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    En Profundidad

    Uno de los desafíos más importantes de los países de América Latina y del Caribe es lograr desarrollarse con un grado adecuado de sustentabilidad ambiental.

El sistema de gobernanza global, hasta el momento, no ha demostrado ser eficaz para movilizar recursos hacia los países en desarrollo.

“Los trabajos del futuro serán sustentables. Sino, no lo serán. No hay una crisis ecológica ajena a la crisis social y ajena a la necesidad de replantear los pilares de la arquitectura financiera internacional”. Entonces, con financiamiento y nuevas reglas, la transición será justa, dijo el presidente argentino Alberto Fernández.

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Tensiones en El Estor

Como anfitrión del "Diálogo de alto nivel sobre acción climática en las Américas", el mandatario definió la justicia social como el nuevo nombre del desarrollo.

El punto de vista latinoamericano fue llevado al debate en la reunión de Glasgow, Escocia, entre fines de octubre y principios de noviembre.

Medidas muy concretas son imprescindibles. Como que los organismos internacionales de desarrollo vinculen al menos el 50 por ciento de sus carteras de préstamos a acciones ambientales.

Al analizar la crisis climática que afecta a la región, el mandatario suramericano resaltó que “el momento es ahora. El reloj de la destrucción planetaria, no se va a detener si no actuamos ahora". 

Afirmó que Argentina "formalizará un incremento del 2 por ciento en la emisión de nuestra contribución, que determinamos nacionalmente, lo que resulta en un compromiso del 27,7 por ciento, superior al presentado en 2016".

"Para lograr esto elaboramos -puntualizó- el plan nacional de adaptación al cambio climático junto con las provincias y actores de toda la sociedad argentina y además pusimos en marcha una mesa de transición para la promoción de las energías renovables".

También anunció la "adopción de medidas profundas para erradicar definitivamente la deforestación ilegal, tipificándola como un delito ambiental".

El jefe de Estado detalló medidas "con el fin de proteger a los más pobres frente a los eventos climáticos extremos. Todos estos compromisos son un paso más que da Argentina hacia una trayectoria consistente con la meta del 1,5 grados centígrados y con neutralidad de carbono cero hacia el año 2050".

No podría medirse un crecimiento con la misma vara de la era industrial contaminante. Igualmente, las lecciones de la pandemia nos obligan a un gran pacto de solidaridad ambiental “que incluya esencialmente a países de bajos ingresos y de renta media".

Es preciso “extender los plazos, para extender los pagos del endeudamiento y la aplicación de menores tasas". Propuso Fernández y dijo que admitía que hablaba desde el punto de vista de la Argentina, un "país particularmente afectado por el endeudamiento tóxico y depredador pero también tiene sentido para el resto de los países que han aumentado la deuda durante la pandemia".

Foto: Residuos

Es el clamor de los pueblos y de la tierra. "Shock climático y shock financiero producto de una crisis generalizada de deuda no son compatibles para un mundo mejor -añadió-. Los canjes de deuda por acción climática, los mecanismos de pago por servicios ecosistémicos y el concepto de deuda ambiental que ostentan los países menos desarrollados, son otras claves para la salida de la crisis".

El sistema de gobernanza global, hasta el momento, no ha demostrado ser eficaz para movilizar recursos hacia los países en desarrollo.

El enviado especial para el Clima de Estados Unidos (EE.UU.), John Kerry, no eludió la responsabilidad de su país, segundo contaminante mundial. 

La nación norteamericana, con una población de cerca de 333 millones de personas -4,6 por ciento de  la  población  mundial-  produce  un cuarto  de  las  emisiones  mundiales  de gases de efecto invernadero. Segunda plaza, solo superado por China con una población de más de 1.400 millones de personas.

“Salvo que cada uno de los países no haga lo suficiente, y particularmente los 20 emisores principales que son responsables del 80 por ciento de las emisiones del mundo, el resto del mundo va a estar condenado por sus acciones o por su falta de acción”, dijo. 

El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, coincidió con el mandatario argentino en la necesidad de cambios en el sistema de financiación del desarrollo. “Debe ofrecer opciones que vinculen la acción climática con la sostenibilidad de la deuda a fin de crear puestos de trabajo y aliviar las dificultades que genera la deuda”.

Desafíos

Uno de los desafíos más importantes de los países de América Latina y del Caribe es lograr desarrollarse con un grado adecuado de sustentabilidad ambiental.

Si se compara la región de América Latina y el Caribe, con las demás naciones del mundo, se observa que han ratificado, en promedio, nueve tratados internacionales, uno más que la media internacional. 

Pero las acciones concretas hacia un ambiente más saludable (es decir, las de la Agenda 21), el cumplimiento medio de Latinoamérica y el Caribe es de 33 por ciento de la Agenda 21, menor que 39 por ciento del promedio del mundo. 

