¿Democrática la oposición venezolana (IV y último)


Por: Germán Sánchez Otero

20 de julio de 2024 Hora: 10:57

2013: Washington decide socavar y vencer a la revolución en breve

                                                                    

En IRREVERSIBILIDAD… COMO LA LUNA LLENA. CRÓNICA DE LA ÚLTIMA PROCLAMA, Jorge Arreaza narra el momento en que Chávez se reúne con un pequeño grupo de dirigentes de la Revolución, en La Habana, luego de conocer a inicios de diciembre de 2012 que debía someterse a otra operación, muy riesgosa, al comprobarse la reaparición del cáncer: “Nos planteó entonces tres escenarios posibles: 1. Que la cirugía fuese exitosa, su sistema inmune resistiera y que se reincorporase pronto a sus funciones de Jefe de Estado. 2. Que el resultado de la cirugía fuese muy poco alentador y no estuviese en condiciones de seguir gobernando. 3. El peor de los desenlaces: su partida física”.

Dice Arreaza que en ese instante Chávez les pide “darle continuidad a la Revolución en cualquier circunstancia”. Y decide viajar a Caracas a fin de informar al pueblo, para solicitarle, en especial, el pleno respaldo a Nicolás Maduro en caso de que él no pudiera seguir gobernando, o en la peor variante. Tenía la absoluta certeza de que era imprescindible garantizar la continuidad del liderazgo de la Revolución, y preparar al pueblo para enfrentar las arremetidas que Estados Unidos acrecentaría, para derrocar a todo precio el poder bolivariano.

Continúa Arreaza: “Ya en aquel momento, el Comandante Chávez nos advertía que, una vez lograda la estabilidad política con su triunfo electoral y la vigencia de la enmienda constitucional que contemplaba la reelección continua, el imperialismo y sus agentes venezolanos aumentarían la agresión abierta a la economía venezolana, para tratar de afectar el modelo redistributivo en construcción e impedir que la transición al socialismo fuese ‘humanamente gratificante’. Nos llamaba a estar preparados para afrontar lo que él denominaba ya una feroz ‘Guerra Económica’. La confrontación sería determinante, pues, por una parte, el Presidente tenía la determinación de radicalizar la Revolución Bolivariana en su dimensión económica y, por la otra, el imperialismo ya había escogido el campo de la economía para la confrontación final”.

Así fue, y más, mucho más… Las nuevas y extremas variantes de la guerra híbrida desplegada por Washington y sus aliados contra Venezuela desde marzo de 2013, han puesto al desnudo, como pocas veces, las entrañas del monstruo que avizorara José Martí y antes alertara Bolívar: “Los Estados Unidos de Norteamérica parecen destinados por la providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad”.

No pretendo, ni es menester, porque son muy conocidas, enumerar las disímiles, numerosas y draconianas acciones que emprendió el imperio en contra del gobierno bolivariano, con horrendas consecuencias humanas para el pueblo venezolano todo, desde que Nicolás Maduro asumiera la Presidencia y el liderazgo de la Revolución. 

Ofrezco tres ideas:

1. Estados Unidos y la contrarrevolución no renunciarán jamás a su objetivo de revertir en Venezuela el proceso de liberación nacional y emancipación social más relevante de nuestra América en el presente siglo.

2. Su afán es controlar las pródigas riquezas de Venezuela y cambiar el signo de su papel geopolítico hemisférico y mundial. La razón de fondo es que no admite, en el que considera su traspatio, ningún gobierno que adopte posiciones soberanas, y menos que sea capaz de retar su poderío y convertirse en un paradigma para los demás pueblos del mundo.

3 ¿Resultados? Han sido muy diferentes a los esperados por el poderoso agresor, pero esto lo hace más peligroso: la típica fiera herida. Ningún otro país de nuestro hemisferio ha adoptado posturas tan firmes, radicales e independientes, luego que Cuba se irguiera desde 1959. La Revolución Bolivariana con el liderazgo del Comandante Presidente, terminó afianzada en 2013 frente a todos los inclementes embates de sus antagonistas. Y en estos últimos 11 años, el pueblo, sus leales fuerzas armadas bolivarianas y el Psuv, juntos a aliados diversos y guiados por Nicolás Maduro, han resistido miles de bombas de efectos tan dañinos como las empleadas en cualquier guerra moderna.

