Palabras de ida y vuelta. Allende y Cuba

La visita del Comandante de la Revolución cubana, era portadora de la solidaridad con el pueblo y el gobierno chilenos.


11 de septiembre de 2024 Hora: 17:56

El gobierno de Salvador Allende concluyó el proceso de la primera y única reforma agraria del Cono Sur, que puso 10 millones de hectáreas en manos del campesinado, organizado en sindicatos comunales.

El principal periódico cubano, “Revolución” -Órgano oficial del M-26-7, seis años después convertido en el diario Granma- expuso el 28 de enero de 1959 en Cuba, una reseña de la primera visita de Salvador Allende a La Habana, a menos de un mes del triunfo revolucionario.

La nota decía que ya llevaba varios días en la capital cubana, y el día antes de su publicación, el senador chileno, había conversado con Fidel Castro en el Palacio Presidencial.

 “El doctor Allende ha venido a Cuba a estudiar el desarrollo de la Revolución Cubana, a ver de cerca el proceso de estabilización de los principios revolucionarios y a traer al pueblo de Cuba y a sus actuales gobernantes, el testimonio de la fervorosa adhesión del pueblo chileno a la lucha emprendida en nuestro país, por el establecimiento de un régimen de justicia social y de libertades económicas. […]”
“La Revolución Cubana no les pertenece exclusivamente a ustedes —sigue diciendo el doctor Salvador Allende—; se trata del movimiento de mayor trascendencia que se haya realizado en América. Su influencia y sus repercusiones, rebasan con mucho los límites de esta hermosa isla. América entera se ha sentido conmovida hasta lo más hondo, por la formidable sacudida que se inició en las alturas de la Sierra Maestra y llega hasta los límites más australes del continente. Los líderes cubanos son conocidos en el continente entero y aunque en su lenguaje de hoy no haya muchas cosas nuevas, hay, sin embargo, algo de enorme trascendencia: que se trata de un lenguaje empleado desde el gobierno, por los hombres que tienen en sus manos los destinos del país. Es el lenguaje de la Revolución en el poder”.

La nota señalaba que en 1952, el Che conoció a Salvador Allende, durante su primer viaje por el sur de América, cuando el argentino escuchó por radio dos de sus discursos, durante su primera campaña presidencial.

Resulta poco conocido el apoyo a la guerrilla del Che en Bolivia, por parte de Salvador Allende, quien ubicó personas de su confianza próximos a la frontera, para hacer contacto con ellos y resguardarlos en Chile a inicios de 1968, cuando todo se les hizo difícil ante la intensificación persecutoria contra los guerrilleros.

Las autoridades chilenas ordenaron su traslado a territorio nacional, al encuentro con una parte de los guerrilleros, quienes ya en la capital chilena contaron con el apoyo de Allende.

Dada la presión de la CIA para que fueran devueltos a Bolivia, la actitud de Allende tras la caída en combate del Che, fue la de un amigo. No solo estuvo con los tres cubanos sobrevivientes de la guerrilla, en Iquique, sino que también los acompañó a Pascua y Tahití, en agosto de 1968, donde permanecieron por decisión del gobierno chileno. Allende fungía como presidente del Senado y fue decisiva su acción para el traslado a salvo hacia Cuba.

Allende fue candidato presidencial por 4 ocasiones, hasta que en 1970, ganó como candidato marxista; un hecho inédito para América Latina.

El 4 de septiembre de 1970, Fidel estuvo en la redacción del diario Granma, atento a la información del resultado de los comicios en Chile. Al conocer su triunfo, pidió destacar en el titular, que el triunfo era sobre el imperialismo. Quería dejar la constancia, emitió un saludo con su firma y también conminó a los presentes a rubricarlo. Luego envió un ejemplar a Allende y en la madrugada siguiente del día de la elección, lo llamó por teléfono para felicitarlo.

 La Vía Chilena al Socialismo, fue la escogida para llegar por la vía democrática. Se reconoce, impulsó la nacionalización del cobre, considerado como “la viga maestra” del desarrollo económico chileno, del cual son uno de los grandes productores mundiales. Promovió medidas progresistas como la redistribución del ingreso y la reactivación de la economía.

El gobierno de Salvador Allende concluyó el proceso de la primera y única reforma agraria del Cono Sur, que puso 10 millones de hectáreas en manos del campesinado, organizado en sindicatos comunales. Tras el golpe militar protagonizado por Augusto Pinochet, con respaldo terrateniente, respondió con una sanguinaria contrarreforma que concentró la tierra, privatizó el agua e instaló el monocultivo forestal.