En promedio, se emiten 3.08 toneladas de dióxido de carbono per capita en Latinoamérica, cerca de la mitad del promedio mundial (5.14 toneladas per capita). 

Posee un 31 por ciento de sus biósferas amenazadas, lo que pone en peligro de extinción a especies animales y vegetales. Por otro lado, Latinoamérica tiene 1.38 organizaciones ambientales por cada millón de habitantes, similar al promedio mundial de 1.63.

Se observa una gran dispersión en cuestiones de desarrollo. En países con Producto Interno Bruto per capita  mínimo, como Haití, también la nación que menos cumple con la agenda ambiental internacional.

Sin embargo, Bahamas, aunque presenta el ingreso per capita más alto, se encuentra entre los países con bajos indicadores de condiciones de vida, en contraste con soluciones medioambientales.

Quizá la pandemia abre una oportunidad para repensar nuestra relación con la naturaleza, conectar de nuevo con ella y repasar cómo regenerar el planeta. 

Un llamado para cambiar del modelo lineal en el que “se consume y se desecha”. Sustentabilidad, diseño ecológico y análisis de los ciclos de vida.

Los olvidados

La dureza de aquellos barrios claustrofóbicos, como los que filmó Luis Buñuel en su película de 1950, sigue pareciéndose mucho a la realidad latinoamericana.

El cine nacional mexicano de aquella década se empeñaba en documentar los contrastes evidentes, a pesar del surgimiento de una emergente clase media.

Fastuosas mansiones de las Lomas de Chapultepec, “versus” la Candelaria de los Patos o infinidad de asentamientos irregulares. 

En las ciudades perdidas a orillas de la capital, Buñuel mostró el éxodo de miles de provincianos, que dejaban atrás sus rancherías frente a la “suerte” de espejismo urbano.

Contra las desigualdades aún se lucha. La rápida urbanización y el crecimiento de la población son dos de las causas de este problema, en el capitalismo. 

El Estado de Mexico supera los 16 millones de habitantes, y actualmente genera un aproximado de 6.798.100 toneladas anuales de residuos sólidos urbanos, lo que representa el 16 por ciento del total de residuos generados en el ámbito nacional.

Un informe del Gobierno del Estado de México define los problemas generados por los basureros a cielo abierto: ambientales, sanitarios; de seguridad pública; así como el posible impacto destructivo causado por los incendios principalmente en la temporada de estiaje.

Dificultades que presenta cualquier urbe latinoamericana, les son comunes la proliferación de plagas; malos olores y transmisión de enfermedades por vía de insectos y roedores.

En el caso de los (vertederos basurales subterráneos), son obras que se utilizan para la disposición de residuos sólidos urbanos (RSU), los problemas se repiten. Contaminación del agua, la tierra y el aire por los conductos de ventilacion de gases tóxicos. 

Foto: Concepto

Para el manejo de RSU, con un promedio de 16,187 toneladas diarias en el estado, lo realizan con 20 rellenos sanitarios, en donde disponen sus residuos los municipios y múltiples sitios no controlados. La basura sigue siendo un reto, aunque el Estado de México creció en un 20 por ciento en la correcta disposición de residuos sólidos urbanos. 

Frente a ello, el secretario del Medio Ambiente del Estado de México, Jorge Rescala Perez, señaló que se debe generar conciencia del papel de los seres humanos en la protección y cuidado del planeta, transformar hábitos y multiplicar esfuerzos que disminuyan el fenómeno del cambio climático.

“A la tarea de manejar esta gran cantidad de desechos sólidos, debemos sumar las 9.000 toneladas de la Ciudad de México y las 12.000 toneladas de manejo especial, que tienen origen en los grandes generadores de la industria de transformación y servicios. Ante ello, el Estado de México tiene la tarea más grande en el ámbito nacional en materia de manejo adecuado de los residuos”, enfatizó.

Asimismo, se ha logrado que casi seis de cada diez toneladas de residuos urbanos tengan el destino en rellenos sanitarios, que cumplen con la normatividad; además, el 100 por ciento de los residuos de manejo especial tiene un destino adecuado y casi ocho de cada diez toneladas se recicla, agregó Rescala Pérez. 

A pesar de ello, el crecimiento de la población mundial es algo asombroso, insostenible en las ciudades capitales. Para el año 2040 alcanzará los 9.000 millones de habitantes. Alimentarlos, vestirlos, procurarles empleo y procesar sus desechos será una labor titánica. 

Por ejemplo, en América Latina y el Caribe es donde menos se recicla. Sólo un 4,5 por ciento de la basura, cuando el promedio del planeta es del 13,5 por ciento.

