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    El tucán es un ave constantemente amenazada por su depredador más grande, el ser humano. Su canto trae un mensaje de fuerza.

El canto del Tucán es una iniciativa que buscaba llevar información sobre el virus, a como diera lugar, a las zonas más alejadas. 

El sueño para los ticunas, no es una formulación simbólica, sino algo superior. Al ser vivido como el mito, debe ser asumido literalmente, del mismo modo que es real para la cultura que lo crea.

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Por eso, cuando su hermano la vio despierto en sueños, junto a su padre muerto, supo que ella estaba contagiada. 

Era una señal. Estar rodeada de sus antepasados de la etnia ticuna, miembros del clan tigre, era un aviso urgente, pensaron ambos. Porque el mito a los pueblos originarios, le otorga un sustento al mundo. Es el principio de lo que sucede.

Enseguida ella pidió que le buscaran una planta amarga, esa que los uitotos usan para la próstata y sikunas utilizan para los males de la piel. Con aquel amasijo, comenzó a hacerse baños de vapor para bajar la fiebre y mitigar la fatiga durante 20 minutos seguidos con descansos, por tres días y sus noches. Ajo, limón y pizca de sal para la garganta. 

Foto: ONIC

Betty Alexandra Souza Mozombite, sabía qué hacer como médica tradicional ticuna, aunque desconocía el mal que la apenaba. Ese don lo heredó de su padre, curandero del resguardo indígena de Santa Sofía, quien quizá murió de pena, al ser desplazado a Perú, por los conflictos bélicos de Colombia en 2012.

El pueblo ticuka, con más de 67.000 habitantes, habita entre el río Putumayo y el Amazonas -Brasil y Perú- abarca el Trapecio amazónico en Colombia e incluye el bajo río Caquetá. 

América indígena

Apenas en el primer semestre del 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que más de 70.000 miembros de estas comunidades se habían contaminado con el nuevo coronavirus y unos 2.000 fallecidos. Era el comienzo del alarmante impacto que la pandemia de la Covid-19, tendría en los pueblos indígenas y nativos de las Américas. 

La pandemia ha hecho más visible la desigualdad y reveló las divisiones existentes entre los grupos sociales, donde las poblaciones indígenas se encuentran entre las más precarias. 

Movimientos por territorios transnacionales, aumentan el riesgo de exposición/transmisión, igual que el acceso de personas por actividades ilegales y clandestinas, de tala de árboles y minera cercana a las aldeas indígenas, la incursión de efectivos militares y el desplazamiento de los indígenas en búsqueda de apoyo social y sanitario, y por la venta desesperada de sus artesanías y productos agrícolas. 

Foto: OMS

Así es en todas partes. Para las tribus amerindias ancestrales, por la que cruza el río Amazonas, podría significar su extinción, como ha sucedido con etnias específicas de muy pocos miembros. Con ellos, también muere una luz de sabiduría e historia del continente americano. 

Para la comunidad de pueblos indígenas, más de 800 en toda América Latina y el Caribe, los pueblos originarios constituyen un 8,5 por ciento de la población nacida y criada allí, la mayoría de los cuales, han quedado más abandonados a su suerte.

“Las personas que murieron, fue porque los atendieron tarde o no muy bien en los hospitales. Ellos no alcanzaron a utilizar las plantas medicinales al principio. O no llegaron a escuchar y entender, de que esta enfermedad iba a ser tan maliciosa. Entonces hay que recurrir a la sabiduría de los abuelos, porque ellos sí saben de las enfermedades que son de la naturaleza”, agrega un Chaman, recabando al conocimiento ancestral de la etnia tikuna y única tabla de su salvación, ubicados al sur de Colombia, 12 kilómetros de Leticia, junto al río Amazonas, esa vena que los conecta en el límite con Brasil y Perú.

Según el censo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), los pueblos indígenas en América Latina alcanzaron, hace diez años, unos 45 millones de personas con una alta heterogeneidad entre los países. En México y el Perú, la población indígena es de casi 17 millones y 7 millones, respectivamente; en Costa Rica y el Paraguay, viven poco más de 100.000 personas indígenas en cada caso. En el Uruguay, casi 80.000.

Los 826 pueblos indígenas en los países de la región, cuya mayoría están en Brasil (305), Colombia (102) y Perú (85), saben lo que es padecer epidemias en soledad. 

En 2021, el Amazonas continúa en alerta por la variante brasileña del virus. Y es que el río con igual nombre, ese gigante que baña a Suramérica por más de 6.500 kilómetros -atraviesa a Perú, Colombia y Brasil- significa a su vez, una ruta de contagio.

