Occidente en el dilema: la confrontación de dos modelos en el Norte Global

Es urgente que la UE rompa con la espiral de errores que la ha relegado a un papel secundario en la resolución de la guerra de Ucrania. Foto: EFE.
Por: Manu Pineda
7 de marzo de 2025 Hora: 09:07
Desde hace décadas, hemos reclamado que Europa tenga una política exterior autónoma, soberana e independiente que ponga fin a la histórica subordinación a los dictados de Washington. Esta dependencia ha sumido al continente en una posición de vasallaje frente a unos Estados Unidos que han impulsado la mayoría de las guerras desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, hoy se presenta una paradoja inquietante: mientras el presidente estadounidense impulsa, por intereses geoestratégicos no siempre confesables, un proyecto de negociación para poner fin a la guerra en Ucrania, Europa opta por mantener e incluso intensificar el conflicto.
La ambición de Trump y la disyuntiva europea
El neofascista Trump, conocido por sus declaraciones radicales –que incluyen llamar a expulsar a los palestinos de la Franja de Gaza y amenazar a países como China, México, Canadá, Dinamarca, Panamá y la propia Unión Europea– persigue intereses comerciales, financieros y geopolíticos. Su estrategia se orienta, sobre todo, a romper la alianza entre Rusia y China para facilitar un ataque directo al que considera abiertamente su gran enemigo sistémico: China. En este contexto, Trump estuvo a punto de lograr que el presidente ucraniano Zelenski aceptara un alto el fuego acompañado de un acuerdo que otorgaría a Estados Unidos la gestión de gran parte de los recursos naturales ucranianos y la garantía de seguridad en el terreno. Este acuerdo habría supuesto un importante triunfo político para Trump, permitiendo a EE. UU. competir con los avances diplomáticos de China, mientras se apropiaba de recursos naturales ucranianos y se beneficiaba económica y políticamente de la futura reconstrucción de del país, al estilo de lo que ocurrió en Iraq. En ese escenario, Europa quedaría relegada tanto en términos políticos como económicos.
La Cumbre de Londres: Confrontación de modelos
Mientras tanto, con la Cumbre de Londres, a la que asistieron mandatarios de una veintena de países europeos, junto al secretario general de la OTAN, la presidenta de la Comisión Europea y algún mandatario no europeo, como Trudeau, que busca alianzas para protegerse de las agresiones de Trump, se han podido ver con claridad las dos tendencias contrapuestas dentro del capitalismo global. Por un lado, se encuentra la vertiente “nacional capitalista” de Trump; por otro, la apuesta por el neoliberalismo global, defendida por Reino Unido y Francia. Durante la cumbre se acordaron cuatro puntos clave:
- Mantener el flujo de ayuda militar a Ucrania mientras la guerra continúe, incrementando la presión económica sobre Rusia.
- Garantizar la soberanía y seguridad de Ucrania como condición indispensable para una paz duradera, con la participación ucraniana en todas las negociaciones.
- Trabajar para disuadir cualquier futura invasión rusa de Ucrania en caso de un acuerdo de paz.
- Formar una “coalición de países” para defender a Ucrania y asegurar la paz.
Una lectura atenta de estos puntos revela deficiencias críticas. No se contempla un alto el fuego inmediato, controlado por la ONU, que abarque todas las partes en conflicto, ni se garantiza la seguridad de todos los Estados de la región; se focaliza únicamente en Ucrania. En una zona plagada de conflictos territoriales y soberanías en disputa –herencia directa de la desmembrada Unión Soviética– solo un acuerdo que ofrezca seguridad integral a todos los países involucrados podrá sostenerse a largo plazo.
Además, en lugar de promover una negociación de paz inclusiva enmarcada en organismos internacionales como la OSCE y la ONU, se propone la formación de una confusa “coalición de países” –o incluso de voluntarios– para desplegar tropas y aviones, sin especificar la procedencia o el control de estas fuerzas.
Este escenario impulsa a los sectores más belicistas, como la presidenta Von der Leyen, quien lleva años preparándonos para una guerra abierta contra Rusia. Von der Leyen, actual presidenta de la Comisión Europea y antigua ministra de Defensa de Alemania, ha presentado su plan «ReArm Europe», con el que pretende movilizar 800.000 millones de euros para gastos de defensa, cifra superior a la destinada para combatir la pandemia del COVID-19.
Mark Rutte, secretario general de la OTAN –la mayor maquinaria de muerte y destrucción del planeta– ha declarado que los ciudadanos de los Estados miembros deben «aceptar hacer sacrificios», como recortes en pensiones, sanidad y sistemas de seguridad, para incrementar el gasto en Defensa y garantizar la seguridad a largo plazo en Europa.
