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Óleo de una mujer salvadoreña en pandemia
Publicado 28 septiembre 2020



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“Nunca imaginé que tenían que irse tan jóvenes y que no les despidiéramos, como se hacen los rituales de homenaje a las amistades queridas”, así lo afirma Zulma Larin, quién ha sentido el dolor reciente, a consecuencia de la pandemia en El Salvador.

“Nunca imaginé que tenían que irse tan jóvenes y que no les despidiéramos, como se hacen los rituales de homenaje a las amistades queridas”, así lo afirma Zulma Larin, quién ha sentido el dolor reciente, a consecuencia de la pandemia en El Salvador.

“Eran dos personas muy queridas y se tuvieron que ir sin verles, ni acompañarles. Entonces todavía andamos con ese vacío,  porque la situación sanitaria sigue latente”, dice quien lleva casi dos décadas en acciones comunitarias, como fundadora de la Red de Ambientalistas Comunitarios de El Salvador (Racdes).

Su trayectoria viene desde la temprana adolescencia. “Fui refugiada, viví y me formé entre los refugios luteranos - para quienes huían de la violencia provocada por el conflicto armado- y la clandestinidad, involucrándome en actividades políticas, que forjaron mi compromiso, disciplina y me permitieron manejar el arte de sobrevivir en tiempos de guerra (…) Esas condiciones en las que crecí, me ayudaron a tener una visión muy amplia de la vida en comunidad”, asegura. 

Desde niña, “soñaba con que se acabaran todas nuestras preocupaciones, por no tener lo necesario para vivir. Con mi padre trabajador del campo y mi madre desde casa, aprendí a ocuparme de la parcela, supe pronto lo que era la explotación laboral de las familias campesinas”.

“A los 10 años, presencié el asesinato de mi padre durante la guerra civil que nos golpeaba a todos. Unos años después, perdimos a mi hermano quien era parte del Ejército. Cayó en combate en las Minas de Chalatenango, nunca más lo vimos. Él todavía sigue ahí, ahora siendo árbol, en algún lugar de esa montaña” puntualiza Larin.

“Aunque anduve por caminos difíciles y pedregosos, he aprendido a llegar a donde quería”, insiste. Para la salvadoreña Zulma Larin, el mayor reto como mujer y especie humana, es la coherencia entre el pensar y el hacer. Se reconoce sensible, alegre, rebelde y luchadora por el bien común.

Pandemia en Soyapango

En la lengua ancestral náhuatl, el vocablo –suya, significa Palma–, apan  es río: “Lugar del río de la Palma”. Ubicado a unos 7 kilómetros de distancia de la ciudad de San Salvador, Soyapango, es conocida como la ciudad industrial, tercera más poblada de la nación.

“Aún hay contagios cerca de mi entorno en la colonia. Por el encierro, he estado sometida al riesgo de salud mental y porque Soyapango, es un municipio densamente poblado, con 500.000 habitantes y los contagios en este lugar han sido en cantidades. Eso me mantuvo muy estresada hasta que el virus llegó a mi casa”.

Fuente: EFE

“Nos contagiamos de una manera asintomática y estuve muy sometida a la tristeza, porque mi madre es diabética y mi esposo es hipertenso. Entonces, eso me llevó a extremar las medidas de cuido para mi mamá y mi marido”, recuerda Larin.

“Fueron días muy intensos y estresantes. Mi madre Carmen –es mi motor de acción e inspiración- se agravó durante una semana. Otra semana, mi marido. Y yo, pues también, de una manera más leve, porque no tengo enfermedades crónicas”

En mi país

El primer caso del virus se reportó en El Salvador el 18 de marzo del 2020. Tras la apertura de la gestión económica el pasado 24 de agosto, todos asumen que habrá efectos nocivos en los próximos días.

Según el contador oficial del Ministerio de Salud, el país registra 26.000 casos confirmados de Covid-19, desde la irrupción de la pandemia. Cuentan 739 fallecidos y cerca de 10.000 casos sospechosos. Entre los enfermos con el virus letal,  hay 682 graves y 248 críticos. Reportan 15.347 personas de alta.

Antes de decretar oficialmente el primer caso por Covid-19, en la nación centroamericana con 6,5 millones de habitantes, los médicos locales habían advertido del alza de pacientes con infecciones respiratorias, en los hospitales de la capital, San Salvador.

Tempranamente, varias personas enfermas denunciaron la falta de atención en la red hospitalaria salvadoreña, a pacientes con síntomas relacionados con la pandemia del coronavirus y demás afectaciones crónicas.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), El Salvador se encuentra en una situación paradójica, porque todavía no puede cubrir las necesidades de la población en lo que se refiere a una cobertura universal de la atención sanitaria en el país.