En América Latina y el Caribe son más del 52 por ciento del total  de desperdicios, cuyo mayor porcentaje acaba en vertederos. Mientras se genera cada vez más basura, los expertos prevén que los residuos aumenten en poco más de tres décadas, en un 70 por ciento más de basura.

Según un informe del Banco Mundial (BM) publicado el pasado septiembre 2020, los deshechos generados en el planeta en 2016 alcanzaron los 2.010 millones de toneladas. La cifra podría llegar a los 3.400 millones de toneladas en el año 2050. 

Un país desarrollado como EE.UU. es el que produce más desechos por persona del mundo. En promedio, tres veces más basuras que una persona que vive en China y siete veces más que un habitante de Etiopía.

También tiene la menor capacidad de reciclaje. Solamente procesan un tercio de sus desechos sólidos. EE.UU. conforma un 4 por ciento de la población mundial y produce un 12 por ciento de los desechos globales o sea, cerca de 239 millones de toneladas.

Dentro de una década, se creará una montaña de 111 millones de toneladas de desechos, la mayoría plástico, que necesitará ser tratada. ¿Frente a eso, que hacemos?.

Los segregados

La separación de residuos sólidos realizada por adultos y niños en América Latina y el Caribe es una actividad informal realizada en calles, vertederos, botaderos e incluso en las casas que habitan.

La actividad se realiza en condiciones deplorables, con altos riesgos para la salud y seguridad de quienes la practican, refleja la Organización Internacional del Trabajo (OIT). 

Miles de niños, hijos de estos segregadores, desde pequeños se ven involucrados. Son considerados por sus padres como mano de obra que debe contribuir en la generación de ingresos familiares para la subsistencia.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) refiere que en el 2020 existían 750 millones de personas analfabetas en el planeta, de las cuales 32 millones pertenecían a América Latina y el Caribe, lo que representaba un 4 por ciento del total de la población del mundo. Ahí están la mayoría de los niños que trabajan con la basura.

En medio de la pandemia, los Gobiernos se endeudaron, intentan inyectar fondos de emergencia en los sistemas de salud, ayudas a las familias más vulnerables y a las empresas más afectadas por una recesión. La actividad económica cayó 7,7 por ciento en 2020.

La pobreza extrema alcanzó su mayor nivel en las últimas dos décadas: 12,5 por ciento de la población, según las proyecciones hechas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Foto: BBC

Si bien no hay información estadística sobre el tipo de actividades que realizan los hijos de las personas más vulnerables, sin dudas, la segregación de residuos es una de ellas. La presencia de niños en vertederos es una de las peores formas de trabajo infantil identificadas por la OIT. 

Los infantes están expuestos a riesgos, problemas físicos y mentales. Son altamente vulnerables frente a los adultos y tienen menores oportunidades de acceso a servicios, asociados al cumplimiento de sus derechos: a la salud, la educación y la nutrición.

La basura se convierte en su salón de clase, el parque de diversiones, su alimento. Viven en condiciones de pobreza absoluta y realizan un trabajo cruel. 

En las calles latinoamericanas fácilmente se identifican adultos acompañados por sus hijos, adolescentes o pequeños, tirando pequeñas carretas de recogida de basura. 

Algunos niños son contratados por intermediarios. Los comercializadores de reciclables los usan para limpiar materiales en sus almacenes, como quitar tapas, etiquetas, lavar envases. 

Otras veces, los recolectores callejeros pagan algún dinero a los niños para que se sumerjan en grandes cantidades de residuos y separen cierto tipo de materiales de su interés, que un adulto no podría hacer por su tamaño. O porque son la mano de obra más barata.

Los pequeños son expuestos al peligro de los movimientos de maquinarias recolectoras y camiones. También al fuego, los gases, las polvaredas, objetos cortantes y contaminados, alimentos putrefactos. 

Los niños ayudan a sus padres a separar materiales y a cargar pesados fardos de materia prima o a alimentar a cerdos.

Muchos de los menores están desnutridos, enfermos de neumonía, anemia, diarreas, dengue, leptopirosis. Algunos reaccionan ante residuos de plomo y mercurio, como se podría comprobar en su sangre.

Gran parte de los niños en edad escolar, no asisten a la escuela. De poder hacerlo, tienen problemas de aprendizaje.

Los niños segregadores de basura son inicialmente rechazados por sus compañeros e incluso sus propios maestros. Tampoco sus padres cuentan con medios suficientes para comprarles los materiales educativos que precisan. 

Se ven obligados a vivir en lugares con condiciones inseguras, muchas veces dentro de un ambiente familiar de violencia y con riesgo de ser golpeados por adultos. La violencia es un lugar común en sus barrios y en los vertederos. Incluso corren riesgos de ser involucrados tempranamente en el consumo de alcohol y drogas.

