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    Sobre ello, el Cuate recordó al presentar sus memorias que “me puse a las órdenes de Fidel Castro, sin saber quién era.

Reparó la embarcación Granma de su propiedad para que, rumbo a Cuba con 82 expedicionarios, dieran inicio a la independencia ansiada en 1956.

El Cuate murió a los 97 años de edad. Es conocido entre los cubanos y mexicanos como un entrañable amigo de Fidel y Raúl Castro, también del Che Guevara. El legendario Antonio del Conde Pontones era el dueño del yate de la libertad.

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Reparó la embarcación Granma de su propiedad para que, rumbo a Cuba con 82 expedicionarios, dieran inicio a la independencia ansiada en 1956.

Aquel niño nacido en Nueva York, Estados Unidos (EE.UU.), que al llegar a México en 1933 no hablaba ni una palabra de español, terminó siendo el dueño de los negocios de su padre, que incluían una armería deportiva, a donde llegó en 1955 el joven Alejandro.  

Sobre ello, el Cuate recordó al presentar sus memorias que “me puse a las órdenes de Fidel Castro, sin saber quién era. Sin ser adivino, ni nada. En mi libro escribo que, parece que me mandó un mensaje subliminal, pero no me pregunten por qué confié en él. Era Fidel”.

Sin permiso

Sobre los pormenores del secreto viaje, dijo para su libro titulado ‘Yate Granma’, “lo que pasa es que había mal tiempo y no daban permisos para navegar. Pero yo me valí de todo, le dije al capitán del puerto que había invitado a unas amigas y ni modo de tenerlas en el barco amarrado. Ya después de algunas copas que se tomó me dio el permiso. El problema era que habían llegado expedicionarios al barco y había mucho desorden, tuve que ordenar el contingente humano”.

Todo comenzó cuando un joven bien vestido y formal, que dijo llamarse Alejandro, llegó al negocio de armas en la Ciudad de México. Observó los artefactos que se exhibían en el mostrador y recomendado por un amigo común, pidió "mecanismos de acción de origen belga", conocida como esa la parte móvil de los fusiles, que sólo compraban expertos o coleccionistas.

Alejandro, el alias clandestino, también es el segundo nombre de Fidel. Llegó a México exiliado para contactar con su hermano Raúl, ya en tierra azteca y de conjunto con otros combatientes contra la dictadura imperante en Cuba, a manos de Fulgencio Batista, comenzaron a organizar la vuelta a la patria.

Alejandro era un cliente distinto, observó Tony, quien no tenía ninguna información previa sobre los acontecimientos políticos en Cuba, ni la brutal represión contra los jóvenes opositores a Batista, que los llevaron a exiliarse en México. 

Conde era un buen comerciante y muy amante de la cacería deportiva, por lo que le llamó la atención que aquel joven Alejandro, se propusiera obtener partes y piezas de los mejores rifles. Detrás de esta intención, entendió Tony, estaba simplificar el costo y armarlos por piezas.

Entonces le repitió la pregunta cuando Fidel le pidió acciones, porque le resultó raro. El cubano reiteró exactamente lo mismo. Tony sabía que esas partes eran solicitadas en pocas oportunidades, sobre todo por estadounidenses. Conde le dijo, no me interesa quién es usted, pero si quiere, yo lo ayudo.

De inmediato intercambiaron algunos comentarios y avanzaron en la comunicación. Conde le dijo que él sí tenía aquellas partes, pero que no le sería fácil utilizarlas. Incluso le recomendó enfáticamente las de origen  belga y le indicó que tenía dos tipos de ellas. Entonces, si quería su ayuda, sugirió que no volviera a la armería. 

Conde insistió que trataría con Alejandro únicamente y que podrían verse en diferentes lugares. Fidel Alejandro le respondió, espere mi llamada. “A los pocos días comenzamos a concertar citas en las esquinas más inimaginables de la ciudad”, relató Tony.  

Fidel acudió puntualmente todas las veces. En la primera ocasión, se sentaron a conversar en el mismo automóvil de Tony. La conversación versó sobre la cacería que a Alejandro le gustaba, a lo que Tony recomendó que la evitara, porque tenía que sacar permisos legales para hacerlo. Pero lo exhortó a la práctica de tiro en el campo de Santa Fe, para la cual le podría facilitar las armas. Así quedó establecido el inicio de esta relación para siempre.

Para liberar a Cuba

Bautizado como el Cuate, empezó a interesarse por sus nuevos amigos y su irreversible decisión de liberar a Cuba. En la aproximación influyó Juan Manuel Márquez, el segundo jefe de la expedición.

Conde comenzó a integrarse y en varios meses ya formaba parte del grupo. De todas formas, Fidel había dado la orden de chequear sus movimientos, porque ya sabía demasiado. Así le dio la tarea a Jesús -Chuchú- Reyes que se fuera a vivir un tiempo con él, a fin de asegurarse de que era una persona de confianza. Cuando llegó el momento de la verdad, fue avalado como hombre leal.

Yate Granma

Un buen día, por azares de la vida, el Cuate invita a Fidel a probar unas armas próximos al río Tuxpan, en Veracruz. Después del ejercicio, almorzaron juntos y cruzaron el río, porque Tony debía ver a un empleado.

Fidel lo siguió hasta el destartalado yate de 63 pies, que el Cuate había adquirido por 20.000 dólares a los Erikson, una pareja de estadounidenses. El empleado estaba trabajando en la reparación de la destrozada quilla del barco. 

Después de la pregunta: ¿y ese barco?, Fidel dijo completamente seguro, si lo arreglas, en ese barco nos vamos a Cuba.

De nada sirvió que Tony dijera que el barco aquel no servía para eso. Ya el Cuate estaba bajo las órdenes del comandante Fidel. Dio media vuelta y sintió que ya el barco había partido, como sucedió el 25 de noviembre de 1956.

Seremos libres o mártires

Previamente, el 6 de noviembre de 1955, Fidel lo dejó bien claro frente a unos 500 cubanos que se reunieron en el Palm Gardens, Nueva York. Él y Juan Manuel Márquez estuvieron allí para alentarlos a luchar por la libertad de Cuba, durante el más concurrido mitin de oposición al régimen de Batista, donde recabaron el apoyo de los emigrantes de Tampa, Cayo Hueso y Miami. 

También se guardaron un minuto de silencio en memoria de los caídos en los sucesos del Moncada y pusieron una grabación del líder ortodoxo Eduardo Chibás. Antes de finalizar, Fidel expresó "puedo informarles con toda responsabilidad, que en el año 1956 seremos libres o seremos mártires. Esta lucha comenzó para nosotros el 10 de marzo; dura ya casi cuatro años, y terminará con el último día de la dictadura o el último día nuestro. Uno de nuestros más ilustres libertadores -Antonio Maceo- sentenció que quien intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre”.

Cuando el buque zarpó a Cuba

El capitán del puerto estaba negado a conceder un permiso de navegación con aquel mal tiempo. Llovía a cántaros y el puerto de Tuxpan había sido cerrado.

Con regalos y comidas previas, ya el Conde se había congraciado con aquel capitán de marras. Entre los hombres el asunto se arregló. Así que le concedió el permiso, no sin advertirle que estaba bajo su responsabilidad, y que como capitán de puerto, no lo autorizaba a entrar en mar abierto, ante la inclemencia del mal tiempo.

Cuatro días antes, el 21 de noviembre de 1956, Fidel llegó a la calle Pachuca en la colonia Condesa de la Ciudad de México. Estaba enfermo, con una bufanda enrollada en el cuello intentando contener el fuerte estado gripal, aunque el ímpetu no cejaba. 

Tenía que decirle personalmente a los compañeros Jesús Montané y Melba Hernández que había recibido la información de parte del capitán Fernando Gutiérrez Barrios, oficial de la Federación de Seguridad, que debía abandonar el país en 72 horas.

Aquello precipitaba la salida de todos porque la policía mexicana comenzó la persecución, después de ocupar unas armas en la casa de Sierra Nevada. Era evidente la delación de un traidor.

No se puede perder tiempo y ordenan desalojar las casas-campamentos. El propio Fidel visita a varios compañeros más, para luego dirigirse  al motel Mi Ranchito, en Xicotepec. Su propósito era puntualizar un plan con Antonio Conde (el Cuate), quien una vez reparado el yate, preparaba para la expedición. Allí es donde le dice de la partida inminente del yate Granma y de que su tarea no sería a bordo de la expedición, sino en tierra.

Esas horas previas a la salida, Fidel permanece en la cabaña más alejada del motel, la No.13, donde estaba su hermano Raúl y Juan Manuel Márquez, el segundo al mando.

Sobre las 11 de la noche, el Cuate acomodó en silencio a 78 personas en el suelo del yate. Allí también estaban tres timoneles y el capitán. Cerca de las 02H00 de la madrugada (hora local) del 25 de noviembre de 1956, se retira el tablón que separa el barco del muelle. Ya podían partir rumbo a la libertad.


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