Califican como los principales desafíos: el desempleo y subempleo de agentes de salud en determinadas categorías, la incapacidad financiera del sector sanitario y la distribución desigual de los agentes de salud en los distintos niveles de servicios, con un déficit del 43 por ciento, en lo que se refiere a la atención primaria.

A ello se le une una distribución demográfica no equitativa de los recursos existentes.

Igualmente, la OMS reconoce la disparidad en las condiciones de trabajo y los incentivos económicos entre el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) y el Ministerio de Salud, como la falta de agentes de salud formados adecuadamente para poner en marcha la actual estrategia de atención sanitaria, basada en la atención primaria.

Uno de los primeros fallecidos por Covid-19 fue Óscar Méndez Beltrán, procedente de Panamá. Fue diagnosticado por infección urinaria y con prueba de Covid, de la cual no supo el resultado durante su aislamiento en la Villa Olímpica. Con 56 años, después de 10 días con fiebre, murió solo en un cuarto de hotel a donde fue trasladado.

Durante la última semana de marzo y primera de abril, ya hubo denuncias por falta de acceso a atención médica y a las pruebas de detección del virus, en los llamados centros de contención.

Luego continuaron los médicos del Hospital Rosales, principal centro de especialidades de la red pública salvadoreña. Nuevamente exigían que se les provea de equipos protección nivel dos, lo cual incluye mascarillas, caretas y alcohol en gel. También pidieron que se les respetaran sus horas laborales y de descanso, en medio de la creciente expansión de la Covid-19 en el país centroamericano.

Igualmente en el hospital de Saldaña, enfatizaron la falta de equipos de protección, que adolecen los galenos del Ministerio de Salud. Señalaron que no cuentan con insumos y personal necesario para atender a los pacientes, de tal manera que -en ocasiones- se quedan en las puertas de los hospitales haciendo largas filas, para ser diagnosticados por diferentes causas, refieren los médicos del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS)

La red médica hospitalaria ha colapsado para quienes requieran cuidados intensivos, según comunicó el Colegio Médico.

Mi ciudad

Para Larin, “el tema de la muerte no ha sido sencillo digerirlo, todavía duelen mucho esos jóvenes de mi organización. Mi ciudad, aquí en el país, fue declarada zona roja por la cantidad de habitantes que hay en ella. La vulnerabilidad por la falta de saneamiento ambiental que existe dentro del municipio de Soyapango”.

“En mi caso, el virus llegó a nuestra casa porque tengo un hermano que es médico y estuvo en la línea de acción atendiendo esta situación y así, él se infectó. Esa crisis si nos afectó emocionalmente, a toda la familia”, explica.

Los datos oficiales afirman que 42 médicos han muerto por Covid-19 en El Salvador. Todos los que han perdido la batalla por la vida, han estado en primera línea de atención contra el virus. De estos, 18 son del sector público y 24 dFfel sector privado. Jubilados y activos, 11 de ellos, informó el ministro de Salud Francisco Alabí.

De acuerdo con datos del gremio son 53 los médicos fallecidos. El presidente de Colegio Médico, Milton Brizuela señaló que también se registra la muerte por la Covid-19 de más de 100 profesionales de la salud del sector público - Seguro Social y Ministerio de Salud- y del área privada.

Los datos oficiales no dan una completa credibilidad sobre la Covid-19, dijo Brizuela. Antes del 10 de agosto, el número de contagios diarios superaba los 400 y el punto más alto se registró el 9 de agosto, con 449 casos confirmados.
La escalada de casos registrados, desde mediados de junio, fue atribuida por los expertos a los efectos de la tormenta tropical Amanda, que golpeó al país a comienzos de ese mes requiriendo la evacuación de algunas comunidades.

Destacados especialistas médicos presentaron una demanda contra el Ministro de Salud ante la Corte Suprema de Justicia, por considerar que ha violado el derecho a la salud y la vida del personal sanitario, que se han desempeñado en la primera línea de atención durante la pandemia.

Los empleados del sector salud han denunciado que no reciben equipos de protección personal adecuados y en cantidad suficiente para enfrentar la carga viral a la que están expuestos en los hospitales.

Asimismo, alegan que el Estado no solo está obligado a protegerlos, sino a que los insumos sean de calidad. Los demandantes indicaron, no obstante, que el Ministerio de Salud se ha negado a rendir  informes y el personal sanitario sigue careciendo del equipo apropiado.

