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  •  ONU advirtió que en 2020 se perderán unos 300 millones de empleos en el mundo, y que el comercio caería entre 13 y 32 por ciento.
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    ONU advirtió que en 2020 se perderán unos 300 millones de empleos en el mundo, y que el comercio caería entre 13 y 32 por ciento.

La pandemia provocará que la economía mundial caiga en una recesión del 3 por ciento este año, según el FMI.

Si bien la deuda externa no puede verse como la única causa de la pobreza, esta ha contribuido a crear condiciones de penuria y de privaciones extremas.

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De la crisis sanitaria a la crisis económica

La deuda es vista como obstáculo para el progreso. Instituciones financieras, economistas, presidentes, altas figuras de la iglesia se han manifestado al respecto.

Sin embargo, muchas proposiciones que buscan condonar o reducir la deuda tienen acciones muy lentas o quedan, luego, en el olvido o en la insuficiencia. ¿Por qué ocurre esto?

La deuda: su origen, su concepto

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 1989, señalaba: “La deuda externa es la cantidad de dinero expresada, generalmente en dólares, que deben empresas y Gobiernos de un país a otros países, a bancos y a organismos internacionales”. Pero, lógicamente, esa definición, posee elementos que la originan. ¿Dónde está entonces el origen de la deuda de externa? 

Gerardo Contreras, licenciado en historia por la Universidad de Costa Rica, profesor e instructor en la Escuela de Estudios Generales de esta universidad cree que, para analizar el surgimiento de la deuda, no puede olvidarse la Segunda Guerra Mundial. En un texto titulado Deuda externa: Causas y consecuencias, Contreras señala que, tras este acontecimiento, el mundo comienza a tener otra situación en el plano de las relaciones internacionales. 

Estados Unidos, lejos de perjudicar su economía, más bien la fortalecieron de modo considerable. La guerra –recuerda Contreras– no afectó directamente a Estados Unidos, razón que contribuyó a que la nación norteamericana se convirtiera en la primera potencia capitalista. Estados Unidos echan a andar, entonces, un sistema financiero nuevo. Adquieren sentido el recién fundado Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, instituciones a las que muchos Estados se vieron precisados de pedir préstamos.

En ese sentido Osvaldo Sunkel, economista chileno y autor de varios libros entre los que se encuentran El subdesarrollo latinoamericano y La teoría del desarrollo, asegura que “en los años 50, fueron los inversionistas extranjeros, que perseguían mayores ganancias, los que suministraban la principal fuente de financiamiento”.

Quizás ese hecho hace decir luego al experto en economía y teólogo alemán, Franz Hinkelammert, que el problema de la deuda no se origina en los años 70, sino en los años 50.

Es, en esa época cuando la Cepal se planteó programas de mejoras mediante los cuales los países pudieran ampliar su desarrollo y a la vez su crecimiento económico. No obstante, estos programas no contaron con el apoyo de varias fracciones oligárquicas. El capital monopolista estadounidense no tardó en invertir decididamente en dichos programas y transformarlos. 

La solicitud de enormes cantidades de préstamos aumentó considerablemente la deuda. Todo esto hace que el economista venezolano Reinaldo Figueredo, en la revista Nueva Sociedad, haya señalado: “Al Fondo Monetario Internacional se le asignó un papel central en la estrategia tradicional. Este organismo se convirtió en una especie de “director de orquesta que dicta el sentido y dirección de las medidas que debían soportar los países deudores y los compromisos que debía asumir la banca privada internacional”.

Quizás todo este proceso de nacimiento y progresión de la deuda hace decir luego al sociólogo André Gunder Frank que “ya muchos países del tercer mundo pagan más por concepto de intereses de viejas deudas que por concepto de nuevos préstamos”.

En fecha tan distante como en 1978, en un informe de la Internacional Africana de Fuerza para el Desarrollo, refiriéndose a la deuda, expresaba: "El hecho real es que los préstamos al tercer mundo están destinados exclusivamente a estimular las exportaciones de los países que los brindan. Esto significa que la ayuda al desarrollo es un buen negocio para los prestamistas, ya sean ellos los Gobiernos o los bancos extranjeros".

Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores

La Iglesia católica se ha pronunciado varias veces por el perdón de las deudas. Pablo VI ya mostraba preocupaciones económicas en su encíclica sobre el desarrollo de los pueblos: “Hombres de Estado, a vosotros os incumbe movilizar vuestras comunidades en una solidaridad mundial más eficaz y, ante todo, hacerles aceptar las necesarias disminuciones de su lujo y de sus dispendios para promover el desarrollo y salvar la paz”.

Categórico ha sido el papa Francisco cuando, este 2020, en su tradicional mensaje de Pascua de Resurrección desde la Basílica de San Pedro, pidió a los Gobiernos desarrollados reducir, o incluso condonar, “la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres”. 

El sumo pontífice quiere que los economistas jóvenes trabajen para encontrar fundamentos éticos en el sistema financiero internacional y debatan sobre cuál es el lugar de las naciones y las multinacionales en estos temas. Además, que busquen el modo de salir a una economía más humana, que tenga como centro el interés del hombre y no la multiplicación del lucro, y cómo se pude repensar un mundo a través del diálogo y los consensos indispensables por los riesgos climáticos que vive el planeta.

"Este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas", manifestó el papa.

Fidel Castro: La deuda ya fue pagada

El líder histórico de la Revolución Cubana fue uno de los adelantados en la lucha por la cancelación de la deuda externa. Fidel Castro mostraba una relación entre la dependencia económica y los procesos democráticos. Para él, esas sujeciones con los prestamistas han sido siempre, además, ataduras políticas. 

