Sin Junín no hay Ayacucho


Por: Ricardo Romero Romero

6 de agosto de 2024 Hora: 14:01

Ricardo Romero Romero

La campaña libertadora del Perú es uno de los episodios trascendentes de la historia de América. Se inició en 1823, una vez posicionado el Libertador Simón Bolívar en Guayaquil y luego de su encuentro con el general José de San Martín, se dispuso una alianza con Chile, en la que de forma paralela iba a desencadenar la derrota definitiva del imperio español en el continente.

Pero antes, había un escollo para que este avance diera paso a uno de los últimos bastiones realistas en Sudamérica. Situada en una pampa de más de 4 mil metros de altitud sobre el nivel del mar, el Junín de hace 200 años era muy frío y un tanto inhóspito. No era fácil planificar en ese terreno, ya que el ejército realista, en su mayoría, tenía combatientes acostumbrados al clima.

En este sentido, la Batalla de Junín debía ser ganada bajo una estrategia no convencional. La confrontación fue entre las caballerías del Ejército Unido Libertador, dirigido por el General en Jefe Simón Bolívar y el Ejército del Norte bajo las órdenes del Comandante en Jefe José de Canterac. Los patriotas contaban con 1000 jinetes, mientras que los realistas superaban los 1300.

Españoles subestiman a Bolívar

Según el escritor e investigador José Sant Roz, Canterac “subestimó el poder y la fuerza del Libertador, metiéndose en un terreno sin haber tenido en cuenta el límite para observar y atacar certeramente, cayó en una trampa sin remedio. El realista mandó a la retirada de su caballería y los patriotas lo persiguieron, causando un enorme desastre en los españoles”.

Agrega Sant Roz que en esa batalla “no se hizo un solo tiro, porque la infantería de los realistas estaba muy lejos, mientras que los soldados del Ejército Libertador estaban resguardados por el inclemente frío. Ese enfrentamiento fue a cuchillo, a lanza y espada. Además, estaban los llaneros venezolanos, que eran temibles e invencibles”.

Otro factor que Bolívar aprovechó, fue el aislamiento del Ejército Real del Perú de la península española, en virtud de que la mayoría de los caminos y vías de comunicación eran dominadas por las fuerzas libertadoras. También se añade la rebelión de Olañeta en el Alto Perú (Bolivia) y otras sublevaciones, que al tener varios frentes dividió a las fuerzas del rey.

El viernes 6 de agosto de 1824 en Junín, además del Libertador Simón, estaban presentes los generales venezolanos Antonio José de Sucre, Jacinto Lara, entre otros y los peruanos José de La Mar, José Andrés Rázuri, el argentino Mariano Necochea que fue decisivo en la caballería y entre los colombianos José María Córdova, el británico George Miller y el irlandés Burdett O’Connor.

Junín es preámbulo de la gloria de Ayacucho

El historiador Javier Escala, estima que la Batalla de Junín sirvió de preámbulo a la ocurrida en Ayacucho en diciembre de ese mismo año. “Este triunfo le entrega a Bolívar los valles centrales del Perú, además de inmensos recursos como armamentos. Igualmente, le permite afianzar su sitio de miras a El Callao y Lima, que habían caído en manos realistas en febrero de ese mismo año”.

Esto resultó letal para los realistas, ya que sus huestes recibían noticias de la ferocidad de los llaneros del Ejército Libertador, razón por cual se hicieron legendarios. “Canterac se retira hasta Cuzco, localidad donde estaba el virrey La Serna, fiel a Fernando VII. Bolívar ataca por separado a estas fuerzas, que venían de una fractura en la misma España”, añade Escala.

La victoria en Junín constituyó un golpe moral para los realistas, ya que la caballería española derrotada en la pampa peruana “era indoblegable, tuvieron 464 bajas, dejando desgastadas las fuerzas peninsulares, por lo que Junín también significa la caída moral y militar de un imperio”. Escala además afirma, que la importancia de esta batalla radica en la unidad:

“El Ejército Unido Libertador fue una fuerza compuesta por peruanos, grancolombianos, argentinos, chilenos, ingleses, irlandeses. Todos peleando por una causa común, lejos de sus patrias natales, familias, cansados por los largos recorridos, en una guerra de 14 años, habiendo combatido en Venezuela, Nueva Granada, Quito y así buscaron la libertad de todo un continente”.

Los hombres y mujeres, cuyos nombres se desconocen, que estuvieron presentes en Junín y luego en Ayacucho nos dieron la redención y el camino a la independencia. El Bicentenario de esta batalla heroica nos llega en medio de otra clase de guerra, cognitiva y cibernética, fraguada por poderes hegemónicos. Las fuerzas realistas de hoy también serán derrotadas. Nos vemos en Ayacucho.

Fuente: teleSUR - Ricardo Romero Romero

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