El cerebro como campo de batalla | Blog | teleSUR
14 febrero 2022
El cerebro como campo de batalla

Guerrilla Semiótica contra la “Guerra Cognitiva” de la OTAN.

El cerebro como campo de batalla

¿Qué hay de nuevo, doc?

Dicen en la OTAN que en esta guerra “nueva”, además de manipular pensamientos, se manipulará el modo de producirlos. ¡Por nuestro bien!. Tras esas revelaciones, atribuidas a Francois du Cluzel, entre otros, una lista larga de analistas y expertos, piensa que se trata de una “nueva” fase de combate.

¿Pero es realmente nueva? ¿Por qué llama tanto la atención la declaración del informe de la OTAN Innovation for Defence Excellence and Security (IDEaS), también conocido como Innovation Hub, que tiene su sede en Canadá, y dice: “La guerra cognitiva es una guerra ideológica que busca erosionar la confianza sobre la que ha sido construida la sociedad…

La desinformación se aprovecha de las vulnerabilidades cognitivas de sus objetivos, especialmente las ansiedades o creencias que predisponen a sus objetivos a considerar como verdadera toda clase de información falsa.

Todo ello requiere que el agresor posea un vasto conocimiento de las dinámicas sociopolíticas de su enemigo, al igual que saber cuándo y cómo atacar con tal de explotar las vulnerabilidades de su oponente”.

Lo único “nuevo” es su cuota de cinismo y ni con mucho se acerca a los clásicos de este género en agencias de publicidad, o de propaganda burgueses. Aquí el esperpento de la OTAN: https://www.canada.ca/en/department-national-defence/campaigns/fall-2021-nato-innovation-challenge.html

Estos “genios” dicen que usarán, combinadas, ciertas “armas” con capacidades no cinéticas y cibernéticas para manipular la información, la psicología y los vínculos sociales. Dicen que así ganarán todas las luchas sin necesidad de “interacción física”.

De paso es más barato, pensarán relamiéndose. Insisten en que es un nuevo tipo de guerra que se vale de la “opinión pública” como arma para desestabilizar una nación. Anhelan abarcar mucho mediante muy poco, llevando su lógica productivista al extremo de realizar el sueño imperial: dominar mucho pero con costos cero.

Dicen que eso lo lograrán si influyen no sólo en el pensamiento sino en el modo de producirlo. Los “targets” son poblaciones enteras y también individuos, comunidades u organizaciones incómodas. Anhelan con su novedad bélica sembrar modos del pensar, el pensamientos, el sentir y el actuar capaces de modificar la realidad material.

Dicen que es una manera distinta de actuar, que no son los métodos tradicionales de guerra, para controlar a la población, porque esta novísima versión de guerra busca controlar cómo piensa y actúa una población ante acontecimientos específicos.

Es una guerra para atacar los sistemas de información/influencia y para alcanzar a dominar al adversario mediante un ataque directo a su sistema nervioso. Esto se parece mucho a la desesperación vocinglera de los vendedores de “Control Social”, empeñados en enamorar inversionistas burgueses para experimentar anhelos de manipulación “in extremo”. Pero a bajo costo y casi invisible, los responsables se notan menos.

Suena a “paraíso de la alienación” y suena a lo ya visto hasta el hartazgo. No es suficiente que el cliente compre compulsivamente los productos monopolizados por un solo dueño, hace falta que crea que es lo mejor que pudo pasarle y además consuma con la necesidad del vendedor antes que con la razón de su bolsillo.

Incluso que maneje, por sí mismo, la “caja registradora” que le cobra las mercancías super inflacionarias. Que crea que la violencia de los supermercados burgueses es un paraíso del progreso; que está muy bien que vendan caro; que es necesaria la vigilancia para que nadie le robe al capital ni un céntimo. Que debemos ser agradecidos y fieles a las marcas, que el crédito siempre es una dádiva generosa... que cumplir con las deudas (usureras) es honrar la vida. ¿Qué hay de nuevo?

Han ametrallado inclementemente a los pueblos con guerras psicológicas para convencerlos y convencernos de que bombardear a Hiroshima y Nagasaki, Irak, Afganistán… estuvo rete bien, que lo hicieron para democratizarlos, traerles el “bienestar” norteamericano y acompañar su desarrollo “feliz” como buenos hermanos.

Así aceptamos el hambre del mundo, la miseria, el hurto, la exclusión y la expulsión de pueblos enteros. Así aceptamos que un puñado de millonarios posean las riquezas de la inmensa mayoría de los seres humanos. Así aceptamos al capitalismo con sus horrores bélicos, financieros y mediáticos. Así nos tragamos este “pastel de carne humana”, ametrallada y miserabilizada, como si fuese la gran fiesta del “progreso”. El fin de la historia. La Guerra Cognitiva está en marcha desde hace mucho tiempo. No nos duerman.

No nos digan que manipular los modos y medios de producción del pensamiento es una “novedad bélica” ideada por la OTAN. No nos digan que, con eso, pretenden eclipsar siglos de manipulación ideológica que ya hemos padecido hasta la náusea. No nos digan que es “nueva” la vieja receta de infiltrarse en las cabezas, sembrar estereotipos mentales y fabricar conductas cliché.