Al comprobar que no pueden someter al bravo pueblo de Bolívar y Chávez, a los militares patriotas, al presidente Maduro y al liderazgo revolucionario, utilizan cada vez más los métodos y recursos que suelen emplear para destruir a sus adversarios: visibles y soterrados, económicos y militares, políticos y diplomáticos, brutales y sutiles, directos o mediante los acólitos vernáculos y también a través de gobiernos aliados o títeres, y de entes internacionales controlados por ellos, como la OEA y el extinto Grupo de Lima.

Financian y orientan a sus cómplices dentro de Venezuela.  Decretan que ese país es una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos y adoptan más de 930 medidas criminales de bloqueo económico y financiero, además de sanciones ilegales e inmorales a figuras públicas y el robo de bienes de la República –como la empresa Citgo en EEUU y el oro depositado en Gran Bretaña–, que impactan a toda la población, incluida una oleada migratoria superior a las generadas por guerras convencionales. Chantajean, compran desertores, tratan de dividir a las Fuerzas Armadas Bolivarianas y promueven de forma desesperada un golpe de Estado.

Presionan con un “menú” diabólico (“tenemos todas las opciones sobre la mesa”, repiten), y hasta amenazan con una agresión militar. Desestabilizan, provocan violencia, crean zozobra.  Implementan actos terroristas y magnicidios, incluso del Presidente y de altos dirigentes y militares, ofreciendo hasta una recompensa millonaria y vergonzosa por “la cabeza” del primer mandatario. Desarrollan al unísono acciones sistémicas mediáticas y sicológicas, a fin de suscitar una especie de neurosis colectiva, que haga perder el control racional de su conducta a millones de personas y voten a favor de sus verdugos en los actos comiciales.

Promueven el relato de que en Venezuela existe una dictadura, se ha desatado una crisis humanitaria por culpa del gobierno, hay un Estado controlado por el narcotráfico que además apoya el terrorismo, viola los derechos humanos y está próximo a ser –o ya lo es– un “Estado fallido”. Inundan con tales mentiras buena parte del mundo occidental y otros países afines, y hasta logran que se abra un expediente a Maduro en la Corte Penal Internacional.

Justifican y manipulan sin sonrojarse el hondo dolor y las penurias que infringen a la gente, movidos por sus ambiciones coloniales. Y sacan también provecho de los deslices del poder bolivariano. Todo vale para destruir la Revolución. Violan las leyes internacionales sin mesura ni pudor, mientras gritan una y otra vez: ¡al ladrón! Y si de Venezuela se trata, el poder profundo de Estados Unidos actúa sin fisuras:  demócratas y republicanos por igual, imperialistas todos.   

Hitos de las agresiones y de la resistencia creativa de Venezuela, entre 2013 y 2024

Luego de la desaparición física del líder bolivariano, Washington agiliza los planes restauradores de la IV República y se propone lograr el jaque mate en breve. Y ciertos hechos coyunturales hacen correr más viento a su favor: sobre todo el desplome del precio del petróleo y una dilatada sequía entre 2013 y 2015, que además afecta muchísimo el servicio eléctrico. Tormenta fatal, que refuerzan mediante la implacable guerra económica y, en lo externo, mediante el ascenso de gobiernos reaccionarios en Argentina y Brasil. En este último país, a través de un golpe parlamentario del que los Estados Unidos fue su promotor soterrado, como antes hiciera en Paraguay contra el presidente progresista Fernando Lugo.

