Sánchez en la tempestad: nuevo curso, nuevas mareas

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Pedro Sánchez encara su séptimo año como presidente de un gobierno de coalición al que le cuesta demasiado armar mayorías en el Congreso de los Diputados. Foto: EFE


Por: Álvaro Fragua

20 de septiembre de 2024 Hora: 22:10

Tras un agosto de aparente calma en las aguas de la política española, los partidos y medios de comunicación han empezado a tomar rumbo con los cañones bien cargados.

Pedro Sánchez encara su séptimo año como presidente de un gobierno de coalición al que le cuesta demasiado armar mayorías en el Congreso de los Diputados. Consciente de que necesita un navío resistente a las mareas cambiantes, ha anunciado el adelanto del 41º congreso federal del PSOE. Tras perder amplios espacios de poder local en 2023, se espera una renovación en muchos territorios, siempre con la mirada puesta en el próximo ciclo electoral que iniciará en 2026.

En este segundo curso de la legislatura, ya no le sorprende a nadie que su iniciativa política se sostenga con palabras y no con hechos. La primera gran prueba ineludible será intentar aprobar los Presupuestos Generales del Estado de 2025. De no lograrlo, España entraría en segunda prórroga presupuestaria, poniendo en evidencia, otra vez más, la incapacidad del ejecutivo para gobernar.

Recordemos que Sánchez renovó su mandato gracias a los votos de SUMAR (socio de coalición y que en aquel momento integraba a PODEMOS), y los partidos regionales del País Vasco (EH BILDU, PNV), Galicia (BNG), Canarias (CC) y Catalunya (ERC y JUNTS). Un año después han pasado dos cosas relevantes: la ley de amnistía, clave para su investidura, ha sido boicoteada por la derecha judicial y el PSC (marca del PSOE en Catalunya) ha ganado con bastante holgura en las elecciones regionales del 12 de mayo. Los partidos independentistas catalanes, que son necesarios en la aritmética parlamentaria, cada vez tienen menos incentivos para apoyar al gobierno central. En especial, la derecha de JUNTS. No descartemos que Pedro Sánchez muera por éxito en Catalunya.

¿Pero la falta de apoyo marcará el final del resiliente Pedro Sánchez? No tiene pinta. El firmante del Manual de Resistenciaparece sentirse cómodo con una aritmética parlamentaria que esclerotiza su acción de gobierno. Mientras tanto, asuntos como la crisis de salarios, acordar una política de migración ordenada y garantista, o los desorbitados precios de la vivienda siguen sin ser atendidos.

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Desde su amago de dimisión en los últimos días de abril, su victoria política más difícil ha sido la renovación del órgano del gobierno de los jueces (caduco desde 2018) vía reparto de puestos con el Partido Popular. Vuelven los pactos de Estado, vuelve la hegemonía del PPSOE.

Con un discurso de izquierda light pero suficiente para confrontar con la derecha, el PSOE está canalizando las fugas de votantes del espacio que una vez representó Unidas Podemos -hoy dividido entre Sumar y Podemos-. Votantes que huyen despavoridos tras el naufragio de un barco cuya tripulación se lanzó demasiado rápido a los brazos del canibalismo. Los cuadros y dirigentes que resisten a la deriva sueñan con el don de la resurrección mientras aguardan turno para ser devorados por el tiburón de la irrelevancia.

En el espectro derecho, los augurios no son buenos para el líder de la oposición. Feijóo, que tiene la curiosa afición de autolesionarse en cada combate contra Sánchez, sigue necesitado de un adelanto electoral porque sabe que su tiempo se agota.

La presidenta de la región de Madrid —sede incontestable de la política española—, Isabel Díaz Ayuso, madrina y amadrinada por los medios de desinformación (41,5 millones de euros del erario dedicados a publicidad institucional entre 2022 y 2023) continúa ganando popularidad. Y ya prepara los cuchillos de filo ambivalente, neoliberal-culture warrior, para cuando toque liderar el motín contra su compañero-enemigo de partido y capitán de los días contados, Alberto Núñez Feijóo. No descartemos que sea Ayuso quien consiga llevar la nave azul al buen puerto de la Moncloa.

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En el horizonte de las aguas neoliberales, donde el único rumbo de política pública es debilitar las instituciones y deshacer los pocos lazos comunitarios que quedan, mientras se echa más leña al capitalismo (y su crisis), ha aparecido el pirata Alvise Pérez. Sin parche en el ojo, ni pata de palo, pero con una comunidad en telegram de más de 708.000 almas y sin pisar un plató de televisión, logró por sorpresa 800.000 votos y tres eurodiputados ultras en las elecciones del 9 de junio. Desde su cuenta de Telegram despliega bulos y teorías de la conspiración. Y también desde allí se permite el lujo de hacer guiños a los votantes del partido ultraderechista por excelencia, VOX, explotando sus guerras internas. Aunque VOX resiste, acusa un desgaste causado por un discurso agotado y su presencia en algunos gobiernos regionales de la mano del PP. Parece que VOX está perdiendo la patente de corso —otorgada por las élites económicas y refrendada por los votantes antisistema de la derecha— en favor de Alvise Pérez, nuevo talismán con cara de tótem de los varones jóvenes descreídos con el sistema de democracia imperfecta y el avance del feminismo. Habrá que prestar atención al termómetro Forocoches para ver cómo se mueven las posiciones intestinas en la ultraderecha.

Esta tricefalia en las opciones electorales de la derecha podría jugar a favor de Pedro Sánchez. Consciente de ello, espera así equilibrar el desgaste de un socio de gobierno que creen que no da para más. Por eso, el presidente y su aparato parecen más centrados en alimentar a Alvise Pérez que en solventar los problemas más acuciantes de la ciudadanía.

Si en este nuevo ciclo político la esperanza para la mayoría se aleja de los espacios de gobierno, es posible que se concentre de nuevo en los movimientos ciudadanos. Algunos tan audaces como el sindicato de inquilinas que esta semana nos sorprendía con el anuncio de una huelga de pago de alquiler de más de 900 familias que están sufriendo los abusos de uno de tantos fondos buitre (Nestar-Azora).

Pero todo puede cambiar en un instante. Veremos cómo afectan a las mareas españolas los vientos que llegan poniente. En noviembre, Estados Unidos va a elecciones y se pondrá a prueba la fórmula de la alianza del multimillonario Elon Musk, dueño de X, la mayor plaza pública de discusión global, y Donald Trump. Que gane Kamala Harris posiblemente no alivie la situación del pueblo palestino que resiste bajo las bombas del genocidio. Pero la victoria de Trump, en abierta cooperación estratégica con un magnate de las tecnológicas, marcará el camino a los movimientos ultraderechistas que, ávidos de poder, aguardan el momento justo para asaltar las instituciones en Europa y América Latina.

Autor: Álvaro Fragua

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