No nos digan que sus genios mercenarios han aparecido en la mesa de las novedades científicas con una mercancía ideológica inédita, perfeccionada, para fabricar esclavos de conciencia y serviles a su propia destrucción, mientras defienden rentablemente al amo. No nos vendan como “nueva” la estulticia rancia de la burguesía imperial. A otro perro con ese hueso. Ni las más asustadas de las burguesías se tragan semejante historia, aún siendo compradoras compulsivas de baratijas represivas. La OTAN vende “pescado podrido”.

Facebook, Google, Amazon, Microsoft y otros, usan y abusan de los datos personales para la elaboración de perfiles individuales y así anticipar el comportamiento mientras van manipulándolo. ¿Qué son si no, las compras en Amazon? Ese es un problema estratégico.

Esa economía política del comportamiento burgués, subordina los métodos de la investigación psicológica a los modelos económicos y con ello crea modelos más precisos para el modo de producción y las relaciones de producción capitalistas. Incluyendo al pensamiento y a las conductas. Su guerra fusiona a la psicología con la cibernética bajo el reino de su economía.

Ellos persiguen el esclarecimiento de los mecanismos que hacen posible al pensamiento, (lo que ellos entienden e imponen como pensamiento). Su ciberpsicología es una amasijo de mercenarios vendiendo conocimiento al mejor postor. Tomarán por asalto la semántica y fabricarán palabrejas nuevas y conceptos de secta, para adornar (y esconder los efectos visibles) sus “nuevas teorías” de la interacción entre seres humanos y las máquinas que ellos fabrican.

Pero no es la conciencia lo que determina la realidad sino la realidad objetiva la que determina a la conciencia. Les llevamos años de avance científico en eso. Pero no lo aprovechamos para unirnos.

Su prototipo novísimo de seres humanos, apunta a crear una “psicología” de la subordinación productiva y barata, basada en la relación con las máquinas. Trabajan para desarrollar, además, una psicología de las máquinas, con software esclavista, lleno de inteligencia artificial mercantil y de los robots híbridos, ebrios de monopolio imperial.

Dicen estar trabajando en una “ciberpsicología” que es un campo de guerra, científico y complejo, que abarca todos las formas de sometimiento de masas con fenómenos psicológicos manipulados con tecnológicamente.

La guerra ciber-psicológica que anuncian pergeña la forma en que los humanos y las máquinas serán una sola entidad productiva feliz, mansa y auto reprimida. A bajo costo. Mientras nosotros seguimos sin meter en agenda seria, el problema de la Información, la Comunicación y la Cultura. Las cosas por su nombre.

Si la OTAN gasta fortunas en esas payasadas publicitarias de guerra, basadas en “avances científicos”, nosotros debemos responder con la organización de una Revolución Semiótica. El escenario vuelve a darse con más y peores amenazas, esta vez cínicas en extremo.

Especialmente usando una tecnología que no llega a todos en un planeta de inequidad y analfabetismo tecnológico. Un mundo en el que los monopolios cierran toda posibilidad de igualdad instrumental, sin hablar de la complejidad cultural asimétrica de todo el planeta.

¿Qué hay de nuevo? Se olvidan de que los pueblos desarrollan capacidades de defensa consciente, con organización y lucha revolucionaria. Se trata de una guerra (OTAN dixit), entendámoslo correctamente, y en esos términos también los pueblos deben luchar y defenderse con sus herramientas semióticas, históricas y actualizadas.

No caigamos en la emboscada de que ellos todo lo pueden. La última palabra será dicha por los pueblos que se organicen y consoliden su dirección revolucionaria. Nosotros no seremos cómplices bobos difundiendo el plan publicitario de la OTAN para que venda mejor su novísima canallada.

No seremos tontos útiles propagandistas de la “genialidad” perversa de manipular pensamientos y modos de producirlos. No serviremos al plan de manipulación implícito en tomar en serio las emboscadas científico-publicitarias de la OTAN. Nosotros diremos que lo único nuevo es la lucha que construye un mundo sin capitalismo.


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Perfil del Bloguero
Fernando Buen Abad Domínguez es mexicano de nacimiento, (Ciudad de México, 1956) especialista en Filosofía de la Imagen, Filosofía de la Comunicación, Crítica de la Cultura, Estética y Semiótica. Es Director de Cine egresado de New York University, Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Master en Filosofía Política y Doctor en Filosofía. Miembro del Consejo Consultivo de TeleSUR. Miembro de la Asociación Mundial de Estudios Semióticos. Miembro del Movimiento Internacional de Documentalistas. Miembro de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Rector-fundador de la Universidad de la Filosofía. Ha impartido cursos de postgrado y conferencias en varias universidades latinoamericanas. Ha obtenido distinciones diversas por su labor intelectual, entre ellos, el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar que otorga el Estado venezolano. Actualmente es Director del Centro Universitario para la Información y la Comunicación Sean MacBride y del Instituto de Cultura y Comunicación de la Universidad Nacional de Lanús
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