Más allá de la Farola, Baracoa

Sigue siendo Baracoa “por donde entró la esencia de la criollez y donde se encuentra la esencia de lo cubano”.


8 de octubre de 2024 Hora: 19:43

El patrimonio es el alma visible de los pueblos. Por lo que la primada Baracoa, capital inicial y obispado de la isla de Cuba, fue un punto de partida.

Dos hechos medulares sucedieron el 3 de agosto de 1492. Unas horas antes de la salida desde Palos de la Frontera (Andalucía), de Cristóbal Colón, España expulsó a los judíos sefardíes que no se conviertan –tras 15 siglos de presencia- por consejo del Cardenal Cisneros, consejero de la reina Isabel la Católica. Ambos hechos influyeron en el de cursar de la historia de España y de Cuba.

Colón llegó a América un 12 de octubre de 1492. Se dice que los vikingos cristianizados conocieron estas tierras antes del viaje de Colón, pero no regresaron para contar su historia.

En ese primer viaje, el Almirante genovés se halló frente a la hermosa bahía de Baracoa, aquel 27 de noviembre de 1492; y poco antes, del 27 al 28 de octubre, en un punto de la costa de Holguín llamado Bariay, contó el historiador cubano Eusebio Leal. A la isla la llamó Juana; hermana del príncipe Juan. Ella, demente por un amor infinito, recorrió toda España llevando el féretro de su esposo muerto, Felipe, El Hermoso.

«Otro mundo”, dijo Colón ante las aguas del Oriente de Cuba y en las de Baracoa, donde se detuvo con justeza, contemplando tan extraordinaria y extraña maravilla. Escribió en su Diario de Navegación: “… la más hermosa cosa del mundo… Andando por ella fue cosa maravillosa ver las arboledas y frescuras, y el agua clarísima, y las aves y amenidad, que parecía que no quisiera salir de allí” (…)

Aun así, el choque entre las dos culturas fue violento; era inevitable. Los líderes originarios Guamá, Anacaona, Hatuey, Caonabo -llevado a España encadenado en un naufragio en el cual todo se pierde, incluyendo su propia vida-, son parte de la historia dolorosa de Las Antillas. La España que llegó a nosotros con Cristóbal Colón, plantó las veintinueve cruces, de las cuales, la única que se conserva es la de Baracoa.

De esa España, de África y del perdido mundo indígena, corre por nuestras venas toda la información genética. Bastaría ver el hermoso cabello y el perfil altivo de mujeres y hombres de Baracoa.

Esa historia forma parte de la coexistencia de dos culturas, de dos civilizaciones formadas por pueblos múltiples, que en un mismo territorio lograron comunicarse, esencialmente por la cultura.

El primer asentamiento hispánico en Cuba, La Villa Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, se fundó en 1511,por “el Adelantado” Diego Velázquez de Cuéllar, acompañado por el padre De las Casas y el conquistador del imperio azteca, Hernán Cortes, entre unos 300 voluntarios. Partiendo de la tradición hispana, en correspondencia con el santoral, justo el 15 de agosto, fue definida la fecha, por el onomástico de la virgen de La Asunción.

A Nuestra Señora de la Asunción la acompaña el vocablo de origen arahuaco “Baracoa”, traducido como “tierras altas” y “existencia de mar” o “abundancia de aguas”; muy gráfica descripción de un asentamiento rodeado de montañas, bañadas por el Atlántico y por varios de los ríos más caudalosos de Cuba.

Después de cumplir su encomienda para los primeros años del proceso de conquista y colonización, se impusieron las limitaciones geográficas para comunicarse por tierra con las demás regiones de la isla, así como la incapacidad de generar un progreso agrícola y productivo sostenible, restringiendo la importancia política que se le atribuyó en los inicios, afirma el MSc. Arq. José Enrique Floirián.

Apenas cuatro años después, en 1515, su fundador transfiere la categoría de capital a Santiago de Cuba, con mejores condiciones de amplitud y calado en su puerto, y una posición más favorable en el Caribe.