En la “Triple Frontera”, como en toda su cuenca a través de nueve países de Suramérica: Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Guayana Francesa, y Surinam, el virus no distingue nacionalidad, entre los indígenas de las riberas.

En el corazón del mundo

Tempranamente se supo con el primer caso que llegó a Colombia el 6 de marzo de 2020, que el virus supondría un reto para las comunidades indígenas y a la altura de estos días, la amenaza es latente.

Aun con el conocimiento ancestral, no es ninguna garantía. Actualmente los pueblos indígenas han cerrado sus fronteras -en virtud de su libre determinación- amparados en el derecho consuetudinario. Algunos impidien el paso de personas foráneas, pero la enfermedad está avanzando. 

Las desigualdades sociales han sido más expuestas por la falta de acceso a servicios básicos. Transcurrido un año, 80 pueblos indígenas se han visto afectados, 1.185 personas han muerto y 37.522, según refiere del Instituto Nacional de Salud (INS) divulgadas.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) señala los factores de riesgo para los pueblos indígenas. Aumentan su vulnerabilidad por una alta tasa de enfermedades de base, como la tuberculosis. Alta densidad en las poblaciones aisladas, dieta dependiente de la caza y la pesca que hace el confinamiento muy difícil. 

Foto: ONIC

Una de las víctimas mortales de esta población fue Luis Fernando Arias, líder del pueblo indígena Kankuamo y consejero mayor de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC). En su homenaje, las mujeres de la organización escribieron un mensaje en que lo llaman, “uno de los hijos más grandes del corazón del mundo”.

Una víctima fatal más. Fue un fiel luchador y guerrero de las causas indígenas, étnicas y populares de Colombia, Abya Yala. Lideró el proceso de unidad de las organizaciones, asociaciones y pueblos indígenas afiliados. Arias, quien falleció por coronavirus el 13 de febrero del 2021, era nativo del pueblo kankuamo, de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Estuvo al frente de las manifestaciones nacionales de las comunidades indígenas contra la violencia en sus territorios y presidió conversaciones con el Gobierno nacional para exigir el cumplimiento de los derechos de sus pueblos. Durante más de una década al frente de la ONIC. “Retorna para ser semilla, para ser ese Murundwa de temple y resistencia que siempre lo caracterizó”.

Honestamente alarmante. El más reciente informe dice, que el 55 por ciento de las muertes reportadas en todo el mundo ocurrieron en América Latina.

Desde el inicio de la pandemia, en el ámbito regional, se han infectado 51 millones de personas, informa la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa F. Etienne, quien advierte -especialmente - prestar atención al aumento de casos de Covid-19 en el norte de la cuenca amazónica.

“El departamento de Amazonas, en Colombia, reporta las mayores tasas de la enfermedad en ese país”, dijo la funcionaria y agregó que “en el estado amazónico de Loreto, en Perú, todas las camas de las unidades de cuidados intensivos se encuentran ocupadas por pacientes con Covid-19".

“En Brasil- precisa Etienne- el estado amazónico de Acre, enfrenta una emergencia debido a la combinación mortal de infecciones por Covid-19, una epidemia de dengue y de inundaciones en varias ciudades”. “Casi el 94 por ciento de las unidades de cuidados intensivos se encuentran ocupadas y el sistema de salud está en riesgo de colapsar a medida que más y más pacientes requieren ser hospitalizados, lo que pone en alerta al país”.

En una información ampliada de la OPS, informa que además de la cuenca amazónica, otras zonas de brotes de Covid-19 se han detectado en El Salvador, la provincia indígena de Guna Yala en Panamá y municipios del norte de Guatemala. “La diversidad de escenarios en las Américas nos recuerda que no ser estrictos puede ser mortal”, declaró la directora. 

Entre tanto, la iniciativa Covax, parece un espejismo ante la expansión del virus. Covax garantiza la retribución a las productoras trasnacionales de vacunas, las que ya han recaudado unos 7.000 millones de dólares y de estos 2.000 millones, son financiados por el Gobierno de Estados Unidos y más de 500 millones, por la fundación Bill y Melinda Gate. Covax recoge el excedente vacunas, para distribuir entre los países.

En las Américas, 36 países participan en el mecanismo Covax, y diez de ellos recibirán vacunas contra la Covid-19 sin ningún costo —categoría denominada como Compromiso Avanzado de Mercado (AMC, por su sigla en inglés)— y el resto lo harán con autofinanciamiento. Como parte de la iniciativa, arribaron al Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá 117 mil dosis de la vacuna Pfizer/BioNTech.

