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"Así como el labrador confía en una magnífica cosecha cuando cuenta con buena y bien cultivada tierra, el pueblo de México confía en excelentes frutos cuando se organizan escuelas" Abel Silva, maestro fundador de la Normal Rural de Galeana. 

 

 

Hay 43 jóvenes de una escuela de Guerrero que no han regresado a clases ni al internado donde compartían espacio para dormir y pesadas labores físicas. La escuela “Raul Isidro Burgos”, en Ayotzinapa, no es una escuela tradicional ni los estudiantes que de ella egresan son el típico maestro. Hay una historia en la que frases como: “quiere ser maestro bilingüe”, “trabaja bien el campo”, “Es muy dedicado a la danza”, “Se unió a la Casa Activista”, forman parte del rompecabezas para comprender quienes son los muchachos que estudian en las escuelas Normales Rurales en México, por qué son tan incómodos para su gobierno y tan necesarios para sus comunidades.

Estudiantes de la Normal Rural "Raúl Isidro Burgos" pasan frente a un mural de su escuela que muestra al líder popular Lucio Cabañas junto al Ché Guevara. (Photo: REUTERS)

 

El nacimiento de la Normal Rural

A vuelta de hoja de la Revolución Mexicana, aproximadamente entre los años 20 y 30, la mayoría de la población del campo en México seguía sin acceso a la educación. Ya se comenzaba a concretar dos de las principales demandas de la Revolución: El reparto de tierras a quienes las trabajasen y la educación universal, estos dos procesos fueron creciendo juntos, y mientras avanzaban a lo largo del territorio nacional  fueron necesarios más profesores para atender las poblaciones más lejanas.

La respuesta a esta necesidad fue la creación  de las normales rurales, que contaban con un perfil muy diferente al del resto de las instituciones de su tipo. Fueron pensadas desde el principio para formar a un maestro que esté en condiciones de llevar a cabo el proceso educativo, enseñanza de la historia nacional y en general educar de acuerdo con las necesidades particulares de los niños en sus comunidades.

Un mural de la escuela Normal Rural (Photo: Másde131)

 

Misión social

El maestro rural debía desde aquellos tiempos, además de alfabetizar, integrarse (o reintegrarse) a las comunidades rurales para hacer efectivas las demandas revolucionarias de repartición de latifundios y al tiempo mejorar las condiciones de vida de las olvidadas comunidades rurales. Es por eso que desde la temprana post-revolución los maestros lucharon junto a los campesinos, ayudaron a fundar ejidos (tierras de producción comunitaria) y enfrentar los embates de la reacción entre otros problemas que tuvieron que sortear en conjunto la educación rural y la reforma agrícola desde los tiempos del presidente Lázaro Cárdenas.

Desde su concepción, la escuela Normal Rural mexicana fue diseñada para formar profesores comprometidos con el proyecto de la educación universal, pública y gratuita pero también dotados de un arraigado compromiso social y político. “Fueron creadas con ese propósito revolucionario, pero el sistema tiene tiempo de sentir que es demasiado revolucionario para la fallida democracia que representa”, comenta la maestra Laura García, del norteño estado de Nuevo León, donde aún existen escuela rurales unitarias en los municipios más lejanos de un estado que se considera industrial.

“Una gran fraternidad unía a los futuros pedagogos rurales. Nos explicamos por qué la reacción... Veían amenazados sus privilegios: peones esclavizados, tienda de raya, trabajadores enviciados, analfabetos y fanáticos. Esto tenía que ser combatido por la escuela y  el maestro; rescatando al hombre de la podredumbre en la que la sociedad capitalista lo tenía arrojado”, escribe Abel Silva Silva sobre la Normal Rural de Galeana, Nuevo León, y su conversión en una secundaria técnica agrícola para despojarla de su intención original,  cerrando su reflexión con optimismo: “La semilla está sembrada, esta, fructificará”.

En los murales de la Normal Rural prevalece la imagen de Lucio Cabañas, egresado de la institución a quien: "no lo hizo guerrillero la escuela, lo hizo guerrillero la realidad" (Cesar Navarro) (Photo: @melaneee)

 

¿Quiénes son los estudiantes de las normales rurales?

Por lógica y desde un principio el perfil del estudiante era el del joven proveniente de las mismas comunidades rurales, campesinas e indígenas en las que trabajaría después, el perfil se mantiene hoy en día y del mismo modo que al ser fundadas, las normales rurales funcionan bajo un sistema de internado para permitir que estudiantes de escasos recursos y de comunidades a veces muy lejanas pudieran cursar los estudios para convertirse en maestro rural.  

En su fundación se estableció que tendrían prioridad los hijos de comunidades indígenas, agrícolas y los hijos de maestros rurales. “¡Al alumno le cambia la vida al acceder a la escuela!” comenta Cesar Navarro “De pronto tienen acceso a condiciones educativas que no hubieran tenido de no existir las normales rurales”.

Desde su primer año el estudiante trabaja los campos de la escuela, como muchos ya hacían en las parcelas ejidales junto a sus padres, para otros tal vez sea la primera vez. "En las normales se estudia y se trabaja" Dice Navarro, "Se trabaja en el campo, hay que ir a sembrar y cosechar y se va combinando el estudio con las actividades agrícolas... Si vamos a ser maestros en el campo ¡Hay que saber trabajar el campo!".