Las ambiciones sobre el nuevo mundo, marcaron los siguientes pasos para que la corona española se apoderara de las riquezas. La conquista y colonización de la isla de Cuba, dio inicio casi dos décadas después del primer viaje de Cristóbal Colón al continente americano, como parte del proceso de ocupación, que condujo a la aniquilación progresiva de los nativos y la fundación de varias villas a lo largo del territorio cubano.

El enfrentamiento de mayor relevancia que tuvieron los españoles en esta región, fue contra el cacique Hatuey y los nativos de la región de Maisí, que concluyó con el aniquilamiento de los mejores guerreros que había en suelo cubano.

También mencionó el historiador Leal: “Llegaron los españoles y se intercambiaron las enfermedades. Los indios morían en masas porque no sabían soplarse la nariz, porque apareció por vez primera la gripe, o catarro, o moquillo, como quiera llamarse. Otros adquirieron de las relaciones prohibidas sin que se sepa todavía si vino o fue, la viruela o el mal francés, y todo lo que mermó las tierras de América, porque no habían anticuerpos ni preparación alguna para enfrentarse a lo uno y a lo otro”.

A lo que añadió: “Al final el conquistador fue conquistado. Al final amó tanto a esta tierra y la quiso tanto, que el hombre de África soñó con regresar alguna vez, como cuenta Alejandro de Humboldt y luego, consultados los tatas, los padres de los cabildos y los ancestros dijeron: esta tierra es también nuestra”.

Han pasado doce años desde que el gran historiador Eusebio Leal expresó, en ocasión del 500 aniversario de la ciudad: “Bendita sea la tierra de Baracoa y su gente guapa, bonita y juiciosa. Bendita sea la santa cruz que hoy quedó expuesta al pueblo de Baracoa, como Monumento Nacional de la República. Es parte de nuestra sangre, de nuestra cultura, de nuestra verdad, de nuestra singularidad, de nuestra esperanza”.

Hoy muchos la llaman la Ciudad Paisaje, la Ciudad de las Lluvias, la Ciudad de las Montañas y la Ciudad de las Aguas. Estamos de acuerdo porque su naturaleza envuelta de macizos montañosos, adornados por una vigorosa vegetación, de bosques vírgenes, pletóricos de flora y fauna endémicas, con ríos cristalinos y playas rodeadas de uvas caletas, almendros y cocoteros, la hace poseer un sello distintivo, si la comparamos con el resto del país. Tan enamoradas palabras fueron inspiradas en el libro ¨Baracoa, un paraíso cubano¨, de su historiador y mayor defensor, Alejandro Hartmann.

Sigue siendo Baracoa “por donde entró la esencia de la criollez y donde se encuentra la esencia de lo cubano”, afirma con orgullo Hartmann, también director del Museo Matachín. “Baracoa es, posiblemente, lo más puro que le queda a Cuba”, concluye el investigador, de forma rotunda.

Este lugar donde el tiempo parece detenido, es también un sitio de trabajo arduo. Como la mayor reserva forestal de Cuba y es la capital del coco, el café y el cacao. La ciudad huele a chocolate y al dulce de coco que solo o mezclado con otras frutas, resulta imposible renunciar a probarlos. Los tres productos naturales, aparecen marcando el sabor de los platos típicos de la zona, evidencia de la conservación del patrimonio material e inmaterial.

Al ver alzarse su relieve montañoso entre la estrecha llanura y los cristalinos ríos, pareciera un cuadro paisajista. Con su flora endémica, exhibe tres de las cuatro especies de palmas existentes en Cuba: la palma criolla azul (Roystonea Violácea), la clara (R. Stellata) y la seda (R. Lenis). Al mismo tiempo, contiene dos de los animales en peligro de extinción en la fauna cubana: el almiquí (Selenodon Cubanus) y el gavilán caguarero (Chondrohinax Milsoni).