Las consecuencias para América Latina son que de 2.000 millones de dosis que se proponen distribuir, cubrirían el 20 por ciento de la población de los países que participan. De ellas, a la fecha, sólo han podido proveer 75 millones de dosis. 

A ese ritmo, el panorama evidencia que no podrán vacunar a sus poblaciones hasta el año 2024, si solo dependieran de ese mecanismo. Entre tanto, en los cinco primeros meses de 2021, casi se ha duplicado el número de casos y muertes por coronavirus en el continente americano, informó en su momento la directora general de la OPS.

Un artículo científico publicado en The Lancet señala que los indígenas “tienen mayores tasas de pobreza extrema, morbilidad y mortalidad que sus vecinos no nativos, en el espectro de países de bajos y altos ingresos”.

Las infecciones respiratorias son, de hecho, una preocupante fuente en muchas de estas comunidades y citan el ejemplo de la pandemia del AH1N1 de 2009, resultó en una mortalidad entre tres y seis veces mayor en indígenas frente a no indígenas, de América y el Pacífico, y eso es un indicador contundente de lo que puede ocurrir ahora”. 

Carissa Etienne dice que, con la excepción de los tres países de América del Norte, las infecciones por Covid-19 vuelven a aumentar en todas las subregiones.

Explicó que en Colombia se registra la mayor tasa de infecciones de Suramérica, donde los nuevos casos casi se han triplicado en algunas regiones. En Brasil, se observa un aumento de las nuevas infecciones y hospitalizaciones.

“Esta tendencia es especialmente grave en algunos estados del noreste, en los que los hospitales superan el 90 por ciento de su capacidad. Uruguay, Argentina y Chile también están en alerta, ya que siguen informando de un aumento de los casos”.

“En Centroamérica se registra el mayor número de muertes hasta la fecha y actualmente un tercio de los pacientes hospitalizados están en las Unidades de Cuidados Intensivos. Mientras tanto, las infecciones por Covid-19 se están acelerando en Panamá, Belice y El Salvador, donde los nuevos casos se han duplicado en los últimos siete días”, acotó. 

En este link se pueden consultar los detalles de la investigación SARS-COV-2 en la Región Amazónica, donde unas 350 etnias amerindias están en riesgo de extinción.

El salubrista Pablo Montoya, director de la ONG Sinergias- Alianzas Estratégicas para la Salud y el Desarrollo Social, insiste en que la Amazonía va mucho más allá de Leticia, y muchas comunidades no tienen acceso a la atención de salud.

“La Covid-19 es el accidente de hoy, la coyuntura del momento, y si bien hay acciones que han contribuido a subsanar las desigualdades, frente al derecho a la salud de los habitantes, no se han corregido los factores subyacentes, como crear un modelo diferencial de salud que acoja la idiosincrasia de los pueblos indígenas y que los empodere en ese proceso”.

El médico advierte que en el caso específico de Colombia, en la Región Amazónica, se mueren más personas por Covid-19, mayores de 35 años, que en el resto del país. Aunque este problema viene desde antes, en las cifras de 2019 se reportaba que en la Amazonia colombiana las muertes por diarrea en niños eran 16 veces más que el promedio nacional, y el suicidio siete veces más.

Confluyen diversas enfermedades, condiciones socioeconómicas, étnicas, biológicas, políticas e históricas, afirma la docente de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), sede Amazonia, epidemióloga Johanna Goncalves.

“Muchas comunidades se han retirado de la ciudad y han vuelto a cultivar alimentos en la chagra, y han retomado la medicina tradicional, por la dificultad en el acceso a la salud o a los bienes básicos; la gran lección es que si no se trabaja con las comunidades es muy difícil manejar crisis como esta”.

Foto: Cortesía de Juan David Moreno

La pandemia ha demostrado también la necesidad de que los sabedores, los abuelos y las parteras interactúen con los auxiliares de salud pública con conocimientos occidentales, precisa Jhon Jairo Chota, curaca ticuna de San Sebastián de los Lagos, en Leticia. 

Desde el siglo XIX, un conservacionista japonés dijo, que “en algún lugar existe un río, que fluye de la vida de cada persona”, tal cual sucede para millones de habitantes indígenas que se nutren del rio Amazonas y viceversa. Por eso, la insistencia de los lideres nativos nunca será en vano, en ello les va la vida. 

La acción de tutela, promulgada por la Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonia Colombiana, exige que se reconozca el saber ancestral y  fortalecer los sistemas de salud tradicionales con el reconocimiento a los médicos y sabedores tradicionales de cada pueblo.

