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    Caminan mucho más para encontrar y vender mercancías, lo que puede aumentar el riesgo de contaminación por el virus.

Haití es la nación más empobrecida del hemisferio occidental, donde más de la mitad de sus habitantes viven bajo la inseguridad alimentaria crónica.

El médico camina hasta el hospital de Cabo Haitiano en el norte del país, donde diariamente asiste a decenas de contagiados por Covid-19. Sin tiempo para el descanso, intenta aliviar a desesperados seres sin aliento.

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La emergencia sanitaria se añade a la crisis social en Haití, la nación más empobrecida del hemisferio occidental, donde más de la mitad de sus habitantes viven bajo la inseguridad alimentaria crónica. 

Con 11,3 millones de habitantes y una alta densidad poblacional -406 habitantes por kilómetros cuadrados (km2)- la pobreza extrema supera los 2,5 millones de haitianos, una cuarta parte de la población, afirma la organización no gubernamental (ONG) Acción Contra el Hambre.

Actualmente, el 22 por ciento de los niños sufre desnutrición crónica. Son esos los que probablemente no llegarán al promedio de edad nacional, donde más de la mitad de sus habitantes son menores de 25 años.

Ellos y sus padres, son el 60 por ciento de la población menesterosa del país. El panorama es trágico. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) afirma que la economía haitiana cayó aún más profundamente.

Al menos 3 por ciento en 2020, contracción visible en la pandemia. Aparejado a ello, se palpa una alta inflación del 25 por ciento anual y cuando se constata que seis de cada diez personas son pobres, unos 6,3 millones  -último informe del Banco Mundial año 2012- la imaginación no alcanza para entender cómo viven con casi nada, menos de dos dólares al día.

Hasta ahora, su joven población ha resistido también al azote del entorno insalubre ante la Covid-19 -¿una realidad afortunada?- cuando se trata de una enfermedad cuyo número de muertos en todo el mundo, había afectado a más personas mayores de 40 años. Pero el escenario cambió tanto, como las cepas.

Los datos de la pandemia en Haití son nebulosos. Es que en sitios donde la asistencia médica es precaria o casi nula, tampoco existe estadística epidemiológica. 

A finales de junio, la República Dominicana -comparte la isla caribeña con Haití- había administrado 69,9 dosis de Covid-19 por cada 100 personas, según el mapa de vacunación que mantiene Our World in Data.

El proyecto de la Universidad de Oxford ofrece un seguimiento mundial. Cuando deslizas el cursor en junio: "No hay datos" de Haití. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reporta que, entre el 3 de enero de 2020 y el 29 de junio de 2021, se han registrado 18.341 casos confirmados de Covid-19 y 415 muertes en Haití.

Actualmente, en estado de emergencia, por el aumento significativo de los casos y han llegado las primeras 500.000 vacunas. 

Se dice que Haití no comenzó antes su campaña de vacunación anticovid porque no recibieron las dosis prometidas por la OMS. Cuando en el mes de abril de 2021, la organización se alistaba a enviar un cargamento de la AstraZeneca, la nación caribeña la rechazó.

Una de las razones es que la mayoría de haitianos temían a esta vacuna, por los casos adversos -de coágulos de la sangre- reportados en Europa. 

“Según datos de finales de abril, entre el 80 por ciento y el 90 por ciento del pueblo de Haití no quería vacunarse, sobre todo con AstraZeneca”, dice el representante en Haití de la ONG Médicos del Mundo Argentina, doctor Jimmy Almoza. 

“Por eso el Gobierno, siguiendo la mentalidad del pueblo, rechazó las vacunas. Y sinceramente tampoco había muchos casos. Ahora tenemos dos variantes, la de Brasil y la de Inglaterra”.

Según los resultados preliminares de un estudio de percepción apoyado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y realizado por la Universidad de Haití en junio del 2021, sólo el 22 por ciento de los ciudadanos aceptaría ser vacunado. 

