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Los nuevos desafíos de la juventud de izquierda en Latinoamérica
Publicado 9 septiembre 2020



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Durante los últimos años la democracia electoral se ha institucionalizado en la región. Solamente hasta el 2009, cerca de 500 millones de latinoamericanos votaban regularmente. Esto significa que el protagonismo de los procesos políticos ya no radica en las estructuras y los aparatos militares sino en las agrupaciones políticas y las fuerzas de los movimientos sociales. En ese contexto, los derechos civiles y políticos han merecido y tomado mayores espacios que en el pasado. Las juventudes desde sus espacios organizativos, han tomado un rol importante en motorizar estos espacios de masificación política.

Durante los últimos años la democracia electoral se ha institucionalizado en la región. Solamente hasta el 2009, cerca de 500 millones de latinoamericanos votaban regularmente. Esto significa que el protagonismo de los procesos políticos ya no radica en las estructuras y los aparatos militares sino en las agrupaciones políticas y las fuerzas de los movimientos sociales. En ese contexto, los derechos civiles y políticos han merecido y tomado mayores espacios que en el pasado. Las juventudes desde sus espacios organizativos, han tomado un rol importante en motorizar estos espacios de masificación política.

Sin embargo, se han desquebrajado y vulnerado los procesos democráticos en Latinoamérica por las grandes élites políticas que responden a los intereses de la oligarquía latinoamericana. Es muy largo consignar la historia del intervencionismo como política exterior estadounidense en América Latina y otros países del mundo.

Violentos o inteligentes, disfrazados de legalidad o no, los golpes de estado han sido el mecanismo que EE.UU. y las oligarquías nacionales utilizan para recuperar el poder cuando sectores progresistas o populares que, por la vía de la democracia representativa y protagónica, acceden al Gobierno, y comienzan a realizar reformas sociales que buscan el bienestar de las amplias mayorías.

Lo antes citado revela que nada de esto fuese posible sin la efervescencia, conciencia, politización y organización de la juventud. La izquierda y las distintas corrientes progresistas, han contribuido enormemente a la vida social y política de las naciones durante más de 20 años en la región, hoy que renace la necesidad de vigorizarse ante la crisis económica y social existente, viéndose reflejada en la población más vulnerable. Es menester fortalecerse a través de una autocrítica sincera y volviendo al trabajo de masas, planes de acción y unidad absoluta.

Debemos redirigir nuestros espacios políticos, como una alternativa radical a la política burguesa o además de algún debilitamiento de la unidad de izquierda, que se enfrenta a una serie de crisis y desafíos: ideológico-programática, una crisis en la definición de sus políticas frente al estado y las clases dominantes y en la formulación de estrategias de movilización política.

La presencia de la izquierda en los movimientos de masas y las movilizaciones de base sobre cuestiones relacionadas con la calidad de vida de las personas, aunque sigue siendo sustancial, ha disminuido. No está abordando con suficiente vigor y tenacidad temas trascendentales como las desigualdades en cuanto a salarios y redistribución de la riqueza.

La formación política e ideológica no puede convertirse en añadiduras en la constitución de espacios políticos, la influencia dentro de la intelectualidad progresista o de izquierda está disminuyendo y dejando, a largo plazo, un vacío generacional.

Ideológicamente, la izquierda es el único oponente consecuente de las políticas neoliberales en el espectro político dominante de la región. Nuestros dirigentes deben reflejarse, de una manera más adecuada, en sus propias políticas y prácticas, especialmente a niveles estatales. La práctica política no puede carecer de empatía y conexión con las realidades del pueblo.

Oponerse eficazmente al neoliberalismo también significa luchar contra los estados represivos, y defender los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos. Esto plantea dos dilemas para la izquierda. ¿Cómo puede desempeñar un papel dual como partido de Gobierno (aunque solo sea en unos pocos países) y como partido u organización de oposición sin el riesgo de ser visto como parte del sistema y perder en parte la coherencia o credibilidad? En segundo lugar, ¿cómo puede la izquierda lograr un equilibrio entre la política parlamentaria y la política de movilización de masas para promover su causa?

La resolución de estos dilemas exige teorías creativas y praxis imaginativa. La izquierda puede estar a la altura de estos y otros desafíos a los que se enfrenta sólo si enuncia una visión claramente emancipadora de la transformación social basada en el marxismo, neo-marxismo, o en teorías progresistas que ofrezcan una alternativa convincente a las políticas económicas neoliberales y sociales retrógradas. Diseñar estrategias innovadoras de movilización política y ampliar su atractivo al participar en luchas sobre temas que preocupan profundamente a los trabajadores y la población vulnerable.

Para esto es necesario desarrollar una visión contemporánea del desarrollo y relacionar esto con sus programas y políticas públicas. También debe desarrollar un análisis agudo de las causas de los reveses electorales que haya sufrido, incluso a través de las políticas sociales y económicas seguidas por sus gobiernos estatales, y sus deficiencias para brindar perspectivas alternativas y grupos sociales que busca representar.

La bio-sustentabilidad, la izquierda reconoce las depredaciones y el saqueo de los recursos naturales por parte de los capitalismos neoliberales. Pero todavía no ha hecho de la ecología un componente central como modelo de desarrollo que defiende esta como una oportunidad única de llevar la ecología al centro del escenario, en medio de la explosión de movilizaciones de base en prácticamente todos los países en contra de los proyectos destructivos de irrigación, fracking, energéticos y sobre todo el control de la tierra, el agua, los minerales y otros recursos naturales.

Además de esbozar tales perspectivas y estrategias programáticas como parte integral de una política humana que empodera a los trabajadores, la izquierda puede ganar enormemente en credibilidad y aceptación popular desarrollando alternativas sectoriales en temas como derechos a la tierra, el agua y la vivienda, el acceso equitativo a fuentes de energía, agricultura sustentable, generación de empleo rural, desarrollo urbano, transporte, espacios académicos (educación liberadora), cultura, sistema de pensiones, programas especiales a los trabajadores informales, mujeres solteras, comunidad LGBTI+, comunidades étnicas, religiosas, entre otras.

La lucha contra el patriarcado no puede dejarse para el futuro; desprenderse de cualquier política patriarcal, que socave el estado de justicia de igualdad social. Esta debe integrarse en la agenda central de la izquierda.

Ahora depende de los diferentes músculos de la izquierda decidir si se deben desarrollar más allá de una alianza partidista flexible o convertirse en actores políticos más significativos. Para ello, los miembros deben ampliar el consenso político que constituye la base de la izquierda y retomar aquellas discusiones que hasta ahora se han evitado en aras de mantener la UNIDAD política.

La pregunta central sigue siendo: ¿cuál de las formas de democracia y autodeterminación identificadas puede realizarse en las condiciones de la integración latinoamericana? Para ello y para evitar quedarnos en un “compromiso formal”, es crucial una estrategia realmente convincente, que tenga en cuenta las contradicciones reales y contenga propuestas viables para trabajarlas. Depende de nosotros (lo asumo) hacer frente a los nuevos desafíos y convertirnos en una fuerza influyente para los desarrollos futuros, o si quedamos atrapados en la vorágine de la crisis política que se ha apoderado de muchos partidos y movimientos sociales. Todavía se puede elegir si formar parte de la "terapia" o un síntoma del declive de unión latinoamericana.


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