Como no pudo ser en 1970, la implicación directa del gobierno de Estados Unidos en un primer golpe fallido contra Allende, cumplió sus objetivos en el de 1973. Al decir de Joan Garcés, asesor del presidente Allende, “el golpe de estado fue generado en la Casa Blanca”, en contubernio con traidores al gobierno.

“Era un hombre que amaba la vida, las cosas buenas y los placeres de la vida. Ése era Allende. Era afable, de diálogo fluido. Solía hacer bromas y a su vez era una persona de unas convicciones extraordinarias”. Dijo a la periodista Fernanda Paúl, que en Allende había un pensamiento, un análisis de la realidad y valores que fueron constantes en su vida. Valores de la Revolución Francesa liberal democrática que arranca del siglo de las luces. Una visión del socialismo que incorpora raíces de libertades, de racionalidad y de humanidad.

“Era una persona realmente humana. Y el último día de su vida lo demostró cuando su preocupación estuvo en salvar vidas (…) Para el presidente, fue una batalla de carácter política y moral, frente a una traición y un ataque tan brutal contra las instituciones del Estado. Y esa batalla, Allende la dio por sentido político. Él era un político. Y fue su última batalla política. Y si estamos hablando de ese día hoy -51 años después- es porque política y moralmente esa batalla la ganó al costo de su vida”; precisó Garcés.

El Presidente médico, salvó la vida de casi todos sus compañeros, excepto unos 15 o 20, que estaban dentro del palacio (el 11 de septiembre); eran sus escoltas personales, jóvenes militantes del Partido Socialista, identificados con el programa de gobierno. “Son ellos los que hicieron frente al ataque. Son los héroes, junto al presidente, de una batalla que militarmente no tenía desenlace equívoco”.

“Cuando el presidente reunió a todos sus colaboradores civiles, diciéndoles que estaban en libertad de salir, ninguno salió. Todos se quedaron con él. Después del asalto, los detuvieron a todos, a la mayoría los torturaron, los asesinaron y algunos desaparecieron. El equipo personal del presidente de Chile fue exterminado en exactamente 48 horas”, dijo el asesor de Allende.

“En su última alocución, él hizo esa reflexión: pagaré con mi vida. Ese manifiesto lo dijo por la radio. Y yo conocía perfectamente su mentalidad, sabía que iba a morir combatiendo. Siempre me han preguntado cómo murió el presidente. Yo digo que no lo sé. Porque tengo dos versiones, pero ambas versiones para mí son indistintas. Desde el momento en que él está dispuesto a morir en combate, quien dispara la bala que le mata es irrelevante. Lo que importa es su decisión de combatir hasta la muerte”.

Se dice que el fatídico 11 de septiembre de 1973, Allende portaba un arma AKMS, regalada personalmente por Fidel Castro, durante su visita a Chile en 1971. “Desde esa fecha el arma tiene un destino desconocido. En 2011, familiares del mandatario reclamaron al Ejército la devolución del fusil, quienes lo incautaron y presuntamente aun lo conservan”, refiere el periódico Granma.

En una de las esquinas de la Plaza de la Constitución, a escasos metros del lugar donde combatió valientemente, fue inaugurada en el año 2000, una escultura de 3 metros hecha por el artista Arturo Hevia. Representó su sacrificio final por medio de la plasticidad en una figura de bronce para la el Presidente, envuelto en la bandera chilena. Pareciera casi a punto de emprender el vuelo por sobre aquel sólido pedestal de piedra, que se abre como un enorme útero. Es la imagen del Presidente renaciendo en el momento mismo de morir, como en el simbolismo masónico de la iniciación o en el mito del Ave Fénix.

En otros términos, narra el escritor chileno Hermes H. Benítez: “es Allende trascendiendo la existencia terrenal de los mortales, para elevarse al plano de la existencia eterna de los seres míticos”.

“Hemos disfrutado mucho los éxitos extraordinarios de tu viaje a Ecuador, Colombia y Perú. ¿Cuándo tendremos en Cuba la oportunidad de emular con ecuatorianos, colombianos y peruanos en el enorme cariño y el calor con que te recibieron?”. Escribió Fidel a Allende, en una carta durante los preparativos del viaje a Chile, que finalmente sucedió.