La primera prueba de que el poder estadounidense y sus partidarios venezolanos se proponen enfrentar sin recato al gobierno de Nicolás Maduro, ocurre al anunciarse el triunfo de este en las elecciones del 15 de abril de 2013. El perdedor, Henrique Capriles Radonski, desconoce en forma destemplada el resultado y convoca a sus adeptos a protestar, “para soltar la arrechera”, mientras Washington exige que se haga un reconteo de votos. Una vez más, la oposición y el imperio niegan el resultado de las urnas cuando les desfavorece, para justificar la violencia desestabilizadora, y empiezan a “calentar” las calles en sus predios de siempre. 

Pero el hito mayor que marca el comienzo de la nueva etapa, ocurre 23 meses después, cuando Barack Obama firma el 8 de marzo de 2015, el Acta Ejecutiva donde se declara a Venezuela una amenaza extraordinaria e inusual para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos. Tal es el marco jurídico para llevar adelante sus objetivos contra otro país, que consideran enemigo. Una especie de declaración de guerra híbrida. A partir de ahí, el imperio actúa sin ocultarse. Al contrario, muestra de modo prepotente su fuerza descomunal, a modo de chantaje.

Igual a todas las demás ocasiones en que la fiera norteña ha atacado sin piedad a Venezuela, el gobierno bolivariano apoyado por la inmensa mayoría del pueblo, rechaza de modo tajante y digno ese decreto, y en pocas semanas reúnen 11 millones de firmas contra la aberrada intrusión. Maduro entrega las rúbricas a Obama en la Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá un mes después de este firmar el Acta. Ahí prevalecen aún los gobiernos con posiciones anti injerencistas y Obama trata de aminorar en forma demagógica la envergadura del decreto. Pero nunca rectifica.  Y poco después se inicia una escalada brutal, que el nuevo presidente Donald Trump llevaría desde enero de 2017 al paroxismo imperial más extremo, continuado en 2021 sin solución de continuidad por Joe Biden, hasta el presente.

En 2014 Leopoldo López y otros dirigentes reaccionarios como María Corina Machado y Antonio Ledezma, quienes en abril de 2002 apoyaron el golpe fascista, ahora al compás de las nuevas partituras y acciones gringas vuelven a intentarlo. Siguiendo el guion made in USA, lideran una ola de violencia criminal en calles y plazas del Este de Caracas (“La salida de la dictadura, cambio ya”, dicen) donde son asesinadas más de 100 personas, algunas degolladas incluso solo por aparentar ser chavistas debido a su físico y vestimenta.

Estos hechos, como siempre sucede, sirven de pretexto a Estados Unidos y sus secuaces para inculpar al gobierno bolivariano. Al contrario, el presidente Maduro no ha cesado desde su ascenso al poder, de promover la paz, el diálogo y la convivencia respetando la Constitución, las leyes y la voluntad popular, y exigiendo desde su consecuente ejemplo personal que todos actúen de igual modo.

En esos años suceden hechos aleccionadores, que es imprescindible no olvidar. Evoco solo algunos. Por ejemplo, cuando en 2015 la oposición gana la mayoría de la Asamblea Nacional (que como siempre el poder bolivariano reconoce de inmediato), en vez de dedicarse a cumplir sus funciones, quien la preside, el histriónico contrarrevolucionario adeco Henry Ramos Allup, con el respaldo pleno de la coalición reaccionaria, declara que el objetivo de la AN es derrocar al presidente Maduro en seis meses.  O sea, no es legislar, como establece la Constitución, sino conspirar y defenestrar al gobierno.

La embestida del Parlamento contra el Presidente y los demás poderes públicos, obliga al Tribunal Supremo de Justicia a hacer respetar la Constitución, y ante ello el imperio y la contrarrevolución vuelven a desatar actos de violencia desenfrenados, con saldo de decenas de muertes. Hasta que el presidente Maduro promueve, en 2017, elegir mediante el voto de la ciudadanía una Asamblea Constituyente, de plenos poderes, a fin de alcanzar por la vía democrática la paz, el diálogo respetuoso y derrotar a los fascistas. Fue así que la voluntad soberana del pueblo, detuvo la ola de violencia.

