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20 julio 2020
Rábanos tiernos

Y así es todos los años, una especie de juego de ver si unos se comen los frutos primero o la otra los cosecha antes. Mi parcelita rentada es pequeña, más que todo la sigo cultivando por la necedad de mantener la raíz campesina de mis abuelos, maternos y paternos. Siembro al estilo de Jutiapa, en surcos. Está el surco de chile dulce, chile chiltepe, de tomate, remolacha, milpa, ocra, ayote, pepino, sandía. Claro está que es más la bulla, qué diera yo porque todas las semillas germinaran y aquello fuera una de frutos de todos colores. Pero el clima no ayuda tanto, vivo en una ciudad en la que el verano aparece cuando se le da la gana y también cuando se le da la gana se va. Pretextos quiere la vida…

Rábanos tiernos

La parcelita está ubicada en un lugar no tan estratégico y recibe mucha sombra de las ramas de un arce, es lo que hay y se hace lo que se puede. Lo que se logre cosechar es bienvenido. Pero el proceso de preparar la tierra es fascinante, hacer los surcos y sembrar. Luego ir a la parcelita día a día a disfrutar de las semillas germinando, de las hojas mojadas cuando se riega. También de los dolores de cabeza tratando de sacar los pajaritos que se meten no sé cómo y no logran salir de la malla contra aves y venados. Por donde vivo hay muchos venados entonces la parcelita tiene que estar cercada. Pero las que hacen de las suyas todo el tiempo son las ardillas y unos animalitos familiares de las ardillas a los que les llaman ardillas listadas.

A veces al final de verano termino cosechando tres tomates y dos chiles, porque lo demás se lo disfrutaron los animalitos, pero está bien, ellos también necesitan comer. Este año sembré frijol y fue lo primero que se comieron. Después siguieron con los rábanos. Me dijeron que sembrara ajo alrededor porque no les gusta el olor y los arrancaron todos, los condenados. Tres veces fui y los volví a sembrar hasta que me di por vencida, ganaron ellos.

Los dos años que la parcelita dio frutos al por mayor fue cuando sin querer sembré una mata de hierbabuena en medio y se hizo la gran parra, me dijeron que el olor no les guste a los animalitos entonces no se acercaron mucho. Este año la transplanté, entonces entran y salen y se llevan lo que quieren, me recuerdan mi infancia, cuando nos íbamos con los patojos a cortar jocotes a los palos de las fincas de la aldea y nos sacaban a machetazos. No hombre, nosotros allá arriba entre las ramas bien a gusto dándoles con las dos manos a los jocotes cuando llegaban los dueños con machete en mano, de esa altura pegábamos los brincos y patas para qué te quiero a correr sin parar hasta llegar a la cuadra, sin ni un solo jocote, todos los habíamos dejado tirados en el camino y las canillas choreando sangre, de tanto cerco de alambrado que nos habíamos saltado y ni cuenta nos habíamos dado.

Entonces, ¿quién soy yo para pelear con los animalitos porque se meten a la parcela a darle diente a lo que encuentren sembrado? Al contrario, me divierten por chispudos e ingeniosos.

Hoy me almorzaré las hojas de rábano.


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Perfil del Bloguero
Escritora y poetisa. Ilka Oliva Corado nació en Comapa, Jutiapa, Guatemala, el 8 de agosto de 1979. Se graduó de maestra de Educación Física para luego dedicarse al arbitraje profesional de fútbol. Hizo estudios de psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora en el estado de Arizona. Es autora de cuatro libros.
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