La visita del Comandante de la Revolución cubana, era portadora de la solidaridad con el pueblo y el gobierno chilenos. Allende ya había declarado a Prensa Latina, que con esta visita interpretaba el anhelo del pueblo de Chile. “Cuba es una nación vinculada a la historia de América Latina, Fidel Castro representa a una auténtica Revolución y queremos intensificar los tradicionales lazos amistosos que siempre han existido entre nuestros países”, dijo.

“Pese a la diferencia de método, nuestro proceso, como el de Cuba, está destinado a lograr la segunda independencia”. En ese sentido, aclaró dudas acerca de las condiciones en que el pueblo cubano había conquistado el poder, contra la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista. En el caso de Chile, dijo que el proceso de cambio se había desarrollado “bajo otras estructuras y por ello los caminos practicados han sido diferentes”.

Enfatizó en un discurso pronunciado el 4 de noviembre, que aunque por distintos caminos, ambos pueblos marchaban hacia el mismo objetivo. Allende puntualizó el escaso costo social del estado chileno y enfatizó que la revolución cubana adoptó medidas que tuvieron oportunidad y necesidad de tomar, que no se produjeron en el caso chileno.

“El pueblo (chileno) quiere ver a Fidel, y a lo mejor quieren verme a  mí”, dijo en tono jocoso. Explicó que le darían la bienvenida al presidente cubano y lo llevarían a recorrer las calles de Santiago de Chile en un automóvil abierto.

Fue un caluroso miércoles 10 de noviembre de 1971, cuando el líder de la Revolución cubana iniciaba la visitaoficial a Chile, durante 24 días. Los carteles de bienvenida expresaban: ¡Bienvenido amigo Fidel!, ¡Fidel, Allende, el pueblo los defiende!

Al bajar del avión, vestido con su icónico uniforme verde olivo, Castro recibió el abrazo del Presidente de Chile, Salvador Allende Gossens, quien acudió al aeropuerto de Pudahuel con una comitiva de ministros, subsecretarios, líderes de los partidos de la Unidad Popular, la primera dama Hortensia Bussi, y el cardenal Raúl Silva Henríquez.

El presidente cubano fue saludado con salvas de honor por 21 cañonazos, lanzados por los efectivos de la Escuela de Aviación. El entusiasmo popular llevó a que un grupo de personas, intentaran saludar al visitante en el momento del aterrizaje del avión. La crónica de La Tercera, publicada el jueves 11, dijo: “Una multitud derribó alrededor de 15 metros una empalizada de la parte norte e invadió la losa, intentando superar el dispositivo de seguridad el que debió movilizarse urgentemente”.

También hubo reacciones polarizadas, de la gente hacia el invitado. “Aunque la derecha casi no existía, Patria y Libertad era solo un montón de exaltados sin fuerza política”, detalla Alfredo Sepúlveda, profesor de la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales.

Por su parte, el recuerdo de un testigo desde el mismo aeropuerto, José Antonio Viera-Gallo, quien por entonces fungía como subsecretario de Justicia, fue: “Él llegó a Chile como un héroe. Yo creo que la recepción a Fidel Castro, multitudinaria, fue sólo comparable a la que se le dio al Papa Juan Pablo II en la época de Pinochet. Fue una cosa muy masiva, muy grande”.

El viaje incluyó la visita a las provincias de Tarapacá y Antofagasta, en contacto con los trabajadores mineros y los del puerto de Arima. También los salitreros de Pedro de Valdivia, María Elena, los hombres extractores de oro y cobre en Chuquicamata, que fue considerada la mina a cielo abierto más grande del mundo en su tipo y la mayor productora de cobre.

Estuvo en Iquique durante una concentración en la plaza Prat, luego visitó a los obreros de la fundición Huachipato, en Concepción y a los tripulantes del buque Jigue. Después en el estado regional de Concepción, en la Universidad, la ciudad de Tomé y los vecinos de Jota y Coronel.

Fue aclamado por los estudiantes de la Universidad Técnica de Puerto Arenas,
los petroleros de la Tierra del Fuego en Magallanes, así como por  el personal del centro ovino de Río Verde. Un encuentro con los dirigentes de la Central Única de Trabajadores, los obreros y vecinos de El Teniente, en Santiago de Chile.