El conocimiento ancestral frente al coronavirus, se ha reactivado más allá del Amazonas. Murieron muchos abuelos y sabedores, por lo que se dedicaron “a vencer el miedo y a buscar el remedio en su madre tierra”. Así lo cuenta la coordinadora de comunicaciones de la ONG Ambiente y Sociedad, Alicia Gómez.

No alcanzábamos a imaginar lo que se nos venía encima

Los profesores de la Universidad de Colombia en su sede Amazonia, frente a los estragos que la pandemia ocasionaba en la población indígena y el colapso en servicios sanitarios que no respondían, empezaron a pensar cómo podrían llegar más lejos. 

Creyeron posible hacer un curso para orientar a voluntarios que llegaran a las comunidades, pero fue cuando empezaron a cerrarse todas las vías terrestres. Entonces pensaron en la radio.

Recordaron cómo años atrás la usábamos para comunicarnos, ya no tanto. Empezando, porque las personas ni radio tienen. Se asociaron y contactaron a las comunidades. Así nace esta iniciativa “El Canto del Tucán”. La voz de las especies amenazadas. 

8 Utilizaron Radio Waira en Putumayo. En 104.7 FM Mocoa o en la web: http://www.radiowaira.com/

El tucán es un ave constantemente amenazada por su depredador más grande, el ser humano. Su canto trae un mensaje de fuerza.

Cuentan que escocieron el nombre a través de un chat. Consultaron a chamanes y originarios. Después del debate, encontraron el nombre sugerido por un abuelo, porque el Tucán augura buenas cosas, avisa. Es un canto sereno. 

Así comenzaron desde el inicio de la pandemia en abril del 2019, para informar e intercambiar las experiencias a través de la radio. Una iniciativa que llegó para quedarse, por lo que se proyectan más allá de la pandemia, con temas de educación sanitaria.

Cada uno ha dado de sí. Igual que Betty, la médica tradicional ticuna yoi, que se ha movido por todo el Amazonas colombiano para cuidar personas. Una vez recuperada de su mal, anduvo 30 kilómetros hacia dentro de la selva virgen.

Por Santa Lucía, en el sur de la Amazonia, vio a personas en La Chorrera y La Pedrera. Llegó a la frontera con Brasil, cuando dijeron de la variante nueva de la Covid-19, animando a que los sabedores reactivaran el conocimiento guardado, dormido.

“Vengo de una familia curandera, yerbatera. Mi padre era chamán de la comunidad. Él trabajaba mucho con las plantas y todo lo que concierne lo ancestral". “Después de que muere mi padre, él espiritualmente me cede ese lugar (…) aunque los espíritus de mis ancestros de todos los territorios me han estado alimentando con conocimiento”. “Estando muy enferma, en cama, se me vino todo lo que yo tenía que hacer. Yo me hago la evaporización". 

Comenzó a tomar té, baños yerbaluisa y de tabaco de selva, como anti-inflamatorio, relajante y la otra como antibiótico. Le quedó una “molestia en los pulmones”, después supo que a personas fallecidas por Covid-19 en Italia “les habían encontrado trombos en todo el cuerpo”.

Entendió la enfermedad. “¿Qué ayuda a disolverlos? Pues aspirinetas, lo que más conocemos, que es un fármaco, pero también el jengibre y el ajo, que sirven como purificador”. “Recomiendo una planta amarga, como el mucuracá, el diente de león, la ruda, que nos funciona como antibiótico y una anti-inflamatoria, como yerbaluisa, hojas de naranja, la malva, las hojas de algodón… hay una infinidad”. 

“Vivimos en un casco rural. En la comunidad no contamos con nada, no hay puesto de salud, absolutamente nada. El único hospital cercano que tenemos es el de Leticia, que igualmente carece de muchos implementos, tanto para atender a los pacientes como para el personal de salud mismo”.

“En vista de ir a un hospital en el que no tienen como atendernos, pues a qué vamos. Entonces simplemente hemos tenido que recurrir a todo esto para salvaguardar nuestras vidas”, dijo al diario local. “No podemos desconocer que nuestra hermana naturaleza y nuestra madre tierra nos ha puesto esta serie de plantas para el bienestar, el consumo y para que nuestra vida sea más sana en este mundo”

Es precisa cuando dice -ya ha visto a más de 500 personas- que no hay una fórmula para curar la enfermedad. Combina sus conocimientos con los fármacos que conoce bien de la medicina occidental para disminuir dolores e inflamaciones. Por milenios ha sido su forma de sobrevivir todas las epidemias, incluso esta. Como el Tucán, canta a la esperanza que ve en sueños.

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