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    En Profundidad

    Aunque es conocido que el poeta de Canchunchú comenzó a escribir canciones y poemas ya pasados los 40 años, es lógico pensar que esa vena poética descansaba en él desde la más tierna edad.

Hijo de Antonio Font Russián y María Rivera, siempre llevó el apellido materno con orgullo. Del padre decía que era 'russiano' por el segundo apellido. Luis Mariano perdió a su mamá siendo todavía un niño. Su tío (que tanto influyó en él) y su abuela materna le dieron crianza.

Aún habiendo comenzado con cronos en contra de su tiempo de grandeza literaria y musical, es pertinente señalar que la creatividad y poesía de Luis Mariano Rivera tiene raíz profunda en los episodios tempranos de esa vida que comenzó a respirar el 19 de agosto de 1906, hace 115 años en medio de un campo sin escuela y con la opción del trabajo infantil como una distracción posible.

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Hijo de Antonio Font Russián y María Rivera, siempre llevó el apellido materno con orgullo. Del padre decía que era 'russiano' por el segundo apellido. Luis Mariano perdió a su mamá siendo todavía un niño. Su tío (que tanto influyó en él) y su abuela materna le dieron crianza, abriendo así surco para el largo camino en el que aprendió la cartilla en el conuco, sin lograr superar en la cercana población de Carúpano el tercer grado de estudios primarios.

Circunstancias desconocidas devolvieron al muchacho para Cachunchú. Entonces se nutrió del esfuerzo para ganar el sustento.

No se conoce una vinculación efectiva y afectiva de Luis Mariano con su padre, aunque éste le dejó tierras como herencia, tierras que el poeta repartiría con el tiempo a quienes las trabajaban.

Poesía natural

Aunque es conocido que el poeta de Canchunchú comenzó a escribir canciones y poemas ya pasados los 40 años, es lógico pensar que esa vena poética descansaba en él desde la más tierna edad. Porque ¿de dónde la cerecita y la guácara, y el tucusito y el paisaje? de dónde el amor a la tierra de nacimiento y de dónde los personajes a los que adornó con tanta y hermosa sencillez?

Trabajando en el conuco y en diversos almacenes de Carúpano fue transcurriendo la vida del autor de “La Guácara”. Es historia conocida que una vez sintió mucha vergüenza porque al hacer un letrero escribió una frase (publicitaria) con errores ortográficos: “Depocito de yelo” escribió Luis Mariano y quien lo corrigió lo hizo con burla. Ese día fue definitivo en su vida. Tenía ya 37 años y no sólo se entregó a la lectura para ampliar sus conocimientos, sino que se metió de lleno a estudiar mecanografía para superar sus errores ortográficos y de escritura. Hubo quien le fue enseñando desde fuera de las aulas, pues Luis Mariano ya no estaba para pupitres. En algo se parece esta historia a la vivida por el trovador y compositor cubano Gumersindo 'Sindo' Garay quien aprendió a escribir ya bien adulto solo por querer enviar una carta de su amor a su adorada.

En más de una oportunidad se ha escuchado decir que Luis Mariano llegó a ser secretario del diputado y poeta cumanés Andrés Eloy Blanco y que era mentira que no supiera escribir. No hay contradicción porque la cosa es, según le contó el propio Luis Mariano al profesor e investigador Benito Irady, que cuando aprendió a leer y a escribir bien, se hizo, como ya está apuntado, un buen mecanógrafo y viajó a Caracas en tiempos de Medina Angarita. Entonces, reveló Luis Mariano, un familiar de su mentado padre, de nombre Juan Farías Font lo puso a trabajar en el Congreso por aquello de la mecanografía y porque lo que escribía salía bonito. (Es posible inferir que, ciertamente conociera a Andrés Eloy e hiciera algún trabajo para él, pues estamos ubicados en 1945 cuando ya Luis Mariano Rivera contaba con 39 años de edad y efectivamente Andrés Eloy Blanco era diputado.).

No fue esa la única oportunidad en la que visitó Caracas. Había fundado un grupo musical bautizado como “Alma campesina” y con él vino a Caracas hacia 1953-54. Ya comenzaba a asomar públicamente la vena musical y la auténtica poética enmarcada en su terruño. Sería el legendario Quinteto Contrapunto quien daría a conocer masivamente la primera gran obra divulgada de Luis Mariano Rivera: Canchunchú Florido.

 

Cuando se dio a conocer este tema, Luis Mariano fundó otro conjunto, y lo bautizó con el título de ese primer tema divulgado: Canchunchú Florido, y en el cual sus hijos tuvieron amplia participación.

La Canta Nacional

Avanzando la década de los sesenta, en Venezuela comienza a generarse un vigoroso movimiento por el rescate, la divulgación y la preservación de manifestaciones de tradición, de alto valor y belleza. Desde 1948 se venía avanzando en ese trabajo de visualización de la mano de grandes estudiosos entre los que destaca Juan Liscano. Igualmente, comenzando la década de los sesenta Alfredo Armas Alfonzo, periodista y literato llegó a la Universidad de Oriente, y al crear la Dirección de Cultura dinamizó rotundamente la actividad cultural en el oriente del país. Coincide allí con Benito Irady y hubo buen viento y buena mar para los creadores. María Rodríguez, Cruz Quinal y el mismo Luis Mariano Rivera entre muchos otros pudieron dar fe de eso. Además se sumaron voces y grupos que realzaron más la obra del hombre de Canchunchú, como Lilia Vera, Serenata Guayanesa y Gualberto Ibarreto, por citar a algunos.