Fueron muchos contactos con los chilenos: en el Estadio Municipal de Santiago, en el de Rancagua, Santa Cruz y Colchagua. Compartió con las mujeres en el Estadio de Santa Laura, con estudiantes de la Universidad Técnica del Estado. También en la Escuela de Alta Montaña en Río Blanco y ante la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Sostuvo una conversación con sacerdotes revolucionarios y con el pueblo de Valparaíso en la plaza Sotomayor.

Sin descanso, el acto de despedida del pueblo chileno fue en el Estadio Nacional, consecutivamente una conferencia de prensa con los periodistas extranjeros y antes de regresar, hubo una declaración conjunta cubano-chilena. “La visita de amistad de Fidel Castro a Chile marcó un paso decisivo, no sólo en la progresiva bancarrota de la política de aislamiento (impuesta por Estados Unidos) contra Cuba, sino fundamentalmente en el proceso de entendimiento, comprensión y solidaridad de los pueblos de América Latina, para enfrentar unidos los grandes intereses que se oponen a su pleno desarrollo político, económico y social”.

En febrero de 1972, Fidel le solicita a Allende, fijar su fecha de visita a La Habana, aunque manifiesta comprende el trabajo intenso y las complejidades de Chile. “Por mi parte, aquel día, vísperas de mi regreso, cuando cenábamos ya de madrugada en tu casa, ante la falta de tiempo y la premura de las horas, me tranquilizaba pensar que relativamente pronto nos volveríamos a encontrar en Cuba, donde íbamos a disponer la posibilidad de conversar extensamente”.

(…) “Te agradezco mucho las impresiones que me comunicas sobre la situación. Aquí, cada día más familiarizados, interesados y afectados emotivamente todos con el proceso chileno, seguimos con gran atención las noticias que llegan de allá. Ahora podemos comprender mejor el calor y la pasión que debió suscitar la revolución cubana en los primeros tiempos. Podría decirse que estamos viviendo nuestra propia experiencia a la inversa”.

“En tu carta puedo apreciar la magnífica disposición de ánimo, serenidad y valor con que estás dispuesto a enfrentar las dificultades. Y eso es fundamental en cualquier proceso revolucionario, especialmente cuando se desarrolla en las condiciones sumamente complejas y difíciles de Chile. Yo regresé con una extraordinaria impresión de la calidad moral, cultural y humana del Pueblo Chileno y de su notable vocación patriótica y revolucionaria. A ti te ha correspondido el singular privilegio de ser su conductor, en este momento decisivo de la historia de Chile y de América, como culminación de toda una vida de lucha, como dijiste en el estadio, consagrada a la causa de la revolución y el socialismo.

Ningún obstáculo puede ser invencible. Alguien dijo que en una revolución se marcha adelante con ‘audacia, audacia y más audacia’. Yo estoy convencido de la profunda verdad que encierra este axioma.”

Recordemos que el doctor Salvador Allende, hizo la primera visita a la mayor isla antillana, apenas 12 días después de la entrada de la Caravana de la Libertad a La Habana. Llegó en una jornada peculiar, que le hizo pensar que no existía tal cambio revolucionario en Cuba. Hasta pensó en regresar, cuando al encontrarse con el abogado cubano Carlos Rafael Rodríguez, a quien había conocido en Chile, decidió seguir su consejo y contactar con la nueva hornada de dirigentes de la Revolución.

“Ahí llegué yo y ahí estaba el Che. Estaba tendido en un catre de campaña, en una pieza enorme, donde me recuerdo había un catre de bronce, pero el Che estaba tendido en el catre de campaña. Solamente con los pantalones y el dorso descubierto, y en ese momento tenía un fuerte ataque de asma. Estaba con el inhalador y yo esperé que se le pasara, me senté en la cama, en la otra, entonces le dije: ‘Comandante’, pero me dijo: ‘Mire, Allende, yo sé perfectamente bien quién es usted. Yo le oí, en la campaña presidencial del ’52, dos discursos: uno muy bueno y uno muy malo. Así es que conversemos con confianza, porque yo tengo una opinión clara de quién es usted’.

 “Después me di cuenta de la calidad intelectual, el sentido humano, la visión continental que tenía el Che y la concepción realista de la lucha de los pueblos, y él me conectó con Raúl Castro y después, inmediatamente, fui a ver a Fidel. Recuerdo como si fuera hoy día: estaba en un consejo de gabinete. Me hizo entrar y presencié parte de la reunión. Hubo una cena y después salimos a conversar con Fidel a un salón. Había guajiros jugando ajedrez y cartas, tendidos en el suelo, con metralletas y de todo. Ahí, en un pequeño rincón libre, nos quedamos largo rato. Ahí me di cuenta de lo que era, ahí tuve la concepción de lo que era Fidel”, recordó Allende.

