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    Miles de personas se han movilizado en varias ciudades estadounidenses para rechazar el racismo y la violencia policial.

La situación actual ha tenido su propio detonante: George Floyd. El asesinato en Minneapolis de un afroamericano desarmado, tras una maniobra de estrangulamiento ejecutada por un policía en presencia de otros oficiales, quienes desoyeron su ruego de auxilio: “no puedo respirar”.

Como sentencia filosófica, “La peste”,de Albert Camus, nos dice que la pandemia del coronavirus podría interpretarse como una metáfora de la guerra, un símbolo de la degradación moral, la muerte de los seres queridos o la nuestra. Tiempos en que vivimos el racismo, la injusticia, el hambre, el miedo, la separación de los amantes, la indiferencia, la mentira, el sufrimiento de los inocentes. La miseria, el abuso, el aislamiento, el exilio y la pérdida de la esperanza.

Bernard Rieux, el protagonista de la novela publicada aún viviendo los estragos de la segunda guerra mundial, es un médico al que le corresponde un desempeño indelegable, actuar en contra del mal.

“No puedo respirar”

La situación actual ha tenido su propio detonante: George Floyd. El asesinato en Minneapolis de un afroamericano desarmado, tras una maniobra de estrangulamiento ejecutada por un policía en presencia de otros oficiales, quienes desoyeron su ruego de auxilio: “no puedo respirar”.

Sucede casi 100 años después de que, en mayo de 1921, el periódico local “Tulsa Tribune” publicó un editorial llamando a la “caza del negro”. Al amanecer de junio, llegó el baño de sangre.

Estos hechos de Greenwood, distrito de Tulsa en Oklahoma, fueron deliberadamente omitidos en los libros de la historia de Estados Unidos de Norteamérica, y mucho menos expuestos en los textos escolares. Nada más conveniente que la desmemoria para la inconciencia.

A pesar de ser ilegal, desde 1916, la segregación racial continuaba en Tulsa. En ese llamado el “Verano Rojo” se habló de muchos disturbios por el país.

En Elaine, Arkansas, algunos campesinos se reúnen en una pequeña iglesia de Hoop Spur, a unos cuatro kilómetros del pueblo, intentando dialogar con sindicalistas por mejores salarios y trato humano, pero antes de concluir, llegaron las prohibiciones de un guardia y un policía. Nadie dice hasta hoy, quién abrió fuego. Además de esos dos miembros de la autoridad, en los días siguientes murieron más de 200 hombres, mujeres y niños de la población afroamericana.

Entre 1877 y 1950, se produjeron más de 4.000 linchamientos de hombres y mujeres afroamericanos y unas 50 personas anglosajonas murieron en Estados Unidos por enfrentamientos raciales.

Cientos de familiares de los hombres reunidos en la pequeña iglesia fueron torturados y detenidos por testimonios incriminatorios, otros obligados a irse para siempre de Arkansas, a quienes también les robaron sus tierras, entre 1919 y 1920. La tensión aumentó, cuando en Tulsa se produce un hecho accidental.

Dicen que Dick Rowland, un jovencito limpiador de zapatos, tropieza con el pie de la adolescente blanca Sara Page, cuando coinciden un día cualquiera en un ascensor. Lo que pudo ser incidente común, levantó rumores de ambos lados, hasta desatar un enfrentamiento con un saldo fatal para 12 personas: diez blancas y dos afroamericanas, todas muertas.

Centenares de personas -blancas- avanzaron armadas. Mujeres, niños y hombres -afroamericanos- fueron sacados de sus hogares y trabajos, golpeados, violados y asesinados en las calles, con la participación de miembros del KuKuxKlan (KKK), son varias organizaciones de extrema derecha en Estados Unidos, creadas desde el siglo XIX.

Para completar, el Gobierno bombardea parte de la ciudad, reduce a cenizas la zona comercial y residencial de los afroamericanos. Unas 10.000 personas quedan sin hogar y unos 300 muertos.

No fue hasta una investigación -1996 a 2001- que, en 2010, se erigió un memorial a las víctimas y se consiguió “alguna” compensación al sufrimiento.

¿Insurrección?

Hoy millones de personas observan o son víctimas del abuso. Unos temen y callan. Otros sermonean o no les importa y algunos protestan en casi 80 ciudades de 40 estados.