Un proceso formativo para marchar hacia una sociedad en la que se disminuyan las desigualdades.

A Omar García, estudiante testigo de los hechos del 26 de septiembre en el que desaparecieron 43 de sus compañeros y murieron tres mas, se le dibuja una ligera sonrisa cuando menciona que hay que “echar desmadre” para hacer más ligera la labor en el campo.  "Mucha gente cree que nos la pasamos protestando o de huelga, pero también hacemos estas cosas", dice, "nuestra educación tiene cinco ejes temáticos, aprender agricultura es uno de ellos… la mayoría de la gente de ciudad no soportaría estas jornadas de trabajo", en un video difundido recientemente sus compañeros, muchos de los hoy ausentes, sonríen y saludan a la cámara cuando se les llama por su apodo: paisa (paisano) Kinder, paisa Pilas, paisa Shaggy, paisa Comander... "Ojalá vuelvan ya, para que vean los frutos de su trabajo", concluye Omar.

Una escuela provocadora… de desarrollo

El método educativo de las normales rurales, según Navarro, es una mezcla entre el concepto de escuela acción y escuela trabajo según el modelo ruso, pero adaptado a la realidad nacional de acuerdo a la interpretación de los pedagogos de la era del presidente Lázaro Cárdenas.

“En esa época se formaba el ejido y la idea de generar un cambio en la vida de los campesinos y los principios de la educación socialista. Una escuela para provocar el desarrollo y el progreso” comenta el historiador de la Normal, “En búsqueda de que la educación socialista fuera el vehículo para la preparación no solo los campesinos y los trabajadores, sino hacia una sociedad diferente en la que trabajadores y campesinos sean actores fundamentales. Un proceso formativo justamente para marchar hacia una sociedad en la que se disminuyan las desigualdades”.

Los egresados de las Normales Rurales como la de Ayotzinapa han sido, aparte de guardianes de su legado social, innovadores en aspectos pedagógicos a veces adelantándose por varias décadas al resto del país. Al graduarse muchachos provenientes de las comunidades indígenas y hablantes de alguna lengua originaria, algo muy común en las normales rurales de Oaxaca, Guerrero y Yucatán, comenzaron a enseñar en su lengua además de en el castellano obligatorio por la Secretaría de Educación Pública (SEP).

“Tenían muchos problemas inicialmente porque no había ni libros, ni materiales ni la sistematización gramática y pedagógica de sus lenguas. Ellos mismos fueron creando sus materiales y desarrollando libros, folletos y todo lo demás. En ese aspecto se adelantaron a la SEP por varias décadas pues esa enseñanza la daban los maestros recién egresados” dice Navarro.

“Estaban atendiendo una necesidad inmediata”, comenta la maestra Laura García, especialista en educación bilingüe, “una necesidad que existía desde que fuimos conquistados, solo que entonces a los indios no se les educaba, solo se les explotaba”.


Video del Centro de Derechos Humanos Tlachinollan explicando la vida en la Normal Rural de Ayotzinapa, tras la represión de la que fueron también víctimas los estudiantes el 2012 

¿Qué significa ser maestro rural?

Para muchos muchachos que ingresan a la normal rural, la institución es el único acceso posible a la educación más allá del nivel básico. Pero más allá, al ser la normal el epicentro de la relación de la comunidad con el desarrollo, el joven normalista se convierte en un factor de cambio, alguien con la capacidad y la obligación de modificar las condiciones de la comunidad en la que desempeña su labor.

Por su formación, los jóvenes se insertan rápidamente en la comunidad, y desde los tempranos tiempos acompañaron a los campesinos a consolidar su derecho sobre las tierras que trabajan, dándole vida  los proyectos de la revolución. Al ser parte íntegra de la comunidad, la responsabilidad del maestro no es solo social sino también afectiva.

“Aún hoy, cerca del 40 por ciento de las rurales son escuelas unitarias, el maestro atiende a todos los niños, es coordinador de actividades, planificador educativo, responsable de la parcela escolar, de los útiles, y hasta del aseo! Por eso no puede ser el maestro de la escuela urbana. Por los lugares dónde se ubican sus escuelas, muchos maestros incluso viven en la misma escuela que ellos mismos o sus predecesores construyeron. Se vive y se trabaja en la escuela. La escuela es el espacio de vida del maestro” declara Cesar Navarro.

Durante su educación, el futuro maestro rural hace prácticas pedagógicas en comunidades a veces a 70 u 80 kilómetros de la Normal Rural, lo que le da la oportunidad de aprender costumbres, lengua y expresiones culturales de otras comunidades. Una de las actividades que tiene en sus manos es recoger las tradiciones para preservarlas en las comunidades, como maestro suele estar cerca de la poesía, los bailes y las canciones folklóricas de los pueblos, tratando de mantener y recuperar, y de ese modo hacer resistencia cultural desde la educación.

Y lo más importante, es la manera en la que se plantea para el futuro maestro su lugar en la comunidad desde el trabajo en el campo hasta aprender los usos y costumbres, la educación que recibe lo prepara para ser un factor de cambio desde el interior de la comunidad, en contraposición total a los tan populares cursos de “liderazgo” que se ofrecen en todas las universidades hoy día: “Son dos filosofía muy distintas, la importancia de la comunidad contra el capitalismo despiadado”, concluye la maestra García.

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