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Segunda vuelta en Brasil: entre la profundización posneoliberal o el restauracionismo conservador
Publicado 23 octubre 2014



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El balotaje ha permitido, entre otras cosas, ordenar políticamente los modelos sociales en pugna que se enfrentan actualmente en Brasil. Es decir, más allá de las figuras de los candidatos, lo que la segunda vuelta ha enfrentado son intereses contradictorios que atraviesan los cimientos de la sociedad brasileña.

Está culminando en Brasil un proceso eleccionario al que no le han faltado ingredientes. La tragedia por la muerte de Campos, el candidato original del Partido Socialista de Brasil (PSB), la sorpresiva irrupción de Marina Silva, su reemplazante, quien convulsionó por varios días el escenario electoral y, finalmente, la incertidumbre frente a un balotaje que se presenta con un final cerrado pocas veces visto, han convertido a estas elecciones en las de mayor trascendencia de las últimas series presidenciales brasileñas desde el retorno democrático a mediados de los ‘80.

Las últimas encuestas conocidas esta semana, realizadas por Vox Populi y Datafolha, revierten los pronósticos de las semanas que siguieron al primer turno del 5 de octubre, coincidiendo en marcar una pequeña ventaja a favor de Dilma Rousseff, la presidenta- candidata que busca la reelección por el Partido de los Trabajadores (PT), frente a Aécio Neves, el aspirante presidencial por el Partido de la Social Democracia de Brasil (PSDB). En efecto, ambos sondeos colocan a Dilma con una intención de votos que ronda el 52% frente al 48% que le atribuyen Neves.

Al igual que lo sucedido en las tres últimas elecciones presidenciales (2002, 2006 y 2010) el PT y el PSDB compiten en el escenario reducido del balotaje presidencial, hecho que -al menos en lo que se refiere estrictamente a la disputa presidencial- ha dibujado contornos bipartidistas al sistema de partidos brasileño. Pero, al mismo tiempo, ese peso preponderante del PT y el PSDB les ha permitido marcar los términos en los que se dirime la política brasileña, articulando la disputa en base a dos modelos que suponen simbologías políticas distintas. Por ejemplo, la procedencia social y política de los diversos candidatos; como la tensión entre elitistas y “plebeyos” ha colaborado en la organización del escenario político y del “lugar” que ocupa cada uno de los contrincantes.

Por otra parte, no es un dato menor que las últimas semanas previas a la segunda vuelta hayan mostrado una participación mucho más activa del ex presidente Lula da Silva, quien ha aparecido en reiteradas oportunidades manifestando su apoyo a Dilma y esgrimiendo argumentos directamente en contra del candidato “tucano”. La buena imagen que el ex presidente tiene en grandes sectores sociales brasileño ha sido utilizada inteligentemente por los equipos de campaña del PT para apuntalar la candidatura de la mandataria que busca la reelección.

Esta participación del expresidente en un escenario tan reñido merece, al menos, dos lecturas que tendrán consecuencias en el futuro: la primera, la presencia de Lula se ha vuelto un elemento necesario e ineludible para ganar -en el caso, que así finalmente ocurra- una elección del PT. Entre otras cosas, las intervenciones de Lula han logrado resituar el debate y colocar a Aécio entre los enemigos de un proyecto preocupado principalmente por los sectores populares. La segunda, es que Lula -más que nadie- es el que logra traccionar aquellos votos que la estructura del PT no puede movilizar por sí misma. En efecto, la estructura de este partido ha retrocedido en el control territorial y de las calles -cuestión que se ha observado en las protestas vinculadas a los transportes públicos, al sistema político y a la organización de la Copa del Mundo-. Además advierte problemas relacionados con la poca capacidad de aumentar su base militante y con la imposibilidad, por ende, de realizar en algún momento una renovación generacional.

En la última semana de la campaña, Rousseff cosechó adhesiones de diversos grupos sociales, entre los que se destacan grupos de feministas, el movimiento Vía Campesina y diversos colectivos culturales. Esto ha diversificado y ampliado su base de apoyo natural.

Por su parte, Aécio Neves ha recibido el respaldo de todos los candidatos presidenciales que participaron en el primer turno y sus respectivas fuerzas políticas, a excepción de Luciana Genro, del Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Incluso, en lo que constituye un hecho inédito para la política brasileña, el PSB y su candidata Marina Silva, tras una fuerte especulación, hicieron público su apoyo al representante de la socialdemocracia. De todas maneras, ese amplio respaldo político parece no haber colaborado demasiado en mejorar su imagen, ni en ampliar su intención de voto.