Fue así que desarrolló una simpatía tal con el proceso cubano y sus líderes, que prácticamente hasta 1968, frecuentó a Cuba para estar junto a su pueblo.

Un año antes de morir, Allende volvió a Cuba como un gran amigo de la Revolución y de su máximo líder Fidel Castro. En funciones de Presidente, Allende fue recibido en forma multitudinaria por los habaneros y habló en un acto de amistad celebrado en la Plaza de la Revolución José Martí, el 13 de diciembre de 1972.

Durante su discurso, Allende afirmó cuanta enseñanza y fortaleza en sus principios, había dejado Fidel a su paso por Chile: Y al hablar de su pueblo y de ustedes, hizo entender a muchos que la revolución es sacrificio, generosidad, renunciamiento; que los revolucionarios tienen que sentir la necesidad de entregarse plenamente para afianzar la independencia de su Patria, y trabajar para que las generaciones del futuro no sufran lo que hemos sufrido estas generaciones.

Por eso la presencia de Fidel significó fortalecer la fe revolucionaria del pueblo chileno y la fe revolucionaria de los pueblos latinoamericanos. Y con esa sencillez del maestro, dijo en Chile: Si me preguntan qué está ocurriendo en este país, sinceramente les diría que en Chile está ocurriendo un proceso revolucionario. Y nosotros incluso a nuestra revolución la hemos llamado un proceso. Un proceso todavía no es una revolución. Hay que estar claros. Un proceso es un camino, es una fase que se inicia.

El revolucionario, el orientador y guía de un pueblo que llevaba viviendo diez años tensos, sacrificados y duros, le decía a nuestro pueblo que todavía no alcanzaban a plenitud la revolución. Le enseñaba a nuestro pueblo a meditar lo que es el proceso revolucionario y lo que significa la revolución, para poner atajo a los que piensan que se construye el socialismo por decreto o para decirles también a los reacios, que la revolución implica inquebrantable fe en las masas y en el pueblo.

Por eso he recordado esas palabras de Fidel: porque fue una de las tantas claras lecciones, y realistas, que entregara a Chile en la etapa inicial de su proceso; de su proceso caracterizado por la voluntad de las masas de conquistar nuestra independencia económica. Para ello: erradicar el capital foráneo, recuperar las riquezas esenciales en manos del imperialismo, profundizar una Reforma Agraria, nacionalizar los monopolios en manos del capital extranjero y nacional, controlar el comercio de importación y exportación, nacionalizar los bancos, ¡y sobre todo incorporar a los trabajadores, al pueblo, a la clase obrera, a la dirección del proceso revolucionario, a la dirección del propio Estado chileno!

Por eso, compañeros, Chile recibió a Fidel. La clase obrera, los trabajadores, la juventud y las mujeres del pueblo le dieron su afecto y su respeto. Y yo quiero expresarles a ustedes cómo la delegación que presido ha sentido el afecto de Cuba y de su pueblo por Chile y sus trabajadores.

 En el acto de despedida de la delegación cubana que visitaba Chile, el 4 de diciembre de 1971, Allende expresó: “Se los digo con calma, con absoluta tranquilidad: yo no tengo pasta de apóstol, ni tengo pasta de Mesías. No tengo condiciones de mártir. Soy un luchador social que cumple una tarea, la tarea que el pueblo me ha dado. Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer a la voluntad mayoritaria de Chile: sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás. Que lo sepan: dejaré la Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera”.
 “Aquellas palabras no eran simple retórica. Aquellas palabras demostraban la voluntad y la decisión de un hombre de honor (…) ¡Y Salvador Allende cumplió su palabra en forma dramática e impresionante!”, sentenció Fidel.

Más adelante, en un discurso del 28 de septiembre de 1973, el Comandante Fidel Castro dijo: “El presidente Allende ha entregado a su pueblo, el más alto ejemplo de heroísmo que se pueda ofrecer. Y es imposible que cada chileno honesto, cada chileno digno, no sienta hervir su sangre, no sienta arder la más profunda indignación ante los hechos que han ocurrido en su país y ante el ejemplo del presidente Allende, ante el ejemplo de los combatientes que cayeron junto a él”.

Autor: Rosa María Fernández

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *