• Telesur Señal en Vivo
  • Telesur Solo Audio
  • facebook
  • twitter
A pesar de que Donald Trump juega con índices de desaprobación nunca vistos en la política interna puede seguir en el poder.

A pesar de que Donald Trump juega con índices de desaprobación nunca vistos en la política interna puede seguir en el poder. | Foto: EFE

Publicado 29 octubre 2020



Blogs


Trump ha generado un descontento dentro de las fuerzas armadas difícil de ocultar, y a nivel diplomático e internacional es el invitado incómodo al que nadie quiere atender.

La sombra de unas elecciones mediatizadas a nivel global esconde la triste verdad de Norteamérica. No hay democracia en Estados Unidos. A pesar de que Donald Trump juega con índices de desaprobación nunca vistos en la política interna puede seguir en el poder. Millones de votos no cambian nada. El sistema electoral norteamericano apesta a formol y a catacumba parisina, mientras sigue oprimiendo la voluntad de sus ciudadanos.

En el juego existen fuerzas poderosas a nivel global. Donald Trump parecía invencible en el inicio de la campaña, con una maquinaria electoral con fondos ilimitados y la tecnología necesaria para enjaular (aún más) cognitivamente a los norteamericanos y torcer la voluntad en el último minuto. Sin embargo la opinión pública comienza a resentir sus patanerías, sus desaciertos y su prepotencia que representa lo más oscuro de la ideología subyacente en el sistema capitalista: un millonario intocable  riéndose de sus propios electores. La población norteamericana se ha sectorizado políticamente en un millón de causas que abarcan desde la biopolítica y las referencias a la individualidad que tanto bombardeó Foucault hasta las que se encuentran profundamente enraizadas en la sociedad: la lucha contra el racismo, el feminismo, la lucha del sector obrero (aún apostando a una eventual victoria de Trump pero a escondidas retornando al establishment demócrata). Por otro lado Trump ha generado un descontento dentro de las fuerzas armadas difícil de ocultar, y a nivel diplomático e internacional es el invitado incómodo al que nadie quiere atender.

Sectores, elementos de la superestructura estatal que comienzan a girarse de manera incontrolada. El último debate Trump-Biden mostró lo que nadie podía haber predecido: Donald sangra. Sangra a chorros con preguntas incómodas y respuestas relampagueantes, se escuda en sus manos como un ladrón capturado pidiendo clemencia. El viejo Biden le dio una demostración de elegancia y nivel diplomático, pero más allá de la imagen discursiva quedó un sabor a derrota en el aire, un tufo a esperanzas masacradas. Su más preciada carta está envuelta en materia fecal y es el díscolo hijo de Biden, que genera más titulares que Ronaldo. Trump la sacó con cara de asco y midiendo con mucho cuidado sus acusaciones. Medios de todo el mundo esperaban el momento, espoleados por incentivos económicos con el logo T. Centenas de host de programas de política, blogueros, reporteros. El momento crucial, lleno de sangre: al ex-soldado Marine (dado de baja por sus amoríos con la Blanca) había "dejado" una laptop personal en una tienda de reparaciones, y "el encargado" al "ver el material" pues, llamó a la policía. Aparte de la zingadera de Junior Biden y sus predilecciones químicas, el hueso de este enorme trozo de carne mediática es la acusación a Joe Biden de recibir dinero de gobiernos extranjeros, con lo cual estaría incurriendo en delito de traición.

No es cualquier cosa. Que esa declaración venga del Presidente de Estados Unidos y se haya ventilado en un debate, significa al menos la muerte política del contrincante. Razón por la cual la media internacional, llena de hambre y morbo gerenciado por Jared Kushner y su dominio absoluto de la #cyberpolítica local esperaba con las fauces abiertas. Jaime Bayley, por ejemplo ha dedicado semanas a exprimir la noticia. Lo cual, si me permiten es el ejemplo de Malinche con más cristales y espejos en la actualidad. Cada agencia noticiosa ha machacado el nombre Biden en relación a este bombazo y el momento era eléctrico.

Joe Biden exhibió una larga sonrisa. Trump aguardó la respuesta, con cara de jugador de poker ebrio e incapaz de esconder su júbilo. El expresidente de Estados Unidos dijo que el debate era entre ellos dos. Alguien carraspeó en el estudio, por esta súbita muestra de coraje de Biden. Donald Trump parpadeó.

En los treinta segundos siguientes, Biden le dijo a Trump que le resultaba extraño estas acusaciones, y más si provenían de alguien que siendo presidente se negara a pagar los impuestos. Y que si alguien tiene negocios aquí en el extranjero es Trump, que negocia con China.

En dos frases se cayó la campaña de Trump. Dos frases lo descubrieron como un evasor de impuestos, un criminal con un cinismo a prueba de balas, un inmoral. Un constructor de enemigos imaginarios para manipular al pueblo mientras hace negocios en secreto con ellos. Una vergüenza internacional. Este rebote inesperado, pero mortal acabó el debate. Es irreversible. Trump quizás pueda pasarle por encima a toda la evidencia y toda las informaciones que anuncian su derrota y efectivamente, robarse las elecciones. Pero ha quedado claro que no es el presidente de tod@s los norteamerican@s.

Cae el sol lentamente en la orilla del típico caribeño, y nada cambiará significativamente para nuestro continente. No se me quita aún la manera curiosa conque uno se asoma a esa charada de democracia, en el imperio más belicoso y sanguinario de la tierra. El bipartidismo se mantiene a sangre y fuego, incluso sobre los cadáveres de l@s oprimid@s. Hasta el día de la rebelión, seguimos.


teleSUR no se hace responsable de las opiniones emitidas en esta sección

Comentarios
0
Comentarios
Nota sin comentarios.