Pero no era dable contener la escalada de medidas económicas, políticas, militares y conspirativas de Washington, que acrecientan, cual sicópatas desenfrenados, en medio de la pandemia del coronavirus en 2019 y 2020… y siguen hasta hoy. Inventan la más insólita aberración: un “presidente” paralelo autoproclamado, en enero de 2019, especie de fantoche y bufón, que es respaldado con euforia triunfal por la contrarrevolución y reconocido al instante por Estados Unidos, que lo creó, y otros 50 países sujetos a sus aceradas cuerdas. El imperio también organiza una coalición internacional reaccionaria, pieza clave del nuevo plan que consideran, ese sí, inderrotable.  Aparece en escena el llamado Grupo de Lima, formado por varios gobiernos títeres de la región, la OEA otra vez actúa como el ministerio de colonias de Estados Unidos y la Unión Europea y otros aliados de Washington, se suman a lo que pensaban sería el jaque mate a la Revolución Bolivariana.  

Ocurren después intentos de asesinato del presidente Maduro, la operación militar Gedeón dirigida por un exmilitar yanqui, las conspiraciones para un golpe de Estado encabezadas por Leopoldo López y su mediocre subalterno Juan Guaidó, las furiosas declaraciones de Trump amenazando con una intervención militar…  Mientras, el Comando Sur realiza maniobras en el Caribe, el desvergonzado presidente Iván Duque asume desde Colombia su papel entreguista y Elliott Abrams, el “lobo” a quien Trump le asigna la misión especial de devorar a Venezuela, actúa muy seguro del final, con la espada de Damocles en ristre y su cínica faz de matón a sueldo. Una trama que suponían infalible. Mas no incluía un pequeño detalle, de esos que el genial Cantinflas siempre alertara: la existencia de una auténtica Revolución democrática y popular, bolivariana y chavista, afianzada en la unión cívico–militar y en el rescate definitivo de los sagrados valores patrios.

Si algo comienza a ser notorio desde 2022, incluso dentro de Estados Unidos, es que Venezuela ha sido capaz de resistir esas agresiones avasalladoras y empezó a superar desde 2022 los estragos de tal guerra descomunal, gracias a la inmensa Revolución Bolivariana, hija salvadora de la Patria. Recomiendo leer el mensaje del presidente Nicolás Maduro a la nación, presentado a la AN en enero del presente año, sobre el balance de la gestión del gobierno en 2023 y las perspectivas futuras hasta 2030.  Ahí podrá apreciarse, mediante datos e ideas convincentes, cómo desde el fondo del abismo, en los últimos tres años Venezuela ha comenzado a adelantar una fase de recuperación económica y social sustantiva. Creándose las bases para retomar la senda virtuosa del 2003 al 2013, que mutó en ese breve lapso, como en ningún otro país del mundo en aquel tiempo, las condiciones de vida materiales y espirituales del pueblo.

Venezuela ha reanudado su ascenso hacia un Estado de bienestar y una potencia media, como venía sucediendo antes de la arremetida imperial, apoyada por los mismos que han entregado su alma al diablo y ahora pretenden ganar la presidencia, el 28 de julio. Lo quieren lograr, aprovechándose de las penurias y el dolor provocados a todo el pueblo por la vil traición de ellos a la Patria.   

28J: ¿Hacia el futuro o en pos del retorno al pasado?  

No es un cambio de presidente y de gobierno lo que está en disputa el próximo 28 de julio. Son dos visiones de país, y de sus proyecciones internacionales y adhesiones geopolíticas. En verdad:

1 Es la revolución democrática, patriótica, justiciera, profundamente popular y humanista, o el triunfo de sus antagonistas imperiales y pitiyanquis que pretenden destruirla, para instaurar el capitalismo neocolonial y antidemocrático de la IV República, entregar la soberanía de la nación al imperio y sus riquezas al capital internacional.