La “tierra alta” recibió en el año 1838, por orden de la reina de España, María Cristina de Habsburgo-Lorena, un escudo en el que puede leerse: “OMNIUN CUBE URBIUM EXIGUA TAMET SI TEMPORE PRIMA FERENS”, enunciado latino que afirma, Baracoa: Aunque pequeña entre las ciudades de Cuba, eres, sin embargo, la primera en el tiempo.

Aunque hoy no es la típica villa colonial de grandiosas edificaciones, calles adoquinadas o magnificas plazas, sin lugar a dudas es atractiva por la incomparable naturaleza y el placer de la acogida de sus habitantes.

Allí se abren camino los excursionistas, en una de las zonas más significativas: la Reserva de la Biosfera de Cuba “Cuchillas del Toa”, con amplia  biodiversidad y endemismo. El Parque Nacional Alejandro de Humboldt -Patrimonio de la Humanidad desde 2001 -lleva el nombre del científico alemán Alexander von Humboldt, quien visitó la isla en 1800 y 1801.

En la reserva se encuentra El Yunque de Baracoa, la elevación más famosa de la provincia Guantánamo. Su mayor característica no es la altura (hasta 575 m), sino que como resultado de la erosión diferencial de calizas, presenta una forma similar a la de un yunque de trabajo para golpear metales. Declarado Monumento Nacional el 25 de diciembre de 1979, la singular formación rocosa ofrece senderos para escalar y disfrutar de espectaculares vistas de la bahía y la ciudad.

Igualmente, entre sus portentos naturales está el Parque Majayara, con cuevas que preservan restos de las comunidades taínas, como las cuevas Perla de Agua y Cangrejo, con pinturas rupestres y canales de agua, disponibles a incursionar por los amantes de la espeleología.

Y si el calor lo sofoca, nadie suele irse sin bañarse en las playas más populares: Miel y Manglito; con el encanto de la tranquilidad, están Nava, Mapurisí, Cajuajo y La Fundadora.

Para otro atractivo, las poco comunes arenas negras del Duaba, en contraste con el color turquesa de sus aguas. Allí se puede vincular con la historia de Cuba, donde un obeliscoexhibe el título de Monumento Nacional (1979), testigo el 1ro. de abril de 1895 del desembarco de la Goleta “Honor”, con el Titán de Bronce, Mayor General del Ejército Libertador Antonio Maceo; el León de Oriente, Flor Crombet y una veintena de patriotas a bordo, decididos al reinicio de la última gesta emancipadora mambisa.

Si prefiere la frescura del río, el Toa es el torrente más caudaloso de Cuba; notable por su profundidad, puede apreciar sus boscosos contornos a través de su longitud de 130 kilómetros.

Todo tiene que ver con el mar, los ríos y las montañas, cuando se destejen las leyendas locales, que incitan a la aventura. Por ejemplo la del hechizo a un navegante, por una  joven a la que todos llamaban por el color de sus ojos, Miel. Ante la posibilidad de la partida del marino, la muchacha enamorada lloraba a la orilla del río. El navegante términos casándose con ella y abandonó su oficio allende los mares. Por lo que se asegura que quien se baña en las aguas del rio Miel, no se va de  Baracoa.

En cualquiera de los ríos: Miel, Yumurí, Macaguanigua, Nibujón, Mata, puede encontrar a los niños disfrutando de sus aguas, las mujeres lavando ropa, algunos hombres en la pesca, la limpieza de los animales o automóviles y disfrutar de la navegación en “cayuca”. La embarcación, uno de los medios de transportes tradicionalmente más utilizados en Baracoa, es una especie de balsa hecha con caña brava, planta similar al bambú que prospera en zonas aledañas a los ríos.

Antes de retirarse de las aguas que bañan este paraje, no se puede dejar de apreciar un fenómeno natural único: El“Tibaracón”. Es la barra de arena de origen fluvial, formada entre el oleaje del mar y la orilla norte de la desembocadura del rio. A esos accidentes geográficos exclusivos de Baracoa en todo el Caribe insular, también suele llamarles deltas lineales.

