La “Cubanidad” indígena de la tierra más hermosa

Fernando Ortiz invitó a que la condición de cubanos, se instale a partir de un compromiso ético con los empeños colectivos de este pueblo, a trabajar por un proyecto común y a identificarnos con “la cubanía plena, sentida, consciente y deseada”. Foto: Proyecto Cuba Indígena


28 de junio de 2024 Hora: 22:37

La colonización española, en muy poco tiempo masacró y redujo a la población originaria cubana. La idea de que los indocubanos desaparecieron en las primeras décadas de la colonización, fue afirmada en Cuba desde el siglo XVII. 

Desde la historia oficial se enseña que en 1510 existían 112 000 indígenas en el archipiélago cubano y para 1542, la población aborigen se había extinguido. La referencia fue aportada por el erudito historiador y demógrafo cubano-francés Juan Pérez de la Riva (1913/1976), quien dedicaría un interesante estudio a la desaparición de los aborígenes, entre otros valiosos temas históricos.

Este mismo año la Corona española dictó la ley que convertía a sus vasallos, los aborígenes cubanos, en seres no esclavizables. Sin embargo, el impacto del sistema de encomiendas (condiciones similares a la esclavitud) era irreversible.

“No eran indios, ni siquiera constituían un solo grupo homogéneo, sino varios, separados por historias, lenguajes, culturas y economías distintas, que ya los dividían socialmente en dominaciones y clases superpuestas”. Describió el sabio antropólogo de la mayor de las Antillas, Dr. Fernando Ortiz, acerca de quienes ya habitaban la isla mayor, mucho antes de la presencia europea.

Cierto es que la colonización española, en muy poco tiempo masacró y redujo a la población originaria cubana. La idea de que los indocubanos desaparecieron en las primeras décadas de la colonización, fue afirmada en Cuba desde el siglo XVII. 

¿Fueron exterminados absolutamente? La incógnita que ha regido durante décadas, dio paso a las pesquisas de los investigadores, quienes recientemente han encontrado una verdadera respuesta científica. Es el afán de conocer a quienes realmente descubrieron y habitaron por primera vez, la hermosa isla de Cuba. Definitivamente, se trata de un aporte a la identidad nacional.

En algún momento de la genealogía familiar, un cruce genético matizó “el árbol” filial de cualquier cubano. No es ocioso que la sabiduría popular, añadiera una frase que los precede: “el que no tiene de Congo, tiene de Carabalí”. Y esto se aplica a la mezcolanza que tienen los cubanos descendientes de africanos, como a los del abuelo español o abuela china y viceversa, entre otras nacionalidades en menor porcentaje. 

Es un proceso continuo e inacabado de aportación cultural. La mezcla, nadie la discute. Pero hasta ahora, la ciencia no había demostrado la innegable pertenencia y supervivencia del origen indígena.

Primero fue la transculturación del “indígena” y la “desaparición” de éste, frente al impacto de la invasión -también cultural- española.  

Después, la transculturación de una corriente incesante de inmigrantes blancos. Españoles, pero de distintas culturas y ya ellos mismos desgarrados (…) y trasplantados a un Nuevo Mundo (…) donde tenían a su vez que reajustarse a un nuevo sincretismo de culturas. Al mismo tiempo, la transculturación de una continua chorrera humana de negros africanos, de razas y culturas diversas, procedentes de todas las comarcas costeñas de África (…) Y todavía más culturas inmigratorias, en oleadas esporádicas o en manaderos continuos, siempre fluyentes e influyentes y de las más variadas oriundeces: indios continentales, judíos, lusitanos, anglosajones, franceses, norteamericanos y hasta amarillos mongoloides de Macao, Cantón y otras regiones del que fue Celeste Imperio (…). Sentenciaba el célebre etnólogo cubano Fernando Ortiz, sobre el proceso de génesis de la nacionalidad cubana.

También a inicios del siglo XX, algunos intelectuales intentaron fundamentar la identidad latinoamericana, en una suerte de mestizaje conciliatorio, entre la raza blanca de los colonizadores y las comunidades indias autóctonas, excluyendo al negro.

La mezcla, nadie la discute. Pero hasta ahora, la ciencia no había demostrado la innegable pertenencia y supervivencia del origen indígena. Foto: Proyecto Cuba Indígena

La herencia visible de los taíno siboneyes y guanajatabeyes de Cuba, han quedado en los rostros, los alimentos, las voces idiomáticas y hasta en el ritual del humo del tabaco. Ahora se trata de autoafirmación indígena, junto a la marca biológica.

Para el agudo historiador cubano Hernel Pérez Concepción, “la colonización de la Isla por las huestes de Diego Velázquez de Cuéllar [Castilla y León, 1465-Santiago de Cuba, 1524; conquistador español y primer gobernante de Cuba] destruyó en poco tiempo, todo lo construido por el aborigen, tanto en su aspecto espiritual como material, apoyándose en la fuerza bruta empleada para imponerse”.