Al convertirse en padres sin alternativas, generalmente reproducen los mismos patrones de vida y crianza con sus hijos. Fueron forjados como adultos antes de tiempo y podrían convertirse en personas inestables y muchas veces violentos. ¿Frente a eso, que esperamos?

Y si todo cambia

El 80 por ciento de la población latinoamericana vive en las ciudades, con el consecuente consumo de productos y generación de residuos. De la basura, sólo se recupera un 5 por ciento y el 95 por ciento acaba en rellenos sanitarios, en el mar o en vertederos.

Del 5 por ciento de la basura recuperada, el 80 por ciento, casi la totalidad, lo hacen los recicladores. ¿Cómo transformar esta realidad en un modelo de economía circular, basado en reutilizar, reciclar y proporcionar empleo digno? 

Varios ejemplos cuentan historias humanas transformadoras de quienes nacieron entre basurales en Argentina. Tal es el caso de Mauricio Sosa, quien desde los 8 años de edad recibió de forma despectiva el sobrenombre de ciruja o cartonero, mientras recorría las calles Guaymallén, Mendoza.

Unos 30 años después accede a su primer empleo formal. De los 330 recuperadores identificados en el municipio, a fin de año serán casi 150 empleados en cooperativa. 

Foto: Ecología verda

"La gente te mira de otra manera, ya no estamos juntando cartón y botellas, ahora tenemos un trabajo en blanco, digno", dice de su labor como recuperador urbano en un proyecto local de reciclaje inclusivo.

De acuerdo con la información de la Dirección Nacional de Gestión Integral de Residuos (Dngir), un argentino promedio produce 1,03 kilos de residuos sólidos urbanos (RSU) por día. Un equivalente a casi 45.000 toneladas diarias en total y 16,5 millones anuales.

La cifra asciende a 1.900 millones anuales en el mundo. De estas, sólo el 19 por ciento se recicla, el 70 por ciento termina en basurales o rellenos sanitarios y el 11 por ciento se envía a plantas de recuperación de energía. 

A punto del cierre del basural Puente de Hierro en Mendoza, inicia esta cooperativa con una planta de reciclaje para procesar las 226 toneladas de residuos sólidos urbanos, unas 7.000 por mes.

Un esquema de propiedad estatal con gestión cooperativa, fruto de la alianza entre Danone y la Iniciativa Regional para el Reciclaje Inclusivo. En Mendoza existen 1.244 personas que trabajan en los cuatro basurales a cielo abierto y más del 80 por ciento está por debajo de la línea de indigencia, con un ingreso menor a los 5.000 pesos mensuales.

"Nosotros queríamos trabajar de otra manera, con un uniforme y elementos de seguridad, porque la gente te ve con el carrito y te tilda", dice la presidenta de la cooperativa, María Olmos, quien desde la adolescencia se gana la vida de la basura.

"Una vez que la gente nos conozca y sepa que lo único que queremos es trabajar, se nos va a hacer mucho más fácil",  dice porque su trabajo también depende de la cultura ambiental que vaya ganando la gente. 

Gran parte depende del compromiso de los vecinos en las tareas de separación de residuos, en húmedos y secos.  Los recolectores de la cooperativa necesitan 2.000 kilos de residuos para poder pagar la mitad de su salario a un recuperador. La otra mitad la obtendrán con el salario social complementario.

Foto: Javier Sule

"Mi padre fue quien me enseñó. Siempre me dijo: “en vez de ir a robar algo, anda a trabajar, juntá cosas. Este trabajo me da inclusión, una obra social para mi hija y un sueldo seguro".

“Antes, en la calle tenía que andar con mi hija chiquita, la ponía en una caja de cartón en la "carretela" y la llevaba conmigo mientras recogía basura, porque no tenía donde dejarla".

Adriana Videla fue otra mujer beneficiada. "Allá tenías que aguantarte olores, cosas muertas. Acá viene todo seco, limpio". 

Ella es madre. Su nene de 6 años de edad lo metía a escondidas por detrás del vertedero. "Lo dejaba en una montaña de basura, jugando mientras yo trabajaba", relata. “En el verano, cuando los olores se intensificaban y sol acechaba, cubría al nene con papel de diario para protegerlo del rayo del sol”.

Alicia Montoya fundó la cooperativa El Álamo en Buenos Aires, que lleva más de diez años funcionando en el barrio de Villa Pueyrredón. "Nosotros creemos que las cooperativas no tienen ninguna sustentabilidad si no son parte de un proceso de política de Estado".

Ella aportó su experiencia para crear los carros y trazar el operativo. Ahora también trabajan duro, pero la vida les cambió.


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