Estados Unidos son una necesidad, insistieron los músicos. Hay uno indisoluble entre la música afro-cubana y el jazz norteamericano. 

«El puente fue construido cuando Chano Pozo y Dizzy comenzaron a hacer sus cosas juntos – incluso antes de eso», dijo Carlos Henríquez en referencia al encuentro histórico en la década de 1940, entre el percusionista cubano y Dizzy Gillespie. «Lo que hemos hecho esta semana es repavimentar ese puente», reseñó Cubadebate.

Los músicos se preguntaron que más pueden hacer para mantener la fluidez del intercambio. Chucho Valdés, el veterano pianista y co-director artístico de la gira, dijo entonces que el siguiente paso sería conseguir músicos norteamericanos que vengan al festival de jazz de La Habana. 

Esto resultaba difícil para los estadounidenses desde el 2003, después de las restricciones impuestas entonces por el presidente George W. Bush. «Imagínese si pudiéramos lograr que los estadounidenses puedan venir a estudiar los ritmos afro-cubanos, que puedan ir venir sin ningún tipo de problema, sin política en el camino», dijo Chucho Valdés. «Ese sería mi sueño».

La política inflexible del Bloqueo del gobierno norteamericano contra Cuba de la década del 1960, limitó lo que por 200 años hicieron los ritmos afro-cubanos, que alimentaron a la música norteamericana de la que surgió el jazz. Antes de eso, la música fluía como el amor entre La Habana y Nueva Orleans. 

«Veo muchas cosas aquí que son exactamente como en Nueva Orleans: la arquitectura, el sentimiento de la gente, el clima, la camaradería», expuso Wynton Learson Marsalis, trompetista, compositor y arreglista estadounidense de jazz. 

«La música cubana está en las raíces de nuestra música. Esta es una oportunidad para volver a conectarnos, para profundizar en nuestras raíces», dijo de las raíces comunes africanas, como la bendición Yoruba cantada en la rumba cubana y la influencia que la habanera cubana tuvo en el ragtime. 

Los músicos se presentaron en un taller didáctico, ante 1.500 estudiantes de música de cinco escuelas de La Habana. Los «tres pilares» del jazz – el swing, el blues y la improvisación, fueron el tema, al propio tiempo que algunos estudiantes improvisaron con ellos en el escenario. Un público delirante que aplaudía y bailaba, acompañó a la banda y a los bailarines hasta el autobús.

Eso sucede una y otra vez con diferentes artistas. Y así será en la próxima cita, que llegará con la edición 40 del Festival Internacional Jazz Plaza, de La Habana a Santiago. Habrá un homenaje al maestro Frank Fernández en sus 80 años de vida y están confirmadas más de 150 agrupaciones. El jazz, sinónimo de libertad, es un pretexto musical para unir a nuestros pueblos.

Autor: Rosa María Fernández