Guácara

 

Internacional

El profesor Irady conoció a Luis Mariano hacia 1971 y la amistad fue entrañable e inmediata. Relata el presidente del Centro de la Diversidad Cultural: “ Algún tiempo después de muchas entrevistas nos propusimos llevar a Luis Mariano a la isla de Cuba junto a María Rodríguez, acompañados además por el guitarrista Félix Castillo, Atanasio Rodríguez, “El Chiguao” con su bandolín y Luis Rodríguez “El Güillo”, aquel cumanés del privilegiado muñequeo sobre las cuerdas transformadas de un cuatro en melodía de jota. Y así fue. El encuentro en La Habana con otros artistas de América Latina y El Caribe quedó reseñado en la revista de música de Casa de Las Américas y el exitoso retorno a Venezuela permitió un trato igualitario y en días siguientes y memorables tuvimos en esta patria de Bolívar al que se hizo amigo franco, Carlos Puebla, con su guitarra y sus canciones.

Por más de 30 años mantuvimos un especial trato con Luis Mariano. De él, entrega tras entrega, íbamos conociendo sucesos completos de su larga vida y organizábamos decenas de actuaciones en distintos lugares del país, numerosos homenajes por sus versos y por su música cargados de afectos. Intuíamos los sacrificios del hombre que no asomaba rencores, recibíamos a cambio grandes lecciones de humildad, reflejos de la sencillez que venían de su temperamento y de su conciencia del alma, fortalezas que muy pocas personajes podían transmitir desde el fondo de un poema, como lo hacía este hijo de la María analfabeta, nacida también por los lados de Carúpano.

Se hacía llamar “cantista” para tomarle la sonrisa a un anciano del campo que le reveló el nombre propio y poder definir en forma diferente la naturaleza del cantador del pueblo. Así, con todos los temas que llegó a crear desde la luz encendida de la conciencia, quedó entre miles de palabras en el corazón de la patria, sin distinguir entre la prosa y el verso, quedó indisoluble como un símbolo de ternura y de amor al prójimo y a la naturaleza”. (Del país profundo: Luis Mariano Rivera, vida y más ... - Aporrea).

De la mano de Benito Irady Alí Primera, Cantor de la Patria Buena venezolana conoció a Luis Mariano Rivera. “Yo mismo los presenté. Fue en un homenaje que hicimos a Luis Mariano en Carúpano y le avisamos a Alí, y Alí fue a tener a Carúpano para participar en ese homenaje. Eso fue mágico. Después se fueron los dos para el conuco, para Cachunchú y fue mucho lo que conversaron y cantaron. Ya cada uno conocía a fondo al otro a través de la obra de creación. Después se volverían a encontrar en Caracas”.

De ese encuentro feliz quedó el inmenso testimonio musical de Alí Primera en honor de Luis Mariano.

La Canción de Luis Mariano

 

“Es tierna como las manos

de mi abuela en su plegaria;

la canción de Luis Mariano

es canción de la esperanza

porque mi pueblo sea un pez

reventador de atarrayas”

Un ranchón reliquia

Ir al rancho de Luis Mariano siempre fue como ir a un templo. Se podría decir que era como un sitio obligado de peregrinación cultural. aquella galería inmensa de fotos, de placas, de pergaminos y recuerdos, atesoradas con dulzura por quien siempre supo, como Alí, que la savia, para ser fruto, debe entrar por la raíz estaban allí como testimonio delante de una cotidianidad que nunca fue hipotecada. Siempre rodeado del afecto de los suyos y de su negra Maximina, se sabía cobijado también por el afecto de un pueblo entero, agradecido por aquella determinación de defensa de las cosas más sencillas, como decía Aquiles Nazoa, esas que lejos de las candilejas son las que forman identidad, dan pertenencia, generan amor sin remilgos y profundizan convicciones y lazos.

De la sencillez de su rancho partió Luis Mariano el 15 de marzo de 2002. Las flores se pusieron más bonitas ese día, tal vez queriendo que las escogieran para acompañarlo en su siembra, siembra con riego de ojos que germina día a día cuando encontramos una inmensa obra que todavía tiene lecciones infinitas para extraer. Cerecitas, cocorobas, luceritos, sabor de Canchunchú, mangos y cundeamor, guácaras y perritos altaneros y libres, la magnífica sencillez del campo oriental están ahí haciendo todos los días la canción de Luis Mariano, uno de los imprescindibles.

Lucerito

 

En una oportunidad dijo: “Casi no escribo. El paisaje escribe por mí. Todo llega con él”.

También dijo: "Las cosas bellas de la vida nacen del amor. Para mí el amor está en la vida, en la primera aurora, en el primer arco iris, en la primera gota de rocío, en la primera flor. El amor no necesita de reglas para manifestarse”. Así es.


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