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    La cifra de personas aumentaría a 265 millones, lo que representa 130 millones de seres humanos más -que en 2019- padeciendo de hambre.

Flagelos endémicos para indígenas e indigentes.

“A Nazaret, se llega en lancha por el río Amazonas. Estamos en el sur de Colombia, a 20 kilómetros de Leticia, en la frontera con Brasil. La situación aquí es muy difícil porque no nos podemos abastecer de recursos y tampoco podemos ir a vender nuestros producticos, como normalmente hacíamos”.

Miguel Dionisio Ramos es la voz de los indígenas tikunas en Nazaret. “No llega alguna ayuda, ellos mismos -los de Leticia- no han estado preparados para la dificultad. No contamos con trabajos, el desempleo es un problema, nos quedamos sin nada de comer en las casas. Las autoridades no han hecho nada, nunca escuché al gobernador ni al alcalde decirnos de trabajar conjuntamente. Ahora comienzan a llegar algunas cositas de donación. Los puestos de salud de Leticia han estado en pésimo estado, así que no hubo ninguna gestión a favor de nosotros”.

El hambre grita

Su efecto se duplicará debido a la pandemia que afecta al planeta, aseguró el Programa Mundial de Alimentos (PMA), de la Organización de las Naciones Unidas. La cifra de personas aumentaría a 265 millones, lo que representa 130 millones de seres humanos más -que en 2019- padeciendo de hambre.

Foto: Semana Rural / @Carlosparrario

“Pertenezco al grupo étnico Tikuna. Yo tenía síntomas “de la Covid-19” hace más de un mes, la nariz muy congestionada y un dolor de cabeza muy molesto. Yo venía tomando muchos remedios naturales, pero algunas familias de mi comunidad lo han pasado mal. Mucho dolor de cabeza, fiebre alta, no pueden respirar y sufrimiento en el pecho. Ellos lo han combatido tomando remedios naturales, curaciones y vaporizaciones, con eso han tenido cierto control. No, nunca nos hicieron el examen. Cuando llegó el coronavirus no teníamos medicinas ni en el puesto de salud, nada para bajar la fiebre. Hemos atendido a nuestros enfermos con plantas para limpiar nuestros pulmones. También he notado que las familias han cogido miedo del contagio al conocer que no hay medicina, ni vacuna”, dice a teleSUR el líder comunitario.

La Covid-19 es el golpe del martillo

Se destapa la olla del coronavirus y sale el hambre. “Ese es el corazón del dragón -el hambre -y es ahí que debemos golpear para terminar con esta lacra. En el siglo XXI es incomprensible e inaceptable que en América Latina y el Caribe tengamos casi 43 millones de personas que pasen hambre”, dice Julio Berdegué, representante de la FAO para América Latina y el Caribe.

Desigualdades. Millones de personas sólo podrían comer si ganan un salario que hoy no tienen. La inseguridad alimentaria aguda, es el lugar donde todo comienza. Incertidumbre, crisis política, económica, disfuncionalidad corrupta de los Estados, efectos del cambio climático sobre la producción de alimentos. ¿Habrá manera de librarse de las causas?

Foto: Semana Rural / @Carlosparrarios

Con la crisis económica que ya azota al mundo entero, derivado de la pandemia de la Covid-19, más personas se verán arrojadas a las cifras de hambruna, señaló la agencia de la ONU.

 “Solo se necesita una descarga más, como la Covid-19, para llevarlos al límite. Debemos actuar colectivamente ahora para mitigar el impacto de esta catástrofe global”, dijo Arif Husain, principal economista del PMA.

¿Dónde están hoy las más de 2.000 millones de personas que tenían en 2019 un empleo informal? La mayoría, por no decir todos, carece de protección social, de derechos y condiciones de trabajo.

¿Excelente progreso?

Facilitar la transición del empleo informal al formal, hoy esa propuesta es irónica. “La elevada incidencia de la informalidad en todas sus formas tiene múltiples consecuencias nefastas para los trabajadores, las empresas y las sociedades y es, sobre todo, un gran desafío para la realización de trabajo decente para todos y el desarrollo inclusivo y sostenible. Haber logrado medir esta importante dimensión, incluida ahora en el marco de los indicadores de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, puede ser considerado un excelente progreso para actuar al respecto, en particular gracias a la puesta a disposición de un número mayor de datos comparables de los países”, declaró Rafael Diez de Medina, director del Departamento de Estadística de la Organización Internacional del Trabajo.

Y nadie llega aquí. Nazaret, Amazonas. I Foto: Luis Ferdinand

Aumentan los riesgos para las poblaciones indígenas

“Sabemos que la gente está muriendo y que “la Covid-19” no tiene cura. Cada familia se encarga de curar a su propio enfermo en su casa, porque no hay ninguna pastilla para matar el bicho del cuerpo. Acá las casas son abiertas, hemos dicho que hay que tenerlas limpias del polvo que entra. Le digo que usen tapaboca, deben bañarse si llegan de Leticia y lavar todo lo que hayan podido comprar, sobre todo las manos. Eso lo hemos conocido por una persona de sanidad, que nos ha dado indicaciones de cómo cuidarnos. Algunas emisoras comunitarias han hecho campaña contra la enfermedad, y nos dijeron cuándo entró “eso” en Brasil y Colombia. Sabemos que la gente está muriendo y que “la Covid-19” no tiene cura. Entonces al principio hicimos una ceremonia de curación con el Chamán y toda la comunidad de unas mil personas. Después como se dijo que no hiciéramos reuniones colectivas, las familias se han distanciado mucho”, cuenta Miguel Dionisio.

