Un triunfalismo enceguecido recorre a Colombia. Ante la posibilidad histórica y real de ganar la presidencia y afirmar la voluntad mayoritaria por un cambio, se está creyendo, casi ingenuamente, que el solo acto democrático de ir a las urnas y votar un nuevo gobierno es un hecho suficiente y consumado del cambio. Sin embargo, esta reacción general de la gente por el cambio pierde de vista los diferentes escenarios con los que la vieja oligarquía cuenta para no dejarse sacar del gobierno.

Durante los primeros cien años de la República las elecciones fueron interrumpidas, principalmente, por guerras civiles o golpes de estado. En el el último siglo, tal tendencia se ha mantenido inmodificable, a pesar del asesinato del Jorge Eliécer Gaitán en 1948, gracias a la unidad de clase de la oligarquía en torno a sus intereses y a su bien conocida capacidad y violencia para excluir de la participación democrática por el poder, otras tendencias políticas e ideológicas opuestas a sus intereses representados por los dos partidos históricos tradicionales: liberal y conservador.

Pero esa tendencia histórica, el continuismo en el poder de la vieja oligarquía, hoy convertida en una “nueva” narcoligarquía gracias a sus alianzas con sectores del narcotráfico y las mafias, se ve amenazada por un proyecto progresista, democrático y de cambio que aspira a ganar la presidencia en primera vuelta el 29 de mayo con Gustavo Petro y Francia Márquez, candidatos del #PactoHistórico y la #ColombiaHumana.

Gustavo Petro no es nuevo en la lucha por la presidencia, es un curtido, sagaz, inteligente y experimentado lider político socialdemócrata que se lanza por tercera vez a la presidencia; la nueva aquí se llama Francia Márquez, candidata a la vicepresidencia que ha empezado a posicionarse y consolidar un discurso progresista y raizal que por su origen humilde, historia personal, cualidades humanas y políticas la han convertido en la nueva voz de los Nadies, las millones de olvidadas, los excluidos.

Sin embargo, esta posibilidad real de cambio y la esperanza de millones de indignados e indignadas por hacer parte de una sociedad plenamente democrática, basada en la justicia social y la paz, de derecho y garantista de la Constitución, puede verse ensombrecida en el mejor de los casos o enrojecida en el peor, por la política sistemática de crimen de Estado que caracteriza a la vieja oligarquía cuando una fuerza política nueva surge, se le opone y desafía su poder.

El movimiento social y político que ha crecido y se ha desarrollado como nunca antes, gracias a sus luchas y acumulado histórico de resistencia, tiene ante sí un inmenso reto: derrotar en las urnas el continuísmo de la vieja oligarquía y sus formas de gobernar que incluyen: la violación a la Constitución, el extractivismo y el neoliberalismo, la acumulación acelerada de riquezas, el terrorismo de Estado, la corrupción, las alianzas con el narcotráfico que convirtieron al Estado en un narcoestado, y por último, pero no menos importante, su sometimiento a los intereses de una potencia imperialista.

El movimiento social y ciudadano crítico, consciente y ciudadano que existe hoy, ha venido demostrando, como en el paro nacional del año pasado, su capacidad de movilización, unidad y lucha. Es él el gran protagonista, el sujeto de cambio que soporta el peso de la base de la pirámide social y política que da fuerza y vida a la transformación.

La vieja oligarquía por más que se encuentre en una fase decadente, usará su alianza con narcotraficantes, terratenientes, empresarios, paramilitares y despojadores de tierras (yo incluyo a la embajada yanqui y la DEA) para seguir ejerciendo el poder desde las instituciones que tiene secuestradas como la Fiscalía, Procuraduría, Registraduría, CNE, FF.AA., Policía, ESMAD. Cuenta, incluso, con otras cartas para impedir un posible gobierno (presidencia y vicepresidencia) del Pacto Histórico y la Colombia Humana que encabezarían Gustavo Petro y Francia Márquez.

Así las cosas, son varios los escenarios siniestros y desfavorables que el movimiento nacional por el cambio puede encontrarse. Y cualquiera de estos escenarios, cada uno o combinados, es lo que las urnas después del 29 no pueden enfrentar sino el movimiento social a través de la lucha extraparlamentaria, en las calles, barrios, plazas, campo.

En conclusión, hay que prepararse ante cualquiera de los escenarios que nos plantee la narcoligarquía y no ir a creerse que es suficiente con cumplir el derecho constitucional de salir a votar este 29 de mayo.

Algunos de los escenarios posibles:   

1. Fraude masivo pero bien diseñado para hacerlo invisible a testigos y jurados.

2. Desconocer el triunfo del Pacto Histórico/ Colombia Humana con Gustavo Petro como presidente y Francia Márquez como vicepresidenta.

3. Impedirles gobernar.

5. Producir un hecho violento de gran impacto.

6. Desatar la violencia.

7. Declarar el Estado de excepción (inconstitucional).

8. Llamar a un levantamiento general de FF.AA. y policía.

9. Soltar sus perros de guerra (Paramilitarismo).