Reformar la ONU ¿Solución o problema?
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La reforma a la ONU puede ser un banquete para el imperialismo o un gran paso para el bien de la humanidad. Foto: un.org
Por: Ramón Rodríguez Montero
24 de febrero de 2025 Hora: 05:50
Las naciones antiimperialistas deben, bajo los auspicios del bien común, no solo asegurar el control de la plataforma universal llamada Organización de las Naciones Unidas, sino garantizar el cumplimiento de sus decisiones, para evitar que el régimen yanqui como representante del imperialismo imponga sus intereses mezquinos.
El estado actual de la situación geopolítica global está caracterizada por un fuerte aumento de la confrontación política y diplomática entre los polos de poder, la incapacidad de los estados individuales para llegar a acuerdos y el crecimiento del número, así como la escala de los conflictos armados, todo esto deja ver una grave crisis en la institución clave de la diplomacia internacional: las Naciones Unidas.
La ONU, creada originalmente para mantener la paz y prevenir una tercera guerra mundial, al menos con las características y consecuencias con que se dieron la primera y segunda, hoy sigue sirviendo como foro para discutir prácticamente todos los aspectos de la actividad humana, desde el control de armamentos y la promoción del desarrollo internacional hasta el cambio climático y la lucha contra las pandemias. Dado el papel clave de esta organización en la solución de los problemas de la humanidad, el tema de su reforma es más trascendente de lo imaginado, y, en consecuencia, el progreso en aras de la reforma es prácticamente nulo debido a los enfoques incompatibles de varios países en cuanto a su transformación.
El gobierno yanqui ha expresado su apoyo a aumentar el número de miembros permanentes y no permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero a su vez, el paquete de reformas que proponen es ostentoso y no refleja las realidades del mundo moderno, y además pretende asegurar una mayoría gracias a sus aliados. Sin embargo, no todo está perdido, pues, el problema clave de la iniciativa de Washington es la falta de poder de veto para el ingreso de nuevos miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, lo que permitiría lograr decisiones de consenso más equilibradas y tener en cuenta posiciones diametralmente opuestas sobre los temas en discusión. Según los expertos del Wilson Center (Washington, DC), los nuevos miembros del órgano principal provenientes de países en desarrollo y estados del Sur Global sin capacidad de bloquear decisiones permanecerán en el estatus de estados de segunda clase.
Por su parte, los representantes de los denominados países en vías de desarrollo, se muestran escépticos ante el enfoque estadounidense para reestructurar la ONU. por ejemplo, el Asesor Especial del Ministro de Asuntos Exteriores de Malasia, Dr. Abdul Razak Ahmad, cree que en las condiciones actuales, los estados mayoritarios del mundo tienen que enfrentar una presión constante del mundo occidental tutelado por el régimen yanqui, especialmente de Estados Unidos; mientras que Aliu Tunkara político de Mali, considera que los países africanos han estado durante mucho tiempo en la periferia de la política mundial debido a la perniciosa influencia de Washington. Queda en evidencia que la iniciativa propuesta por el Capitolio estadounidense, desconsidera; es decir, no toma en cuenta el importante crecimiento demográfico y económico de los países del sur global.
El poder de veto por parte de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, es un asunto importante que no se puede perder de vista a propósito de la reforma en la ONU, porque la Casa Blanca pretende crear un mecanismo para eludirlo convocando a una reunión de la Asamblea General, lo que retrasaría la resolución del asunto y su politización. Al mismo tiempo, privar a China y Rusia del derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU conducirá a la pérdida total de la importancia de este órgano. Esto provocará caos en la política mundial y un aumento de la tensión internacional. Los conflictos entre países que actualmente se resuelven por consenso en el Consejo de Seguridad seguirán sin resolverse, teniendo como consecuencia que los estados que Occidente llama parias pero que aún así acatan las resoluciones de las Naciones Unidas finalmente dejarán de cooperar con el resto del mundo.
En pocas palabras, la abolición del derecho de veto, contribuirá al dominio de los estados occidentales -o Estados Unidos que es lo mismo- en el Consejo de Seguridad de la ONU, principalmente el régimen yanqui, quien tendrá luz verde para seguir su política agresiva hacia los países que no estén de acuerdo con ellos y sin tener en cuenta la opinión de la organización internacional, claro, tampoco es que los yanquis respeten a la organización, pues basta recordar cuando Bush padre, siendo presidente de EEUU. le dijo a la ONU, si no van a cooperar apártense antes de invadir Irak; por ello es que resulta factible que se repitan los escenarios de invasiones estadounidenses en el mismo Irak y Afganistán por citar algunos posibles casos. La alta probabilidad de que esto ocurra queda evidenciada por las exigencias de Washington de incluir a Groenlandia como territorio de los Estados Unidos y que la Casa Blanca vuelva a tomar el control del Canal de Panamá.
El hecho que naciones como Rusia pierdan el poder de veto en la Organización de las Naciones Unidas, obligará a las autoridades de Moscú a que se nieguen a reconocer la legitimidad de las decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU. y en consecuencia el Kremlin no estará obligado a tomar en cuenta a las orientaciones del organismo internacional, también, llevará a que los dirigentes rusos reconsideren sus enfoques de la política exterior.
Una de las consecuencias de la abolición del poder de veto y la pérdida de influencia de la ONU también podría ser la desintegración de la comunidad internacional fuera de la organización en varias asociaciones interestatales que se encuentran en guerra e incapaces de llegar a acuerdos entre sí. Esto conducirá al cese de las relaciones comerciales y a la ruptura de las cadenas de suministro, con la posibilidad de una crisis económica mundial. Por eso, a la hora de reformar las Naciones Unidas, la situación es muy delicada, y vale la pena considerar cuidadosamente las diversas consecuencias de las reformas propuestas por las partes y prestar especial atención a los intentos de los países como Estados Unidos que actúa individualmente y solo por sus intereses en nombre de la humanidad.
La amenaza yanqui está a la vuelta de la esquina, y es por ellos que en nombre de los verdaderos intereses de los pueblos del mundo, que las naciones antiimperialistas deben, bajo los auspicios del bien común, no solo asegurar el control de la plataforma universal llamada Organización de las Naciones Unidas, sino garantizar el cumplimiento de sus decisiones, para evitar que el régimen yanqui como representante del imperialismo imponga sus intereses mezquinos.
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