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    El baile sigue siendo como el son, lo más sublime para el alma divertir

Hay una cadencia especial caribeña expresada en las diferentes formas de bailar, y hasta de caminar.

Una característica notable en los pueblos latinoamericanos y caribeños es la inmensa habilidad para el baile, bien sea de salón o de calle, suelto, o de pareja, bien sea un guaguancó o un merengue, un joropo o la salsa.

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El mestizaje generado en esta zona del mundo es determinante en ello. Hay una cadencia especial caribeña expresada en las diferentes formas de bailar, y hasta de caminar.

El baile en el Caribe es parte de la cotidianidad, de la comunicación gestual y la alegría. Con la diversidad que le caracteriza, lo normal en estos territorios es bailar como expresión liberadora no sólo de la energía del cuerpo asociada al ritmo, sino como expresión social de una formación en la que el movimiento tiene su historia.

Además de mover los pies aunque se esté sentado, el hacer sonar las manos al golpetear la puerta de un vehículo, de una mesa y hasta de un libro con ritmo ante la presencia de la música, tiene su por qué y su con qué.

Foto: Cortesía

Un pasito para atrás, por favor

El baile desde sus inicios fue un hecho colectivo, con grupos danzando en torno de algo o siguiendo a algo (o a alguien).

De igual manera se tiene claro que no siempre danzar o bailar fue un significante de festejos, pues en ritos funerarios se danzó (actualmente se mantiene el ritmo en los pasos del cortejo), así como antes de iniciar una guerra o marchar de cacería. Los movimientos del cuerpo son una efectiva forma de comunicación.

Hay evidencias de bailes y danzas, incluso de danzas en pareja reflejadas en cuevas exploradas en diferentes partes del mundo. Hay constancia de los bailes en la antigua Roma y sobre todo en Grecia, donde fue considerado Arte, y donde la literatura de esa nación lo resalta.

En “La Odisea” Homero escribe acerca de una danza armoniosa acompañada de liras.

Cada nación, con el tiempo, fue desarrollando un baile con características particulares, como el pasodoble español, el tango argentino, el vals vienés o el joropo venezolano, entre otros.

 

En predios del Caribe los pueblos originarios tenían danzas, mantenían rituales festivos, luctuosos o de trabajo, y eran y son bailes de gran armonía musical y danzaria.

También sabemos que los africanos que fueron traídos a la fuerza a los territorios de la hoy América no tenían figuras de baile de parejas enlazadas. Esa modalidad pudo generarse en la zona caribeña gracias a los diferentes bailes europeos como la contradanza,o el propio vals.

Los esclavizados comenzaron a bailar como los amos, remedándolos, en una clara burla hacia ellos. En algún momento surgió la combinación perfecta: parejas enlazadas pero con toda la cadencia y sensualidad de África, que aportó ritmo, rumba de las caderas, contacto del ombligo, “vacunao”, sudor...

Foto: Cortesía

Para finales del siglo XIX y comienzos del XX la América Latina, con el desarrollo de sus culturas populares urbanas dio nacimiento a diversos bailes de parejas enlazadas, asimilando los antecedentes, pero confiriendo perfil propio a lo que luego sería la suma y junta de los cuerpos por la música.

Surgen, entre otros, el Tango en el Río de la Plata, el Son Montuno y el Bolero en Santiago de Cuba, el Danzón en Matanzas, el Samba en Río de Janeiro, el Merengue dominicano de tanta cadencia y soltura, tanto como el Méringue de Haití, y el Merengue venezolano, el Tamborito en Panamá, el Palo de mayo, del Caribe centroamericano, y un poco mas acá en el tiempo, la Salsa.

 

Saber y placer del cuerpo

En su extraordinaria obra “El baile: un lenguaje del cuerpo” (Colección de autores vallecaucanos, Cali, Colombia, 2005) el profesor, antropólogo, lingüista e impenitente salsero caleño que es Alejandro Ulloa explica lo siguiente:

“Considerada en el contexto de folclor urbano, la música popular de América Latina fue desde sus comienzos una música hecha para bailar por las comunidades que las produjeron. Desde entonces los géneros y sus bailes han conformado una pareja indisoluble que se prolonga con la aparición de nuevos ritmos urbanos como la salsa o el reggae, que surgieron también con su propia forma de bailar...”

“Si en la audición de la radio y el disco se educó el oído, en el baile se educó el cuerpo”.

Un cuerpo relajado para el goce, un cuerpo que se exhibe en vez de doblegarse, un cuerpo que tiene en el corazón el origen del ritmo vital y vuelve a él hecho melodía. Un cuerpo adiestrado en el movimiento de los pies, de la cintura, de los brazos que la aprietan, marcando el paso, siguiendo el compás. 

“Además de ser una fuente de placer y un excelente ejercicio, el baile de la música popular y en particular de la salsa, es una práctica social de carácter lúdico que se realiza a partir de unos códigos configurados culturalmente”.

 

Y justo esos códigos culturales a los que se refiere el investigador Alejandro Ulloa pretenden ser destruidos, socavados, malformando el sentido del baile en estos tiempos.

Por ejemplo, hay algunas comunidades en las que bailar dejó de ser un sinónimo de placer y libertad para pasar a ser sinónimo de poder, de status en la medida en que la alienación trabaja muy finamente con los tejidos del exhibicionismo.

La propia esclavitud, donde no hay goce sino esfuerzo, donde no hay alegría sino competencia. Los ejemplos abundan en todo el mundo.

Foto: Cortesía

Frente a ese fenómeno de penetración y alienación las juventudes han tomado partido.

Por ejemplo en Colombia las escuelas de baile surgidas en los barrios o comunas buscan la salud corporal y mental de los muchachos y el tajante alejamiento del mundo de las drogas e incluso del paramilitarismo, pero además buscan reforzar el proceso de identidad frente a esa penetración cultural.

Los instructores de ellas son verdaderos profesionales trabajando por sus comunidades.

En Cuba han surgido verdaderos movimientos de rescate del baile de Casino lleno de figuras estudiadas y complejas, que propicia el enlace de los cuerpos y la vigencia de la pareja frente a las nuevas tendencias del no baile. Adalberto Álvarez, por ejemplo inició una verdadera cruzada de rescate del Baile de Casino, sobre todo cuando se dio cuenta de cómo en Europa vendían al Casino como Salsa, cuando no es lo mismo (ni se escribe igual).

Los esfuerzos de Álvarez dieron fruto y ya se sabe mucho más del Casino,y de sus formas. Este caso hace recordar la labor que hizo el músico cubano Consejo Valiente, conocido como “Acerina” para fomentar el baile del Danzón en México, dando nacimiento a las célebres Danzoneras.

El Danzón sigue siendo el baile nacional de Cuba. Abanico incluído. Imprescindible para conocer su historia.

 

Ésto que acontece en Colombia o en Cuba, así como en Venezuela y el Caribe en general se interpreta como una respuesta contra el deseo imperial en la industria del entretenimiento de desvincular los cuerpos.

En el Caribe el baile potencia la identificación social y ha resistido a los intentos de separar los cuerpos de los bailadores. Quienes agreden sutilmente al baile buscan separar los cuerpos, que es separar energías, fortalezas, emociones y solidaridades.

Choca el deseo de la industria del entretenimiento (poderosa herramienta cultural utilizada por el capitalismo) con la legitimidad popular que el baile tiene en el Caribe fundamentalmente, pues tiene capacidad de resistencia, y de identidad.

Baile, bailarín y bailador

Alejandro Ulloa marca las diferencias: “Si ya definimos el baile como un acontecimiento donde se proyectan las relaciones sociales y se establecen intensas formas de comunicación no verbal, ahora proponemos una distinción entre bailarines y bailadores.

Designamos como bailadores a quienes gustan del baile como una práctica lúdica ligada al ocio y el buen uso del tiempo libre, realizada por el placer que provoca o por el deseo o las intenciones que lo motivan.

Llamamos bailarines a una clase de bailadores que asumen el baile no sólo por el placer que provoca sino como una práctica profesional, sometida a ejercicios de enseñanza-aprendizaje formalizados, a ensayos y talleres... con el fin de presentarse en espectáculos públicos o privados bien como solista o como integrante de una escuela, grupo o compañía artística ejerciendo una profesión de la cual se puede obtener alguna rentabilidad económica y simbólica”.

Para Ulloa, un bailarín comienza siendo un bailador, pero será bailarín en tanto logre una competencia.

En fin, el baile sigue siendo como el son, lo más sublime para el alma divertir, pero hasta con él hay que tener cuidado para que no nos lo desvirtúen, y para que no nos alejen de las pistas, estén en el barrio, en la plaza, o en el hogar.

A diferencia de los bailes que prescinden de la pareja, es cosa bonita preservar lo sabroso del compartir bailando, bien como bailador o como bailarin. Es parte de la identidad latino caribeña, y ya quisieran muchos tenerla.

…que ella no baila sola

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