Foto: FAO

"Son más de 400 pueblos indígenas los que hay en América Latina y las diferencias son muchas, como diverso es el tratamiento que les dan sus Gobiernos", dice a DW MathiasWuldar, representante ante la Unión Europea del Centro de Documentación, Investigación e Información de los Pueblos Indígenas (DOCIP). En Brasil, un tribunal falló en contra de una misión evangelizadora que pretendía llegar, justamente en este momento de pandemia, a pueblos en aislamiento voluntario. "Los pueblos indígenas en la frontera entre Ecuador y Colombia, por ejemplo, se están enfrentando en este momento a un recrudecimiento de la violencia, precisamente porque las instancias de control están copadas con la pandemia", agrega.

"La asistencia sanitaria y los insumos médicos se concentran –escasamente- en los centros más poblados. Para los miembros de comunidades apartadas es casi imposible acceder a ellos", añade el representante de DOCIP.

"Sin turismo no pueden vender ni sus productos agrícolas, ni sus artesanías", puntualiza recordando que el confinamiento por cuestiones sanitarias debería ir acompañado de medidas para asegurar su soberanía alimentaria y el acceso al agua.

Los pueblos indígenas se han enfrentado solos, muchas veces, a las epidemias. Saben cómo actuar. Es importante escucharlos y proceder en consonancia con ellos, asevera el Fondo para el Desarrollo de los pueblos indígenas de América Latina y el Caribe.

Sólo la pandemia nos visita

Cada familia teje su malla o tiene su anzuelo, las únicas herramientas para pescar y de la tierra contamos con algunos plátanos, yuca y hortaliza. Tratamos de sustentarnos con eso. Después llegó una propuesta de intercambio de productos de la tierra con otras comunidades, y por ese valor, sacamos lo que necesitamos, como arroz, azúcar, aceite. Cada diez días caminamos y hacemos lo posible por abastecernos de alguna comida a través de ese intercambio.

El día a día para nuestra comunidad era cuando los niños iban a una escuela. Ahora tratamos de sobrevivir, de buscar cosas para la comunidad. Antes, las mujeres se reunían a hacer sus artesanías: hamacas, manillas, cosas que pueden vender. Los hombres a su cultivo, cosecha. Otros son pescadores.

Artesana tikuna. I Foto Franycamps Vida

Hacemos ritos como “La fiesta de la pubertad”, y curaciones de sanación con el Chamán. Unas pocas personas de la comunidad trabajaban con el turismo que llegaba -cuenta el líder indígena de Nazaret- ahora todo está paralizado, no hay nada. La rutina de la pandemia es la única que nos visita”.

Calamidad

El informe sobre seguridad alimentaria presentado en 2019 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura reveló que el 4,8 por ciento de la población colombiana -cerca de 2,4 millones de personas- padeció hambre entre 2016 y 2018. Además, más de la mitad de los hogares del país -un 54,2 por ciento- tiene dificultades para conseguir alimentos, según la última Encuesta Nacional de Situación Nutricional de Colombia, presentada en 2015.

Desde que comenzó “la cuarentena”, otra vez el riesgo es el reto de la supervivencia. La primera tarea es comer. Quien puede convivir - tenga o no familia- en pocos metros cuadrados con el estómago vacío. Millones de personas rompen a diario el aislamiento social para buscar alimentos.

Antes de declararse la pandemia, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) notificaba más del 10 por ciento de los niños y niñas de toda América Latina, con desnutrición y 5 por ciento de estos con retardo de crecimiento intrauterino. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) los niños que pesan menos de 2.500 gramos al nacer, tienen mayor riesgo de muerte y son justamente los recién nacidos indígenas, quienes más sufren esta desigualdad.

“La desnutrición crónica de los niños indígenas menores de cinco años, es algo más del doble, que la de la población infantil no indígena”. El rango iba del 22,3 por en Colombia, al 58 por ciento en Guatemala.

Resguardo indígena Nazaret. Leticia, Amazonas. I Foto: Franycamps Vida

“Las brechas étnicas se incrementan en el caso de la desnutrición crónica severa y respecto de los niveles de desnutrición”, señala la OMS. También se habla del hambre oculta en la región -falta de micronutrientes: hierro, las vitaminas A, B y D, el calcio y el zinc, entre otros- como un desafío pendiente, pero ya no será necesario escondernos de nadie. A la vista de todos están la marginación, las desigualdades sociales, el indefinido umbral de la pobreza, el hambre social, de justicia y de libertad.

Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, señaló la necesidad de mantener un ingreso básico de emergencia (IBE) - según la situación de cada país - “resulta relevante, porque superar la pandemia tomará tiempo y las sociedades deberán coexistir con el coronavirus, lo que dificultará la reactivación económica".

El hambre crónica y la desnutrición, cuentan como un estado de salud normal. Aquí radica la diferencia entre la inanición y la amenaza de hambre endémica.

Unos días atrás se dijo que la población mundial superaría los 8.500 millones de personas en 2030. Habrá que recontar a los que mueren de hambre.

¿Cómo sigue la vida en el resguardo indígena?

“Bueno creo que es importante en este momento seguir trabajando en la prevención de las personas mayores. Los ancianos son nuestros sabios y es la población más vulnerable de esta enfermedad que nos está atacando y vale mencionarte que muchos son chamanes. Son esas personas que pueden manifestarse o saber de qué trata éste u otro remedio que puede servir para curar esta enfermedad y por eso es para nosotros importante salvarlos a ellos primero”.

“Los chamanes son los curanderos que saben mucho de las plantas medicinales y en eso confiamos. Es lo que estamos utilizando para sanar la enfermedad y bueno creo que ya tenemos resultado no comprobados científicamente, pero acá entre nosotros, hemos visto que eso nos va a ayudar ante esta enfermedad tan maliciosa. Si no tuviéramos este remedio, más el hambre, ya estaríamos en el otro mundo”.


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