2 Es la posibilidad de retomar con más fuerza la transición hacia el socialismo democrático bolivariano ideado por Chávez, que el pueblo y su liderazgo demostraron que era viable en la década prodigiosa, como ya ha comenzado a ocurrir en los últimos tres años, o caer en las redes de un régimen burgués, además mutilado, donde impera el egoísmo, la ley del más fuerte y la degradación de la República.

3 Es avanzar hacia la prosperidad y felicidad del pueblo mediante su protagonismo delante, o volver al camino de la injusticia, la dictadura del capital, la represión de los opuestos, y la sujeción al imperio, en su fase más perversa y avasalladora de cualquier proyecto nacional autónomo.

4 Es seguir impulsando la unión de las naciones latinoamericanas y caribeñas, a lo bolivariano y chavista, la solidaridad entre los pueblos de nuestra América y la inserción en el nuevo mundo multipolar que ya es irreversible, o someterse cual cordero al poderoso norteño en decadencia.

Estados Unidos no se equivocó en seleccionar desde hace años a la persona que representa, como pocas en Venezuela, sus intereses y objetivos restauradores. María Corina Machado Parisca, es miembro de una de las familias venezolanas oligárquicas más pudientes del siglo XX.

En 1999 se opuso a la Constituyente y luego promovió el voto contra la Constitución Bolivariana. Apoyó el golpe fascista en abril de 2002, firmó el acta del gobierno dictatorial de Carmona Estanga y enseguida respaldó el criminal intento de golpe petrolero. Ese año, en estrecho nexo con Estados Unidos, que la financió, creó la Fundación Súmate y como vicepresidenta de esta comenzó a operar a favor de los planes norteños y la contrarrevolución.  En 2004, jugó un papel fundamental en el proyecto de defenestrar a Chávez por medio de un Referendo Revocatorio, que el pueblo convirtió en aprobatorio.

Para que no quedaran dudas de su apego al imperio, y del interés de este en promover su liderazgo, meses después, en mayo de 2005, fue recibida en la Casa Blanca por George W. Bush. Una foto emblemática, además de las relucientes piernas insinuadas por ella, mostró las entrañas proyanquis de la dama admiradora de Margaret Tatcher, al estrechar complacida la diestra del sonriente enemigo del pueblo venezolano.  

En febrero de 2010, María Corina termina la misión en Súmate y gana un escaño en la Asamblea Nacional (AN), donde afianza y acelera su ambición de ser presidenta de la República. En enero de 2012, durante el discurso del presidente Chávez ante ese ente, desde el asiento de diputada lo interrumpe e increpa, acusándolo de ladrón. Chávez, leal a su precepto de que águila no caza moscas, de forma respetuosa le permite seguir hablando y después la muestra sin disfraz, desde la altura del cóndor. En realidad, ella utiliza de forma antiética ese escenario y momento, a fin de sumar votos en la oposición, que días después tendría las primarias para seleccionar el candidato que enfrentaría a Chávez en los comicios presidenciales, y ella aspiraba a lograrlo.  

En marzo de 2014 acepta el cargo de embajadora alterna del gobierno de Panamá ante la OEA, para atacar a su patria, y por tal motivo es separada de la AN, al violar los artículos 149 y 191 de la Constitución. En tal momento, ya se ha convertido junto a los dirigentes venezolanos más reaccionarios y en contubernio con Estados Unidos, en servil instrumento del plan para derribar por cualquier vía el gobierno de Nicolás Maduro.  Después no cesa de proclamarlo y conspirar tras ese fin. Por ejemplo, además de apoyar al fantoche Guaidó, igual que este promueve la intervención militar de Estados Unidos y se solaza con las criminales sanciones.

¿Acaso es necesario recordar otros momentos de su conducta antipatriótica, antidemocrática y antiética? Sería extenderme demasiado. Pero sí es menester reconocer algo: ella ha sido coherente y perseverante en su afán de defender siempre los intereses y planes subversivos de Estados Unidos y la instauración de un régimen burgués neocolonial, a imagen y semejanza de la IV República en su peor fase neoliberal, bajo los respectivos mandatos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera.