Sin embargo, para aseverar su pervivencia, el director de la Oficina del Conservador de Baracoa  y vicepresidente de la Red del Historiador del Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba, Alejandro Hartmann, destacó que diversas investigaciones antropológicas realizadas durante décadas, demostraron la existencia 22 comunidades de descendientes en todas las provincias orientales, desde Baracoa hasta Camagüey.

“En los estudios de campo y en los archivos provinciales, de parroquias y arzobispados, comprobamos que a pesar que el censo español  de 1777 eliminó el término ‘indio’, los curas continuaron registrando esta denominación en los bautismos, nacimientos, defunciones y matrimonios”, cita Hartmann y agrega (…) “A partir de estas informaciones y la pesquisa en las distintas comunidades y barrios señalados, realizamos una cuenta familiar que, hasta el momento, nos identifica a más de 12 mil -descendientes de los habitantes originarios- Rojas, Ramírez, Romero y Rivera”.

Destaca una figura icónica: el cacique Francisco Rojas Ramírez, de la comunidad conocida como La Ranchería, perteneciente al Consejo Popular ‘La Caridad de los Indios’, en el municipio guantanamero de Manuel Tames. Este es uno de los escasos sitios escondidos en las montañas orientales, donde los originarios lograron sobrevivir unidos. El asentamiento tiene unas 11 casas y alrededor de 20 personas.

Continúan latentes algunas investigaciones, como la realizada en 2008, que concluyó un 45% de las secuencias del ADNmt en la población cubana actual desde origen africano, el 22% del oeste de Europa y el 33% de origen indoamericano, porcentaje nada despreciable para una población supuestamente extinta, afirma la escritora, física e investigadora cubana Gretel Quintero Angulo.

El trabajo científico actual, realizado desde el 2018 por un grupo multidisciplinario, demostró que aún está viva la huella aborigen. Por esta razón, la Academia de Ciencias de Cuba concedió el Premio Ciencias Sociales y Humanísticas 2023, a la investigación “Cuba indígena hoy. Sus rostros y ADN”.  El otorgamiento clasificó entre los 84 resultados relevantes acreditados y distinguidos con el Premio Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC).

El estudio se llevó a cabo entre personas descendientes de aborígenes cubanos, población que durante mucho tiempo vivió aislada. La investigación concluyente por el fenotipo y el ADN, definió que hay unas 15 mil personas de Cuba, que son descendientes de la población originaria; ellos están asentados desde Maisí hasta Holguín y, probablemente, un poco más allá. Un proyecto que revela el tesoro genético y cultural, asentado en las montañas del Oriente de Cuba.

El dictamen del Premio de la Academia de Ciencias expresa: “La investigación presentada es única en su condición de estudio genómico combinado con la indagación de la realidad social de los individuos participantes, que son miembros de familias con fenotipos semejantes al de los aborígenes cubanos” (…) “La novedosa integración de ciencia y arte, mediante la fotografía científica, le confiere peculiaridades importantes. Otro aporte es la sistematización del conocimiento histórico y de investigaciones antropológicas precedentes integrados en el texto. El contenido de la sistematización realizada se convierte en referente y fuente bibliográfica actualizada sobre el tema”.

La presencia del mensaje genético del amerindio en el genoma cubano, se debe a la resiliencia de las mujeres indo cubanas. Foto: Proyecto Cuba Indígena

Y añade: “Es novedosa, la caracterización socioeconómica de las comunidades donde residen los participantes en el estudio, que evidencia la persistencia de desventajas sociales en estos grupos que fueron históricamente marginados”.

El propósito fue emprendido entre 2018 y 2022, por el fotógrafo hispano-cubano Héctor Garrido Guil, director del connotado proyecto. Garrido, es un reconocido artista con trabajos representados sobre la geometría de la superficie terrestre y sus series de retratos de personalidades del arte. Destacan también sus proyectos de fotografía etnográfica y de naturaleza en América, África y Europa.

Decisiva fue la motivación del historiador, antropólogo, y director de la Oficina del Conservador de Baracoa e Historiador de la Ciudad, Alejandro Hartmann Matos, vicepresidente de la Red de Oficinas del Conservador e Historiador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba. Participaron, el ingeniero y doctor en Ciencias Sociológicas, Enrique Javier Gómez Cabezas, profesor titular e investigador del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas; el maestro Julio A. Larramendi Joa, doctor en Ciencias, director editorial de Ediciones Polymita, e investigador asociado del Museo Nacional de Historia Natural de Cuba.

Fue relevante la participación de la Dra. Beatriz Marcheco Teruel, directora del Centro Nacional de Genética Médica de Cuba, y profesora titular de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, quien estuvo a cargo de la realización de pruebas genéticas a 27 familias, con ancestralidad amerindia.