Entre los más notables de estos ecosistemas, están los de los ríos Duaba, Toa, Miel y Macaguaní. Sin embargo, los dos últimos son los más comprometidos con la protección de la ciudad de Baracoa, al formar parte de su contorno.

Según explicó el máster en Ciencias Ricardo Suárez Bustamante, especialista del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) en el municipio de Baracoa, como resultado de las anteriores acciones, el ancho (franja transversal) de estos deltas lineales se ha reducido significativamente, exponiéndose al grave riesgo de desaparecer, lo que podría ocasionar cambios en la dinámica costera y dramáticas consecuencias para buena parte de la ciudad de Baracoa, en caso de producirse intensas penetraciones del mar o el ascenso de su nivel.

Polimita, (Polymita), caracol endémico, solo se encuentra a lo largo de una estrecha franja costera en el oriente de Cuba. Viven hasta dos años y se reproducen en temporada de lluvia, con su capacidad hermafrodita, para realizar funciones de machoyhembra a la vez. Es reconocido por las coloridas variaciones de su caparazón y la enigmática «flecha de amor», que usa para apuñalar a las parejas de apareamiento, al momento de transferir hormonas sexuales. Se alimenta de musgo y líquenes en la corteza de los árboles y está considerada en peligro de extinción, por la insensatez de los depredadores humanos.

Si hay un sonido que te remite a Baracoa, es ese. Una de las expresiones musicales arraigadas a las fiestas campesinas tradicionales y uno de los espectáculos músico-danzarios más singulares de Cuba, que se preserva como una práctica heredada de sus ancestros desde el siglo XIX.

Evaluado como célula primaria del son, al decir del prestigioso musicólogo cubano Argeliers León, es ejecutada por quintetos que sacan los sonidos al bongó en tierra, el bajo de cuerdas de tripas de jutía, el tres, el güiro o guayo y las maracas.

Esos instrumentos artesanales, marcan las melodías de los bailes en las fiestas de fin de cosecha del cacao y del café.  Sus cantos y bailes son transmitidos de generación a generación y llegan de forma autóctona como el Nengón y el Kiriba.

Para acceder a Baracoa se hace por la peculiar vía construida en los años 60 del pasado siglo, que serpentea entre las laderas de las montañas y es considerada una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana.

El Viaducto de La Farola se sostiene en el aire, a 450 metros del nivel del mar y tiene una longitud de 6 kilómetros serpenteando la montaña. Conecta la primera villa de Cuba, con el resto de las poblaciones, atravesando de sur a norte el macizo montañoso Sagua-Baracoa.

La ciudad tiene jocosas cinco mentiras: el Yunque que no es de hierro, al río Miel que no es dulce, la Bella Durmiente que no es mujer, las Tetas de Santa Teresa que no son senos y La Farola que no alumbra.

Uno de sus hijos más ilustres, el historiador de Baracoa Alejandro Hartmann, recibió en La Habana la Encomienda de la Orden del Mérito Civil que confirió el Rey de España, Juan Carlos I. Al intervenir, el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, evocó el descubrimiento baracoano y su primera visita a esa región, además de subrayar la labor que Hartmann ha desempeñado en favor de esa ciudad que este año celebra su quinto centenario.

Según los Cronistas de Indias -figuras encargadas por la corona hispana para registrar los acontecimientos de la conquista y colonización de las tierras de América- los aborígenes taínos de Baracoa hablaban en lengua arahuaca o arawak. También llamadas maipureanas, una familia de lenguas indígenas extendida por Sudamérica y el Caribe.

Todo conocimiento relacionado con la arqueología de esta zona oriental de Cuba, también despierta gran curiosidad desde las primeras edades escolares, que ha sido estimulada por la Sociedad Arqueológica de Baracoa, fundada bajo los auspicios del doctor Antonio Núñez Jiménez, el arqueólogo Ramón Dacal y el antropólogo Manuel Rivero de la Calle desde 1977.