Con tales avales y sin la competencia de buena parte de los dirigentes de su calaña que están en el exterior, como Leopoldo López, Antonio Ledezma, Julio Borges y Juan Guaidó, la ambiciosa dama obtiene en los últimos años el respaldo político y cuantiosos recursos de Estados Unidos. Reforzándose las ambiciones de ella y la creencia mutua de que es posible derrotar al presidente Nicolás Maduro en las urnas, para recoger los frutos que no pudieron obtener por la otra vía.  

Ello ocurre luego de fracasar el Armagedón implementado en torno al farsante Guaidó, que finalmente se disolvió como un Alka Seltzer, creándole más acidez y dolores de cabeza a sus creadores.  Así, María Corina logra organizar y ganar en octubre de 2023 las primarias de la oposición más extrema, al margen del CNE, para poder hacer trampas, mañas que ejercitó por años en Súmate.  

Recta final de la disputa por la Presidencia

Finalmente, al estar inhabilitada por la Contraloría General, en identidad plena con sus mentores, que buscan ante todo derrotar a Maduro y comenzar “la transición”,  María Corina se convierte en la voz del candidato formal de la ultraderecha, Edmundo González Urrutia, un desconocido, ajado, sin experiencia política y obvio peón suyo, de ideas cortas o inexistentes.

Lo conocí hace 25 años: diplomático, democristiano, al parecer decente, que se definió antichavista siendo embajador en Argentina cuando se quitó la máscara y apoyó el golpe fascista en 2002. En verdad, es notorio el ridículo que hace en su edad otoñal, sin luces propias ni vigor, y a la vez resulta visible su falta de escrúpulos y entreguismo. Ni los poderosos medios de comunicación que lo promueven, ni sus maquillistas y asesores, han logrado ni conseguirán cambiar su imagen.

¿Alguien sensato puede suponer que ese señor posea los atributos mínimos para ser el presidente de Venezuela? ¿Cuál es la intención de Estados Unidos al armar tan estrambótica fórmula electoral? Y si resultaran ganadores, ¿podrían retrotraer las fecundas conquistas de la Revolución Bolivariana y Chavista? Ni mil Corinas y Edmundos, respaldados por el imperio y la ultra reacción venezolana y del planeta, podrían revertir el portentoso acumulado histórico del pueblo de Bolívar y Hugo Chávez. Este lema, que nació de muchos años de pelea e ingentes conquistas resume tal convicción: ¡Venezuela cambió para siempre!  

¿Por qué Estados Unidos, que dirige cada paso importante de la contrarrevolución, acepta que tal anciano mustio sea el candidato del sector mayoritario –y más reaccionario– de la oposición y que la inhabilitada juegue el papel protagónico principal, siguiendo una puesta en escena entre lastimosa y risible, pero no exenta de una racionalidad subyacente?

Basándome en otras experiencias, comparto el criterio de quienes piensan que Washington, María Corina y buena parte de los dirigentes contrarrevolucionarios juegan a ganar–ganar en las elecciones del 28J. Suponen –algunos más, otros menos–, que pueden triunfar, y en caso de no lograrlo, volverán todos, como casi siempre hicieron, a cantar fraude y a intentar crear otro escenario de violencia y desestabilización.

Otra vez subestiman al pueblo bolivariano y a su liderazgo cívico–militar, que poseen la capacidad para vencer en las elecciones y, a la par, derrotar cualquier plan violento ulterior. Diosdado Cabello, vicepresidente primero del PSUV, se los adelantó en su estilo lapidario: si intentan “joder”, como hicieron en 2014 y 2017, esta vez el poder bolivariano los neutralizará antes.

Sobre este asunto crucial, el presidente Maduro expresó el 16 de julio, en una reunión con líderes de la oposición independiente: “en Venezuela no se van a imponer el odio, la intolerancia ni la violencia, no volverán las guarimbas; en Venezuela se va a imponer la paz, el entendimiento y una nueva época de prosperidad integral, una época bendecida, milagrosa, de crecimiento y de felicidad compartida, antes, durante y después del 28 de julio». Y anunció que el 29 de julio, emitiría un decreto llamando a un gran diálogo nacional, “económico, cultural, social, político, inclusivo, abarcador».

Idea sabia, profundamente chavista. Se creará así un escenario donde los tiburones más hambrientos de devorarse a la Revolución Bolivariana, internos y foráneos, tendrán mucha menos agua donde lanzar sus dentelladas. Ojalá también sirva para que algunos descarriados que se definen de izquierda, en vez de llamar a la abstención, como hacen, o a votar por un candidato opositor, se sumen al nuevo tiempo de la Revolución.

Los líderes bolivarianos de hoy no subestiman a los adversarios, como siempre aconsejara Chávez, sobre todo después de la amarga experiencia del 11 de abril. Aunque es cierto que el país ha ingresado desde 2022 en una fase de acelerada recuperación integral, el momento aún no es adecuado para una contienda electoral equitativa, debido a los estragos que el imperio y sus adláteres han provocado. Maduro enfrenta un contexto electoral desventajoso y de elevado riesgo, pues ha aceptado y promovido la celebración de elecciones presidenciales con estricto respeto a la norma constitucional, como siempre ha hecho el poder bolivariano, a pesar de que el país sigue sometido a una agresión multifacética de efectos iguales o peores a una guerra tradicional.

María Corina y los demás voceros de la contrarrevolución, utilizan esa tragedia humana para obtener votos el 28J. Es, piensan, su carta de triunfo. Con cinismo ella y los demás repiten que van a “cobrarle” al poder bolivariano, imagino que el elevado costo de tantas fechorías usadas por el imperio. Responsabilizan al gobierno y prometen que tal sufrimiento terminará, cuando triunfe el proyecto restaurador que proponen. O sea, ¡el futuro que ofrecen es el pasado! Emplean de forma mezquina las emociones de muchas madres y otros familiares de los emigrados, y de estos, que no votan, pero sí influyen en el sufragio de sus afectos. Y también buscan generar miedo, afirmando, verbigracia, que si Maduro continúa en el poder provocará otra oleada de emigrantes ¡superior a 5 millones!

Con ese y otros ardides, el discurso de la contrarrevolución pretende confundir a una parte del electorado chavista y sumarla a sus votos cautivos tradicionales. También aprovechan errores y debilidades en el campo revolucionario, que Chávez y el liderazgo actual, junto al pueblo insumiso y sabio, han enfrentado, por ser antitéticos con la esencia de la Revolución, favorecer a sus enemigos e incluso amenazar la existencia de ella.

Algo positivo en estas elecciones, es que participa el espectro político casi íntegro del país, con 10 candidatos. También estarán presentes, para evaluar la pulcritud del evento, representantes de casi 100 países y varias instituciones comiciales prestigiosas. Ello no ocurría desde los comicios presidenciales de 2012 y 2013. Incluso esta vez es mayor. Tal escenario nacional e internacional, revela en primer lugar la solidez del sistema político venezolano, que obligó a sus detractores a la vía electoral, aunque no sin resabios del segmento reaccionario. De tal suerte, es lógico esperar una elevada participación.

Hasta ahora, la campaña ha transcurrido en paz, a pesar de la matriz noticiosa promovida por Corina y su gente, de que el gobierno persigue a los que apoyan la logística y organización de las actividades suyas y de Edmundo. Coartada obvia, para inculcar la versión de que actúan acosados por una dictadura, e incluirlo entre los pretextos del fraude que prevén anunciar.

¿Acaso es novedosa la campaña de María Corina-Edmundo?  Más bien es insustancial, llena de consignas genéricas en torno a la libertad, la democracia y otras del mismo corte; apela una y otra vez a los efectos humanos dramáticos provocados por las sanciones gringas, pero no mencionan las causas reales.  Y cuando se ven forzados a identificar a sus autores, los justifican.