Es que en la zona más oriental de Cuba, es natural el indoamericanismo hasta en el vocabulario cotidiano. “Baracoa, la primera villa de nuestro país, fundada por Diego Velázquez el 15 de agosto de 1511, conserva su gentilicio de origen Aruaco, que significa existencia de mar”, afirma Hartmann. 

Sobradas evidencias, quedan en las denominaciones Toa, Duaba, Moa, Bariay, Jiguaní, Bayamo, Habana, Camagüey, guanábana, aguacate, ají, mamey, guayaba, anón, caguairán, ceiba, mangle, caoba. Cotidianas son las denominaciones de barbacoa, bohío, caney, bajareque, conuco, ajiaco, casabe, güiro, hamaca, jaba, canoa, guamo, chocolate, entre otras. Resaltan nombres propios de animales como: manatí, jutía, jicotea, caguama, carey, majá, bibijagua, iguana, tocororo, macabí y colibrí, etc.

Y si los escritores latinoamericanos tenían que nombrar las cosas –diría Carpentier-, aquí el trabajo estaba algo adelantado; pues el castellano nacional contiene casi 400 voces taínas, de acuerdo con el lingüista Sergio Valdés Bernal. En esa lista sobresalen los topónimos o nombres propios de lugares: Cumanayagüa, Jagüey, Guaracabuya, Güines, Cabaiguán, etc.

Sin embargo, la idea de que los originarios habían desaparecido para siempre, a juicio del historiador Alejandro Hartman, se debe a que los prejuicios del colonialismo, provocaron que los indígenas fueran preteridos y olvidados en la historia cubana.  

Menciona como en 1945, el joven explorador Antonio Núñez Jiménez, narró que durante una expedición por el río Toa, les salió al paso una guerrilla de ‘indios’, porque pensaron eran agrimensores que habían llegado para la expropiación de sus tierras. Actualmente, los hijos y nietos de aquellos campesinos, confirman la matriz taína.

Lo afirma el Cacique de la Montaña. “En Cuba se escondieron muchos indios”, el anciano líder de la comunidad La Ranchería, en Guantánamo, Panchito Ramírez, dijo que más de cien parientes suyos pelearon durante la guerra de independencia de 1895, agrupados en el Regimiento de Infantería “Hatuey”. El registro muestra que Ladislao Rojas, tío abuelo de Panchito, llegó al grado de Capitán.

Los aborígenes cubanos, vinculados a las luchas por la independencia de Cuba del poder colonial español, estuvieron a las órdenes de los generales Antonio y José Maceo. La relación de nombres está asentada en el libro de defunciones del Ejército Libertador, ubicado para su consulta en la Biblioteca Nacional de Cuba. 

La Dra. Marcheco explica cómo la mayoría de las mujeres que sobrevivieron al casi exterminio de la población aborigen cubana, además de aceptar el dolor por la pérdida de sus comunidades, muchas veces debieron someterse a la voluntad del hombre colonizador. “Fueron ellas quienes trasladaron esa huella, hoy imborrable, del componente amerindio en nuestro ADN.”

La presencia del mensaje genético del amerindio en el genoma cubano, se debe a la resiliencia de las mujeres indo cubanas. “La mitocondria es un orgánulo que compone el citoplasma de las células y que contiene su propia información genética”. Se le dedica especial atención, porque es la madre quien lo traslada a sus hijos e hijas, pero, en el caso de los hijos, la información no se traslada nuevamente a su descendencia. El óvulo tiene núcleo y citoplasma, la mitocondria está presente sólo en el citoplasma. “Por eso, al no tener citoplasma, el espermatozoide no contiene el ADN mitocondrial.”

“Desde 2005 veníamos trabajando en el Centro de Genética Médica, en la caracterización del genoma cubano, que no es otra cosa que distinguir dentro de nuestras características genéticas, cuáles son aquellas que nos diferencian de otras poblaciones”, explica la Dra. Beatriz Marcheco Teruel, directora del Centro Nacional de Genética Médica de Cuba.

Detalla que en aquel momento, ellos estudiaron a 600 personas de 60 o más años en La Habana y Matanzas. Entre 2012 y 2018, el estudio fue más abarcador -con el apoyo del Centro de Estudios de Población de la Oficina Nacional de Estadística e Información de la República de Cuba (ONEI). Este contuvo a 137 de los 168 municipios del país, con más de 1000 personas de más de 18 años.

Fueron empleados diferentes tipos de marcadores genéticos, para un análisis profundo de la mezcla cubana, a nivel del genoma. Estos estudios que preceden al proyecto Cuba Indígena,  habían indicado la presencia de genes amerindios en una proporción promedio de un 8 % y hasta un 20 % entre los participantes.

