Holograma y Utopía: la realidad ha muerto

¿Qué nos queda a los filósofos que enfrentamos al Holograma? Ricoeur sigue teniendo respuestas: la metáfora frente a la mentira, la memoria frente al olvido, la Utopía contra el Algoritmo. Foto: FutureSpace


Por: Jesús Ernesto Parra

8 de septiembre de 2024 Hora: 19:16

El siguiente texto fue presentado durante el Primer Encuentro de Pensamiento Estético en Progreso, realizado días atrás en el Instituto de las Artes de la Imagen y el Espacio (Iartes), ente adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Cultura de Venezuela.

I. ¿Soy yo? Esta niebla que me petrifica los dedos. O este zumbido continuo que no me deja escuchar. Ni a mis propios pensamientos. ¿Qué será? ¿Es esto real? ¿Cuánto tiempo llevo así? Tiempo, tiempo, nunca es suficiente, sentencia el androide de Blade Runner, al comienzo del fin de la historia. Me hubiera gustado tener más tiempo para escribir estas páginas, esta ponencia apresurada y mal corregida con la que ahora me presento ante ustedes. Releer bien a Paul Ricoeur, anotar sus conferencias, cruzarlo con Geertz, y volver a Lacán con serenidad. Puede que un poco de Cassirer. Capaz no necesito la serenidad. O no tengo suficiente tiempo. Mientras pienso creo que dejo de existir. Porque el holograma me aplasta. ¿O será que tengo miedo? Mejor pensar. Como decía Nietzsche: Pensar antes de actuar.

Necesito distinguir de entre la niebla y comenzar a caminar. Re-correr los conceptos que nos semejaban juegos de palabras en el pasado de la academia y que ahora son claves, llaves que resuelven el acertijo. Entonces. Comienzo a caminar antes de correr. Caminando un hielo quebradizo, aun sin consolidarse. Miro los peces debajo, algunos aún viven. Se que es agua. No es sólido del todo lo que mis pasos reconocen. Pero cada paso que ejecuto con torpeza. Disculpen, por favor. Estoy releyendo, re corriendo. Lo hago hacia adelante.

Desde esta torpeza vamos distinguir, a ojos entrecerrados, lo real, lo imaginario, y lo simbólico. Lo real es aquello no pensado, objetivo, por el contrario de lo imaginario, que es solo elaboración interior, y cerrando con lo simbólico que proviene de regiones más profundas y que aun siendo más directo en su presentación es aún más complejo en su elaboración. El símbolo no deja de significar. No se detiene. Desde estas distinciones lacanianas, Paul Ricoeur adelanta primero una fenomenología del símbolo activo (el mito) y luego avanza a la filosofía del discurso, donde aquellos lejanos campos lacanianos van a encontrarse, y a veces amalgamarse en su concepto de Metáfora.

Me detengo a leer a Ricoeur:

«La función de la transfiguración de lo real que reconocemos en la ficción poética implica que dejamos de identificar la realidad y la realidad empírica o, en otras palabras, que dejamos de identificar la experiencia y la experiencia empírica. El lenguaje poético deriva su prestigio de su capacidad de expresar aspectos de lo que Husserl llamó Mundo Viviente y Heidegger Estar en el Mundo. De esta forma, exige que critiquemos nuestro concepto convencional de verdad, es decir que dejemos de limitarlo a la coherencia lógica y la verificación empírica, para tener en cuenta la afirmación de la verdad ligada a la acción transfiguradora de la ficción.»

La Verdad es la Realidad, dijo Savater. En un alegre ejercicio de síntesis. Me atrevo a caminar y decir La Realidad es un consenso de lo simbólico. Es la cosa, el simbólico, y lo que de este logro elaborar. Pura mediación. Avanzar en la realidad es casi como esta niebla, y casi como ese zumbido. Pero estos anteriores son otra cosa. Prefiero seguir con lo que ya sé. Las cosas se acercan a mi deseosas en transformarse en símbolos, también dijo Nietzsche. Que no necesitó explicar que la metáfora hace la realidad por sí sola. Ricoeur si lo dice, no en una frase, sino en un prístino volumen titulado La Memoria, La Historia, y el Olvido. Todos estos conceptos, campos y problemas que necesitamos dejar tirados cuando hablamos de estética. Allá vamos.

II. Esta niebla no es real. Y mucho menos es la Realidad. Esto que pretende aplastarnos. Metafóricamente. Es un Holograma. Mediante el uso de una reflexión de luz (en este caso data transmitida en pulsos lumínicos), se puede reproducir una imagen en tres dimensiones, y una vez proyectada esta imita a plenitud lo copiado. Es solo imagen, no es símbolo, mucho menos metáfora. Solo reproducción.

¿Pero quién se encarga de emitirlo? ¿No es acaso la máquina? ¿Hay un maquinista?

Estamos ante la presencia de un fenómeno de reproducción de información, que afecta la acción y el sentir, pero que no posee los procesos de elaboración simbólica de la Realidad. Es la usurpación del consenso de lo simbólico por el Holograma. No es exactamente la máquina, es la sombra de esta misma que el dispositivo proyecta sobre nosotros. La máquina es El Capital, ahora tokenizado, y nosotros, seguimos siendo sus oprimidos. Ahora con un LIKE en la publicación. La Máquina proyecta su sombra sobre nosotros usando el algoritmo, capaz de anticipar nuestras reacciones -no los pensamientos- o pulsiones. Y maquillando todo su performance con los colores HDR de las pantallas 8K. La lucha final: El hombre contra las máquinas.

No es humano, es mecánico. No es ética, es robótica. No es hermenéutica, es maquínica. No es estética, es mentira.

El maquinista es el Poder. El proyeccionista del Holograma no requiere de la legitimación. Consecuencia del desarrollo de la Ideología en el campo de la interacción social. Su objetivo es más concreto. Suplantando la Realidad, dejando de lado la tensión entre Ideología y Utopía (Ricoeur otra vez), olvidándose de la engorrosa falsa consciencia (Marx), y prescindiendo del sistema cultural (Geertz) el Holograma solo persigue la Dominación.

Si entendemos la Realidad como un consenso de la simbólico, siendo esto último un producto del ejercicio ontológico, y asistiendo nosotros a manifestaciones de acción de Poder propios del Pensamiento Único (la posverdad, la tiranía del algoritmo, el presente como inquisición) nos atrevemos a denunciar la usurpación de esa totalidad por un mundo alienígena (en el sentido marxista del término). La transposición (o clonación) de la Realidad a cambio del Holograma. La prisión del algoritmo y la forma del Poder de dominio ya no solo el pensamiento, sentir y acción si no también coordenadas espacio-temporales y la propia Identidad.

III. La Realidad del Holograma asemeja una película de ciencia-ficción. Marty Mcfly es el protagonista de Volver al Futuro. Una película que trata sobre el pasado. El personaje ocupa una singular máquina del tiempo y viaja no hacia adelante, sino hacia atrás. Visita la época de juventud de sus progenitores, y descubre que todo lo que estos y sus contemporáneos la han hecho creer sobre sí mismo -también el carácter de la pieza de ficción se sabe parte de un contexto y una suma de sentidos y significados- son deformaciones o en muchos casos embustes. Es lo que llamo La Paradoja de Marty McFly. La historia como una convención de mentiras cómodas al Poder, asumidas no como un grupo de narraciones sino como una supuesta verdad inamovible. La reacción del joven ante este despropósito es más que saludable en lo filosófico. Ante una historia manoseada y tergiversada con evidente interés manipulador, él decide reescribirla: entiende esta línea de acontecimiento como una ficción más y al volver al futuro, la familia McFly es tal cual la deseaba el joven protagonista.

Si la más tonta de las ficciones de futuro cinematográfico logra una solución metodológica al dilema de la historia como representación de la verdad, ¿qué nos queda a los filósofos que enfrentamos al Holograma? Puede que la Utopía, la ficcionalización de la existencia responda a la ceguera inducida, a la niebla y al zumbido que produce el algoritmo. Ricoeur sigue teniendo respuestas: la metáfora frente a la mentira, la memoria frente al olvido, la Utopía contra el Algoritmo.

Sigo caminando. Algunos pasos son más firmes. El hielo se concreta a medida que releo a los autores. Y que no le presto atención al zumbido. Sé que no es real. Sé que es mentira. No me importa orientarme usando la pantalla del celular, de la tableta, o del mismo holograma. Son solo herramientas humanas. Esa es la verdadera victoria del hombre contra la máquina. Presionar el botón de apagar y comenzar a soñar. Sigo caminando. Si me detengo y me inclino hacia el hielo ahora firme, puedo mirar mi rostro.

Yo existo.

Autor: Jesús Ernesto Parra

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