En el Líbano, la situación humanitaria se ha vuelto crítica: el gobierno libanés reporta más de 2.600 muertes y 11.800 heridos desde octubre del año pasado.

Desde el inicio de la ofensiva terrestre israelí contra Hezbolá a principios de octubre, el sur del Líbano ha sido escenario de una devastación sin precedentes.

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Según la agencia oficial de noticias libanesa, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han arrasado más de 30 aldeas y decenas de miles de viviendas en la región, dejando una huella de destrucción que afecta gravemente a la población civil.

Mediante un comunicado, la agencia de noticias expresó “como parte de la campaña destructiva que libran las fuerzas israelíes contra el Líbano, y en particular sus regiones meridionales, las FDI están colocando minas y demoliendo barrios enteros en ciudades y pueblos”, lo que ha llevado a la destrucción de más de 40,000 viviendas y a miles de personas sin hogar.

Las FDI justifican sus operaciones afirmando que buscan desmantelar la infraestructura de Hezbolá y desplazar a sus combatientes hacia el norte del río Litani.

Desde el inicio de este conflicto, Israel ha cruzado la Línea Azul, llevando a cabo combates en el sur del Líbano.

Hezbolá, junto a otros grupos como Hamás y las fuerzas hutíes en Yemen, forma parte del denominado eje de resistencia contra el Estado hebreo en la región.

La incursión terrestre en el Líbano ha sido precedida por bombardeos aéreos y detonaciones de dispositivos de control remoto, con el objetivo de debilitar a la milicia chií.

En medio de este caos, la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en el Líbano (Finul) ha denunciado los ataques israelíes contra sus posiciones, mientras Israel acusa a Hezbolá de utilizar a los miembros de la Finul como escudos humanos utilizando esta retórica para justificar sus permanentes agresiones contra civiles.

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