“(…) Nuestro Centro tiene un proyecto de investigación aprobado por el Ministerio de Salud que está enfocado en la caracterización del genoma cubano, nos enrolamos en esta investigación, concebida por Héctor -Garrido- para abordar el estudio de las familias que han habitado la zona más oriental del país, durante cientos de años y que previamente habían sido exploradas en expediciones de etnólogos, antropólogos y genetistas organizados por la Academia de Ciencias de Cuba”.

La implicación de la genética comparada (rama que estudia las diferencias en los genomas de individuos de una misma especie) era la piedra angular que diferenciaría este proyecto de otros anteriores. “En esta nueva etapa en la que podríamos reeditar estas expediciones, tendríamos la oportunidad de utilizar nuevas herramientas a nivel de ADN, para determinar la contribución de los orígenes ancestrales amerindios a las características físicas que presentan estas personas”, dice la directora del Centro Nacional de Genética Médica de Cuba.

La principal diferencia es la marcada identidad de grupo y la identificación de la figura del Cacique de la Montaña, asumida por los integrantes de la comunidad. Foto: Proyecto Cuba Indígena

“En el año 1952 el profesor canadiense Rubens Gates, publica un artículo científico en una revista de la Universidad de Harvard, en el que describe las características físicas y rasgos de un grupo de personas de la región oriental de Cuba, que entonces eran niños y, curiosamente, participaron en 2019 en nuestro estudio, ya ancianos. Así pudimos retomar la información clínica, física, antropológica inicial descrita por Gates, para complementar ahora con los estudios de ADN, explica la Dra. Marcheco, también profesora titular de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana.

El proyecto Cuba Indígena, cuyos resultados se hicieron públicos en 2022, constituye una reivindicación auténtica. La aproximación histórico-documental, etnográfica y antropológica a estas comunidades, también fue lograda gracias al catálogo que durante treinta años habían compuesto Hartmann y Barreiro de “la gran familia indocubana”. 

Los miembros de Cuba Indígena han cohabitado en las comunidades en igualdad de condiciones, integrados a sus labores diarias, al mismo tiempo en que realizaron la filmación de un documental, dirigido por Ernesto Daranas, en circunstancias muy difíciles, tanto medioambientales como técnicas.

La principal diferencia es la marcada identidad de grupo y la identificación de la figura del Cacique de la Montaña, asumida por los integrantes de la comunidad. El líder, Francisco Ramírez, Panchito, quien recibió de su abuelo la encomienda de ser el Cacique, aun siendo niño, ha dedicado su vida a cohesionar las comunidades más allá de la filiación familiar. Panchito, también es la persona con mayor porcentaje de ADN de origen amerindio, de todas las analizadas este estudio.

Muy emocionado, antes de que la doctora Beatriz Marcheco comenzara a revelar los resultados, el Cacique Panchito estalló en llanto. Por generaciones han mantenido viva la idea de que son descendientes de aborígenes cubanos, aunque sucesivas versiones de la narración histórica, le han negado ese origen. 

Fernando Ortiz invitó a que la condición de cubanos, se instale a partir de un compromiso ético con los empeños colectivos de este pueblo, a trabajar por un proyecto común y a identificarnos con “la cubanía plena, sentida, consciente y deseada”. 

En un tiempo anterior, el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, escribió: “hasta que no se haga andar al indio, no comenzará a andar bien la América”. Saldar esa deuda silenciosa y resistente, es reverenciar la estirpe amerindia de las madres que hicieron pervivir los genes, transmitieron a su familia la sabiduría agrícola del conuco, la siembra por la luna, la confección del casabe, los nutrientes del maíz o el sobar para los males de estómago, como el canto de cuna.

Definitivamente lo dice el origen del nombre Cuba -que entre muchas teorías- dicen que proviene de los aborígenes taínos. La explicación está en la palabra Ciba que significa «piedra, montaña, cueva». Otra interpretación proviene de la palabra taína cohiba, a la que supuestamente los nativos se referían cuando nombraban a este territorio. Entre otras, una definición dada por el Diccionario Oxford, por la ubicación geográfica de la mayor isla antillana en el Caribe, Cuba podría ser una derivación del taíno Cubanacán, que significa «lugar del centro».

Hubo quien dijo, responde a la palabra árabe coba o mezquita con cúpula, denominación con que Cristóbal Colón se refirió a las montañas en Bariay, durante su primer contacto con estas tierras. Sin embargo, Colón quiso que se llamara Juana y mediante decreto real, la denominaron Fernandina. 

Como casi todo el Caribe, la “tierra grande, bien sembrada” –eso significa Cuba– la que empecinadamente conservó su nombre taíno. Cubanidad, ni más o menos negra o blanca, sino mestiza, indígena desde el comienzo de todos los tiempos.

Autor: Rosa María Fernández

Fuente: Proyecto Cuba Indígena

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *