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En octubre, argentinos y ecuatorianos están llamados una vez más a las urnas. Más allá de que la forzada polarización obliga en la ocasión al progresismo a evitar por todos los medios la llegada al gobierno de los neoliberales, se va afirmando cada vez más la convicción sobre la necesidad de una profunda renovación de los proyectos políticos y las utopías sociales, hoy a todas luces desgastadas.
Uno de los interrogantes, que podría indicar el derrotero de esta asociación que ya agrupa al 46% de la población mundial, es el criterio por el que se han elegido los nuevos miembros y la posible proyección de nuevas admisiones.
El ambiente pre-electoral está caracterizado, como en muchos otros lugares del mundo, por el abismo entre la propaganda y las promesas de las y los distintos candidatos y la dureza de las dificultades cotidianas que afronta la población.
Otros veinte años después, asumiría la presidencia Hugo Chávez en Venezuela, abriendo las puertas a la Revolución bolivariana, consciente del necesario carácter continental de la lucha por la emancipación de los pueblos.
¿Qué tienen en común Argentina y Sudán del Sur? A primera vista, nada. Sin embargo, comparten la celebración de un día muy importante. El 9 de julio marca cada año el aniversario de sus respectivas independencias nacionales.
Esta frase del filósofo y poeta conservador Jorge Luis Borges parece haber sido la guía de las decisiones tomadas por el peronismo alrededor de una lista de unidad.
Se reactivaron aspiraciones de autodeterminación, integración y multilateralismo, que habían sido postergadas por el reflujo conservador posterior a la oleada de gobiernos populares de inicios de siglo.
China sorprende hoy al mundo con la irrupción de un tipo de relacionamiento con otras naciones que podemos denominar “geopolítica de la complementación”.
Pero en definitiva, es el rechazo a un sistema de creencias y valores caduco, hipócrita y vacío de sentido, lo que genera en las nuevas generaciones la mayor de las indignaciones.
Mientras el mundo parece encaminarse hacia una fuerte desaceleración económica, cercana a indicadores de recesión, la industria armamentista no aminora su crecimiento. Según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (Sipri), el gasto militar mundial estableció un nuevo récord de 2.1 billones (millón de millones o trillón en notación inglesa) de dólares en 2021.