“No hay ningún problema en que el sector privado ayude al Ministerio en la adquisición de vacunas en Haití; el verdadero problema reside en la capacidad del Ministerio para controlar el proceso antes, durante y después de la vacunación”, dijo la exministra de Salud, Josette Bijou, al diario Nouvelliste.

Después de un año con la pandemia relativamente controlada, Haití enfrenta un rebrote de la Covid-19 con la multiplicación de los casos, muertes y hospitalizaciones, lo que llevó a algunas instituciones sanitarias a rechazar pacientes por falta de camas.

En pleno pico de la pandemia - en junio - la violencia urbana entre grupos armados, se intensificó en varias zonas. Más de 15.000 personas - mujeres y niños- fueron obligados a huir de sus casas. 

Es la difícil situación después del ataque mortal contra el presidente de Haití, Jovenel Moïse, donde aún quedan pistas pendientes del crimen, por resolver.

Entre los datos más relevantes figura la admisión de Washington de entrenar y trabajar con varios miembros del comando armado que presuntamente ultimó al mandatario el 7 de julio en su residencia.

“La Administración de Control de Drogas (DEA, por su sigla en inglés) reconoció que uno de los detenidos trabajó como informante de la agencia federal -señala Prensa Latina- mientras el Pentágono confirmó que integrantes del grupo, recibieron entrenamiento por militares norteamericanos, cuando aún pertenecían al ejército regular de Colombia”.

El presidente de Estados Unidos (EE.UU.), Joe Biden, desestimó el envío de tropas a Haití “por el momento”. Mientras tanto, les envió vacunas.

Un castigo ejemplar

“Tras el terremoto de 2010, un televangelista llamado Pat Robertson, mencionaría que el temblor fue un castigo divino, impuesto en el territorio, debido al pacto que Haití hizo con “el demonio”, en referencia a la ceremonia de Bois Caimán de agosto de 1971, la cual impulsaría el inicio de la lucha por la independencia en la isla. 

El sismo fue representado como un castigo ejemplar, para aquellos que se opusieron a la reproducción del sistema capitalista y que rompieron los estándares de normalidad occidentales hace más de 200 años.

“De tal suerte, parece que las potencias coloniales jamás perdonarán la independencia de Haití”, refieren las investigadoras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Sandra Kanety Zavaleta y Adriana Franco Silva, en su artículo La militarización del Desarrollo: La intervención humanicida en Haití.

“Sin embargo, este rencor no se puede explicar por la demanda de autonomía per se, sino porque esta rompía con los ejes de dominación, raciales y de clase, establecidos a partir del sistema capitalista colonial. Vale la pena mencionar, en este sentido, que la independencia de Haití fue encabezada por los bosal; es decir, la población negra nacida en África que se encontraba trabajando en las plantaciones de la isla".

Añaden que "asimismo, los líderes de la rebelión, como Dessaline, pedían un estado de bienestar y una reforma agraria (Schuller, 2016, p. 23), dos propuestas innovadoras, pero que no podían ser concedidas a una población de “esclavos”.

Así, los obstáculos que ha enfrentado Haití para su desarrollo, deben ser entendidos bajo la lógica de reproducción capitalista. La pobreza, humillación y violencia estructural en el país son resultado de las relaciones desiguales de poder impuestas por los grandes capitales en contra de una población “esclava” que confrontó al sistema y le ganó una batalla. 

Las representaciones del terremoto y las consecuencias del evento, contribuirían al fortalecimiento de la narrativa civilizatoria  y colonial que subordina a la población, la cual debe ser “rescatada” de su miseria por fuerzas externas, debido a que se piensa que esta es incapaz de hacerlo por sus propios medios, lo cual coadyuva a la reproducción de las relaciones de subordinación de las y los haitianos frente a los intereses extranjeros.

De hecho, dirigentes del Comando Sur (Southcom) de EE.UU. hicieron énfasis en que las fuerzas estadounidenses tuvieron que actuar de manera rápida y efectiva para salvar vidas frente a la devastación y a la “falta de capacidad del gobierno haitiano para responder”, señala el estudio de la UNAM.

De sobra es conocido que las misiones se regeneran económicamente -emisores, instituciones y Gobiernos destinatarios- con la supuesta ayuda humanitaria, en tanto plagan de miserias, atropellos y violaciones a los habitantes de las naciones “atendidas” o intervenidas.

Los pobres del mundo son el centro de prácticas sofisticadas y de programas, desde las nuevas instituciones de poder en EE.UU. y Europa. Así mismo, desde el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento y de las Naciones Unidas, centros de investigación, universidades, fundaciones estadounidenses y europeas.

La inoperante sociedad neoliberal

“La pandemia del Covid-19 ha demostrado la debilidad del Sistema neoliberal. Un virus ha puesto al mundo completo -los poderosos, como los más pobres- de rodillas y hasta ahora no han encontrado la solución”. En entrevista exclusiva a teleSUR, la activista de derechos humanos en el país caribeño, Colette Lespinasse, aporta su testimonio.

Eso ocurre porque este sistema no toma en cuenta la vida del ser humano en serio, la biodiversidad del mundo, los conocimientos de cada cultura, sino el interés económico. 

Al hacer eso, se descuida de muchas cosas importantes que garantizan la salud del ser humano. La manera de consumir ha cambiado muchísimo. Por ejemplo, se da más importancia a los productos fabricados que hacen daño a la salud, en vez de los naturales.

Aunque la salud tiene mucho que ver con la economía, muchas veces no se la considera así en ese sistema.  

“Con la pandemia, se ve claramente el lazo. Cuando los trabajadores no pueden laborar, eso puede poner en riesgo a toda una empresa.  El sistema actuaba sin preocuparse de la existencia -en cada país- de medicamentos y materiales básicos para la gente”, precisa la ambientalista. 

“Así, cuando empezó la pandemia, muchos países no tenían materiales básicos como guantes, máscaras, porque las empresas que las fabrican habían mudado a otros sitios donde pueden ganar más dinero”.

“Uno de los impactos negativos del sistema neoliberal, es la debilidad de los sistemas de salud en muchos países, como Haití. Con la presión de las instituciones internacionales como el Fondo Monetario Interio (FMI), el Estado dejó de invertir en el Sistema de Salud, confiando casi todo a lo privado, a las ONG. Cuando llegó la pandemia, el país no tenía la capacidad estructural para dar respuesta conveniente”.

Su realidad

“Desde agosto de 2020, tuvimos una situación casi de pausa de la Covid-19 en Haití. Las escuelas abrieron de nuevo sus puertas, las actividades culturales se reiniciaron, las iglesias funcionaron como en situación normal. Pocos casos fueron identificados y casi no se hablaba de la pandemia, por lo que la población haitiana pensaba que todo había terminado para ella".

"Fue entonces que las medidas de protección fueron casi dejadas atrás, salvo en algunos centros comerciales. El Gobierno no publicaba informaciones sobre la pandemia, como lo hacía antes y contrario a varios países de la región, se celebró el carnaval”, dijo.

A partir de mayo de 2021, la Covid-19 estaba muy presente -comenta a teleSUR, la también periodista-  desde ese momento se anunció en Haití la variante de Brasil e Inglaterra, por lo que fueron registrados muchos casos.  

Según un boletín del Ministerio de Salud publicado en 29 de mayo, fueron 220 nuevos casos confirmados. Varias personas muy conocidas en el sector de la educación, de las iglesias, del Gobierno, entre otros sectores, han perdido la vida por causa de la Covid-19. 

Otros datos publicados hablan de que entre el 18 de mayo y el 15 de junio, se registraron 662 nuevos casos de Covid-19 en el país, entre ellos 87 casos de muertos.

En total, desde el inicio de la pandemia en marzo del 2020 hasta el 15 de junio actual, se registraron en Haití 16,662 nuevos casos y 358 fallecimientos por causa de la pandemia. La mayoría de los casos son registrados en la capital Puerto Príncipe, y en otras tres ciudades.  

Frente a esa tendencia de aumento, el Gobierno impuso el 22 de mayo de 2021, un toque de queda a partir de las 22H00, primero por ocho y después por 15 días. Aunque el año escolar no estaba terminado, se cierran las escuelas y se prohíben todas las actividades de fiesta donde se reúnen muchas personas.  

“La gente cuestiona sobre la razón, por qué el Gobierno declaró dos veces un estado de emergencia. Argumentan que no se ve realmente lo que se ha hecho con esa situación excepcional".

Continúa. "Cuestionan la utilización de dinero que fue declarado gastado, durante el año 2020, sin ver realmente un mejoramiento en el Sistema de Salud, como también temen de que la pandemia no sea utilizada para más casos de corrupción”.  

“Casi todos los hospitales privados que acogen a casos de Covid-19, están saturados y anunciaron que no pueden realmente recibir más enfermos. Se espera la decisión del Gobierno, sobre todo en lo que tiene que ver con producción de oxígeno para casos graves y la disponibilidad de más camas. Mientras tanto, los EE.UU. anunciaron una donación de 16 millones de dólares para Haití, en uso de la Covid-19”.

Para observadores, la situación actual es el resultado del descuido desde el fin del año 2020, por parte de quienes pensaban que el virus abandonó el país y del Gobierno que habría bajado la vigilancia, reafirma la entrevistada.

Ahora hay sequía prolongada. Las mujeres deben hacer mucho más esfuerzo para encontrar agua. I Foto: Unicef

"A pesar de las informaciones sobre un aumento en esos días de contagios en Haití, la gran mayoría de la población no hace caso a esas noticias. Piensan que la enfermedad ataca sobre todo a los económicamente poderosos y no a los pobres, porque ellos siempre están viviendo una situación difícil.  Por ejemplo, es casi imposible la prevención en el transporte público, en los mercados populares, siempre llenos de gente buscándose la vida”.  

Para viajar al extranjero se exige ahora prueba de Covid-19, por eso se ha anunciado que varios laboratorios, la mayoría en la capital, Puerto Príncipe, pueden hacer pruebas de Covid-19. En muchos casos, cuando viajeros haitianos llegan a otros países y les realizan análisis, el resultado es positivo, aunque sus resultados en Haití dicen lo contrario.  

La prueba de la sangre no se encuentra fácilmente en el país. Además, para cualquier análisis, hay que pagar entre 80 y 100 dólares, casi la mitad del salario mensual de una obrera de la zona franca. 

El asunto de la vacuna

Cuando el sistema Covax ofreció la AstraZeneca, en Haití se estaba cuestionando a esa vacuna. En un contexto político muy frágil, el país se negó a recibirla, solicitando otra.

Mientras tanto, llegó la noticia de que la compañía que comercializa la Astrazeneca, aparentemente renunció a esa idea, diciendo que la vacuna no era bastante eficaz.

“Según dijo a la prensa, el director general de la Salud Pública en Haití, el 15 de junio de 2021, todavía estaban discutiendo para encontrar una vacuna que pudiera ser utilizada en Haití. Mientras tanto, algunas personas que tienen dinero, hacen viajes a los EE.UU. o a República Dominicana, para recibir vacunas. Sin embargo la mayoría de la población, todavía no estaba en eso”. 

Foto: OPS

“Como en muchos países del mundo, también existe en la población haitiana, una cierta resistencia en contra a la vacunación contra la Covid-19. Los datos indican hasta ahora que la mayoría de las personas afectadas son hombres y cada día hay más jóvenes enfermos. En Haití, la población es muy joven, apenas el 7 por ciento tiene 65 años o más”. 

La familia haitiana

“Mientras la pandemia sigue aumentando, las cargas familiares siguen asumidas por las mujeres, sobre todo a nivel de la limpieza y del cuidado de  los niños. En este contexto, lo que más afecta a las mujeres es la inseguridad. Varias han sido secuestradas, fueron maltratadas y algunas violadas. Para ellas, también aumenta el riesgo de ser contaminadas por el virus”.  

“Las mujeres constituyen el grupo más importante, que procura recursos para la sobrevivencia familiar. Trabajan básicamente en el sector informal, vendiendo en las calles, utilizando el transporte público, justo donde casi no se respeta la protección. Están expuestas como casi todos los pobres a ser contaminadas”, relata.

Los más vulnerables

“También los enfrentamientos entre grupos armados, en varios barrios populares de la capital, han causado el desplazamiento de miles de personas, entre ellas muchas mujeres con niños. Eso afecta significativamente a las mujeres, quienes continúan asumiendo toda la carga familiar", dice.

La responsabilidad por los niños, buscarles comida, agua, entre otros. Los desplazados se agrupan en centros de refugio, con mucha gente, con poca protección y en una situación de gran vulnerabilidad. Esa situación representa un gran riesgo para las mujeres y los niños, de ser afectados por el Covid-19.

Los niños fueron obligados a terminar el año escolar antes de lo previsto, dado el aumento de contagios. Durante dos años seguidos los niños haitianos han perdido sus días de escuela, como consecuencia de la pandemia. El año pasado se inició el año escolar en noviembre, en lugar de septiembre.

Eso va tener consecuencia sobre el nivel de aprendizaje, porque no es fácil en Haití, seguir trabajando con los alumnos en casa a través del Internet, como se hizo en otros países con más recursos. Aquí falta luz eléctrica, no hay una buena conexión de Internet y un teléfono inteligente o un computador.  

Además, el mes de mayo siempre está dedicado a fiestas y visitas, actividades recreativas, graduaciones, organizadas por las escuelas y grupos de jóvenes para terminar el año escolar.

Todo eso está prohibido en el decreto del Gobierno, relativo a la Covid-19. Definitivamente, representa una gran frustración para muchos jóvenes y sus familias, confirma la periodista, en exclusiva a teleSUR.

Migrantes, redes sociales y la resiliencia

“Aparejado a la inseguridad en la capital, las personas se desplazan hacia el campo donde saben que pueden recibir más atención, comida y hasta tener más espacio para respirar.  

Siempre el campo ha jugado este papel en Haití, de acoger a gente en dificultades en las ciudades, como fue el caso después del terremoto en 2010. 

El campo también ampara a la gente que huye de los conflictos armados. Algunas familias del campo, han visto un aumento significativo de las cantidades de personas que tienen que residir en sus casas en estos últimos meses.

A riesgo de aumentar la presión sobre los pocos recursos del campo, sobre todo, agua, comida, espacio para dormir y el peligro de contaminación al virus, testimonia la periodista.

En la frontera con la República Dominicana, se hace cada día más difícil cruzar, aunque sea para ir a los mercados públicos o para migrar. La República Dominicana, que está en un proceso de vacunación de su población, es cuidadosa y no quiere dejar entrar a personas que no hayan recibido la vacuna.

Además de virus, existe el riesgo de que la creciente inseguridad alimentaria provoque hambruna. I Foto: otrasvoceseneducacion.org

Se ha observado desde el inicio del año 2021, un aumento del movimiento de migración, con cantidad de haitianos que quieren dejar el país. Es más por causa de la inseguridad, sobre todo por los secuestros, que por el Covid-19.

Sin embargo, para poder viajar al extranjero, deben tener una prueba negativa al virus, lo que representa un gasto más para ellos.  

Los viajes hacia el extranjero son reducidos. En Canadá donde viven muchos haitianos y haitianas, además del costo del boleto y de las pruebas, se requieren 2.000 dólares americanos adicionales, para pasar un tiempo de cuarentena en un hotel, antes de tener la autorización de ir con una familia que reside en ese país. Por eso, a muchas familias se les hace imposible viajar.