Mientras tanto, Kaja Kallas, jefa de política exterior de la UE, advierte: «Si juntos no somos capaces de ejercer suficiente presión sobre Moscú, ¿cómo podemos afirmar que podemos derrotar a China?» Sin embargo, ¿cuándo y por qué sería necesario derrotar a China? ¿Por qué, en lugar de enfrentarnos a ella, no comenzar a considerarla un aliado o socio, dada su ejemplar conducta en el respeto a la soberanía de otros pueblos y en el establecimiento de relaciones internacionales basadas en el beneficio mutuo, especialmente considerando que China no está inmersa en conflictos bélicos y busca la cooperación?
La crisis de identidad europea y la cuestión de la defensa
El escenario que emerge en Londres reafirma que los Estados europeos, junto a otros actores de la cumbre, se convierten en un obstáculo para lograr un alto el fuego inmediato que permita negociar una salida justa y estable del conflicto, garantizando la seguridad de toda la región. Asimismo, se insiste en mantener y ampliar un modelo de seguridad militarista basado en la disuasión, lo que conlleva un aumento del gasto militar a costa de recortar inversiones sociales, profundizando la crisis económica y social en Europa y creando un caldo de cultivo para el avance del fascismo.
Paralelamente, no se contempla la celebración de una Conferencia de Seguridad para toda Europa que fomente un modelo de cooperación integral, ni la recuperación de relaciones constructivas con Rusia. En lugar de ello, se apuesta por intensificar la presión y el saqueo de los fondos rusos depositados en el Banco Británico, una estrategia que, lejos de solucionar el conflicto, perpetúa la confrontación y deja a Europa marginada de un diálogo verdaderamente multilateral.
¿Hacia dónde debe dirigirse Europa?
Ante este panorama, surge la pregunta: ¿de quién se tiene que defender hoy Europa? ¿Es correcto mantener esta espiral destructiva de tensiones con una Rusia que ha existido en su posición histórica, o es hora de establecer un marco de convivencia y entendimiento con nuestros vecinos al este? ¿Seguiremos buscando enemigos y provocando a Rusia y China, o comenzaremos a forjar alianzas basadas en la cooperación y el beneficio mutuo?
La OTAN ya no es percibida como un instrumento útil para garantizar la seguridad ni si quiera por los países más atlantistas. Si Estados Unidos ataca a Canadá o Groenlandia, ¿la OTAN apoyará a estos países o respaldará a EE. UU.? ¿Continuarán los países europeos invirtiendo en una OTAN liderada por unos Estados Unidos en constante conflicto con Europa y Canadá?
Frente a estas cuestiones, Europa debe replantearse su estrategia de defensa: dejar de incrementar el gasto militar que sacrifica servicios públicos esenciales y, en su lugar, mejorar la coordinación de los ejércitos europeos con fines exclusivamente defensivos, y buscar marcos de colaboración con nuestros vecinos de Eurasia, África y América Latina.
Además, es urgente que la UE rompa con la espiral de errores que la ha relegado a un papel secundario en la resolución de la guerra de Ucrania. ¿Continuará profundizando esos errores o se comprometerá de una vez por una solución diplomática que garantice un modelo de seguridad integral para toda la región, incluida la Federación Rusa? Esa es la única manera de prevenir futuros conflictos y garantizar un largo periodo de paz y estabilidad en Europa.
La urgencia de un nuevo modelo de seguridad y cooperación
Europa se encuentra en una encrucijada. Mientras Estados Unidos y sus aliados belicistas –representados por figuras como Trump, Von der Layen, Mark Rutte y Kaja Kallas– impulsan una estrategia que favorece el militarismo y la confrontación, existen propuestas alternativas que reclaman un diálogo global y una política de seguridad integral. La visión emergente, defendida desde China y Brasil, aboga por un alto el fuego, una conferencia internacional de paz y una cooperación multilateral que involucre a todos los actores relevantes, garantizando la seguridad y la estabilidad regional.
La única respuesta posible ante la amenaza imperialista de un orden unipolar es la unidad y la acción coordinada. Europa debe abandonar la dependencia de Washington y asumir su autonomía en materia de política exterior y de defensa. Es imperativo organizar una Conferencia Internacional por la Paz y una Contra Cumbre en La Haya que articulen un horizonte alternativo basado en la solidaridad, la justicia y el respeto a la vida, con el objetivo de transformar la agresión en paz y construir un futuro en el que la soberanía y los derechos de los pueblos sean inviolables.
¡El futuro de la paz y la seguridad global depende de la capacidad de Europa para redefinir su papel en el escenario internacional y buscar la cooperación, en lugar de la confrontación!
Autor: Manu Pineda
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