Los estudios han demostrado que Baracoa y Maisí, son la cuna de la arqueología cubana, afirma Roberto Ordúñez Fernández, espeleólogo y director del Museo Arqueológico Cueva del Paraíso. Un conjunto de calvarias aborígenes, cráneos deformados de la cultura Taína encontrados en el Caribe, fueron las primeras piezas de que se tenga noticia en Cuba, descubiertas en 1847 por el geógrafo español Miguel Rodríguez Ferrer. Le siguió la famosa Hacha de Ponce, única de su tipo en Cuba.

El director del Museo Arqueológico de Baracoa, comentó al periódico local “Venceremos”, que “si hasta 1895, Cuba solo reportaba siete grabados petroglifos, en la actualidad entre Baracoa y Maisí, hay más de 500″. Y aseguró que el estudiantado aprovecha el entorno, rico en huellas del pasado, para descubrirlas en el primer Parque Arqueológico Turístico de Cuba, en la Cueva Perla de Agua, combinando horario de clases con las excursiones.

El Museo Arqueológico Cuevas del Paraíso de Baracoa, contiene entre estalactitas y estalagmitas, estanterías con valiosos objetos para la arqueología cubana. Tal es el caso de un esqueleto que los especialistas suponen pudiera ser del cacique Guamá, primer líder rebelde de la Isla.

La caverna citada, forma parte de la Zona Arqueológica de Majayara, considerada la más importante del Archipiélago y la instalación museográfica -fundada en el 2003- atesora muestras de las culturas taína, indocubana, agroalfarera y mesoamericana. Lo anterior, también está narrado en la obra del periodista Ariel Costafreda, publicada por la editorial El Mar y la Montaña, en el año 2002 y 2012, bien titulada Baracoa. Más allá de La Farola”.

Las historias de la Primada de Cuba, son interminables. Baste señalar al personaje que inspiró a Vera, del escritor cubano y francés Alejo Carpentier (1904-1980), basado en la historia de la siberiana Magdalena Menasses Rovenskaya, una artista de extraordinaria belleza, que enriqueció la cultura y el nombre de la Villa de Baracoa, de la cual además se conserva un Hotel en la ciudad.

Otra protagonista vinculada a la ciudad, provocó una gran conmoción cuando se abre un expediente criminal en su contra en la Comisión de Asuntos Políticos, por ser una mujer y andar vestida con ropas masculinas; más haber contraído y consumado matrimonio con Juana de León, en 1819.

Es la vida de Enriqueta Faber (Lausana, 1791 – Nueva Orleans, 1845), quien vestida de hombre para poder estudiar medicina, se convirtió en la primera cirujana de Latinoamérica y la primera mujer médico, que ejerció en Cuba como cirujano romancista. Fue autorizada legalmente por el tribunal del Protomedicato de La Habana a practicar como hombre.

Considerada pionera del movimiento feminista, ha inspirado a escritores, dramaturgos nacionales y hasta una magnífica película del cineasta cubano Fernando Pérez y la suiza Laura Cazador. El largometraje de ficción, fue presentado en el 40 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de 2018, con el título “Insumisas”. Una recreación de época, donde también Baracoa es protagonista.

Por último -como si fuera poco- hablemos del clima, porque la lluvia en Baracoa siempre sorprende. Viene de esa relación personal con el macizo montañoso que se interpone al paso de los vientos alisios, originando grandes precipitaciones orográficas. Así, el frescor deriva en un clima tropical lluvioso o de selva tropical, con los bosques más exuberantes de la Antillas, declarados reserva de la biosfera, con un promedio anual de lluvia superior a los 2 200 milímetros. Como sabemos que desearía ir a Baracoa, lleve un paraguas.

Autor: teleSUR - Rosa María Fernández.

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