Tampoco mencionan, o lo hacen en forma superficial y fragmentada, por temor a desnudar las verdaderas intenciones, el que según MCM sería el programa de ellos: “VENEZUELA TIERRA DE GRACIA”, divulgado en octubre de 2023, cuando aún suponía que podía ser la candidata. Al leerlo y ver el video que sintetizan varios de sus realizadores (todos neoliberales confesos, la mayoría de muy estrechos nexos con instituciones de Estados Unidos, como José Toro Hardy), no es difícil concluir que tal nombre es equívoco: “VENEZUELA EN DESGRACIA”, sería el título adecuado de tan trasnochado documento ultra neoliberal, que se plantea privatizarlo todo, desde Pdvsa hasta la educación y los servicios de salud.  

El liderazgo bolivariano, no subestima los efectos nocivos de esa línea de mensajes, de corte emocional y oportunista, que manipula sin pudor las angustias y dolores de mucha gente afectada por la crisis inducida. A Estados Unidos le funcionó tal maniobra en Nicaragua en 1989, cuando al cabo de una guerra sucia contra el poder sandinista, que devastó a ese país, logró que ganara las elecciones presidenciales la candidata opositora Violeta Chamorro. Muchos simpatizantes del sandinismo, afectados y aturdidos por aquellas circunstancias, fueron víctimas del espejismo y el chantaje creado por el opresor.

La dirección bolivariana, con Nicolás Maduro al frente de modo incesante y en todo el país, conduce esta lidia electoral en su real dimensión: una batalla histórica, donde se juega el futuro de Venezuela. Con tal perspectiva inequívoca, el pueblo bolivariano y chavista es el actor principal. Más allá de insatisfacciones legítimas y críticas justas, el carácter de este enfrentamiento estratégico entre avanzar hacia el futuro o retroceder al pasado, ha motivado que de manera creciente mucha gente tome conciencia de cuál debe ser su voto para no dar un salto al precipicio.

A esto ha contribuido mucho el acumulado en organización, liderazgos y conciencia patriótica y revolucionaria generados por el proceso emancipador desde 1999, al tener que enfrentar a sus antagonistas durante más de un cuarto de siglo. Y además de los frutos cultivados en estos años de resistencia y del acumulado histórico de la revolución, como avales palpables y no demagógicas promesas, el candidato bolivariano ha reiterado la vigencia del “Plan de las siete transformaciones rumbo al 2030”, cuya matriz es el Plan de la Patria en las nuevas circustancias.

Si en algo coinciden los gobiernos y fuerzas políticas y sociales en todas partes del orbe, es en la trascendencia de este evento a nivel mundial.  El imperio ha desplegado sin afeites sus inmensos recursos y mañas, que nadie con sensatez subestima.  Como contrapartida del nuevo esfuerzo de la ultra reacción y la derecha mundial, para sumar ese país clave en el tablero geopolítico global y hemisférico, se alza de otra parte, el prestigio y la elevada calidad de los nexos tejidos por Venezuela con numerosos países de nuestra América, con los integrantes de los BRICS y otros muchos del sur global, y con diversas fuerzas y personalidades del planeta.  

Se ha creado, por ende, a escala internacional, un tenso escenario de disputa. El desenlace del 28J, provocará un impacto relevante en la correlación de tales fuerzas en pugna. La solidaridad con el pueblo bolivariano es hoy, de modo muy especial, un deber y una necesidad. Así está ocurriendo.  Mas debemos preguntarnos, quienes admiramos a ese bravo pueblo y sabemos el rol que desempeña en el mundo a favor de la felicidad humana, cuánto y qué más es menester emprender, y permanecer en guardia, para contribuir a su fecunda existencia soberana. Y recordar siempre una máxima de la abuela de Chávez, que él aconsejara muchas veces: “El Diablo no duerme”.

Este 28 de julio, será un día de luz. Como aquel amanecer donde se escuchó en Sabaneta de Barinas el ímpetu de un ser prodigioso, que devino historia, y ahora recibirá el mejor regalo en su 70 cumpleaños: el voto de su pueblo por la continuidad de la patria bolivariana.  

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