La historia desatada señala que hace casi 100 años atrás se hizo con la matanza de Tulsa, donde no se sabe cuántos cuerpos fueron tirados en fosas comunes y nadie fue condenado por ello.

El mandatario estadounidense Donald Trump, recientemente, dijo que activaría al Ejército bajo la Ley de Insurrección de 1807. La disposición legal le permite desplegar las tropas militares en servicio activo para contener las protestas civiles en las ciudades.

Con esa suerte que permite el análisis de los hechos, rememoramos que Estados Unidos aprobó, en ese mismo año, su Ley de prohibición de importación de esclavos el 2 de marzo de 1807, en igual mes y año que Inglaterra. Abolía aparentemente así, la trata transatlántica de esclavos, sin alterar su comercio interno de esclavos.

Según la original “Insurrection-Act”,  la Constitución garantiza proporcionar  “la ayuda federal cada vez que haya insurrecciones en cualquier Estado contra su Gobierno, el presidente podrá, a petición de su legislatura o de su gobernador si el legislador no puede ser convocado, pone en servicio federal como de la milicia de los otros estados, en el número solicitado por ese Estado, y utilizar las fuerzas armadas, ya que considera necesario suprimir la insurrección. Cada vez que el presidente considera que existan obstrucciones ilegales, combinaciones, o conjuntos, o la rebelión contra la autoridad de Estados Unidos, hace que sea imposible de hacer cumplir las leyes de Estados Unidos en cualquier estado o territorio por el curso ordinario de los procesos judiciales, puede llamar en servicio federal como de la milicia de los Estados, y utilizar a las Fuerzas Armadas, ya que considera necesario para hacer cumplir las leyes o para suprimir la rebelión”.

En 2006, tras el huracán Katrina, el Congreso de Estados Unidos modificó la Ley de la Insurrección para poder ampliar su uso a desastres naturales, objetada por algunos gobernadores estatales, que no querían ceder su autoridad.

Símbolos de la lucha

Hagamos memoria. Los jóvenes que hoy protestan, quizá hace 28 años no habían nacido cuando justamente en 1992, el uso de ésta ley sofocó los disturbios de Los Ángeles. Esa fue la consecuencia de una causa: un jurado -casi íntegramente de personas blancas- absolvió un año después del suceso, a cuatro agentes de policía, aunque las evidencias de las grabaciones tomadas por el videoaficionado George Holliday daban fe de la implicación de los agentes de la policía en la paliza al taxista afroamericano Rodney King, el 2 de marzo de 1991.

Los cuatro agentes lo sacaron del vehículo -dijeron que estaba ebrio-, le dispararon con una pistola eléctrica y le propinaron una brutal paliza. Como consecuencia, King falleció a los 47 años de edad. Su cuerpo fue encontrado por su prometida, Cynthia Kelly, en la piscina de la casa que King poseía en Rialto (California). Tras el veredicto, la indignación derivó en las revueltas donde perdieron la vida 53 personas y unas 2.000 resultaron heridas, además de los daños materiales, estimados en miles de millones de dólares.

Rodney King en 1992, como  George Floyd, en Minneapolis del 2020, por la misma razón, pasan de ser comunes ciudadanos estadounidenses a símbolos de la lucha racial en Estados Unidos.

Injusticia, disturbios, violencia y coraje acumulado en medio de un aislamiento que duele demasiado. También hay toque de queda en más de 40 ciudades y 15 estados activaron la Guardia Nacional, en un escenario donde el número de contagios de coronavirus ha superado el 1.80 millones en Estados Unidos.

¿Por qué la nación de naciones  es el país con más casos de enfermos por coronavirus en el mundo, por encima de unos 205 países afectados? Según informa la universidad Johns Hopkins, Estados Unidos rebasó los 105.000 muertos.

El silencio es inmoral

Y para qué sirve ser testigo de este tiempo y del heredado. Nelson Mandela sólo tenía permitida una visita y una carta cada seis meses. Estuvo encarcelado durante 27 años, mientras las campañas internacionales abogaban por su liberación. El líder antirracista fue excarcelado en 1990, en medio de una convulsión social en Sudáfrica.

El 10 de mayo de 1994, Nelson Mandela juró como primer presidente negro de la historia de Sudáfrica, al ser consagrado en las primeras elecciones presidenciales realizadas mediante sufragio universal. El dirigente sudafricano, antes acusado de “sabotaje” por el régimen del apartheid en 1964, tenía como principio que “uno no nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. Las personas deben aprender a odiar, y si pueden aprender a odiar, se les puede enseñar a amar, porque el amor viene más naturalmente al corazón humano que a su opuesto".