Mi casa y yo

“Ya se han tenido que racionar los consumos, en la medida en que escasearon los alimentos -nos cuenta Zulma Larin- y también porque mi marido quedó desempleado hasta la fecha y bueno, para enfrentar el impacto económico, sólo contamos con mi salario. Así se ha podido ir resolviendo la vida”

“La unidad, en nuestra familia es muy buena. Eso ayuda mucho a ir resolviendo el tema de los alimentos, los pagos de impuestos. También yo promuevo la economía solidaria en mi trabajo y los pequeños productores/as, nos venden a precios justos. Eso ha permitido que haya en la casa hortalizas, granos básicos como frijol, arroz y lácteos”.

Los últimos sondeos en el país centroamericano evidencia que el 49 por ciento de la población asegura que "ha empeorado" la economía familiar durante la pandemia. Del total encuestado, el 33 por ciento señala que es por el cierre de negocios o la imposibilidad de salir a trabajar, el 24 por ciento lo atribuye a la reducción de los ingresos y de las remesas familiares desde EE.UU. y el 17 por ciento al desempleo.

Tiempo intenso

“Creo que para mí, este tiempo es intenso y me permite mayor reflexión sobre el valor de la vida y la fragilidad que tenemos como especie humana. Por ser defensora de Derechos Humanos y de la naturaleza, profundicé en que no necesitamos tanto consumo para vivir. La convivencia con la familia, me ha echo descubrir los cariños de mis hijos, sus miedos y su necesidad de protección, más de cerca”, insiste Larin.

“Entendí que también es necesario hacer un alto, para que se pueda valorar a toda la familia: hermanos, madres, primos y amistades. También comprendí algunas de mis habilidades, por ejemplo: escribir o posicionar mi opinión sobre la vida y el país”.

En el Salvador, el crimen contra las mujeres es una epidemia que ha estado presente demasiado tiempo. Se estima que 5 de cada 10 mujeres sufre violencia.

Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) el 44 por ciento de las mujeres alguna vez -casadas o acompañadas- reportaron maltratos verbales o psicológicos.

El 24 por ciento denunció violencia física y el 12 por ciento agresión sexual, por parte de alguna pareja o expareja. Casi la mitad (47 por ciento) de las mujeres alguna vez -casadas o acompañadas- experimentaron alguno de los tres tipos de violencia y el 9 por ciento, vivió los tres tipos de violencia en conjunto.

La OPS asegura que existen una serie de casos, que no son registrados como violencia; sin embargo, son derivados de ella.

Los suicidios de mujeres embarazadas son un ejemplo claro del impacto oculto de la violencia de género. Un estudio del Ministerio de Salud de 2006 apunta, que el 80 por ciento de las mujeres que se suicidaron por envenenamiento durante su embarazo, tuvieron un historial de abuso sexual.

Por ejemplo, durante los meses de marzo a junio en confinamiento -que se conozca- murieron en El Salvador, 21 mujeres por feminicidios y 20 por el virus de la Covid.

“Violencia de género no, gracias de Dios no tenemos esa experiencia personal. Es porque hemos sido una familia, construida bajo los respetos que cada uno merece por ser persona. Pero si he vivido la violencia institucional por ser mujer y además por tener una discapacidad en mi pierna derecha. He sentido -muchas veces- ese sentimiento de ser violentada por mi condición de mujer y además, como defensora de los derechos, con ideas y generadora de opinión. Eso que no cae bien a muchos/as”, señala Larin.

De esta manera, la defensora de derechos humanos asegura que “en esta pandemia, mis aprendizajes me ayudan mucho. Sigo siendo una mujer  organizada en grupos de defensores/as de derechos humanos y de la naturaleza. Creo que la condición más elevada del ser humano, es cuando puede descubrir que viviendo en comunidad y fortaleciendo la colectividad, la especie humana podrá sobrevivir”.

Por eso, “la esperanza de vida, la ubico en la fuerza que tenemos las personas para cambiar o transformar situaciones, que afectan la vida de todas. Una fuerza interna que tiene cada ser humano y su espiritualidad. Esto puede ayudar, a que de manera clasista, se fortalezca la organización y se pueda reconocer que, solo la fuerza de las mujeres trabajadoras, productoras, originarias, intelectuales, obreras, campesinas todas unidas, podríamos transformar esta realidad”.

El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, publicó recientemente en Twiter que "los efectos de la reapertura económica los veremos dentro de 3 a 13 días, tiempo máximo de incubación del virus y de presentación de síntomas, de los primeros contagios al inicio de la reapertura". "Dios proteja a El Salvador", agregó.

“Con este Gobierno que ahora tenemos No creo, para nada, que nos facilitará condiciones para avanzar en la incipiente democracia que se venía construyendo, después de 28 años de firmados Los Acuerdos de Paz”, afirma Zulma Larin, salvadoreña y jefa de un núcleo familiar de seis personas.


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