Respecto al papel que le asigna al saber ancestral, la medicina natural, para paliar los efectos en la salud, Colette Lespinasse, nos narra sus experiencias.

“La población haitiana, dentro del país o en la diáspora, utiliza mucho la medicina tradicional para prevenir cualquier enfermedad y para curarse. Desde el inicio de la pandemia, se ha utilizado mucho las recetas tradicionales de té, de infusiones o mezcla de productos naturales. Se intercambian experiencias y recetas a través de la radio, de las redes sociales”.  

“Una profesora de la Universidad del Estado, Marilisse Rouzier publicó un libro sobre las plantas haitianas que curan, con varias recetas, todas fortalecen el sistema de defensa del cuerpo. Los doctores de hojas (como llaman a las personas que utilizan mucho las hojas, las plantas medicinales) tienen mucha fama en estos días”. 

“La mayoría de ellos y ellas pertenecen al Vodou, religión ancestral durante mucho tiempo discriminada. En vez de buscar soluciones en los medicamentos químicos, mucha gente prefiere utilizar los productos naturales, como jengibre, hojas de eucalyptus, aloes, canela, un poco del rhum de Haití (Rhum agricole por la herencia francesa de los países en que se elabora.

"Es una bebida alcohólica, obtenida a partir de la fermentación y destilación de la melaza o el jugo de la caña de azúcar. Es muy popular en naciones insulares del Caribe). Se mezcla con la miel (sirop de abeja), armoise (artemisia). Las comerciantes de hojas, la mayoría son mujeres, ganan un poco de dinero vendiendo las hojas de té", refiere.

Las anécdotas personales de Colette, en relación con la sobrevivencia ante la pandemia, nos hacen viajar a su hogar en ese amado país caribeño. “En lo que tiene que ver conmigo, cada noche preparo té para toda la familia, muchas veces con un poco de “gingembre”. 

Sigue. "Tengo también en mi patio algunas matas de mis tés preferidos. Cada semana compro hojas en los mercados, para siempre tener en casa. A mi mamá, que tiene 85 años de edad, le gusta mucho tomar su té con un poco de pan, antes de ir a acostarse. A mi esposo también, pero a él no le gusta el picante del “gingembre”. 

Por eso, muchas veces tengo que preparar dos tipos de té.  Tomar el té por la noche, es un momento interesante para mi, porque permite muchas veces a toda la familia sentarse alrededor de una mesa e intercambiar sobre las noticias del dia”.  

Me lastima mucho la desvalorización de los conocimientos tradicionales en diferentes países del mundo. No fueron tomados en cuenta, en los esfuerzos para superar a la pandemia, mientras ponen recursos sobre los medicamentos hechos en laboratorios. Para muchos haitianos, la Covid-19, si mata a la gente, pero es una gripe como tantas, y hay maneras de luchar contra ella o de prevenirla con las recetas tradicionales.

La pandemia nos ha llamado la atención sobre la importancia de las plantas y la necesidad de protegerlas, afirma Colette, la ambientalista. Esta situación nos refiere al proceso de deforestación en Haití y también a los cambios climáticos que nos hacen perder muchas plantas importantísimas para nuestra salud.

Nos hace pensar mucho sobre todo lo que consumimos. Alivia saber que mucha gente ha vuelto a consumir más productos locales, naturales.

Colette Lespinasse se despide con un abrazo. Allá afuera de su casa, un neurocirujano -Ariel Henry- asume la silla del presidente asesinado tras un complot. Es el primer ministro de Haití, el séptimo desde marzo de 2017. Allá afuera están las desavenencias entre las fuerzas políticas, que agudizan la crisis del país más pobre del hemisferio occidental.

Pero la vida de cada país se narra en cada casa. No existe una historia única. No se muestra a un pueblo como una sola cosa, un relato falseado o estereotipado, porque no es la historia completa, y ahí está el asunto de la trascendencia del alma de una nación. 

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