Dos modelos en pugna

El balotaje ha permitido, entre otras cosas, ordenar políticamente los modelos sociales en pugna que se enfrentan actualmente en Brasil. Es decir, más allá de las figuras de los candidatos, lo que la segunda vuelta ha enfrentado son intereses contradictorios que atraviesan los cimientos de la sociedad brasileña.

De un lado, Dilma Rousseff se inscribe como la continuidad y profundización del rumbo abierto por el PT allá por el 2002 con el triunfo de Lula, el cual condujo a Brasil no solo por la senda de un persistente crecimiento económico, que ha llevado al país a convertirse en la sexta economía mundial, sino también de un creciente nivel de los índices sociales de igualdad. Es para destacar, en ese sentido, el contundente proceso de disminución de la pobreza que ha tenido lugar en Brasil en los últimos doce años, que no se ha detenido ni siquiera en los momentos de crisis económica, cuyo principal correlato fue un crecimiento exponencial de los sectores medios, motivado principalmente por la expansión del trabajo (el desempleo hoy es sólo del 5%) y por la puesta en práctica de una serie de iniciativas de inclusión sin precedentes.

A nivel de política exterior, el PT ha revitalizado los vínculos del Brasil con la región latinoamericana -y suramericana en particular- ratificando su pertenencia a Unasur, Mercosur y la Celac, además de potenciar vínculos con otras naciones emergentes, como en el caso de los BRICS. Si bien esto no significó adoptar una posición antiestadounidense, en circunstancias puntuales -como en el caso de las revelaciones de espionaje por parte de la NSA a la mandataria brasileña- el país ha sabido mostrar una posición férrea contra los avasallamientos de la potencia norteamericana.

Al mismo tiempo, y demostrando buenos reflejos respecto a las protestas que comenzaron el año pasado, Dilma ha dejado lugar para implementar rectificaciones y cambios –mais mudanças, fue uno de los lemas de su campaña- en una eventual segunda presidencia.

Del otro lado,de los apoyos ad hoc suscitados luego de la primera vuelta, Aécio Neves y el PSDB representan a aquellos sectores neoliberales que observaron desde el inicio del gobierno del PT un freno a sus aspiraciones tanto económicas como simbólicas.

Los grupos económicos se han introducido de una manera desmesurada y provocativa en la campaña electoral. Brasil, por sus dimensiones y por su lugar en la geopolítica regional e internacional, se ha convertido en la “madre de todas las batallas” del continente. Los conglomerados mediáticos, como aquellos vinculados al capital financiero han realizado gestos que buscan disciplinar y condicionar el escenario político. No es casual que el 21 de octubre se haya producido la caída de la Bolsa de San Pablo (3.80%) ante el anuncio de que la tendencia positiva era capitalizada por Dilma. Las expectativas de ampliar la rentabilidad cosa que imaginan con Aécio-, de “reducir” la intervención estatal, como de pagar menos impuestos, ante los datos positivos para el PT parece refrenada y ello lo hacen notar en el “mercado”, como en el clima político.

A pesar de una posible derrota de los “tucanos”, debemos indicar que este actor político continúa articulando –desde su salida del poder con Fernando Henrique Cardoso- un imaginario político en Brasil bastante extendido y masivo. Constituyen una derecha política que puede movilizar millones de votantes y mantienen su vínculo estrecho con actores económicos que pueden presionar e intentar disciplinar el próximo mandato del PT.Es decir, se preparan para un regreso, su apuesta es hacia el futuro, teniendo como interrogante la proyección de Marina Da Silva. Entienden, que se vienen años de menor crecimiento, de escaso repunte de la economía internacional y de mayor presión social sobre un futuro gobierno del PT; todas estas son oportunidades que podrían ser instrumentalizadas para consolidar su poder e influencia.

El PSDB - en esta última década- solo es en relación a la disputa que lleva adelante con el PT.

Es decir, el PT no ha podido en estos años desestructurar sus redes territoriales, ni su base militante, ni condenarlo a convertirse en un partido entre otros tantos. Hoy Dilma y Lula pueden ganar el balotaje, pero tiene como desafío –además de soportar los embates de la economía- “relanzar” su partido y organizar a los nuevos actores que las transformaciones del PT han introducido en Brasil para mejorar sus chances de arrinconar el PSDB en un próximo futuro.


Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica


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