BRICS y el Nuevo Orden Mundial: Oportunidades, desafíos y el riesgo para el Sur Global

La alianza BRICS ha evolucionado en un actor geopolítico con un impacto profundo en el orden internacional.


Por: Alfonso Insuasty Rodríguez

22 de octubre de 2024 Hora: 22:26

El ascenso de los BRICS potencia el multi-polarismo, redefinen la arquitectura de poder económico y político global, ofreciendo oportunidades invaluables para el Sur Global, pero sin una estrategia local sólida, podría abrir la puerta a nuevos ciclos de despojos desde otras latitudes.

La alianza BRICS, originalmente concebida como un conjunto de economías emergentes compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, ha evolucionado en un actor geopolítico con un impacto profundo en el orden internacional.

Con la reciente incorporación de Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos en 2023, el bloque ahora abarca el 45% de la población mundial y genera el 32% del PIB global.

Esta expansión ha sido vista no solo como una declaración de intenciones económicas, sino también como un desafío directo al dominio de las potencias occidentales lideradas por Estados Unidos.

El ascenso de los BRICS es un síntoma de la transición hacia un mundo multipolar. En su núcleo, el grupo busca desmantelar las estructuras de poder creadas después de la Segunda Guerra Mundial, especialmente el dominio de Estados Unidos sobre instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial e incluso la misma ONU.

Una de las propuestas más ambiciosas del bloque ha sido el uso de monedas locales en el comercio internacional, disminuyendo así la dependencia del dólar estadounidense.

Los BRICS no solo desafían la hegemonía monetaria de Occidente, sino también crear instituciones financieras alternativas, como el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), que ya ha financiado proyectos por más de 40 mil millones de dólares en países en desarrollo.

Este banco se perfila como un contrapeso al FMI, que históricamente ha impuesto medidas de austeridad devastadoras en economías emergentes, especialmente en América Latina y África.

La expansión de los BRICS trae consigo desafíos internos que no pueden ignorarse. Las tensiones fronterizas entre India y China, la competencia económica entre Rusia y China, y los intereses divergentes de los nuevos miembros, como Arabia Saudita e Irán, son algunos de los obstáculos que el bloque debe sortear para consolidarse como una fuerza unificada.

Sin embargo, la creciente influencia de este grupo también plantea retos para las potencias occidentales, particularmente en términos de seguridad global y reconfiguración de las alianzas estratégicas.

Para América Latina, los BRICS ofrecen una ventana de oportunidad para romper con décadas de dependencia económica de Estados Unidos y Europa. Brasil, como miembro fundador, ha liderado este acercamiento, pero países como Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba también han expresado su interés en unirse formalmente al grupo.

Incluso Colombia, bajo la presidencia de Gustavo Petro, ha mostrado señales de interés en acercarse a los BRICS, marcando un cambio respecto a las políticas tradicionales de alineación con Washington.

La región se enfrenta al reto de articular una postura común y coherente frente al bloque, asegurando una representación adecuada de su diversidad cultural y económica.

Si América Latina logra unirse bajo un frente común dentro de los BRICS, esto podría potenciar su capacidad de negociación global y ofrecer nuevas fuentes de financiamiento para proyectos de desarrollo, infraestructura y transición energética.

Una de las discusiones más mediáticas dentro del bloque ha sido la posibilidad de crear una nueva moneda común para el comercio entre sus miembros.

La viabilidad de esta propuesta aún está en debate, pero su implementación podría ser un golpe estratégico al dominio hegemónico del dólar en el comercio global.

La experiencia de la eurozona demuestra que crear una moneda común no es tarea fácil, requiere mecanismos de control centralizados y una estabilidad económica entre los países miembros que, en el caso de los BRICS, aún no existe.

Sin embargo, la discusión por sí sola ha generado preocupación en Occidente, ya que una moneda BRICS podría desestabilizar el sistema financiero global dominado por el dólar.

A mediano y largo plazo, los BRICS tienen la posibilidad de consolidarse como un bloque clave en el escenario global.

La inclusión de países africanos como Egipto y Etiopía demuestra el interés del grupo por ampliar su influencia en el continente más rico en recursos naturales.

África y América Latina, regiones históricamente explotadas por potencias occidentales, podrían jugar un papel crucial en este nuevo orden multipolar.

En particular, el acceso a nuevas fuentes de financiamiento, como el NBD, permitiría a estos países desarrollar proyectos de infraestructura y tecnología sin las severas condiciones impuestas por el FMI.

En términos de proyección, la posible inclusión de países como Argentina, Venezuela o México en el bloque transformaría las dinámicas geopolíticas en el hemisferio occidental.

América Latina podría convertirse en un bastión clave dentro del BRICS, con Brasil y posiblemente Venezuela liderando los esfuerzos por integrar la región en una nueva arquitectura económica global.

Esto implicaría una desvinculación progresiva de los pactos comerciales y políticos con Washington, lo que a su vez debilitaría la influencia estadounidense en su «patio trasero».

El ascenso del BRICS plantea una serie de interrogantes para Occidente, especialmente para Estados Unidos y Europa.

La expansión del bloque y su consolidación como un polo de poder alternativo podría marcar el inicio del fin del dominio unilateral de Estados Unidos en los asuntos globales.