En un discurso pronunciado ante la sesión conjunta de ambas cámaras del Congreso de Estados Unidos, el 26 de junio de 1990, pocos meses después de su liberación, Mandela dijo: “Negarles a los pueblos sus derechos humanos, es cuestionar su propia humanidad. Imponerles una vida de miseria, hambre y privaciones es deshumanizarlos. Pero tal ha sido el destino terrible de todas las personas negras en nuestro país bajo el sistema del apartheid. Hay que ver para creer el grado de privaciones que sufren millones de personas. El daño se hace más intolerable por la opulencia de nuestros compatriotas blancos y la distorsión deliberada de la economía para alimentar esa opulencia (…) Para destruir el racismo en el mundo, nosotros, juntos, debemos borrar el racismo del apartheid en Sudáfrica. La justicia y la libertad deben ser nuestra herramienta, la prosperidad y la felicidad nuestra arma (…) La actitud que ustedes adoptaron hizo saber a los millones de habitantes de nuestro pueblo que aquí tenemos amigos, que aquí quienes luchan contra el racismo se sienten heridos cuando a nosotros se nos lastima, que buscan nuestro éxito, porque ellos también buscan la victoria de la democracia sobre la tiranía”.

“Fuimos a la cárcel porque era imposible quedarse quieto mientras se imponía a nuestro pueblo la obscenidad del sistema de apartheid”, continúa Mandela. “Hubiera sido inmoral mantener silencio, mientras una tiranía racista intentaba reducir a todo un pueblo a un estado peor que el de las bestias de la selva. Hubiera sido un acto de traición contra el pueblo y contra nuestra conciencia, el permitir que el miedo y el impulso hacia la auto-preservación dominara nuestra conducta, obligándonos a permanecer ajenos a la lucha por la democracia y por los derechos humanos, no sólo en nuestro país, sino en todo el mundo”.

“Luego de leer sobre gigantes de la talla de George Washington, Abraham Lincoln y Thomas Jefferson, no podríamos no haber sido inspirados a actuar como ellos lo hicieron”, afirma Nelson Mandela.“Luego de escuchar y admirar figuras como John Brown, SojournerTruth, Frederick Douglass, W.E.B. DuBois, Marcus Garvey, Martín Luther King Jr., y otros, no podríamos no haber sido motivados a actuar como ellos. Al tener conocimiento de vuestra Declaración de Independencia, no podríamos no unirnos en la lucha para garantizar la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad del pueblo”.

“¿Recuerda a John F. Kennedy en Dallas?”

La prensa sudafricana reseñó acerca de las amenazas de muerte contra del líder sudafricano, tras su visita a Estados Unidos en 1990.  Pero esto no sucedió hasta que en 2014 -un año después de la muerte de Nelson Mandela- se desclasificaron como rutina algunos archivos del Buró Federal de Investigaciones (FBI). Los documentos fueron, además, objetos de la pesquisa realizada por el estudiante de doctorado del Instituto Tecnológico de Massa­chu­setts, Ryan Shapiro.

Una persona refiere la investigación archivada, llamó a Mandela y le dijo que era un miembro de la Banda de los Caballeros Arios, amenazándolo con dos bombas en su ruta para un desfile en Nueva York. Igual ocurrió en una conferencia programada en una Universidad de Georgia.

Los expedientes desclasificados refieren sobre una persona que llamó y afirmó que él y dos individuos habían recibido entrenamiento militar y tenían las armas, más los otros medios necesarios para atentar contra Mandela en Georgia. El FBI afirmó que esa llamada no pudo ser rastreada.

El luchador antirracista, también recibió una nota escrita a mano que decía: “¿Recuerda a John F. Kennedy en Dallas?”.

El racismo y la pandemia

De qué nos serviría sobrevivir a “la peste” de estos tiempos, a la pandemia del coronavirus y al racismo contra las minorías, los afroamericanos y los latinos. Al decir del protagonista de Albert Camus - novelista, periodista y filósofo francés, nacido en Argelia, 1913-1960- valdría para testimoniar en favor de los apestados, contra la injusticia y la violencia. Algo que se aprende en medio de las plagas: “que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio”

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