En una entrevista concedida al congresista Marvin Dymally y al académico Jeffrey Elliot –ambos estadounidenses– el 29 de marzo de 1985, y que fue recogida en un libro de la Editora Política en Cuba, 1985, Fidel explicaba que “no hay otra alternativa: La cancelación de la deuda o la muerte política de los procesos democráticos en América Latina”.

Pero Fidel iba más allá. Insistía en que la deuda externa ya había sido pagada. En la propia entrevista señalaba: “Permítame decirle una cosa: Que el oro y la plata extraídos de las minas de América Latina fueron realmente los recursos que financiaron gran parte del desarrollo de Europa. Esa es una realidad reconocida por historiadores y economistas. En aquella época no existía el actual sistema financiero, el oro y la plata salieron de aquí. De los recursos aportados por las colonias, que incluye también África y Asia, se financió en gran parte el desarrollo de Europa y del sistema capitalista mundial. Las antiguas metrópolis tienen una responsabilidad con el subdesarrollo y tienen, por lo tanto, un deber y una obligación moral con los pueblos cuyas riquezas succionaron durante siglos”. 

Fidel no se refiere únicamente a las más grandes economías: “Yo pienso que esta obligación no es solo de las antiguas metrópolis, creo que todos los países que de una u otra forma alcanzaron el privilegio del desarrollo industrial, sin excepción, tienen un elemental deber de solidaridad hacia esta enorme área de pobreza y subdesarrollo. Este es un principio humano y un principio moral”. 

Cuando Fidel se refiere a la muerte política de las democracias, parece coincidir plenamente con los postulados de Franz Hinkelammert, el economista y teólogo, exponente además de la teología de la liberación y de la crítica teológica al capitalismo, refiere que las deudas despojan de su libertad al deudor.

John Perkins: ¿Somos inocentes?

Muy en sintonía con el líder revolucionario cubano parece estar John Perkins, economista, empresario, escritor y activista estadounidense. 

Perkins disertaba sobre la responsabilidad y la culpa: “¿Se puede ser inocente en Estados Unidos? Es verdad que quienes ocupan la cúspide de la pirámide económica cosechan grandes ganancias, pero millones de nosotros, los demás, dependemos directa o indirectamente de la explotación de los países menos desarrollados. Los recursos y la mano de obra barata que utilizan casi todas nuestras empresas provienen de lugares como Indonesia, que apenas reciben nada a cambio. Los créditos de la ayuda exterior son la garantía de que sus hijos y nietos seguirán siendo rehenes nuestros”.

Perkins también comenta sobre los recursos naturales: “Tendrán que permitir el saqueo de sus recursos naturales por nuestras empresas y seguirán privándose de educación, sanidad y demás servicios sociales, simplemente para pagarnos la deuda. En esa fórmula no interviene el hecho de que nuestras compañías hayan recibido ya la mayor parte del pago por la construcción de esas centrales generadoras, esos aeropuertos y esos complejos industriales. Que la mayoría de los estadounidenses desconozcan estas realidades ¿es excusa suficiente? Desinformados y mal informados adrede, sí, pero… ¿inocentes?”.

La espada y la deuda

Los pobres son los que pagan la deuda, parece ratificar Abiy Ahmed, primer ministro de Etiopía y Premio Nobel de la Paz 2019. En un artículo publicado en The New York Times, el 30 de abril de 2020, Ahmed señala que el año pasado 64 países, casi la mitad de ellos en África subsahariana, gastaron más en el servicio de la deuda externa que en salud.

El artículo, titulado “Por qué la deuda global de los países pobres debe ser condonada”, refiere como Etiopía gasta más en el servicio de la deuda externa que en salud. "Gastamos 47 por ciento de nuestros ingresos de exportación de mercancías en el servicio de la deuda", indicó Ahmed.

Ya la ONU, también a finales de abril, había advertido que en 2020 se perderán unos 300 millones de empleos en el mundo, y que el comercio caería entre 13 y 32 por ciento.

Entre tanto, el G20, teniendo en cuenta la actual situación la Covid-19, ha declarado que "estamos decididos a no escatimar esfuerzos, tanto de manera individual como colectiva, para proteger vidas, poner la pandemia bajo control, proteger empleos e ingresos, apoyar la economía durante y después de la pandemia y asegurar la resistencia del sistema financiero". Así se manifestó el grupo en un comunicado al término de una reunión virtual de sus ministros de Economía.

La pandemia del coronavirus provocará que la economía mundial caiga en una recesión del 3 por ciento este año, una cifra no vista desde la Gran Depresión de 1930, según las proyecciones del FMI.

Las opiniones sobre la deuda, desde hace muchos años, parecen entretejerse y mostrar rostros y esencias diferentes: Aldous Leonard Huxley, escritor inglés que pasó la última parte de su vida viviendo en Estados Unidos, fue sentencioso en su libro “La isla”: “Armamentos, deuda universal y obsolescencia planificada: ésos son los tres pilares de la prosperidad de Occidente”. Otra opinión que da lugar a los defensores del perdón de la deuda, es la de John Quincy Adams. 

Adams, que fue el sexto presidente de Estados Unidos y que formulara la tesis conocida en la historia de Cuba como la política de "la fruta madura", según la cual la isla por su cercanía geográfica, debía caer en manos de EE.UU., dijo: “Hay dos formas de conquistar y esclavizar una nación. Una es la espada. La otra es la deuda”.


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