Países como China y Rusia ya están utilizando el BRICS como una plataforma para proyectar su influencia en regiones estratégicas, desafiando abiertamente la narrativa de Washington sobre democracia y derechos humanos, y promoviendo un modelo de cooperación basado en el respeto a la soberanía nacional.

El bloque BRICS también tiene la capacidad de atraer a otros actores globales que se sienten marginados por el sistema financiero y político dominado por Occidente. La posible integración de más países del sur global en el BRICS, como Nigeria, Turquía, Indonesia o Argelia, podría aumentar aún más el peso del grupo en los foros internacionales.

Esto no solo se traduce en un certero golpe a la influencia de Estados Unidos en estas regiones, sino que también impulsaría un proceso de desdolarización que podría alterar la arquitectura financiera global.

Si bien los BRICS representan una oportunidad histórica para los países del sur global, el acceso a este bloque sin una visión local sólida y sin alianzas regionales fuertes podría conllevar riesgos significativos, especialmente para América Latina y África.

Históricamente, las relaciones económicas internacionales han llevado al saqueo de recursos naturales y al desplazamiento de comunidades, y los BRICS no están exentos de este riesgo si no se establecen salvaguardias claras y mecanismos de protección.

El desafío radica en evitar que esta nueva configuración multipolar replique las dinámicas coloniales y extractivistas que han caracterizado la relación entre el sur global y Occidente.

Si América Latina y África no consolidan acuerdos en bloque y no fortalecen sus instituciones locales, podrían verse nuevamente como fuentes de recursos naturales sin valor agregado, sujetos a dinámicas de explotación que no priorizan los derechos humanos ni el bienestar ambiental.

Uno de los riesgos más grandes es el despojo de tierras y recursos naturales. Sin una protección adecuada de los derechos territoriales de los pueblos indígenas, campesinos, afrodescendientes y mestizos, la entrada a los BRICS podría abrir las puertas a inversiones extranjeras masivas en sectores como la minería, la extracción petrolera o la agroindustria, lo que históricamente ha llevado al desplazamiento forzado de comunidades y la destrucción de ecosistemas.

Además, los proyectos de infraestructura y desarrollo financiados por el Nuevo Banco de Desarrollo deben alinearse con un marco ético que priorice el respeto irrestricto por la biodiversidad y los valores culturales de los pueblos originarios.

En particular, los pueblos indígenas y rurales de América Latina y África han jugado un papel fundamental en la conservación de los ecosistemas, y su participación debe estar garantizada en cualquier proyecto que afecte sus territorios.

Sin una perspectiva ambiental fortalecida, existe el riesgo de que los países del sur global caigan nuevamente en un modelo de desarrollo extractivista que perpetúe el daño ambiental a gran escala.

Esto ya ha sido evidente en regiones como la Amazonía, donde la explotación irresponsable de recursos naturales ha llevado a la devastación de los bosques, la biodiversidad y las comunidades que dependen de ellos.

Por ello, es central que la integración a los BRICS no se dé a cualquier costo. Si América Latina y África no negocian desde una posición fuerte, en la que los derechos de las comunidades locales y el respeto por los ecosistemas estén en el centro del debate, el bloque podría simplemente convertirse en una nueva forma de dominación económica, replicando patrones históricos de explotación, solo que, desde nuevas latitudes, como China o Rusia, en lugar de Occidente.

Los BRICS representan una nueva arquitectura de poder global, desafiando la hegemonía de Occidente y ofreciendo una plataforma para el sur global.

África y América Latina se perfilan como los grandes beneficiarios de esta nueva configuración, con la oportunidad de acceder a fuentes de financiamiento que no estén condicionadas a la agenda neoliberal.

A medida que el bloque sigue expandiéndose, su impacto en la economía y la política mundial solo se intensificará.

La moneda común, el Banco BRICS y las alianzas estratégicas con países emergentes son indicativos de un mundo que ya no gira únicamente en torno a Washington y Bruselas, sino que comienza a orbitar también en torno a Beijing, Moscú y Nueva Delhi.

La participación en los BRICS debe estar acompañada de acuerdos en bloque y una visión regional compartida que fortalezca la capacidad de negociación de los países del sur global.

Sin alianzas claras y estrategias comunes, América Latina y África podrían perder la oportunidad de transformar realmente sus economías y sociedades.

El respeto irrestricto por los derechos ambientales y de las comunidades locales debe ser un pilar fundamental en las negociaciones con los BRICS, para evitar que el despojo y la explotación de recursos sigan siendo las marcas de nuestros pueblos en esta nueva etapa de la geopolítica global.

Si no se aborda este reto con urgencia y determinación, la promesa de un nuevo orden mundial más justo podría quedar reducida a una simple redistribución de poder entre elites globales, sin un verdadero beneficio para los pueblos del sur.

Es imperativo que esta nueva oportunidad multipolar sea aprovechada para romper con las dinámicas históricas de despojo y subyugación, y para construir un futuro basado en la justicia social, económica y ambiental.

Abriendo la mirada a otras cosmovisiones, culturas, valores, gobernanzas y formas de relacionamiento que trasciendan la mirada del desarrollo occidental moderno que hoy tiene la vida en el planeta, en riesgo.

Autor: Alfonso Insuasty Rodríguez

teleSUR no se hace responsable de las opiniones emitidas en esta sección.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *